Solo un toque basto para que ella cayera a sus pies, él supo donde y cómo tocar, pero ese solo es el inicio de la historia...
Advertencia: Historia con alto contenido sexual y lenguaje fuerte.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Respiraba pesadamente mientras estaba recostada en la puerta de la seguridad de mi habitación, necesitaba un filtro de pensamientos urgentemente, aun no creía que yo Amelie Lewis, estudiante de último año en comunicación social le había dicho a mi profesor, Chester O'Connell que no quería que llegara virgen al matrimonio. Bueno, ya no lo era, pero solo eran detalles.
¿Quién me había dado tanta seguridad? Bueno, al menos mi tono había sido de broma o algo así.
—¡Dios, Amelie! ¿Qué te pasa? Estás pálida— una Emma con gafas y rodeada de papeles me miraba con preocupación, en un instante se paró y empezó a revisar mi rostro al ver que yo no respondía —Di algo.
—Algo— dije tratando de destensar mi cuerpo.
—Hablo en serio, ¿Qué pasa?— me tomó una mano y me llevó a la cama.
—¿Cuándo perdí el filtro entre mis pensamientos y lo que digo?— pregunte conmocionada.
Yo siempre cuidaba lo que decía, desde que tenía quince años lo hacía, en ese entonces tuve que comprender que decir las cosas de cierta manera podía ser malinterpretado así que mi subconsciente creó una clase de mecanismo donde se analizaban rápidamente las palabras próximas a salir de mi boca, pero de un tiempo para acá, eso no funcionaba. ¿Un ejemplo? Mi reciente encuentro con Chester O'Connell.
—¿De qué hablas?— ladeó su cabeza como si de esa manera todas las respuestas llegarán.
—De lo que acaba de suceder con Chester— mi voz era apenas un susurro, pero ella estaba tan cerca que lo escucho todo a la perfección.
—¿Qué le dijiste ahora? — posó sus manos en la cintura lista para darme un sermón como una madre lo haría.
—Chester— gruñí.
—Quiero que veas algo y me des tu opinión— estaba... ¿nervioso?
Comenzó a quitarse la camisa y yo a clavar mis ojos en la vista que me estaba ofreciendo, su trabajado cuerpo me hacía salivar y sentirme como una maldita, hace unas horas estaba entre los brazos de Liam y ahora quería desesperadamente tocar a Chester, desgraciada sea la hora en que mis hormonas se despertaron, y en la que ellos agarraron demasiada confianza conmigo, demasiada.
—¿Qué piensas de mi tatuaje?— señalo un corazón totalmente negro en la parte baja de su abdomen, me recordó al de las barajas de cartas, sin duda era uno de mis favoritos.
No dije nada, no me sentía en la capacidad de hablar, mis labios estaban entreabiertos, mis ojos clavados en el dibujo de tinta negra. Mis manos cobraron vida propia y mis dedos acariciaron el lugar, podía sentir un poco de relieve en su piel, estaba terminando de sanar, era un chico malo y era sexy.
—Amelie— su voz ronca me trajo a la realidad —Si sigues moviendo tus dedos de esa manera y un poco más abajo arruinaras mi idea de estar virgen hasta el matrimonio— sus manos agarraban con fuerza el asiento bajo él.
