Epílogo

2.7K 93 12
                                    

Al día siguiente me desperté bastante temprano y fui hacia mi habitación, mis padres se despertaron unos minutos después que yo pero no entraron a mi habitación, yo había pasado la última hora llorando en silencio no queriendo que ellos vieran esa parte de mí ahora, de lo contrario lograrían convencerme de quedarme pero no podía, necesitaba irme cuánto antes.

Suspiré profundamente recordando de nuevo cada una de las veces que nos vimos en la obligación de irnos de ciudad debido a que mis ataques de pánico volvían o porque alguien me recordaba a Dorian (el culpable de mi desgracia y odio hacia los hombres). En algunos momentos me sentía complemente culpable por hacer que mis padres abandonaran todo por protegerme pero ellos me insistían en que mi bienestar era lo primero así que terminé por adaptarme a ello.

No fue sino hasta los 16 años que mis ataques de pánico desaparecieron absolutamente y pudimos vivir un largo año en paz. Si contaba cada vez que nos mudamos desde aquel día (hacía ya ocho años), sin contar las veces que fui cambiada de escuela, era un total de 48 veces, es decir, un promedio de seis mudanzas cada año. Se me hacía difícil calcular la cantidad de veces que fui transferida de escuela pero superaba las 70 veces.

¡Oh! Las visitas a los psicólogos. Esas sí las había anotado. Durante los primeros tres años tuve 1126 sesiones de terapias con seis diferentes psicólogos, para el segundo trimestre esas sesiones bajaron a 935 con tres psicólogos diferentes y en el último trimestre disminuyeron radicalmente a 105 sesiones con dos psicólogos. Supongo que aprendí a adaptarme a mi trauma.

—Amor —Llamó mamá desde la puerta.

Me levanté del suelo con rapidez y sequé mis ojos.

— ¿Sí?

—Tu desayuno está listo —Dijo ella con voz suave.

—Bajaré en un segundo —Esperé a que cerrara para poder voltearme.

Cuando me aseguré de que se había ido fui hacia la cama donde me acosté durante unos segundos. Realmente extrañaría ese sentimiento de estar en mi habitación, mi propia habitación. Aunque lo que más extrañaría sería el hecho de que mamá o papá me despertaran para ir al instituto, sí, definitivamente extrañaría eso.

Revisé rápidamente todos los cajones buscando alguna cosa que se me pudiera estar quedando pero no encontré nada importante.

—Supongo que es todo —Me dije a mí misma con melancolía antes de ir hacia el closet.

Revisé un último cajón llevándome la sorpresa de ver la pulsera que Regie me había regalado y el collar del imbécil. Sonreí por la ironía de la situación ¿sería yo capaz de llevarme alguna de ellas? Bueno, no tendría por qué hacerlo pero eran tan lindas y… Oh diablos, supongo que significaban algo para mí.

Tomé ambos accesorios y los coloqué en la cama a plena vista para no olvidarme de ellas.

Salí de la habitación a paso despreocupado puesto que aún tenía una hora más antes de tener que ir al aeropuerto. Cuando llegué a la cocina noté que mis padres estaban muy callados y tristones lo que no me gustó, no quería que el irme fuera motivo de tristeza para ellos.

—Buen provecho —Les deseé a ambos mientras yo tomaba asiento.

—Igual para ti —Me deseó papá con una linda sonrisa.

Comí todo con bastante rapidez puesto que sabía que no comería muy bien hasta al menos cuatro o cinco horas más. El desayuno fue bastante silencioso lo que era algo bastante inusual en nosotros, papá acostumbraba a hablar sobre los resultados del Futbol o sobre alguna noticia relevante que él considerara que podría interesarnos y mamá comentaba sobre cosas de mujeres que papá no entendía o sobre que ella y yo saldríamos a algún lugar nuevo.

Inevitable (El juego de Elena #1) [Editada]Where stories live. Discover now