Liverpool, 1817.

735 64 2
                                    

El polvo de los vestidos sin usar hacían que a Vanessa Lancaster le picara la nariz y los ojos. Ella era una de esas personas sensibles a las minúsculas partículas que revoloteaban libres por el reducido espacio de su armario, repleto con la más fina colección de vestidos hechos con sedas y telas traídas desde los rincones más lejanos del mundo.

Pero a Vanessa Lancaster no le interesaban ya esos amplios y pomposos vestidos del siglo pasado. Ella estaba harta de tener que seguir siendo la niñita bien vestida y educada que aparentaba ser frente a la aristocracia de la villa portuaria de Liverpool. Cada vez que daba los muy regulares paseos por el río, observaba con recelo a aquellos marinos y gentes que laboraban en los barcos. Secretamente se lamentaba de no haber nacido siendo hombre y poder escoger la vida que quería. Ella deseaba haber crecido en una casa humilde y no en la poderosa familia Lancaster, dueños de muchos barcos negreros.

'Mi familia se enriquece con la esclavitud de los otros' pensaba con ira mientras se le humedecían los ojos. No es que ella odiara a su familia, pero no sentía un aprecio especial por ellos. Su madre, Geraldine Eyraud-Lancaster, era una mujer de un carácter fuerte y se empeñó en que su única hija se convirtiera en la futura dueña del negocio familiar. Incluso en un mundo dominado por hombres, las mujeres de la familia Eyraud siempre fueron respetadas y hasta temidas, pues muchas historias acerca de torturas a esclavos corrían por Liverpool en aquel entonces. 

-Vanessa, ¿estás segura que quieres hacer esto?- preguntó Wilhelmina, una chica que había crecido junto a Vanessa debido a que los Lancaster y los Greenwald eran familias amigas. La había acompañado de mala gana, pues Vanessa le había revelado sus deseos de escapar de los grilletes de su madre.

-Completamente, Willie-dijo Vanessa en tono firme- jamás había estado tan segura como ahora. Es que siento que si no me escapo de aquí, voy a terminar tan loca como mi madre, y sabes que ella está desquiciada.-

Willie, el apodo cariñoso con el que se refería Vanessa, asintió con pesadumbre. La Madame Geraldine luego de la muerte de su esposo se había convertido en alguien mucho más siniestro que como era cuando él vivía.

-Voy a extrañarte.- dijo Willie, una vez que Vanessa empezó a buscar entre los polvorientos vestidos algo que había guardado allí días antes. La chica se detuvo y se volteó a mirar a su amiga. Wilhelmina Greenwald era hermosa, con cabellos tan rojos que parecían una cascada de llamas, enmarcando un delicado rostro pálido similar a porcelana. El labio inferior de Willie temblaba, aguantando las ganas de llorar, y sus ojos verdes, iguales a los de Vanessa, se humedecían.

-Ya, Willie.- dijo Vanessa dejando de buscar y acercándose a la pelirroja. Le tomó de las manos y la miró fijamente, con aquella decisión en el rostro.-Debo irme esta noche. Prometiste que me ayudarías, eres la única persona en la que confío en este momento. Si las mujeres del servicio supieran lo que estoy a punto de hacer, correrían sin pensarlo a decirle a mi madre, y ella me haría azotar por el negro más fuerte de su palenque mientras arrastro tu cadáver. Porque si ella se entera que me ayudaste, te mata también.-

Wilhelmina se secó las lágrimas, que ya rodaban por las suaves mejillas de la chica. Sacó un pañuelo de la manga de su vestido, una tela vaporosa que al hacer contraste con la poca luz de las lámparas que entraba por la puerta del armario, le revelaba a Vanessa una figura curvilínea y sensual.

Willie le dio un beso en los labios a Vanessa cuando se percató que le miraba como muchas veces antes de hacer el amor; pues sí, Wilhelmina Greenwald y Vanessa Lancaster eran amantes desde hacía muchos años.

-No podemos hacer nada ahora, Willie.- le dijo Vanessa con dificultad cuando las pequeñas manos de la pelirroja se deslizaban por la ceñida falda de la morena directo hacia sus glúteos. La detuvo y se separó de ella con tristeza. Vanessa le quería, pero no tanto como quería su libertad. Si iba a escaparse de Liverpool y de la familia Lancaster, primero debía desapegarse de todo lazo afectivo que le atara allí, comenzando por Willie.

Vrykolakas: La Venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora