Epílogo

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(Por mí)

Esa noche, las personas más importantes en la vida de ambos estaban en el teatro, incluso aquellos que ya no podían ser vistos.

Te lo explicaré, ya que muchas cosas pasaron durante los últimos siete años desde aquella velada en donde el primero de muchos sueños se hizo realidad.

Esta es su historia, y ellos fueron quienes siempre estuvieron, y siempre estarían.

La última vez que Ruth y Pablo se cruzaron por la senda de ambos de manera sensible fue cuando intercambiaron llamadas telefónicas con aquellas personas que habían perdido su camino.

Por supuesto, siguieron presentes el día en que Maya se presentó a las pruebas para entrar a aviación, o cuando Isaac realizó su primer viaje a Viena para conocer al antiguo mentor de su padre, el señor Jacob Meyer.

Tras abandonar la falsa ilusión de ser periodista, Isaac se dedicó de lleno al piano y alcanzó un nivel de excelsitud tal, que las cosas parecían surgir como por arte de la pasión de entre sus dedos.

Compuso su primera pieza a los veintiún años, dedicada a Maya en formas que ella ni siquiera pudo explicar, solo admirar. Habían canciones para el latido de un corazón, para la emoción de ver el firmamento, para la vida después de un beso, para el alma en pleno vuelo, para los sueños que no conocían final, para las hojas que se negaban a morir, para los océanos que se encontraban como dos enamorados en algún lugar del pasaje de Drake, y más...

Todo resurgió tras hallar su camino, el día en que Isaac se dio cuenta de que se sentía completo con el pequeño universo de seres que lo rodeaban, y se atrevió a tocar Nuvole Bianche sin miedo a nada. Su padre al principio no quiso enseñarle, pero al descubrir que era por amor, no se rehusó a aceptarse humano, tal como su hijo.

Álvaro, tras cuatro años de incansable insistencia, noches en vela, llamadas perdidas, ramos olvidados en un rincón, promesas cumplidas de un mejor futuro para su hijo y para la mujer que amaba, y como último recurso desesperado, miles de interpretaciones de los favoritos de Elisa, logró llegar a su corazón. Y no en más de un año, hicieron realidad un recuerdo que debió sentenciarse desde hacía tiempo. En el altar se prometieron amor eterno, y por lo visto van por buen camino.

Elisa, en vista de que las cosas iban mejorando, y de que todo el mundo se lanzaba a travesías desconocidas, decidió darse la oportunidad de soñar como se lo merecía, y abrió su propia tienda de ropa en asociación con el padre de Maya, Francisco. Con el potencial de Elisa para innovar en torno a nuevas tendencias en prendas de toda clase y para todos los gustos, y con la experiencia en el sector financiero de Francisco, ambos tuvieron éxito durante su primer año en el mercado, y para los siguientes dos años abrieron cinco sucursales en Colombia, dos de ellas en su ciudad natal: Cali.

Francisco y Celeste tienen un matrimonio feliz, y su familia está más unidad que nunca, impulsando la pasión de su hija por conquistar los cielos.

Y Maya, mi querida Maya. Sobra decir que ella es feliz. No le quedaba más que un alma hinchada de pasión y las ganas al borde del infinito. Ha sido un sueño saber de su aventura. Y su primera hora de vuelo es la prueba de que aquella chica fue ave desde su llegada al mundo.

Siempre recordaba su primera vez en el control como si recién hubiese sucedido. Esa mañana que marcó la primera huella que definiría el rumbo de su vida, escuchó las piezas de Isaac, y para cuando estuvo en vuelo evocó la condición que se habían prometido sobre el imperecedero árbol junto a la carrilera. "Solo si me ayudas a volar con tu melodía" fue el impulso que la llevó a no tener miedo. No hubo mareos, ni ansiedad, ni temor; solo música... y al transcurrir su tiempo en aire, quedó impregnado por todo el entorno el vigor de una sublimidad inalcanzable compuesta por alas y notas.

Lo que somos estando juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora