La ráfaga

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¿Cómo se supone que una persona saca toda su fuerza de voluntad? Esa preguntaba estaba dando vueltas en la mente de Nill mientras preparaba minuciosamente la ropa del príncipe. Levantó la vista y encontró la respuesta como si fuese la voz de su padre Eliot señalándole lo obvio. Chiara, quien peinaba con tanto amo y cuidado el cabello del Gaiska, era su respuesta. Los ojos del joven príncipe no se alejaban del rostro que amablemente lo relajaba y tiernisaba su dura expresión. La muchacha no ha quitado su sonrisa desde que lo vio despierto al volver al cuarto. Esto provocaba un aura que podría oler a rosas si estas tuviesen perfumes. Cuando se miraban a los ojos, todo lo malo desaparecía en un instante. Al terminar, Chiara dejó un dulce beso sobre la frente del príncipe. El efecto que tuvo en él fue como si una corriente de energía le hubiese cargado el cuerpo, por lo que se puso de pie, listo para librar una segunda Guerra de la Quinta Luna—aunque lo que estaba por enfrentar podría ser aún más peligroso—. Lo que Kilian, ni Chiara, ni nadie más en el mundo , a excepción de algún Dios que pudiese estarlo viendo omnipresentemente, sabían era que había varias posibilidades de que Kilian no pueda controlar el poder de La Corona y destruya el reino entero. La garganta de Nill guardaba en una bala ese secreto. No podía ponerle más responsabilidades al príncipe encima, pero si ello amenazaba con suceder, debería tomar medidas extremas.

La primera tarea que el guardián había dado a su aprendiz era alistar y acompañar al príncipe en el fortalecimiento de las defensas de Aero, una misión que mantenía expectante a la reina quien se encontraba a espaldas de su hijo. Cuando él ya estuvo preparado, todos se dirigieron al centro del planeta, es decir, a orillas del lago que Domina no pudo dominar.

Nill, junto a otros guardianes que funcionaban como asistentes, construyeron un círculo de sal a orillas del lago.

—¿Eso de verdad funciona?—le preguntó Dimitry a Chiara.

—Parece que sí—respondió ella.

—¿Para qué es eso?—cuestionó Kilian, esta vez, con la voz cansada y la respiración acelerada.

—Protección. Oye, ¿estás bien?—solicitó respuesta la muchacha preocupándose por la palidez anormal del príncipe.

—Sí, sí—respondió él, pero su aspecto y voz parecían decir lo contrario.

—Quizás debamos esperar un poco más—sugirió ella con preocupación.

—No. Debo hacerlo ahora—objetó el príncipe.

El apuro parecía injustificado, pero todo se debía al peligro que había visto con sus propios ojos la noche anterior. Domina paseaba por el castillo como si nada y parecía tener graves intenciones con Chiara, su objetivo no había cambiado ¿Y si se le ocurría llevarse a Chiara? ¿Cómo podría él rescatarla en el estado en el que estaba? Debía quitarse el imperium de arcano lo antes posible para recuperar sus fuerzas. No podía arriesgarse a que Chiara también desapareciera y que todo el mundo lo ignorase al igual que estaban haciendo con todos los empleados que eran secuestrados por Domina.

—¿Cuánto falta?—insistió apresurado el príncipe mientras se dirigía a los guardianes que hacían dibujos de flechas en el suelo.

—Poco, príncipe—respondió Nill.

—¿Es esto estrictamente necesario? ¿No puedo simplemente alzar las barreras y ya?

—No si se encuentra tan débil—excusó el guardián.

Unos minutos después, ya habían concluído de dibujar sellos sobre la tierra. Mientras Chiara colocaba al príncipe en el centro del círculo de sal, Nill con un gran cucharón tomaba un poco de agua del lago, la cual luego le dio de beber a Kilian. A continuación, todos se distanciaron.

KILIAN: Presas y cazadoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora