Capítulo 27 - No todo es lo que parece

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(Por él)

En la sala de espera del área de cuidados intensivos me permitieron pasar después de una revisión exhaustiva del estado de mi padre. Una mujer me indicó el trayecto hacia la habitación, abandonándome al llegar a destino. Fue al abrir la puerta cuando lo contemplé, indefenso y vulnerable.

Sus ojos estaban cerrados; su rostro tenía moretones y cortadas que se extendían hasta perderse bajo un cuello ortopédico; su brazo izquierdo descansaba forzosamente sobre una sábana blanca, enyesado a la fuerza y siendo cohibido de su libertad; sus piernas estaban ocultas bajo la blancura de aquella tela delgada que pretendía disminuir la contundencia de sus heridas; el suero estaba conectado a su otro brazo, y su pecho subía y bajaba gradualmente; su cabeza estaba vendada y los incesantes chillidos del aparato a su lado me permitieron creer que se encontraba estable. Pero a mis ojos nada podía vislumbrarse con autenticidad.

De repente fue la presencia de alguien la que me recordó que yo seguía vivo, aun cuando todo alrededor parecía muerto.

- No ha estado muy bien - suspiró, sobresaltándome.

La examiné de pies a cabeza, para descubrir que se trataba (por su semblante imperturbable y su escrupulosa apariencia) de una mujer con extenso conocimiento y congelada emoción a la hora de brindar su discreto dictamen.

- Llegó a urgencias y tuvo que ser sometido a cirugía, ya que su brazo se fracturó en tres partes. Tiene múltiples cortadas que requirieron de puntos y una contusión cerebral leve, además de un esguince de cuello medianamente preocupante - continuó.

Me martirizaba tan solo escucharla.

- ¿Cómo pasó? - cuestioné, temblando de culpa.

Por un tiempo permaneció en silencio.

- El informe dice que su auto invadió el carril de contravía en la avenida tercera, colisionando contra un expreso que concurría el lugar. La ventaja fue que ambos conductores, tanto su padre como el otro hombre, disminuyeron la velocidad antes del impacto, por lo cual la contundencia del accidente no fue fatal - respondió con seriedad -. Cuando fue llevado a urgencias, intentamos comunicarnos con alguien, pero la mayor parte de sus contactos correspondían al numérico de otro país. El resto no respondieron, a excepción del coordinador académico de la institución universitaria en donde trabaja, y ni siquiera él o algún delegado se dignó a venir, o a proporcionar información de sus familiares... - se desvió del tema para intentar justificar el hecho de que había pasado tanto sin que nadie importante para él se enterara del accidente.

Pero yo negué con la cabeza. La culpa era toda mía. Yo lo había lastimado, y de haber estado en su lugar, al frente de un volante con tanta congoja en el alma, también me hubiese distraído de la calle con aquellos pensamientos incontrolables cortándome la razón.

- Bueno, ya estoy aquí... - me encogí de hombros, buscando excusa para ladear la cabeza y que ella no notase lo sensible que me encontraba a su lado -. ¿Sabe cuándo despertará? - intenté distraernos del incómodo e invasivo silencio de aquel lugar.

- Fue sedado el día del accidente debido a la contusión que presenta - explicó ella -. Dadas las circunstancias, espero que durante los próximos días.

- ¿Y yo puedo quedarme? - fue lo único que se esclareció en mi mente.

- Siempre que quieras... - asintió y luego se atrevió a decir -. Supongo que eres todo lo que tiene.

Enmudecí, permitiéndome un espacio lejos de ella y más cerca de él. Y sin agradecer, ni responder, ni pronunciar una sola palabra, mi lejanía le permitió descifrar el tiempo que necesita en soledad, junto a un cuerpo destrozado y un alma hambrienta por más vida.

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