Treinta y cuatro [III]

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Mi corazón golpeaba fuerte contra mi pecho mientras veía a Justin salir de la ducha y ponerse una toalla alrededor de su cintura. "Quédate aquí" me dijo. Salí de la ducha y tapé mi cuerpo con el albornoz. Me puse en la puerta y miré hacia fuera, esperando que Justin dijera algo.

— ¡Esther! —se quejó Justin.

Me relajé y suspiré. Lo que Justin me había contado había puesto mi piel de gallina. ¿En serio había soñado varias veces eso?

Me puse frente al espejo y pasé las manos por mi rostro. Justin apareció y se quitó la toalla.

— Ha sido Esther —dijo relajado.

Asentí y Justin se metió en la ducha de nuevo. Quité la canción que estaba sonando y lo dejé cantar a él.

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Estuve lista después de que Justin me dijera unas cuantas veces que me diera prisa. Salí del cuarto de baño ya maquillada y lo miré mal cuando gritó al fin. Cogí una pequeña mochila y la colgué de mis hombros.

Paseamos por México agarrados de la mano a veces, paramos en la playa, donde mi chico se subió a un tronco que había allí y Josh aprovechó para hacerle una foto.

Me quité los zapatos y caminé por la arena, escuchando a los pájaros y el romper de las olas en la orilla. Sin duda era mi lugar favorito en el mundo, cualquier playa. Podía llevarme horas allí, relajada, escuchando el sonido del mar.

Me senté en la arena y recordé el tiempo que estuvimos en Barbados. Recordé el sol dando en mi rostro, la brisa y la suave risa de mi madre.

Mi madre...

Sentí una conocida presión en el pecho y cerré los ojos un momento. La echaba de menos. No podía imaginarme llegar a casa y que ella no estuviera, o que llegara de trabajar y se quejara de lo cansada que estaba.

Recordé como tuve que raparle la cabeza mientras ella lloraba viendo su pelo caer.

Su último aliento y el color de sus ojos antes de que los cerrara para siempre.

— Abigail —la voz de Justin me sobresaltó—. ¿Estás bien?

— ¿Ya nos vamos? —pregunté.

— Sí.

— ¿Podría quedarme más tiempo aquí?

— Claro, me quedaré contigo —lo vi girarse para avisar a los demás.

Cogí su mano y miré hacia arriba entrecerrando los ojos para poder verlo mejor.

— No, quiero estar sola.

— Pero...

— Estaré bien —le sonreí—. Solo necesito un momento.

— Necesitas muchos momentos, Abigail.

Lo miré, seria. Su rostro también estaba serio y pude saber lo que él estaba pensando.

— Voy a tomar todos los momentos que necesite, Justin.

Lo solté y volví a mirar al mar.

— No entiendo por qué no quieres que esté contigo —se agachó a mi lado—. Siempre quieres estar sola.

— Ve con Josh.

Justin gruñó y se levantó. — No me des órdenes, Abigail. No soy uno de tus amigos que puedes manipular a tu antojo.

Solté una carcajada. — ¿A qué ha venido eso?

— Te estoy advirtiendo, Abigail.

Me levanté. — ¿Advirtiendo? ¿De qué? ¿Acaso estás con la regla, Justin? Te he pedido un rato aquí. Antes de decir cualquier gilipollez más, métete la lengua en el culo.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora