Capítulo 33: "Noche de Máscaras"

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Capítulo con contenido sensible

—Maldita raya, estúpida raya ¿por qué no quedas bien?— Emma se quejaba por la raya que su mano no lograba hacer bien

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—Maldita raya, estúpida raya ¿por qué no quedas bien?— Emma se quejaba por la raya que su mano no lograba hacer bien... de nuevo. En un día la había visto maquillarse dos veces y las dos veces quejarse por cómo le quedaba todo.

Estaba parada frente al espejo que no veía desde mi adolescencia, desde que la incubadora humana había reaparecido en la vida de mi madre para atormentarla y hacerme pagar por sus pecados.

—Signos de que empiezas a sufrir Parkinson— le insinué de nuevo.

—No creo, imposible, estoy muy joven— hizo una pausa mientras se miraba las manos que aún sostenían el delineador de ojos —¿O sí?— no pude evitar reír, Emma estaba más nerviosa por la misma fiesta de graduación que mi mamá había planeado que yo misma, y eso que era en mi honor, sin contar que ahora parecía dudar de su Parkinson cuando hacía unas horas estaba segura que no lo tenía.

>>No te rías, seré un asco de mariposa negra si la estúpida raya me queda mal.

—No serías un asco, las fotos en las que quedarías sí, pero no tú— tomó una brocha que había en el tocador frente a ella y me lo arrojó, reí más fuerte cuando no logró darme.

Me dejé caer en la cama cuando intentó tirarme algo más.

—Mala amiga— con toda la madurez del mundo me sacó la lengua. Agité rápidamente mis pestañas haciéndome lucir más dulce, o al menos esa era la idea.

—No puedo dejarlas solas un minuto, miren lo que hacen— Lola estaba parada en la puerta con una charola en la mano que contenía comida, pero su mirada estaba en el suelo, en las brochas que fallidamente Emma me había arrojado y en el montón de ropa que estaba en el suelo, no habíamos logrado escoger un vestido rápidamente y no habíamos sido muy organizadas tampoco.

—Fue Amelie— Emma rápidamente me estaba acusando.

—El culpable siempre es el primero en acusar— Lola negó con la cabeza y terminó de entrar en el cuarto, dejó la charola al lado de la cama, justo donde yo estaba.

—¿Quién dice?— Emma seguía involucrándose más.

—Yo lo digo— la mujer se cruzó de brazos y la miró detenidamente, era algo intimidante, no recordaba a Lola estricta, tal vez porque cuando era niña no era tan peligrosa como cuando crecí, para entonces ella juraba que la tenía en la palma de la mano y que por eso no podía ponerme reglas, nunca supo que la respetaba lo suficiente para no desautorizarla.

—Lo recogeré todo— Emma claudico y mostró su cara de arrepentimiento.

—Muy bien, volveré luego— dio media vuelta lista para irse.

—Gracias, Lola— no solo por la comida, le agradecía por todo, por ser el soporte de mi madre durante tanto tiempo, mantener mi habitación intacta durante años, tal vez solo por ser ella, en ese momento se sentía correcto decirlo.

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