Capítulo 4 - Cosas que cambian

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(Por él)

Cuando llegó mi madre ya eran más de las ocho de la noche. Lucía tan cansada que me devastaba tener que contarle la verdad. Pero bajo su desconocimiento arribó como si estuviese a la espera de una gran noticia, lo cual me invadió de ganas por verla sonreír y de notar que sus ojos azules se iluminasen para opacar esas ojeras que me disgustaban tanto... Más por lo que representaban que por lo que hacían con su belleza.

- ¿Y? - cuestionó recién al descargar sus cosas sobre la mesa.

- ¡Lo hicimos, mamá! - alcé la voz y corrí a abrazarla, mientras dio pequeños saltos que la condujeron de un lugar a otro hasta que aterrizó en mis brazos.

- ¡Isaac! Estoy muy, muy orgullosa de ti... sabía que lo lograrías - susurró contra mi oído, atrayéndome hacia sí aun más fuerte.

- Yo estoy orgulloso de ti, mamá. Nadie ha creído más en mí de lo que lo has hecho tú, y te lo agradezco muchísimo. Eres la razón de mi existencia y te amo.

Al separarnos fue cuando pude verla. Sus ojos estaban a punto de romper en llanto y con su mano desnuda intentó inútilmente abanicarse para secarlos. Pero yo tomé su mano y la besé, sabiendo que esas lágrimas provocadas por la alegría podía dejarlas salir, porque esas eran las que valían la pena. Eran propias de liberar, y sin contenerme, me hallé a mí mismo a punto de llorar, aliviado por el hecho de que mamá soltara esa carga que la martirizaba en silencio.

Me amaba tanto que habría hecho hasta lo imposible por pagarme una universidad, sin importar el costo o el sacrificio, y era por eso que yo deseaba amarla lo suficiente como para corresponderle de la forma en que me fuese posible. Me pasé días enteros estudiando, me esforzaba por obtener buenas calificaciones, apliqué toda la disciplina y el esfuerzo del que era dueño para rendir en las pruebas de Estado e incluso llegué a trabajar en el verano.

- Yo te amo - me dijo ella, tomándome por la barbilla mientras me contemplaba para que corroborase lo que sus palabras acababan de expresar. Ese era el amor sano que me gustaría haber experimentado todo el tiempo.

De pronto me consumió la idea de que había un lado malo en todo esto, y me aparté lo suficiente como para que pudiese observarme a los ojos.

- Hay algo que debo confesarte – dije.

- ¿Qué sucede, cariño? – preguntó.

- El collar de la abuela... - comencé a decir y su sonrisa se deshizo lentamente.

- ¿Qué le pasó?

- Lo perdí - suspiré avergonzado.

- No me digas eso – suplicó.

- Lo siento tanto, en verdad. Nunca quise que sucediera. Me había custodiado siempre... y no podía faltar para esta ocasión tan importante, así que lo llevé conmigo. Pero lo perdí en el bus de regreso. Perdóname, ma – le rogué.

La decepción la invadió. Debía significar tanto para ella y yo lo había perdido. ¡Qué idiota!

- Te lo compensaré – le prometí.

- Hijo, no. No tienes por qué – se rehusó de inmediato –. La abuela permanecerá en tu corazón. No vale lamentarse.

- Era muy importante para ti – dije.

- Ya me compensaste con esta sorpresa. Que vayas a la universidad y seas alguien es justo lo que necesitaba escuchar. Las cosas cumplen un ciclo que se termina y perece, pero con las personas funciona de manera diferente. Su amor permanece latiendo dentro de nosotros incluso cuando se han ido - exclamó alzando la voz para tranquilizarme.

Lo que somos estando juntosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant