Treinta y dos [III]

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Acaricié su pelo y besé su mejilla dulcemente. Ella se movió un poco en la cama, sin abrir sus ojos aún. Ambos estábamos en ropa interior después de una increíble noche, —como todas las que pasaba a su lado—, aunque ella se había quitado su sujetador; por lo que podía ver sus pezones erectos por el frío.

Ella se dio la vuelta, dejándome ver su espalda desnuda. Aproveché y me pegué a ella, abrazándola y aspirando el olor a canela de su pelo.

— ¿Qué hora es? —murmuró.

— Las diez.

— Mmmm...

Aparté su pelo para poder posar mis labios en su hombro y moverlos hasta su cuello. Ella quiso meter su pierna entre las mías y las abrí, entrelazandolas. Bajé mi mano por su abdomen hasta llegar a su ropa interior. Puse mi mano en su feminidad* y la empuje hacia arriba, haciendo que su trasero estuviera pegado a mi miembro*.

— ¿Quieres otra ronda? —puso su mano en mi nuca.

— ¿Otra ronda? Pensé que esta sería nuestra primera ronda de la mañana.

Ella río suavemente. — ¿Las de anoche no cuentan?

— No —mordí su hombro.

La puerta de la habitación se abrió, sobresaltandonos. Ambos miramos y varios hombres encapuchados no tardaron en entrar. Antes de que pudiera hacer algo, dos de ellos me arrastraron fuera de la cama. Intenté soltarme de su agarre mientras veía que otros dos iban por Abigail.

— ¡Dejadla! —grité.

Uno de los encapuchados se puso encima de ella, aguantando sus piernas y el otro aguantaba sus brazos. Ella gritó y vi que el hombre sobre sus piernas sacaba un cuchillo.

Grité cuando fue a clavárselo.

//

Me desperté sobresaltado, sudando y asustado. Estaba temblado y llorando. Encendí la lamparita de noche y miré a mi alrededor. Estaba en la habitación del hotel, estaba a salvo, pero ella no.

Apoyé mis codos en las rodillas y puse mis manos a ambos lados de mi cabeza. Lloré, sintiendo las lágrimas descender por mis mejillas sintiéndome derrotado. Habíamos estado buscándola por todos sitios y no habíamos encontramos nada.

Estaba desesperado. ¿Y si estaba muerta y lo que deberíamos de empezar a buscar es un cadáver? ¿Qué probabilidades había de que estuviese viva?

Mi móvil sonó en la mesita y limpié mis lágrimas mientras alargaba mi brazo y cogía el móvil.

Daniel.

— ¿Qué ocurre? —pregunté, pensando que quizás era sobre su madre.

— La han visto.

— ¿Qué?

Mi corazón empezó a bombear nervioso.

— Un hombre, la vio la pasada madrugada corriendo. Un hombre se bajó de un coche y se la llevó.

Me levanté de la cama. — ¿Están seguros de que es ella?

— No lo sé, pero están empezando a buscar por donde el hombre la vio.

— Voy para allá. ¿Estás en el hospital?

— Sí.

Colgué y me vestí con lo primero que encontré. Me lavé la cara y los dientes y no tardé en ir a despertar a mi padre, que había venido cuando John y Patrick tuvieron que irse.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora