33 - Te Enseño

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Lo más traumático que me pudo pasar a los once años fue encontrar al primo de mi mejor amigo besándose en el cuarto de baño con un chico, como si eso fuera lo más natural. Aunque después de unos segundos en shock por haberlo encontrado con otro hombre, recordé que para él era normal, porque desde siempre supe que Francis prefería tener como noviecito a un chico en vez de a una chica.

Francis era mi mayor por dos años, pero fácilmente aparentaba de quince. El tenía el cabello rubio, su piel era blanca y sus ojos eran de un color verde claro intenso. Francis era un extranjero de habla inglesa, pero a pesar de eso, dominaba perfectamente el español. El venía varias veces al año a Perú para visitar a mi mejor amigo Max, quien era su primo.

A Francis le gustaba agarrarme las manos con insistencia a pesar de mis rechazos rotundos. Yo lo alejaba muy rápido porque su comportamiento me incomodaba mucho. Él sabía que me molestaba sentir el roce de su piel, pero igual continuaba molestándome. En varias ocasiones me había pedido salir con él. Al principio me pareció una propuesta escandalosa, pero después me dejó de sorprender, ya que también se lo proponía a vecinos y amigos del colegio.

Nunca aprobé sus gustos extraños. A los chicos con quienes salía no les incomodaba, a diferencia mía, ya que les encantaba estar de noviecitos con un extranjero. Francis siempre llegaba a Perú, conseguía un novio y luego terminaba cuando tenía que regresar a su país. Al volver hacía lo mismo: Se buscaba un nuevo novio y terminaba con él cuando se volvía a ir.

En ese momento salía con Gris, un compañero de mi clase, que pocos días antes había sido visto tomado de la mano con una chica. Nunca creí encontrarlo en el baño de la casa de mi amigo Max en una situacion tan melosa con Francis. El primo de Max se dio cuenta de mi presencia cuando los encontré. Yo me fui a la habitación de Max lo más rápido que pude después de presenciar aquella bochornosa escena. Me senté en la cama aún sorprendido. Nunca antes había visto a dos chicos besándose, por eso me encontraba impactado.

Francis entró cerrando bruscamente la puerta de la habitación después de unos minutos.

— ¿Caramel, estás celoso?

— ¿¡Que!? Claro que no, por qué debería estarlo.

—Porque saliste desesperado como si hubieras encontrado a tu amado con otra princesa —dijo acercándose demasiado a mí.

—Ya empiezas con tus cosas —me puse de pie.

—Ya, Caramel, no mientas. ¿Yo te gusto, verdad? No sé, Algo, poquito, pero te gusto de seguro. Apuesto que cuando nos encontraste deseaste ser el que estaba en mis brazos, apoyándote contra la pared.

—Cállate, lo que dices es muy vergonzoso. Es inapropiado que estés haciendo eso en casa de Max. Su mamá se puede dar cuenta.

—Mi tía es buena, además, no se dará cuenta. Qué lindo, me encanta cuando te preocupas por mí.

Francis me jaló del brazo para que no me fuera de la habitación. Frecuentemente, cuando Max no estaba en su casa y Francis se encontraba con actitud pegajosa, me regresaba a mi casa. Aquella vez no me fui porque Max me había pedido que me encontrara con él. Solo tenía que esperarlo a pesar de lo incomodo que era estar junto a Francis.

—Y qué tal besa, dime, Caramel.

— ¿Besar?, quien, qué dices —me alejé liberándome de su agarre.

Intenté ignorar sus palabras, pero iba a ser inútil, así que me dirigí hacia a la puerta para irme a la sala, ya que Max aún no llegaba. Francis posó sus dos manos sobre la puerta cuando quise agarrar la perilla para abrirla e irme. Él me acorraló entre sus brazos.

—Qué haces —reproché.

— No me digas que mi primo aún no te besa.

—Somos amigos, no somos como tú —dije escandalizado.

—Dile a Max que si no te besa yo lo voy a hacer y se va a arrepentir de que le robe el primer beso a su amor.

A Francis le gustaba molestarme. Sus ocurrencias eran incomodas, y aunque parecían amenazantes, no lo eran. De todas maneras, ese acercamiento, sentir su aliento tan cerca, el rose de sus manos cuando intentaba tocarme el rostro, era muy incómodo.

Afortunadamente mi mejor amigo vino a su cuarto, pero al sentir que algo, nosotros, obstruíamos la puerta, empujó con fuerza. Yo aproveché para alejarme de Francis.

—Qué hacen —dijo Max mirándonos.

—Nada, Max, pero eso sí, si eres buen amigo ya es hora de que le enseñes a besar a Caramel o terminara virgen de labios este año también. Dale unas lecciones con lengua, ¿Ok? No creo que tu enamorada se moleste si lo haces —dijo saliendo de la habitación.

Mis orejas y mi cara se sentían muy calientes. Rogaba que mi color siguiera igual, porque al tocarme las mejillas, estas hervían por la sugerencia de Francis.

— ¿Te hizo algo? —me preguntó muy serio.

—No —respondí.

—Caramel, pensaré seriamente en darte esas lecciones, así que prepárate.

En ese entonces Max ya salía con chicas a pesar de ser muy joven. Por mi mente se cruzó esa imagen que se grabó al momento de encontrar a Francis con su novio, todo escalofriantemente acaramelados y muy pegados el uno del otro. Max también tenía novias muy pegajosas. Supuse que sus besos debían de ser como esos melosos y apasionados, ya que con más de un año saliendo con niñas, estas debieron darle experiencia besando.

—Yo no soy una de tus novias —le dije sin mirarlo.

—Eres aún mejor que eso, eres mi mejor amigo.

Los ojos debieron brillarme en ese entonces, porque ese mal humor por culpa de Francis, comenzó a desaparecer rápidamente. Max siempre iba a estar conmigo porque yo lo quería y él también me quería, además, éramos mejores amigos.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora