Epílogo: "Roce"

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Epílogo: "Touch [Roce]"

Cuatro años después.

Estaba casado. Estábamos casados.

Amelie Lewis... no sonaba mal, pero Amelie Graham sonaba mejor.

Mi esposa estaba parada frente a su secretaria Diana, con su falda roja moldeando su trasero, una camisa de seda negra con un par de botones desabrochados, lo que me hacía salivar pensando en los besos que depositaría justo en su poca piel expuesta; y sus tacones negros que hacían lucir sus piernas largas. Sería un manjar subir la falda hasta su cintura y descubrir una vez más que tan largas eran sus piernas alrededor de mí.

Ella no me había visto. Estaba sentado en su escritorio, con los brazos cruzados y mirando cómo daba algunas instrucciones, estaba tan concentrada que no se había dado cuenta de la puerta de su oficina abierta o de su esposo en ella.

Aún no podía creer que toda ella fuera mía, y que yo fuera de ella.

No fue fácil hacer que dijera que sí. Tuve que desvelar el último secreto que tenía y del cual ella era parte sin saberlo. Había vuelto a ganar su confianza después del juicio, la había seducido cuando descubrió que era el enmascarado, pero no era el primer enmascarado en su vida.

La idea del enmascarado no fue mía originalmente, ese pequeño detalle casi me cuesta la relación y el matrimonio que aun no aceptaba.

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Tres años antes

La cena estaba lista y servida en la mesa, las velas encendidas, las luces apagadas, mi camisa azul desabrochada y envuelta hasta los codos, sabía que ella amaba cuando lucía así.

Me encontraba justo al lado de la puerta de su apartamento, recostado, esperándola. Había utilizado la llave de emergencia que me había dado, no era exactamente una emergencia, pero era un momento crucial para mi futuro, para nuestro futuro.

La puerta se abrió y me puse recto, apreté el trozo de tela en mi mano. Cuando su pelo rubio resplandeció por la luz de las velas me puse en acción. Envolví sus ojos con la venda.

Amelie dio un pequeño grito antes de sentir mis labios detrás de su oreja, depositando un beso. Se relajó al instante, sabía que era yo. Sonreí, amaba el efecto que un beso tenía ella, aunque ella no se imaginaba lo que el roce de su piel le hacía a la mía.

—Hola, amor.

—Te dije que la llave solo era para emergencias— fue su forma de saludarme.

—A mi también me da placer verte— la vi sonreír y sus mejillas se sonrojaron.

—Siento haber sido grosera, pero me sorprendiste. Además sabes que siempre me da gusto verte, aunque ahora mismo técnicamente no te estoy viendo.

—Esa es mi chica, siempre lista para disculparse aunque excuse su falla— ella rio aun más.

La guie hasta la sala, había acomodado la cena encima de la mesa de café, así el camino de nuestras prendas hasta el suelo no sería tan largo. La acomodé sobre un cojín, antes de tomar mi lugar al lado de ella.

—Hoy la clase trata de confianza— dije en cuanto vi su intención de "acomodarse" la venda sobre sus ojos.

—Si no amará tus clases cómo lo hago, no te dejaría continuar.

—Tu amas las clases, lo que viene después de ellas y sobre todo los castigos— lo último lo susurré sobre sus labios —Por eso siempre eres una alumna mala.

—¿Sí? Entonces, castígame, profesor— ella abrió sus labios de forma sugerente.

—Todo a su tiempo, señorita Lewis.

TouchWhere stories live. Discover now