Lo que el hielo ocultó: provoca.

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Capítulo 7

Lo que el hielo ocultó: provoca.

Pasar el año nuevo con Roger Bernard había sido algo impulsivo y quizás fuera de lugar, pero no me arrepentía. Claro, lo conocía solo hacía un mes y dos semanas, nuestras conductas pasadas habían sido precipitadas de igual forma.

Pero en esta cita en particular se había portado como un caballero. Primero, me había llevado a cenar a un restaurante y haló la silla para que me sentara. Nos trajeron agua y después pidió por mí.

Me llevó a una plaza al aire libre, donde esperaríamos el año nuevo. Estábamos apartados, yo recostada de la verja de la plaza y él a mi lado. Sonaba música navideña al fondo y todo el entorno me hacía sentir en las nubes. Muchas luces, muchas personas, mucha alegría en el aire. Un tipo de emoción extraña, nunca había vivido un final de año así.

Roger agarraba mi mano y me contaba sobre sus navidades pasadas, sobre qué hacía, al parecer, todas sus navidades se la había pasado soltero, porque no mencionaba a ninguna chica. Después de ese pensamiento uno más rápido y con más lógica tomó el lugar del anterior: evitaba mencionarlas para ser educado.

En esta cita, no parecíamos pareja, sino muy buenos amigos, a pesar de la cercanía. Hay quienes podrían pensar que él era mi padre, si no hubiera tantas diferencias entre nosotros: desde el color de la piel hasta el color del cabello. Pero yo tampoco me parecía a mi padre, además de algunas facciones.

Cuando había iniciado la cuenta regresiva su mano seguía en la mía, y no pude evitar contar con todos los demás.

Diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco...

Él no contó.

Cuando empezaron a explotar los fuegos artificiales, Roger Bernard tomó mi quijada con su mano derecha y me besó fugazmente sin decirme nada. Yo le deseé un feliz año nuevo.

Así que, Roger Bernard sabía cómo volver a una chica como yo el doble de enamorada por él. Aunque yo no sentía amor en ese punto, sino pura atracción y curiosidad.

Los primeros días de enero los había pasado en casa, encerrada, porque había una nevada y no valía la pena salir a la calle y las clases no habían iniciado.

Cuando volví a clases ese día, Rosemary hablaba con una chica de pelo castaño muy claro y ojos azules que era más alta que nosotras dos. Nunca la había visto con esa chica. Admitiré que me sentí excluida, ella se había pasado todo el día con ella así que ese día no habló conmigo. Al otro día, se acercó a mí como si nada. Y yo la dejé, porque no tenía a nadie más. Además nuestra expedición al museo seguía en pie.

—¿Cuándo me contaras más de tu galán?

Esa pregunta agarró a mi mamá de sorpresa, lo sabía por la forma en que se volteó a mirarme antes de entrar a su habitación.

—Ya te dije, un compañero de trabajo. —Mantuvo la sonrisa y se alejó hacia su cuarto.

Media hora después escuché que habían tocado la puerta, y al abrirla, mi boca se quedó abierta porque por un segundo pensé que eran para mí.

—¿Para quién son? —pregunté al hombre de la floristería.

—Laura Soares.

—Wuauh. —Puse la mano en mi pecho—. Gracias, soy yo. Adiós. —Después de quitarle el pequeño pero coqueto ramillete de rosas rosadas al hombre, le cerré la puerta en la cara sin esperar que diera la vuelta.

Lo que el hielo ocultóWhere stories live. Discover now