Hermanas

26 8 0
                                    

El viento entra por la ventana rota de la derecha y hace volar los cabellos de Luar desenfrenadamente. Los guardianes sostienen un cuchillo enorme en sus manos derechas listos para cortar lo que tienen enfrente. No puedo quedarme con los brazos cruzados. De inmediato, me coloco entre ellos y despliego de sable lista para defender a Luar.

—Ni se les ocurra hacerle daño a nadie—digo entre dientes. La sangre caliente corre por mi cuerpo y me mantiene alerta.

—Eliot, Martio, vayan afuera y controlen todo ahí—habla el más bajo.

—Hagan lo que tengan que hacer—habla el segundo.

Los dos adolescentes no cuestionan nada, pero rostro pálido de Eliot me perturba.

—Chiara, andá afuera y ayudá a los nenes—me ordena Luar.

—Pero...—protesto. Sin embargo, lo que veo me convence de salir.

—Yo me encargo de estos—sentencia ella y con solo estirar su mano, veo en su palma izquierda el brillante y vivaz imperium de oro que forma una armadura que cubre todo su cuerpo. Pronto sus cabellos se ven envueltos en un casco dorados con puntas filosas que le podrían sacarle el ojo a alguien.

Acepto. Es imposible negarse ante esa fuerte mirada. Salgo afuera decidida a enfrentar a Eliot y Mario. Parece que mi realidad cobra un poco más de sentido. Por eso mamá eligió el imperium de oro, porque lo tenía su hermana ¿Pero por qué reaccionó de esa manera ante los sucesos de Tenebis incluso después de matar a quien le había hecho daño? Veo a Martio arrastrar a los niños hacia un corral que vigila Eliot.

—¡Suelten a los niños! ¡Esta no es su casa!—objeto en un fuerte grito para llamar su atención.

—¡Nosotros obedecemos al rey! ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir?—Me grita Mario luego de cerrar el corral. Saca una espada prendida fuego y me apunta amenazante—. Ahora dejá de molestar o te voy a tener que arrestar.

Puedo ver el miedo en los ojos de Eliot y la furia en los de Mario. Sé que no quieren hacer esto, pero no puedo rebelarme por ellos. Alzo mi sable en respuesta. Deben aprender a elegir su propio camino.

Ambos nos apuntamos con la mirada fija en el otro, pero ninguno de los dos da ni un solo paso ¿No va a atacarme? ¿No quiere matarme? Está claro que no. Es solo un niño al que le dijeron que debía ser fuerte matando gente ¿Quién tiene el corazón tan deplorable? De repente, los dos pegan un brinco elevando sus ojos al cielo. Sus rodillas se hincan sobre el suelo, su puño derecho va a su corazón y su mano izquierda tapa sus ojos. Me giro lentamente, con miedo a lo que vaya a encontrar detrás mío. Allí, entrando por el pequeño portón, un hombre con el rostro más hermoso que vi—incluso más definido y perfecto que el de Kilian—se introduce en la estancia vistiendo robas de piel peluda, escamada, lisa que caen sobre su cuerpo volviéndolo más grande de lo es. Una gran corona dorada hace brillar su cabeza con el sol y deja mucho más blancos sus cabellos y resalta la palidez de su piel. No puedo pensar en nada. Ya olvidé lo que estaba haciendo. Ni siquiera se voltea a verme. Solo camina con tranquilidad hasta la casa. Eso llena de tristeza mi corazón ¿Quería que me vea? ¿Quién mierda es? Me deslumbra tanto que no puedo resistirme a los agarres de los niños. Me sujetan y atan mis muñecas a la reja que da a la calle. Esa bella criatura abre con delicadeza la puerta principal. Por la ventana, noto los ojos aterrados de Luar ¿Por qué tiene miedo? ¿Es porque nunca vio tal belleza en su vida? ¿Qué puedo hacer para que me note? Podría servir en su ejército, combatir sus batallas, resguardarlo del peligro. Podría ser su guardian, tengo experiencia. Kilian podría convencerlo. Ki...¿Por qué Luar está tan desesperada? El oro está cubriendo la casa. Puedo oir gritos, pero no son claros. Debería tranquilizarse ¿Qué podría pasar con una criatura como esa? De repente, oigo algo que hiela la piel.

KILIAN: Presas y cazadoresWhere stories live. Discover now