50 - Galletas Saladas

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La cocina nunca había sido de mi interés, pero extrañamente me había comprado un barato recetario de repostería cuando fui a comprar lápices de colores. Lo había visto en la vitrina de una librería junto a otros recetarios, pero ese llamó mi atención porque la portada mostraba un hermoso pastel de chocolate, uno parecido al que mi mejor amigo Max había comprado en una pastelería y que le había gustado mucho.

"Hagamos galletas", Max me dijo justo cuando estaba mirando la receta de galletas. Me puse nervioso cuando me descubrió, porque tenía planeado preparar la torta de chocolate en secreto. A pesar del cambio de planes, yo me puse muy feliz con solo imaginarme junto a Max en medio de la harina, la mantequilla y los demás ingredientes.

—Ahora mesclemos la harina con todo —dijo Max muy interesado en ese ingrediente.

Max tenía en sus manos el paquete de harina preparada que habíamos comprado en la tienda más cercana. Fue divertido hacer las compras junto a Max, siempre guiándonos del recetario, marcando lo que ya teníamos y lo que nos faltaba. La señora que nos atendió nos miró muy curiosa en todo momento. Parecía que para ella era increíble que dos adolescentes se mostraran interesados por la repostería, quizá por eso trató de animarnos dándonos consejitos cuando le contamos que íbamos a hornear galletas.

La harina manchó la manga de su polera y toda la mesa quedó con una capa finísima de polvo blanco. Así, en medio de la cocina, nos pusimos a experimentar con la ayuda del recetario. La pasta para las galletas estaba deliciosa, tanto que no pudimos resistir probarla entre risas. Lo más divertido de todo fue decorar las galletas con el glaseado que hicimos. Max se veía muy interesado en dibujar con el glaseado sobre las galletas. Cuando terminó de trazar perfectas letras en sus galletas, Max las afiló en la fuente con una gran sonrisa.

Yo lo quería mucho, muchísimo, quizá por eso mi piel se erizó cuando de alguna manera Max me quiso decir sus sentimientos con las galletas decoradas con letras de múltiples colores. El silencio predominó en la cocina. A solo pocos instantes nos estábamos riendo, pero por alguna razón nos callamos. Quizá Max esperaba que le dijera algo después de ver sus galletas tan ordenadas frente a mí, aunque sus bonitas galletas no habían sido los causantes de ese silencio tan incómodo, sino las dulces líneas que dibujaban hermosamente su caligrafía:

"Te amo, Caramel"

Una letra dibujada en cada una de las galletas, ordenadas por mí mejor amigo Max.

Miles de ideas pasaron en mi mente. "Yo también lo amo", me dije dentro de mí. "Quiero pasar todos los días junto a él, disfrutar de su amistad por siempre, sin separarnos nunca, siempre juntos hasta los últimos días de nuestras vidas". Quise decírselo, pero no pude porque había algo que no me dejaba. Él era de esa manera, tan suelto, sin medirse ni pensar en lo nervioso que me ponía las cosas que hacía.

—Yo también voy a dibujar letras —le dije tratando de trazar líneas con mis manos torpes que no dejaban de temblar.

—Estás Nervioso. Déjame que te ayude.

—No, puedo hacerlo.

En ese momento mi celular empezó a timbrar. De inmediato lo saqué de mi bolsillo para contestar. En la pantalla vi el nombre de Cristal, mi enamorada. "Acompáñame a una feria", me dijo tan alegre como siempre, pero mi mente estaba en otro lado mientras ella me hablaba. Me encontraba distraído. La voz de Cristal se desvaneció cuando sentí el abrazo sorpresivo que mi amigo me dio. Envolvió sus manos en mi cintura y hundió su rostro en mi cuello. "Aun estás conmigo", Max me dijo susurrándome en el oído.

La cocina era un desastre, pero a pesar de eso, nuestras galletas se veían deliciosas sobre la bandeja. Después de mirar las galletas decoradas, nos pusimos a lavar todo los utensilios que habíamos utilizado, o mamá se iba a escandalizar si encontraba su cocina hecha un desastre. Terminamos cansados, pero muy felices.

—Llévale mis galletas a Cristal —me dijo Max mientras envolvía sus galletas en papel celofán

—Se los llevaré. Gracias.

—No me agradezcas por ella. Cuando la vea le pediré que me agradezca.

—Se los llevaré hoy. Seguramente le va a gustar mucho. Aunque no lo parezca a ella le gustan los dulces.

— No te esmeres en conocerla mucho porque ustedes no van a durar.

—No digas eso. Cristal es una buena chica.

—Lo sé, pero se involucró contigo, por eso va a perder.

—En la vida no sabemos lo que puede pasar. Nada está escrito.

—Voy a escribir mis días junto a Caramel, ya verás.

Tenía miedo que algo cambiara. Me gustaba como estábamos, siempre juntos, pero algo en mi temía su manera tan diferente de mirarme a diferencia de cuando éramos unos niños. La adolescencia dolía mucho junto a Max.

El agarró las galletas que había dejado sobre la mesa para dármelas y agregó:

—Llévale mis galletas a Cristal, pero recuerda decirle que yo se las mando.

AUN SIEMPRE SERAS TÚ |1RA PARTE|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora