Capítulo 21 - Almas que vuelan

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(Por él)

Al llegar a la casa de Maya, mis dudas consiguieron disiparse lo suficiente como para que ella volviese a ser el centro de mis pensamientos.

Iba con unos jeans, una camiseta y unos tenis, esperando que ella no notase mis informalidades en ese día de calendario que se convertía en uno de tantos estando a su lado; pero yo mejor que nadie sabía que lo último que haríamos sería fijarnos en la vestimenta, cuando teníamos otros detalles que se llevaban nuestra atención, entre los que se encontraba el café de su mirada, por ejemplo.

Oculté mi cajita de misterios tras la espalda. Llevaba tiempo pensando en un regalo para ella, algo que no fuese una simple coincidencia. Cada vez que la veía llevaba puesto el collar de mi abuela, con tanta elegancia que me sorprendía que alguna vez yo hubiese lucido aquella joya, pero le faltaba algo que fuese enteramente mío, en el que estuviese mi amor y la consumación de nuestros imperecederos momentos juntos. Entonces me dediqué con esmero a conseguir algo que fuese nuestro, y que así mismo fuese su complemento.

Al tocar la puerta, lo primero que hice fue estremecerme, pero ya cuando la tuve frente a mí el barullo de la realidad desapareció para siempre. Ella opacaba a todas las cosas, y lograba con astucia alejarme del mundo, para hacerme flotar en medio de un inmenso universo, uno de los tantos que ella y yo habíamos construido.

Llevaba el collar, nada a juego con sus jeans y una camisa con mangas.

- Has leído mis pensamientos - dijo.

- ¿Qué te hace creer eso? - indagué, dejando los atuendos de lado y acercándome para que sus labios se perdieran en los míos, sin darle tiempo de una respuesta o una sonrisa.

Sus manos se enredaron tras mi cuello, por momentos acercándose a mi cabello para provocarme estallidos de dulzura y sensaciones de estrellas.

Esos besos robados me sumían a la utopía de un amor eterno.

Solo se separó de mis labios con la excusa de sonreír y susurró a mi oído palabras que contenían la melodía de los sueños.

- Feliz 10 de octubre - dijo contra mi suspiro de loco.

- Feliz 10 de octubre - repetí y develé el misterio que se ocultaba entre mis manos para poner la cajita en medio de nosotros.

(Por ella)

Llegó justo a mí cuando me disponía a ir al comedor. Iba por mi celular para ratificar el que sería mi regalo para él, hasta que llamó a la puerta y desvié mi curso hacia sus brazos.

Al verlo, vestido con la ropa ideal para nuestra aventura, solo pude exclamar con emoción.

- Has leído mis pensamientos.

- ¿Qué te hace creer eso? - preguntó y luego me besó con ese atrevimiento con el que me deleitaba siempre, haciendo que se encendiese todo por dentro para esparcirse hasta la locura. Lo rodeé entre mis brazos, pero él permaneció con las manos atadas en la espalda, por lo que me aparté lo suficiente como para corroborar su expresión y de paso suspiré.

- Feliz 10 de octubre.

Entonces una de sus imperceptibles sonrisas surgió con sutileza para danzar con el brillo de sus ojos.

- Feliz 10 de octubre - dijo y extendió hacia mí una diminuta caja decorada por sus manos. Lo supe porque todo lo que tocaba no volvía a ser lo mismo... y porque el empaque era negro y las cintas rojas, cosa en la que solo él y yo nos fijaríamos.

Mis manos jugaron con el aire sin saber hacia donde dirigirse, si a mis labios o a sus brazos, entonces opté por aceptar el obsequio al tiempo que lo abrazaba, enormemente agradecida.

Lo que somos estando juntosWhere stories live. Discover now