Capitulo 10: Segundo Strike

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— ¿Quién es tu amigo? —Preguntó mi padre sin tacto entrando a la sala.

Intenté respirar lo más profundo que era humanamente posible, mis pulmones ardieron así que decidí soltar el aire ¿cómo podría explicarle que él no era mi amigo? ¡No era nada! Era sólo un intruso al que por algún cable chispeante en mi cabeza dejé pasar a mi tranquilo hogar. Estaba completamente segura que ellos no entenderían por lo que respondí con algo muy simple.

—Es un compañero de clase —Miré al espécimen que tenía una media sonrisa que le hacía ver civilizado.

—Matthew, pero pueden decirme Matt —Respondió levantándose del mueble.

Sentí la urgente necesidad de cerrar los ojos y golpearme varias veces con la mesa mediana que tenía delante de mí. ¿Sólo por esta vez? ¿A quién buscaba engañar con eso? Probablemente a la parte estúpida de mí, pero incluso ella sabía que este chico estaría un tiempo más.

« ¡Un tiempo más!» Grité en mi interior dando un pequeño salto en el mueble.

—Mucho gusto Matthew, soy el Sr. Rogers y ella es mi esposa —Se presentó.

Rodé los ojos viendo, por primera vez, cómo mi padre pretendía ser celoso conmigo, entendía que era hija única pero por ningún motivo yo saldría con este idiota, sería peor que amarrarme yo misma la soga al cuello y saltar.

—Mucho gusto —Respondió él antes de voltearse a mí y brindarme otra sonrisa empalagosa.

Sentí como mi boca y mis cejas hicieron una mueca de « ¿De verdad quieres que me crea que eres eso?», este chico sí que era un animal si pensaba que yo me comería sus palabras bonitas y esas sonrisas que bien podrían matar a cualquier otra pero que en mí no producían ningún efecto.

—Así que… —Miré a mi padre que se veía incomodo—. ¿Vas a quedarte para comer?

«Por favor no, di que no, ya tengo mucho con que ellos sepan que existes».

—Será un gusto.

Y fue en ese preciso instante en que me arrepentí terriblemente de dejarle entrar a mi casa, de haberle seguido aquella mañana, de devolverle el beso el día anterior, de tan siquiera considerar la idea de montarme en su auto luego de que salí del instituto. Éste idiota estaba entrando lentamente en mi vida sin que yo pareciera tener control sobre ello.

Me paseé de la sala a la cocina mientras mamá cocinaba, la furia me escocía pues el idiota y mi padre hablaban entre ellos cosas de las que yo prefería no saber pero que la vez despertaban una terrible curiosidad en mí.

¿Por qué tuve que ser tan débil como para dejarle entrar? Esto era malo, muy malo. Es decir, yo, Elena Rogers, estaba dejando que uno de los peores ejemplares de hombres que pudieran existir acaparara mi vida como si yo realmente no le odiara, como si yo realmente dejara de lado toda mi ideología ¿por qué no podía ver lo débil que estaba siendo respecto a él?

Este chico (no quiero ni pensar en su nombre) no dejaba de lanzarme miradas de «te derroté en tu propio juego», lo que por supuesto hizo hervir mi sangre cual caldero de sopa. Apreté mi boca como de costumbre cuando quería asesinar a alguien, él estaba acabando con mi paciencia y eso le costaría muy, muy caro. Me crucé de brazos volviendo por decimoquinta vez a la cocina, mamá servía todo en los platos.

— ¿Por qué tan tensa nena? —Preguntó con voz suave que me dejaba saber que ella intentaba ser una madre comprensiva.

—No lo quiero aquí —Solté antes de apoyarme en la pared con mis brazos aún cruzados sobre mi abdomen.

Inevitable (El juego de Elena #1) [Editada]Where stories live. Discover now