Ignorancia.

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Danielle Van Der Vaart lo había planeado todo para esa noche. Sus amigos de la residencia quedarían encantados cuando vieran la estupenda reunión que había organizado. Desde temprano en la mañana, cuando los otros cinco compañeros que compartían la casa se fueron a la universidad, ella comenzó la jornada de limpieza.

No era una fiesta improvisada, o si ningún motivo, pues Danielle Van Der Vaart y sus cinco compañeros estaban a punto de graduarse de médicos de la universidad de Columbia, una carrera nada fácil para alguien que poseía un cierto grado de dislexia, como ella.

Había decidido no asistir a una de sus últimas clases para organizar lo que podría ser la última vez que se vieran todos juntos en esa magnífica residencia estudiantil que habían decidido comprar cerca de la universidad.

A pesar de que Columbia tenía residencias para los estudiantes, ellos querían vivir juntos, pues así se les hacía más llevadera y más fácil la vida, pues se conocían desde hacía unos diez años, tres años antes de que comenzaran la carrera. Por eso, Troy Street, el novio de Danielle, propuso la idea de entre todos comprar la casa.

La residencia estudiantil era una casa de tres pisos, con seis cuartos y cuatro baños. Tenía una fachada rojiza, como el estilo de las casitas de campo, y el techo era de tejas oscuras. Al entrar, lo primro que se veía eran las escaleras al piso superior; a la izquierda se encontraba la sala, un área rectangular con varios muebles finos; A la izquierda estaba la cocina y comedor, un espacio rara vez utilizado, excepto en ocasiones especiales, justo como la que ese día ocurría.

Danielle comenzó a preparar un pastel de chocolate, el sabor que más les gustaba a los seis. Era casi coincidencia de que eso sucediera, pues uno de los seis era el ser más opuesto a lo que personalidad se refiere. Benjamin Preston era otro de los co-dueños de la casa. Un chico retraído y sumamente silencioso, según lo que opinaba Danielle sobre él. Es que Benjamin Preston no era precisamente alguien alegre y fiestero, todo lo contrario, jamás salía de casa a no ser que fuera por clases, y no era de las personas que sonreían a menudo.

-Extraño chico- pensó Danielle Van Der Vaart mientras batía la mezcla en un bowl de plástico. Recordó el día que lo conoció.

Dos años antes de entrar a la universidad, durante Halloween, Danielle y Troy estaban caminando por el gigante Parque Central, maravillados por su vistosidad y por las personas que se encontraban ahí. Veían a los niños juguetear con sus disfraces puestos y a los nerviosos padres detrás de ellos. El cielo se estaba tiñendo de azul, cuando posó sus ojos grises sobre aquel muchacho. Destacaba de entre la multitud por usar una chaqueta negra larga hasta las rodillas y unos jeans de color morado oscuro, junto a unas botas militares negras. Llevaba unos guantes de color rojo sangre y entre sus dedos sostenía una cámara fotográfica. Danielle se fijó más en su aspecto. Era de un blanco algo bronceado, con nariz recta y pómulos algo pronunciados. Su cabello era tan negro como la chaqueta y las botas, lo llevaba corto, aunque parecía llevar una especie de copete cincuentoso. Estaba de pie, pero en vez de mirar a los niños y a los cientos de atracciones que se encontraban, posaba fijamente la mirada en los árboles que medio cubrían el cielo vespertino. Estaba junto a un banco vacío, lo que le pareció extraño a Danielle.

-¿Por qué no se sienta?- dijo Danielle en voz baja,lo que hizo que su novio, Troy Street, bajara la vista de un malabarista con disfraz de bruja. Troy la miró con sus ojos verdes y sonrió.

-¿Qué pasa bebé?- preguntó, mostrando su dentadura perfecta. Troy Street era bastante atractivo, con cabello rubio oscuro largo hasta la mitad de la cara y un arete en la oreja derecha. Su cara era angulosa, de nariz perfilada mostrando los rasgos italianos heredados de su madre.

-Ese chico- dijo Danielle, señalando con una mano enguantada al chico extraño- Hay un banco vacío a su lado y no se sienta. Está como ido viendo a los árboles. Tiene una cámara en la mano, pero no lo he visto tomar ni una sola fotografía.-

Vrykolakas: La Venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora