Niebla

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Capítulo 8

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Era una persona cualquiera para ella. No la conocía. Nunca la había visto. Pero un gramo de envidia abrió la puerta de la desesperación cuando la vio bajo la corona latente. Esta empezó a brillar. La persona también. Un tenebiano de nacimiento, sangre pura, ni un solo ascendente luxiano, umbrano o terrestre. Parecía un rey. Y es que solo una vez ella pudo presenciar la coronación del trono tenebiano, cuando Azlog ascendió. Era magnífico, mágico, deslumbrante. Su corazón se llenó de regocijo y mantuvo todas sus fuerzas para alejar cualquier mal sentimiento. Hasta que aquel sujeto empezó a gritar. Parecía como si se le estuviesen quemando las tripas. Y era obvio porque una llama surgió de su interior, haciéndose visible en sus ojos y garganta, y poco a poco fue creciendo hasta consumirlo por completo. No sabía lo que estaba pasando, pero así no era cómo recordaba una coronación.

—¿Qué hizo?—preguntó con los ojos cubiertos de lágrimas. El tenebiano había muerto.

—Él no era un rey—musitó la corona—. Traeme a alguien más.

—¿Más? ¿Por qué no me dice quién es el heredero y se lo traeré?

—El heredero a la corona lo destrozaste mientras dormía—Una bocanada de aire se atoró en la garganta de Domina—. Traeme a alguien más.

Dimitry aceptó. Así que iremos juntos a ver a la sirena, cosa que pone más tranquilo a Kilian, pero inquieta en sobremanera a Nill.

Desgraciadamente, no tengo el valor aún de decirles lo que ocurrió con Domina ayer. Me hace sentir culpable, aunque no tenga nada que ver con esa mujer.

No paro de observar a Kilian y Nill dar vueltas por el salón de armas buscando las perfectas para llevar. Mientras que Dimitry está prendiendo un cigarrillo en una esquina.

—¿Seguro que puedes fumar?—le pregunto.

—No lo sé—Se dirige a Nill a los gritos—¿Puedo fumar?

El pelirrojo nos ve con tenacidad. Se acerca y le arrebata el cigarrillo de la mano a Dim para tirarlo en un hueco en la pared.

—No prendas esas porquerías aquí. Contaminarás el mundo.

Dim bufa y hasta yo me siento incómoda por esa escena.

—No sé qué le pasa. Ayer, cuando quise hablar de lo que pasó, me compró con sexo. Siempre hace lo mismo. Sexo, sexo, sexo. Es lo único que le importa.

—Mira quién habla—comento, a lo que él me devuelve una mirada desaprobadora.

—Ya no soy un adolesente puberto....

—Tienes diecinueve.

—Puedo tener autocontrol. No soy el mismo que antes.

—Creo que solo estás enojado con él—Observo a Kilian tomar un arma parecida a una pistola, pero de cristal y con una luz potente asolada; apunta con ella a la nada. Se ve bastante lindo, pero no puedo creer que una persona armada es linda.

—¡Oh! ¿Se nota mucho?—responde con ironía, mientras no quito mi vista del príncipe que recorre el salón.

—¡Lo encontré!—La voz de Kilian nos llama la atención. En sus manos sostiene un aparato que parece salido de un consultorio de dentista.

—¿Qué es eso?—preguntamos Dim y yo al unísono mientras nos acercamos.

—Esto—responde con orgullo y una pequeña risa—es lo que te salvará la vida en caso de que alguien decida atacarte. Sostiene e inmoviliza cualquier cosa en el espacio.

KILIAN: Presas y cazadoresWhere stories live. Discover now