Capítulo 16 - Querer es sublime

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(Por ella)

Los exámenes no fueron tan difíciles como esperaba, pero confiarme era lo último que quería cuando cualquier cosa podía resultar de aquello, sabiendo que era tan cambiante e inesperado.

En medio de los textos de lectura crítica, me encontré con uno que se robó mi atención durante un rato. Como si encendiese una llama de asombro que intentaba descifrar mis pensamientos, hablaba sobre la historia de la aviación.

Debo confesar que lo leí repetidas ocasiones, pasando por varios azares con respecto a los demás, que no lograron lo que este consiguió con el mero título. "El inicio de un vuelo" trataba sobre todo lo que nunca me dijeron en la escuela: viajes, travesías y una que otra hazaña conquistando los cielos.

Entonces consideré seriamente el hecho de ser piloto, de surcar los cielos como si no hubiese límite alguno, como si yo pudiese ser un ave y tuviese la capacidad para volar con mis propias alas.

Tras el almuerzo que compartí con Isaac, en el que él brillaba con luz propia como una luciérnaga, regresé para terminar las pruebas. No mucho después de las cuatro de la tarde ya estaba afuera, esperando por él.

No sabía en dónde estaba, ni cómo había pasado el día, así que no quise hacerlo esperar durante mucho tiempo.

Lo que menos imaginaba era que él fuese quien tardara, pero tras quince minutos lo vi llegar un poco agitado, con un brillo que lo adornaba de pies a cabeza y que le daba una pizca de misterio... un misterio que anhelaba develar.

- Lamento la tardanza - se disculpó, tomando mi mano sin consultarlo... y eso bastó para que la demora se fuera al olvido.

Comenzó a conducirnos a ambos hacia el ala norte del campus, pero en esa dirección no había salida alguna.

- Isaac... la portería queda hacia el otro lado - le recordé.

- Lo sé - afirmó sin soltar mi mano. En su lugar, impidió que yo opusiese resistencia y me condujo hacia una recóndita instalación que estaba rodeada de zonas verdes y cuyos pasillos parecían despejados, casi vacíos. Lógicamente porque era un domingo sin mucho que hacer, y sin nada que buscar... al menos para quienes no veían las posibilidades que se escondían tras lo indescifrable.

Solo nos detuvimos cuando estuvimos en frente de una puerta de madera. Estaba cerrada con llave, pero aún así, Isaac elevó mis expectativas cuando lo hallé buscando algo entre sus bolsillos. El tintineo de un juego de llaves me sorprendió al punto de no esperarme tal influencia en él.

- Un mes aquí y ya tienes todo bajo la palma de tu mano - dije reprimiendo una sonrisa.

- Hay que tener mano ágil para sacar copia sin que se den cuenta - bromeó, guiñándome un ojo.

Y tras las cautivadoras miradas que le siguieron a ello, por fin se concentró lo suficiente como para quitar el seguro. Me cedió el paso y con un leve intercambio de sonrisas, le agradecí en silencio.

Cuando me centré en el magnífico lugar fue cuando solté un suspiro de fascinación. El piano se robó mi atención, pero sin duda quien se llevó el crédito fue Isaac, invitándome a pasar como si estuviésemos en su casa... lejos de serlo, creí entonces que aquel era su hogar, ya que todo de él se enlazaba con el mágico instrumento que se imponía en el centro del salón sobre el resto de los objetos, e incluso de los seres.

- Ahora entiendo qué fue lo que estuviste haciendo todo el día - exclamé, dejando escapar una diminuta sonrisa que él atrapó con la mirada.

- Maya, hay una verdadera maravilla justo frente a mí ahora mismo - me aseguró sin apartar su mirada -... y luego está el piano - apuntó agitando levemente la cabeza en aquella dirección.

Lo que somos estando juntosWhere stories live. Discover now