Capítulo 15 - Una pequeña parte

5 0 0
                                    

(Por él)

Era un viernes común y corriente que creí, transcurriría con lentitud a causa de las clases que se negaban a interesarme. De hecho, estaba a punto de caer dormido, por lo cual, a fin de evitar problemas y burlas, me levanté de mi asiento y me dirigí al baño para lavarme la cara.

Nos tocaba en una de las aulas más aisladas de todo el campus, y allí era donde se encontraba el salón acústico. Sin embargo, no lo había visto de cerca otra vez, dada la vergüenza que recaía en mí al haber irrumpido aquel estado de intimidad en el que se encontraban el misterioso hombre de ojos azules y su instrumento de cola. Además, la puerta se mantenía cerrada con llave casi todo el tiempo, o al menos así era cuando me detenía brevemente para observarla, en espera de que alguien llegase con la llave maestra e ingresara a ese mundo de fantasía.

Pero aquel día la puerta estaba entreabierta, y como era de esperarse, no había un alma alrededor. Entonces me acerqué con sigilo.

Cuando husmeé en el interior, estaba allí, con un leve brillo que saltaba de una a otra tecla con elegancia y magnificencia, como si recién hubiesen alcanzado la magia con él... Pero no había nadie ahí dentro, absolutamente nadie para admirar lo que mis ojos se tomaban la fascinación de ver. Dejé escapar un suspiro cuando las partituras medio abiertas comenzaron a llamarme.

Sin consultar mi prudencia, entré mientras el aire frío que se colaba por las ventanas me brindaba la más sublime de las bienvenidas, agitando y sacudiendo con soltura lo que fuese suficientemente ligero como para caer bajo su efecto.

Se escuchaban mis pasos avanzando hacia la obra maestra, y para cuando llegué, el taburete me rogó que me sentara... que me hiciera participe de la poesía que encarnaba en un objeto tan magnífico.

No pude resistirlo y me deslicé entre el acojinado asiento hasta quedar justo frente al titán. Y mis curiosos dedos comenzaron a tocar notas graves y agudas que no sabía en qué posición estaban, ni cuál era su alcance, sólo sabía que existían y que mis manos las buscaban con ansias de entenderlas.

Tras el bastidor se producía la magia, y yo simplemente olvidé el orden de las cosas y comencé a tocar como si lo supiese de toda la vida. No se oía mal, pero si lo hubiese conocido más, tal vez ya estaría alcanzando las estrellas.

Me tomé la libertad de cerrar los ojos, haciendo caso omiso de lo que se leía en las partituras y de lo que sucedía afuera de aquel salón. Sólo se manifestaba el sonido, que traía consigo hermosos recuerdos que se extendieron desde la preciosa sonrisa de Maya, hasta su mirada más encantadora. Incluso pensé en mi madre, y en lo feliz que me hacía toda la belleza de su expresión cuando me oía tocando la flauta. ¿Cómo se pondría cuando interpretara frente a ella canciones fascinantes que no tenían forma de ser descritas, sino que solamente se sentían... y eso compensaba todo?

Seguí durante un rato, sintiendo un cosquilleo que se extendía desde la punta de mis dedos hasta dejar mi cuerpo y viajar junto con mis sueños, esparcidos por todo el lugar.

Percibí que la luz se atenuaba, y di un leve parpadeo en el que una sombra me arrebató del sueño. Sus ojos azules miraron directo a los míos mientras se recostaba sobre la cubierta del piano. Era el hombre al que interrumpí en aquella ocasión durante la semana de inducción.

- ¡Wow! - exclamé, intercambiando miradas con él. De inmediato se mezclaron junto con el susto y con la pena, la intriga. ¿Quién era ese sujeto, y que se traía con el misterio que provocaban sus ojos, reflejados en los míos como iguales?

- ¿Tocas? - me dijo sin apartarse de mí. Estaba pasmado observándome.

- Lo lamento, en verdad. No debí... no quería - tartamudeé, parándome de un salto.

Lo que somos estando juntosWhere stories live. Discover now