Des-coronación

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—¡Amor mío! ¡Amor mío!—La dulce voz del hombre resonó entre los zairos de la cueva vacía.

Comenzaba a molestarse ¿Dónde estaba esa maldita sirena de mierda cuando la necesitaba? La tierra palpitaba a sus pies. El tiempo se le acababa y las cosas al fin estaban saliendo como lo esperó por tanto tiempo. Tenía que apurarse.

Irritado, golpeó el suelo con su pie. No le gustaba repetir las cosas. No le gustaba siquiera tener que molestarse para hablar, pero hacía el intento. Fingía amabilidad y cortesía. Lo necesario para conseguir lo que quería.

De las aguas se asoma una cabeza cubierta por un cabello rubio y unos ojos verdes que parecían no tener pupilas. Se deslizó entre el líquido hasta llegar a tierra y saludó al hombre con una deslumbrante sonrisa.

—Estás preciosa, amor mío—la saludó él yendo a envolverla en sus brazos.

—Es gracias a ti—respondió la sirena con la voz angelical que tanto añoraba volver a escuchar. Nunca pensó que un trato como ese, pudiera devolverlo todo lo que había perdido por un humano.

—Hoy es el día—afirmó él acercándose a la silla en medio de la pequeña isla—. Hoy podremos recuperarlo todo. Amor mío, dámela—ordenó.

La sirena se acercó a él cargando una mirada de ensoñación. Obediente, movió la silla descubriendo una fina capa de zafiros que tapaba un hueco en la tierra. De este, al quedar descubierto, deslumbró como nunca una luz tan radiante que ambos debieron taparse los ojos para no quedar ciegos. Con mucha paciencia, él se inclinó para tomar en sus manos una corona dorada con cristales brillantes en todo su cuerpo. Era magnífica, fantasiosa, mágica, cargada de toda la energía del planeta Aero, con la memoria de reinas y reyes desde la Guerra de la Quinta Luna. Era un dios sobre la tierra. Este la sujetó con fuerza, domándola, reprimiéndola, intentando que su brillo cese o se apague.

—Escuchame con atención—le susurró con una voz seca y amenazante—. Si no me obedecés, juro que voy a quemar este mundo hasta que ya no quede más que una leyenda de él. Voy a matar a cada uno de tus reyes y reinas hasta mandarlos al infierno y no voy a parar hasta que vos misma veas cómo este planeta de mierda es destruído por un aguero negro—Alzó su palma descubriendo un imperium de la verdad de un color negro poco habitual—. Yo soy el devorador de tu mundo. Así que si no querés que te devore, vas a hacer exactamente lo que te diga: Me vas a volver el Rey.

***

Cuando Chiara llegó a mi pieza, pensé que estaba lastimada. Se lanzó a mis brazos y la abracé tan fuerte como pude. No me importó que apenas haya terminado de arreglarme. No me importó que sus lágrimas mojaran el traje amarillo que tanto odiaba. No me importó que sus brazos arrugaran la tela. No me importó nada más que ella, sus lágrimas y su dolor que quería eliminar a toda costa. Cada sollozo era una puñalada que se incrustaba en mi cuerpo sin piedad ni compasión.

—Nill...—susurró con la voz quebrada ¿No se trata de Domina? ¿No la habían capturado?—Nill dice que...será también...la coronación.

Mi sangre se congeló entre mis venas al escuchar esa palabra. Coronación. Eso solo podía significar que La Corona había vuelto, pero ¿cómo? ¿Cómo habían logrado recuperla? Domina no sería tan descuidada de traerla, a menos que tenga un plan, a menos que...Las lágrimas de Chiara eran la respuesta que buscaba. A menos que pensara entregarse. Oh, Chiara, veo que no soy el único que lo daría todo por vos. Pero no te preocupes. En cuanto me coronen, voy a asegurarme de que nada se vuelva a interferir, de que no haya problema en tu mundo que no tenga solución. Dejamelo a mí. Yo me encargo. Dejo un sentido beso sobre tu pelo antes de que más lacayos entraran a la pieza para cambiarme de ropa una vez más. Los miré con cansancio. Odio todos estos cambios traje a cada rato.

KILIAN: Presas y cazadoresWhere stories live. Discover now