Capítulo 59

4.5K 366 42
                                    

Emma

— ¿Qué estás...? — dije al sentir el pinchazo en mi codo. — ¡Oye no! Ya basta ¡Suéltame! — me zarandeé causando un leve mareo.

— Si sigues moviéndote lo único que causarás será lastimarte. — dijo Baruck sosteniendo mi brazo y obligándome a estar quieta y mirando mi brazo con mucha atención.

— Nunca podré ser tu ser perfecto, Baruck. — le gruñí.

— No hace falta que lo seas, yo te convertiré en uno. — dijo despreocupadamente y dejó la jeringa en la mesa. — En realidad, es justo lo que hago, eres más un... molde. — dijo mirando al cielo como buscando la respuesta.

— ¿Un molde? — dije con los ojos abiertos por el dolor que recorría mi brazo. — Si tan sólo soy un molde, ¿por qué yo y no otra persona?

— No te volveré a repetir la historia que Verno les contó. — dijo fastidiado.

Me quedé pensando un momento y después un fuerte dolor me recorrió todo el pecho hasta llegar a mi garganta y encarnarse ahí, lancé un grito ahogado de dolor y sin más caí en el suelo.

Me encogí en una bolita para hacer que el dolor desapareciera y como si cediera, fue desapareciendo poco a poco dejando contracciones leves en el cuerpo, no podía hablar. Sólo mis ojos eran lo único que respondían mi llamado de órdenes.

Baruck se rió y dio pequeños saltos de victoria.

— Funciona. — dijo poniéndose delante de mi cara y haciendo como si secara una lágrima. — Estoy tan orgulloso de mí. — tocó su pecho y compuso su postura carraspeando. — Stans. — ordenó en latín.

Mi cuerpo sin dudar un sólo segundo hizo lo que mi mente ponía en letras rojas: "de pie"

— ¿Pero qué? — dije frunciendo mi ceño una vez que me sentí liberada de esa orden. — ¿Qué demonios has hecho? — le grité enfurecida y en guardia.

— Ugh, también tengo que trabajar en el ámbito del lenguaje. — dijo rodando los ojos, pero sin duda se veía guapo incluso expaserado.

Espera... ¿qué? ¿Yo había pensado eso?

— ¿Qué me hiciste, Baruck? — le dije con el ceño fruncido.

— También las expresiones faciales... — anotó en su libreta mientras me rodeaba por detrás y me examinaba con la mirada. — Sus extremidades, todas. — anotaba con detenimiento en su libreta y puso el lápiz en su labio. — Sin duda tendría que controlar todo. — Baruck dejó la libreta de lado y se sentó en el suelo tomando su cabello con fuerza y lanzando un bufido. — Nunca lo lograré...

Me dio un poco de lastima verlo de ese modo, y no voy a mentir cuando diga que sentí que algo se retorcía en mi interior.

— Tal vez no debas darte por vencido tan pronto... — dije mirando a las ventanas del techo.

— Y tú que sabrás. — se rió una vez. — eres una suprema, todos comen de tu mano. — miró alrededor como si hubiera gente. — No tienes que luchar por conseguir nada. — miró sus guantes y los quitó con fiereza. — Nunca has estado tras un sueño... — se puso de pie y los dejó en la mesa de las jeringas y se quitó la camiseta que llevaba dejándola en un lado. — ... que ciertamente parece imposible de realizar. — dijo llegando hasta una fuente de un líquido oscuro y bebió de ella. — Nunca has sentido el desprecio de tu padre... Ni de tu madre.

Se quedó mirando la fuente y suspiró, algo se removió en mi interior de nuevo, como si me obligara a decirle algo que le levantara el aliento.

— Bueno... Tal vez no lo he sentido porque nunca he tenido un padre. — dije encogiéndome de hombros y ganándome una mirada inquisitiva a Baruck.

— ¿Que hay de Jonathan? — preguntó con el ceño fruncido.

— Nunca estuvo conmigo... — contesté restándole importancia.

— Tiene sentido. — dijo frunciendo el ceño.

—  Y... En lo que a ser suprema. — recordé sentándome en un borde de la cama y acurrucándome en un edredón para que sólo se viera mi cara. — No todo es fácil como piensas. — Baruck me miró interrogante y se acercó. — Tienes que luchar por ser merecedor del puesto al que anhelas estar... Tienes que ver por la vida de tus personas a cargo antes que la tuya. — me perdí en las colchas de la sábana. — Simplemente te hacen responsable de sus desgracias... Y sólo te requieren para pedir favores. — frunciendo mi ceño levanté la mirada a Baruck. — No puedes llevar una vida sin estrés a elegirla opción correcta o incorrecta, ni siquiera podemos darnos el lujo de cometer un error, nadie es perfecto... Cometemos errores. — dije reflexionando y sacando todo lo que hace tiempo quería decir, me agradaba el hecho de que Baruck escuchara con atención y sin decir una palabra.

— Ha de ser horrible. — dijo Baruck con una mueca. — Pero aquí en Saitor es muy diferente... Cada quien es responsable de sus actos y sólo hay un príncipe o un rey para equilibrar el orden... — se acercó para contarme algo como si fuera un secreto. — Quiero que me respeten, quiero que no sólo me vean como el equilibrio, quiero que me vean como el poder supremo. — dijo con ojos tristes, y me dio un poco de lástima. — No sólo por ser el hijo del Gran Asmodeus... Quiero que me tengan respeto por lo que soy, sólo yo... — se sentó cabizbajo en la orilla. — ¿Sabes lo fácil que es conseguir las cosas siendo hijo de Asmodeus? Ni siquiera tengo que esforzarme por eso... Pero cuando se trata de poder, de lazos familiares, de riquezas, de títulos... Es difícil siendo alguien inferior a mi hermana... — agachó la cabeza y miró al suelo.

Miré en la dirección opuesta y me puse a pensar un poco en ello.

La vida de Baruck podía ser dura, vivir bajo la sombra de su hermana, era algo duro lo reconocía. Pero que su propio padre lo hiciera menos, era imperdonable.

— Tal vez no sepa lo que estás viviendo Baruck... Pero, no veo la razón de hacer esto. — le reproché con un poco de dureza.

— Si estuvieras en mi posición ¿no harías lo que fuera para demostrarle al mundo que puedes hacer algo fascinante? — preguntó con cansancio.

— Cierto... — doblé mi labio y suspire.

Fruncí el ceño, no iba a permitir hacer lo que mi mente gritaba y susurraba al mismo tiempo, era algo inaceptable, sería lo mismo que aceptar mi destino... Simplemente no me rebajaría a esa magnitud.

Pero mi mente no me dejaba en paz, y sin siquiera pensarlo, mis manos tomaron su barbilla y la elevaron un poco para darle paso a un beso tierno y suave en sus carnosos labios.

Bésalo...

Gritaba mi mente.

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Onde as histórias ganham vida. Descobre agora