Sesenta y dos

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Justin Bieber

Llego a casa después del gimnasio y Esther viene a recibirme. Me agacho para acariciarla y veo las llaves de Abby en el recibidor. Camino por la gran entrada hasta llegar al salón, puedo verla por la gran cristalera sentada en uno de los sofás del jardín. Dejo la mochila en el suelo y me quito la camiseta porque sigo sudando debido al ejercicio que he hecho.

— ¿Cariño? ¿Qué tal la entrevista? —salgo al jardín y recibo un zapato en mi hombro. La miro sorprendido y después recibo otro, que logro parar—. ¿Qué mierda te pasa?

Ella se levanta y veo que está bebiendo vino y fumando. Observo su pelo recogido en un moño desordenado, ya que varios mechones se escapan de él. Lleva el vestido de esta mañana, ya algo arrugado y me fijo en su rostro. Tiene los ojos rojos, su mirada es triste y se ha quitado el maquillaje. Me fijo en sus brazos y veo líneas rojas, se ha estado arañando de nuevo. Miro de nuevo sus ojos, asustado.

— ¿Por qué no me dijiste que había tenido un aborto?

Me quedo allí parado, sin saber qué decir. ¿Cómo se ha enterado? ¿Quién se lo ha dicho? ¿Ha sido en la entrevista? ¿Cómo tenían esa información? Mi corazón empieza a bombear con fuerza y un sudor frío me recorre la nuca.

— Abby... —avanzo hacia ella pero retrocede un paso.

— ¿Abby? ¿Abby? ¡Por qué mierda no me lo has dicho! ¿¡Qué estabas esperando!?

Vuelvo a quedarme callado porque no sé a qué estaba esperando. No había tenido el suficiente valor para decírselo porque me costaba decirlo en voz alta, porque no quería creer lo que había pasado y no quería que ella volviera a pasarlo mal, no quería verla así.

— Ya habías tenido muchas pérdidas, no necesitabas otra por ahora.

— ¿Qué no necesitaba otra por ahora? —su voz tiembla y niega con la cabeza—. Ni siquiera sé cómo sentirme.

La entendía, porque yo tampoco sabía cómo sentirme. — No vimos bien que lo supieras en el hospital, estabas mal.

— Hubiera pasado todo el dolor de golpe. No tenías derecho a ocultármelo. ¿Sabes qué cara se me ha quedado cuando me ha hecho esa pregunta?

— ¿Cómo lo sabía?

— ¡Qué más da! La cuestión es que no me lo has dicho y veo que no pensabas hacerlo.

Paso una mano por mi pelo y pongo mis dos manos en mi cintura, mirándola. Ella me mira seria, pero puedo ver la tristeza en su mirada porque se ha enterado —y no por mí—, que había perdido a su hijo. A un pequeño feto de dos centímetros, pero su hijo, nuestro hijo.

— No estaba preparado para decírtelo.

— Me importa una mierda. ¿Quién lo sabe?

— Los Lentz, ellos estaban conmigo cuando el médico nos dio la noticia. Tu hermano, Marta, Scooter y mis padres.

Ella negó con la cabeza y camina hacia mí, rodeándome para volver dentro. Fui a cogerla del brazo pero ella esquivó mi movimiento.

— No me toques, por favor. Estoy decepcionada, ha pasado mucho tiempo.

La observo entrar y veo que Esther la sigue. La sigo también y veo que no va a nuestra habitación, si no a la de invitados. La observo acostarse encima de la colcha y Esther se pone a su lado.

— Abigail... —empiezo— lo siento, nena, de verdad. No sabía...

— Déjame, necesito estar sola.

Undercover // Justin Bieber Donde viven las historias. Descúbrelo ahora