Muerte - Parte 2.

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Lorraine James había llegado al orgasmo por tercera vez cuando se aburrió. Se puso de pie y se subió las bragas por encima de la falda corta que ella estaba tan acostumbrada a usar cuando quería tener sexo casual con algún chico.

-¿Qué pasó?- preguntó el hombre con el que estaba teniendo sexo en uno de los cubículos del baño de hombres de la Universidad de Columbia. 

-No se, es que... Ya no me excitas, Troy.- dijo ella, con aire de suficiencia.

Troy Street la miró, incrédulo. Era la primera vez que alguna chica se atrevía a decir que ya no la excitaba. Por lo general, era él quien despachaba a cualquier chica que se emocionara mucho con lo que consideraba como sexo casual. Pero no era de ese modo con Lorraine James.

-¿A qué te refieres?- preguntó Troy Street, subiendose los boxers.

Lorraine james suspiró y salió del cubículo. El baño estaba desierto desde hacía horas, por lo que no se preocupó para meterse ahí con Troy y engañar con estupida facilidad a la novia de este, Danielle Van Der Vaart. No es que ella fuera una zorra, sino que desde que tenía catorce padecía de un problema incontrolable: la ninfomanía.

Lorraine James fue una niña como cualquier otra, jugaba, se llevaba bien con todo el mundo y compartía sus juguetes. Era normal, a excepción de que en ocasiones caía en un estado de apatía total. Hubo oportunidades en las que no comía por días, ni siquiera salía de su cuarto, y no había manera de que sus padres la obligaran. Por lo que los señores James decidieron llevar a su tercera hija a un psicólogo infantil. Luego de una entrevista con muchos resultados, los padres de Lorraine descubrieron que ella padecía de un raro transtorno llamado psicosis maníaco-depresiva.

Los señores James se preocuparon, pues ellos consideraban al término 'psicosis' como algo malo, pensando que su hija podría convertirse en una asesina en serie. El psicólogo explicó con mucho cuidado que su hija no era ninguna loca, sino que en su cerebro ocurría un desequilibrio químico que provocaba cambios bruscos en sus estados de ánimo.

Esto relajó en gran medida a los señores James, quienes le preguntaron al psicólogo si había alguna cura para ello, a lo que lastimosamente les respondió que no la había, más habían medicamentos que podían controlar sus cambios de humor.

Durante los siguientes años luego de su diagnóstico, Lorraine James sufrió varias veces de ataques que iban desde la depresión absoluta hasta la alegría total. Los medicamentos parecían hacer efecto, pero a veces Lorraine se negaba a seguir ingieriendo píldoras, pues les echaba la culpa de que se sintiera frenética en sus partes privadas.

Ella nunca les comentó a sus padres que los medicamentos que le controlaban la psicosis maníaco-depresiva la ponía en estado de frenesí sexual, que intentó calmar insertándose los dedos y un consolador que encontró en la mesa de noche de su madre. Lorraine James había perdido la virginidad a los catorce años con un compañero de clase que tenía fama de tener unbig team. Se sorprendió a si misma cuando no notó dolor alguno ni placer al ser penetrada, pero el tener el contacto físico con el chico la hizo sentir bien, querida, necesitada, amada.

Luego de eso, se dio cuenta de que esa sensación no la abandonaba, así que no tuvo más remedio que seguir acostándose con cualquier chico que ella quisiera. Porque para más colmo, Lorraine James no era nada fea. Su cuerpo torneado y sensual la hacía ser un foco de atención para cualquiera. Además de su cara delicada, acentuando su sensualidad con unos labios carnosos y un lunar en el centro de la mejilla derecha.

A los dieciseis, al salir del colegio, se había acostado con veinte hombres distintos, sin encontrar jamás a uno que la hiciera sentir un orgasmo, una cosa que sus amigas le habían dicho que habían sentido varias veces cuando se acostaban con sus novios. Ella comenzó a pensar que sus amigas le mentían, por eso no dudó al acostarse con cada uno de los novios de ellas, sintiendose exactamente igual, vacía. Hasta una vez pensó en ser lesbiana, por lo que con una identificación falsa logró escabullirse a uno de los muchos bares gay que habían en la enorme Nueva York. Conoció a una mujer atractiva llamada Sasha, de unos treinta años, con la que se acostó. Al principio le gustó la idea, pero al darse cuenta que se sentía igual de vacía que con los chicos, lo dejó, aunque no para siempre.

Vrykolakas: La Venganza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora