Capítulo 17 - El propósito de lo extraordinario

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(Por ella)

Volvimos sin desear que el tiempo transcurriese. Mi cabeza se hallaba recostada sutilmente en su hombro mientras observábamos desde las sillas traseras la diversidad de vidas que se subían y bajaban del bus.

Hubo un punto en el que una pequeña niña y su madre se subieron al expreso. Isaac y yo no dudamos en cederles el asiento, y durante un largo tramo del camino, la pequeña se quedó observándonos con sus preciosos ojos marrones, poseedores de una pureza que se traducía en su dulce expresión y su pequeño cuerpo. Su tez canela era tan prolija como la de una porcelana y su sonrisa era acogedora, como el cielo o las mismísimas estrellas. Y luego contemplé a su madre, manifestándole con la mirada lo bello que era su angelito.

Sonrió entonces, como si fuese una luz. Y algo se encendió en mí, como si viese algo demasiado solemne y celestial como para resistirlo.

Ella y su hija se bajaron en la siguiente parada, no sin que la mujer posara delicadamente un brazo en mi hombro y susurrara un "ya lo encontraste" demasiado angelical como para pasarlo por alto.

Y me mantuve durante el resto del recorrido reflexionando seriamente sobre sus palabras. No comprendía lo que se supone había encontrado, pero una vez vi a Isaac a los ojos, comprendí el motivo de la ternura refugiada en su mirada. Su manera de quererme se hacía manifiesta con tan solo un poco de su atención. A través de su sonrisa llegaba a algo mucho más profundo, mucho más hermoso, algo extraordinariamente real... Y deseé de pronto que él y yo compartiésemos más que nuestros sueños.

Me habló menos de lo usual durante la semana. Pero seguía pendiente de mí, igual que siempre, por lo cual dejé pasar la intriga que me sacudió en ciertas ocasiones.

Al llegar el fin de semana, recibí un mensaje de Sabrina a unas inesperadas seis de la mañana.

- ¿Vamos a la playa? - preguntaba.

- ¿Cómo? - escribí.

- Ya lo leíste... Vamos a la playa.

- ¿Tú crees que mi mamá me va a dejar?

- Pues pregúntale - me exigió.

- ¿Solo tú y yo? - cuestioné.

-... Y mis papás - escribió tras dejarme un largo rato en espera. No sé por qué no me lo creía -. Anda - añadió - sé cuánto te encanta...

El océano... Que belleza de idea. Eran increíbles las posibilidades que brindaba un país mágico como Colombia, en donde lo enaltecían dos hermosísimos océanos y lugares inhóspitos abundaban junto a cada sucursal. Siempre quise conocer el mar, cuna de maravillas, pero aún a un par de horas del más cercano, el tiempo y el aliento nunca me dieron cuerda para verlo con mis propios ojos. Solo lo conocía de fotos y en vagas descripciones de mi padre por teléfono. ¿Por qué de repente Sabrina había salido con aquella alocada idea?... ¿y por qué algo me decía con ansias que aceptara su propuesta?

Me levanté de la cama y con pesadez salí de la habitación, sabiendo que jamás obtendría tal permiso. Para empezar la playa quedaba a dos horas de la ciudad e ir a donde no conocíamos a nadie no era una opción viable... Pero nos ayudaba el hecho de que iban sus padres, aunque no estuviese del todo convencida de ello.

Ya al bajar las escaleras, descubrir a mi madre despierta culminó aquella mañana de locuras, ya que no tenía trabajo hasta las ocho.

- Ma... buenos días - dije sorprendida.

- Buenos días - cantoreó ella, con una mirada de complicidad que no pude ignorar.

- Sé lo que pensarás, pero aún así lo preguntaré - comencé a decir, directo al punto -, ¿puedo ir a la playa con Sabrina? - cuestioné sin utilizar aún el recurso de sus padres.

Lo que somos estando juntosWhere stories live. Discover now