Lo que el hielo ocultó: te marca.

2.5K 249 19
                                    

Capitulo 19

Lo que el hielo ocultó: te marca.

—Está delirando. —Una voz masculina decía a otra—. Está hablando con su mamá, diciéndole a una tal Rosemary que no quiere galletas de avena y a un Vid que sus ojos son bonitos también.

Nadie respondió.

—Su temperatura está muy alta. Se está cocinando viva Roger.

Yo solo moría de frío. Mucho frío. Alguien arrancó la frazada que me cubría, y abrí los ojos. Recibí agua que provenía de una cubeta, que mojó toda la cama y me empapó por completo.

Abrí la boca para poder respirar. Roger se me acercó y me cargó. Yo enredé mis piernas en su cintura y escondí mi cara ardiente en su cuello. Ni siquiera grité, estaba tan caliente y me sentía tan mal que ni siquiera cuestioné nada.

Roger me llevó a la habitación que me había llevado antes y me explicó que el agua había sido para que mi cuerpo dejara de calentarse.

Lo demás no puedo recordarlo, simplemente mi mente lo borró. La fiebre estaba acabando conmigo.

—Roger, ¿Qué vas a hacer conmigo? —pregunté.

—Aun no lo sé. —Lo sentí respirar por la nariz. Mi estómago se encogió.

—No quiero volver al lago. —Le tomé la cara—. Haré todo lo que me pidas, pero no me lleves ahí. Por favor. Ya tienen a esa chica y yo no puedo soportar el agua del lago.

—Te gusta mucho el Lago Cisne, venias siempre, nunca me dijiste antes. Yo te pude haber advertido.

—Ya no, lo odio. —Mi voz vibró—. Por favor, yo no quiero morir. —Traté de sostener las lágrimas, pero no pude; me desmoroné a llorar mientras le decía que necesitaba vivir.

—¿Por quién quieres vivir?

—Por mí, ¿por quién más? Quiero vivir.

—¿Qué más? —preguntó mientras tocaba la punta de mi cabello y mi ser se estremecía.

—Quiero seguir creciendo, quiero ir a la universidad tal vez, quiero casarme y tener hijos, quiero ver a mi mamá...

—¿Quieres tener hijos? —me preguntó cuidadosamente.

No pude creer que hubiera dicho eso en primer lugar.

—Roger... —sollocé—, te dedicaría toda mi vida solo si me dejas vivir, renunciaría a todo lo que tengo, a todo lo que sería.

—Tu mirada... —Tocó mis parpados—. Nunca vi lo que estoy viendo en tus ojos en nadie más. Tú eres tan especial.

Ladeé la cabeza, apretando los labios para retener el llanto.

—Lauren, seguro mi esposa tenía esa misma mirada tuya.

—Tú la mataste —lo acusé, horrorizada, sin poder moverme.

—Cuando la estrangulaban por el cuello. —Puso sus manos en mi cuello, pero no apretó—. Tenía los ojos como tú, llenos de vida, gritando por miedo pero cubiertos de ganas de vivir. Ah, Lauren... —Me soltó el cuello, puso sus manos en mi cintura y me pegó más a él—. Que en serio me encantas, ¿te lo dije antes? Eres incluso mejor que ella. Pero cuando me casé debías haber tenido algunos nueve u ocho años de edad...

—Yo no quiero morir.

Acercó su boca a mi oído.

—No la maté. Nunca le haría daño... —susurró—. A ella la mataron, ¿sabes por qué? Porque estaba sola, ¿por qué estaba sola? Por dejarme, si tú me dejas, estarás sola, y te harán daño, o peor, morirás.

Lo que el hielo ocultóWhere stories live. Discover now