Capítulo 28

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— Juro que no sé qué paso. — dije por enésima vez.

— Emma, no es normal que te desmayes de la nada. — Helen puso las manos en su cintura mientras me veía con preocupación.

— Ya lo sé, Helen. — dije fastidiada por las veces que Karla y ella me cuestionaban por algo que ni siquiera yo sabía la respuesta.

— ¿No se te hace algo... raro? — dijo Karla. — Es decir, desde que llegaste a esta casa dices que te pasan cosas extrañas.

— Claro que se me hace raro. — lo pensé un momento. — Creo que Jonathan tiene algo que ver... — susurré.

— ¿Jonathan? — dijo Helen viendo con el ceño fruncido a Karla.

— Eso es absurdo, Emma. — dijo Karla con obviedad. — Es la pareja de tu mamá, y es mortal.

Asentí con la cabeza. Pasaron tres días desde mi desmayo, que por cierto, preocupó a todo mundo.

Pero lo que no dejaba de rondar en mi cabeza, era la voz que escuché antes de que perdiera la consciencia. No sabía si era de Jonathan, pero lo vi con mis propios ojos antes de mi incidente.

— Bueno, ya encontrarás la respuesta. — Helen se sentó con las piernas cruzadas en mi cama y abrazó mi almohada. — ¿Volverás al colegio?

La vi inmediatamente.

— ¿Por qué lo preguntas? — dije sin saber la causa.

— Curiosidad. — se encogió de hombros.

— No le mientas. — Karla la miró mal— Jared no ha dejado de preguntarnos por ti, y ya comienza a fastidiar. — Karla se dejó caer en mi cama.

— Dice que perdió contacto contigo desde ese día y no le queríamos decir nada porque sabe que nosotras sabemos algo y también sabe que te visitamos a menudo. — dijo Helen sin dejar de abrazar mi almohada.

— ¿No has hablado con él? — dijo Karla mirando mis ojos.

Negué con la cabeza. Me sentía rara y estúpida, no sé porqué pero tenía en cuenta las 100 llamadas y los infinitos mensajes de parte de Jared.

— No me sentía bien. — dije tallando mis ojos. — Y no tengo ninguna explicación para darle.

— Pero, ¿volverás? — Helen se enderezó.

— No lo sé. — dudé. — Daide no quiere que vuelva, pero tengo que ver a Jared y a las chicas.

— ¡Las chicas! — dijeron Karla y Helen al mismo tiempo.

— ¡Mierda! Las hemos dejado plantadas. — las dos tomaron sus cosas rápidamente.

— Oh, claro y a mí me dejan sola. — dije fingiendo dolor.

— Sabes que te amamos. — dijo Helen con una enorme sonrisa.

Las dos dieron un enorme beso en mis mejillas y cuando se alejaron puse cara de asco y frote mis cachetes.

— Yo también me amo. — dije viendo como salían de mi habitación.

Sería un largo día...

(...)

Mi cuerpo pasaba desapercibido entre el montón de gente que pasaba por la calle. Estaba escondida en un callejón oscuro para camuflarme y que mi presa no se enterara de que la acechaba.

Mi objetivo entró a una tienda de instrumentos musicales. Dentro de la tienda, el individuo observó unas guitarras en el estante.

Miré a los lados de las calles y crucé con paso acelerado la acera. Me oculté entre unas mesas que se encontraban ahí, disimulando.

Mis ojos seguían cada movimiento de mi objetivo. Me sentía estúpida acechándolo pero no tenía otra forma de estar cerca sin que me notara. Tenía curiosidad de su estancia aquí.

Una multitud pasó frente a mi visión obstaculizando mi acecho.

— ¡Mierda! — dije cuando me di cuenta que mi presa no estaba donde antes.

— ¿Se te perdió algo? — dijo una voz junto a mí.

— ¿Qué? — lo miré y agrandé mis ojos. — Oh, eh no. — dije nerviosa.

— Claro. — sonrió y pone sus manos en sus bolsillos. — ¡Pero mira qué casualidad! Desde aquí se puede ver la tienda donde estaba.

— ¿De verdad? — dije como una estúpida. — No me di cuenta... — un silencio pequeño se sembró. — Bueno, ¡qué pena que me tenga que ir tan rápido! — me levanté dejando la silla en su lugar. — Pero fue un gusto verte. — sonreí y me di vuelta rápida decidida a irme.

Pero él fue mucho más rápido que yo y cerró mi camino.

— Emma, tenemos que hablar. — dijo con voz seria.

— ¿De verdad? — dije sin ocultar mi nerviosismo. — Ya lo creo.

— De verdad que tenemos que hablar, Emma. — sujetó mi brazo con fuerza.

— Claro que tenemos que hablar. — saqué mi brazo de su agarre.

— Sí, me preocupa mucho que te hayas convertido en una acosadora, Emma. — dijo con toda la seriedad posible, pero yo sabía que se partía de risa por dentro. — No sé qué vas a hacer con tu vida. — dijo tomando su barbilla reflejando lo serio que se tomaba el asunto.

— Si no te conociera tan bien diría que te tomas muy en serio estos temas. — dije mirándolo con los ojos entrecerrados.

Él partió en una risa incontrolable que me hizo sonreír de lado y después, rendida, tener una sonrisa completa en mi cara.

— Lo siento. — se disculpó doblándose de la risa que la situación le provocaba. — Debiste ver tu cara.

— ¿Hablas de esta cara? — dije señalando mi rostro. — Te deslumbras, cariño. — le dije con una sonrisa.

Me sonrió abiertamente y me abrazó fuerte.

— Te extrañé, Emma. — me estrechó y yo lo estreché sin creer todavía que tenía a este sujeto en mi presencia.

— Yo también te extrañé. — le dije cerrando los ojos y disfrutando el pequeño momento.

— Estas cosas no son lo mismo sin ti. — dijo refiriéndose a la cosa de ser ángel. Le sonreí. — Desde que te fuiste todo se volvió aburrido. — resopló y no me soltó. — Después me enteré de que tu hermano también se había ido y eso hizo un caos con las reglas de Milton. Todos dicen que vino a buscarte. — me alejó y me miró a los ojos. — Pero desde que Milton volvió, todos hacen lo que quieren y esto causa muchos problemas en el mundo humano. — la sangre se me heló. — Ningún ángel guardián quiere hacer sus deberes y casi nadie cumple sus tareas. Todo se fue al carajo.

— ¿Y qué haces aquí? Deberías ir a ayudar. — le dije mirándolo mal. — Después de todo por eso eres un Vengador.

— Los vengadores y yo nos mezclamos entre los humanos para ver lo que necesitan y pedirlo a los ángeles que aún están controlados por un supremo del este. — me explicó.

Eso no sonaba nada bien...

— Milton va a tener problemas si no hace nada. — dije asustada.

— Capté de la boca de Milton que seguías viva y por eso vine a buscarte. Sólo tú puedes ayudar a parar esta tragedia. — me miró fijamente.

— ¿Yo? — dije confundida.

— Milton te ha dejado como heredera. — me explicó.

— ¿Heredera? — dije con un grito ahogado.

No puede ser...

Emma, la caída de un ángel (Saga Genus #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora