Solo un toque basto para que ella cayera a sus pies, él supo donde y cómo tocar, pero ese solo es el inicio de la historia...
Advertencia: Historia con alto contenido sexual y lenguaje fuerte.
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—Así que nunca es tarde para volver a empezar— Liam estaba parado detrás de mí mientras yo observaba mi vieja habitación, no había cambiado nada, incluso se mantenía tan limpia como cuando yo era adolescente y Lola hacía limpiarla, aunque lo admitía, ella me ayudaba mucho.
—Lo siento Graham, para ti sí es tarde— lo miré por encima de mi hombro antes de regresar mi vista a la cama, tenía acolchado morado y con detalles negros, definitivamente era nuevo.
—¿No me vas a dar una oportunidad?
—Solo si permites que no le tenga que hablar a tu madre nunca y me ayudas a encontrar a Diana.
—¿Por qué quieres contactar a Diana?— preguntó él.
Me senté en la cama acariciando la tela bajo mis dedos. Al menos no me había preguntado por qué no quería volver a hablarle a su madre, supuse que era obvio, no era su problema y aun así atentó contra mi integridad física, eso no lo perdonaba, quién sabe qué más podía hacer en el futuro.
—¿A tu prometida? No te interesa, lo haces o te olvidas de que alguna vez existí, así de simple— me encogí de hombros y me dejé caer en la cama.
Cerré los ojos, por primera vez en mucho tiempo sentía paz conmigo misma, con el mundo. El futuro se veía prometedor, mis estudios estaban a punto de concluir, tenía la posibilidad de enmendar la relación con mi mamá, tenía todas las posibilidades a mi alcance y estaba lista para tomarlas todas y cada una de ellas. Hace unas horas mi mundo parecía a punto de colapsar, y ahora podía construir algo mejor.
—No era mi prometida en realidad, teníamos un ...— lo interrumpí.
—Lo sé, me sé toda la historia completa, Diana me la contó, con unos cuantos tragos en su sistema, información confiable y desde la fuente, calma que no te estoy acusando, no soy una fiscal— sentí la cama hundirse a mi lado y algo tocar un costado de mi cabeza, no había que ser un genio para darse cuenta que Liam se había recostado a mi lado.
—¿Qué harás con ella una vez que te diga donde está?— sentí los dedos de Liam en mi cabeza, estaba acomodando algunos mechones detrás de mis orejas.
Abrí los ojos, Liam tenía su codo derecho apoyado en la cama y su cabeza descansando en la palma de la mano del mismo brazo.
—Es un secreto, señor Graham.
Era extraño, mi corazón sentía cierta agitación, se aceleraba al punto que sentía como si hubiera corrido una maratón. Su cercanía, su olor, su calor corporal, todo su cuerpo dirigía una corriente eléctrica hacia mí. Solo quería alzar mi mano y acariciar su rostro, unir nuestros labios, dejar que mi mente no pensará, y que solo fuéramos él y yo, pero sentía que no era el momento, no era nuestro momento.
Bajo su cabeza, nuestros labios casi tocándose. Besó mi mejilla, un escalofrío recorrió mi cuerpo, el calor se apoderó de mi espalda y solo era un beso en la mejilla, más largo de lo normal.
