Emma
Miré a mi alrededor, todo me parecía desconocido y una neblina se superponía en la escena que me rodeaba.
Baruck entró por la puerta de la habitación y con alarma me eché para atrás aunque después de un mini infarto me di cuenta de que Baruck no se dirigía a mí, sino que se lanzó sobre su cama y gritó en su almohada. Me di cuenta después de observarlo de que era mucho más joven y su pelo no estaba corto.
Me acerqué a observarlo más de cerca y él volvió su mirada a mí y me observó como si pudiera verme en realidad.
— Imposible. — dio un suspiro y se puso boca arriba en su cama observando el techo. — ¿Por qué no puedo encontrarla? A éste paso nunca encontraré a la mujer que soporte rodas las sangres. Nunca voy a tenerla. — repuso frunciendo su ceño. — Es frustrante. — gruñó tomando su pelo y halándolo.
— ¡Baruck! Llegó el tío Jonathan. — gritó Lilith en lo lejano.
Baruck cambió su cara de frustración a una de felicidad pura. Se levantó como alma que llevaba el viento y saltó de su cama hasta la puerta con una sonrisa, abrió la puerta y desapareció de mi vista.
Sin salir de mi ensoñación me apuré a seguirlo y a correr lo más que pude por las escaleras sin tropezar. Cuando llegué al pie de las escaleras suspiré muerta de aliento y observé la escena.
Asmodeus abrazaba a Lilith por los hombros y los dos tenían una gran sonrisa, Baruck aguardaba con ansias una cosa de la que aún no estaba enterada. Jonathan le tendía una caja de regalo a Verno... Era una niña diminuta, sus orejas sobresalían de su peinado en una coleta alta y sin ningún pelo fuera de su lugar, en sus mejillas unas pecas apenas visibles se posaban y sus ojos eran enormes. Ella abrazaba la caja de regalo como si en eso se fuera su vida.
—¡Ábrelo! Dinos Verno ¿qué es? — dijo Lilith entusiasmada.
— Es un... Un... ¿qué es tío Jonathan? — preguntó Verno extendiendo el top que siempre llevaba para luchar.
— Lo usarás cuando seas mayor y una excelente princesa así como una guerrera extraordinaria. — explicó mi madre.
Mis ojos se abrieron con tanta impresión que podía jurar que los ojos se saldrían de mis órbitas. Daide tenía a Zayd de la mano, Mason iba en los brazos de mi padre y su barriga estaba enorme. Yo estaba en su panza y Mason y Zayd estaban un poco mayores.
¿Verno era más grande que yo? ¿Los niños en el Infierno envejecían menos que nosotros?
—¿Y mi regalo, tío Jonathan? — preguntó Baruck decepcionado por no ver otra caja de regalo en las manos de mi padre.
Él se arrodilló a la altura de Baruck y sonrió.
—¿Ves esto? — le preguntó a Baruck tocando el vientre de mi madre. — Se llama Emma. — sonrió Jonathan y los ojos de Baruck se iluminaron.
—¿Es una mujer? — preguntó entusiasmado.
— Emma es un nombre feo. — dijo Verno cruzándose de brazos.
¿Envidia de mí desde pequeña, eh?
— Es una mujer. — asintió Baruck con una sonrisa. — Y aquí entre nos, tiene sangre de mortal y de ángel. — le susurró a Baruck y le guiñó el ojo. — Ella es tu regalo.
Los ojos de Baruck se abrieron y se acercó al vientre de mi madre posando una mano en él.
— Emma... — no dejaba de acariciar el vientre de mamá.
— Cuando Emma sea grande, tú y ella podrán ser novios, se casarán y tendrán bellos hijos con la sangre perfecta. — explicó Daide.
— Ella es mi ser perfecto... — chilló emocionado. — sácala de tu vientre.
Todos rieron excepto los niños.
— No no. Cuando Emma tenga 16 años ella será toda tuya, pero tendrás que conquistar su corazón ¿entiendes? — Daide acarició el cabello de Baruck y él asintió con la cabeza. — Por ahora... Puedes observarla de lejos, en menos de lo que pienses estarán unidos en amor. — sonrió.
— Emma. — Baruck susurró en el vientre de mi madre. — serás mía, Emma.
La escena se tornó toda blanca y después ví a Baruck sentado a la orilla de un lago. Me acerqué a él y lo observé con los ojos fijos en la imagen que el lago proporcionaba.
Mi boca se abrió con impresión.
Jared me daba el brazalete de plumas, y después aparecía yo en mi habitación. Baruck lanzó un golpe al agua y todo se distorsionó.
— Tú, eres mía. — susurró. — Si tan sólo pudiera subir al mundo en el que estás. Pero mi padre no me deja. ES UN EGOÍSTA, él prefiere mil veces a mi hermana sobre mí. — gritaba al lago y se paró con desesperación caminando de un lado a otro.
Baruck se quedó viendo una imagen mía que se formó en el lago, estaba sonriendo y aún estaba en el cielo.
— De ninguna manera me daré por vencido. — se acercó al lago. — Tú, vas a ser mía a cualquier costo. Y si tengo que asesinar a mi padre... Tendré que hacerlo.
La visión desapareció tan pronto como apareció. Una voz chillona me llamaba y hacía que mi cabeza doliera.
—¡Hey, querida Emma! ¿Has despertado ya? — Verno sonrió con la espada apoyada en su hombro.— Te debo la vida entera.
Contoneó sus caderas alejándose a paso lento y delicado.
—¿De qué... estás hablando? — le pregunté mirando el castillo destruido.
—¿No lo sabías? — preguntó Verno con su mirada tan ensombrecida que su cambio drástico de emoción me dejó aun más desorientada.
—¿Baruck murió? — pregunté.
Ella sonrió con todos si dientes y su flequillo tapando sus ojos. Sus hombros se sacudieron levemente y por un momento pensé que estaba llorando.
Se giró para quedar cara a cara y pude ver su sonrisa de medio lado, era una risa. Sus ojos se descubrieron y me hice para atrás la ver su color tan profundo, tan rojo y saltones. Su mandíbula se abría a más no poder y su carcajada daba miedo.
— Has hecho todo el trabajo y no tuve que mover ni un sólo dedo, no sé ni como agradecerte.— sonrió. — O... Tal vez sí.
Verno se abalanzó contra mí y en cuestión de segundos todo se volvió negro.
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Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)
FantasyEmma, un ángel de sanación, sacrifica su cómoda vida y con ello se une a los mortales por salvar la vida de su hermano, sin embargo, Milton, el ángel supremo del cielo del Sur, la busca mientras lleva una vida como mortal. Ella no sabe la razón y e...