No Soy Esa Chica

By Isabella-Cardenas

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[LIBRO UNO DE LA DUOLOGÍA "SOY"] Para Carla Lee, enamorarse es una gran ilusión. Sueña con tener una de esas... More

CARTA DE LA AUTORA
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDOS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO OCHO

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By Isabella-Cardenas

Carla

Ya es lunes, el inicio de una nueva semana.

Esta vez mi alarma no falló, no ha fallado desde la última vez y agradezco por eso.

Hoy me levante temprano, y me encuentro alistándome para ir a clase. Lara, como siempre, quedó en recogerme, así que bajaré a esperarla en el porche de mi casa.

Estoy feliz y agradecida de que Lara me haga ese inmenso favor (el de venir por mí ), ya que, yo tengo mi propio vehículo y también mi licencia de conducir, pero no sé mucho de direcciones, y la verdad, a pesar de que llevo toda mi vida estudiando en el mismo lugar, no logro aprenderme el camino de mi casa al colegio, y utilizaría el GPS, pero de igual forma no soy buena conduciendo. Todavía no sé cómo logré conseguir mi licencia.

Una vez lista, cojo mi maleta, la cual yace a un lado de mi cama, bajo las escaleras y voy a prepararme algo de desayuno en la cocina. Por fortuna tengo un poco de tiempo antes de que Lara llegue.

Me decido por preparar un sándwich con jamón de pavo, queso y lechuga, y aprovecho que tengo suficientes ingredientes para prepararle a Lara uno también. Mi padre se encuentra durmiendo, así que no haré uno para él, además, no le gusta el jamón de pavo. Al terminar empaco ambos sándwiches en papel aluminio, pero solo guardo el de Lara y decido comerme el mío en el camino.

Me dirijo a la puerta mientras como de mi sándwich, y al salir, veo el vehículo de Lara acercarse. Ella estaciona frente a mi casa, yo cierro la puerta y me dirijo a su auto para poder subirme en el asiento del acompañante.

—¡Holaa! —me saluda mi amiga una vez me subo por completo.

—¡Hola! —le devuelvo el saludo—. ¿Estudiaste? —le pregunto de repente. El día de hoy tienen examen de recuperación los estudiantes que perdieron la evaluación que entregaron el lunes pasado... Y Lara es uno de ellos.

—¿Estudiar para qué? —pregunta con una mirada de confusión.

—Para el examen —le digo con un tono de obviedad—. El de biología, ¿Recuerdas?

—¡No puede ser! —dice mientras se pasa una de sus manos por su cabello rubio, exasperada—. Lo había olvidado por completo, y me odio por eso —bramó frustrada.

—No te preocupes, ya habíamos estudiado antes, de seguro te irá bien —le digo, tratando de consolarla.

—Eso es lo bueno... No me acuerdo de mucho, pero de seguro lograré pasarlo —habla con positivismo—, Tal vez no con la mejor calificación, pero lo haré.

—¡Así se habla! —la animo, orgullosa—. Ahora, a la escuela... El examen es a la primera hora.

—Carla —dice mi nombre entre dientes mientras niega con su cabeza, como si yo no tuviera remedio—. No ayudas, para nada.

Me río abiertamente, y Lara sin tener alguna otra opción, suspira, empezando a conducir.

*

La tarde llega y estoy en el estacionamiento de la escuela, apoyada en el auto de Lara, esperando a que ella llegue con los resultados de su examen. La profesora Anderson siempre entrega los exámenes al final de la jornada.

Pasan unos quince minutos y por fin, a lo lejos, veo a Lara acercarse. Cuando se aproxima lo suficiente logro verla con más detalle y noto en su rostro algo de tristeza, lo cual es rastro de una mala señal.

—¿Cómo te fue? —pregunto un poco preocupada, una vez está frente a mí.

—No muy bien —lo dice con la cabeza baja y su voz casi en un susurro—. Lo perdí, Carla. Me dijo que mis notas no eran muy buenas y que con este examen está definido.

—¿Definido? —frunzo mis cejas—. ¿Qué está definido?

—Que reprobaré, Carla —dice, frustrada.

—No puede ser... Lo lamento tanto.

Al instante me acerco a ella para abrazarla. En verdad me duele que Lara repruebe, eso solo será un gran atraso para ella a nivel académico, y yo tenía las esperanzas de que esto no pasara.

Lara me devuelve el abrazo y segundos después, sorpresivamente, escucho que se le escapa una leve risa, lo cual hace que arrugue mi entrecejo. La separo de mí, analizándola con confusión y mis ojos entornados para más detalle, mientras de la nada ella vuelve a reír, y está vez lo hace abiertamente.

—¿Qué es lo gracioso en perder un examen? —cuestiono, porque no tiene lógica lo que está pasando.

—¡Que no lo perdí! —me responde todavía muerta de la risa—. ¡Solo estaba jugando contigo!

—¡Te odio tanto!, ¿Por qué me haces esto? —la reprocho, mirándola mal—. De verdad me había preocupado, Lara, no es justo.

—Solo fue una bromita, y sabes que no puedes odiarme —me mira coqueta y todavía algo risueña.

Mi temperamento es serio, y me dispongo a ignorar lo que dice.

—Vamos por un café, ¿Sí? —sugiere Lara, sonriendo, al notar que en serio planeo enojarme para llamar mi atención y evitar que eso pase—. Yo invito.

Ella sabe que amo el café, es por eso por lo que me invita a tomarlo, aparte de ser una forma de disculpa por su preciada "bromita". Lara sabe que no rechazaré la oferta a un delicioso café, y más que todo si es gratis.

—Está bien —acepto con falsa seriedad—. Pero iremos a Starbucks.

Ella me sonríe al instante, y manteniendo mi porte serio, me subo al vehículo junto con ella, para emprender marcha a nuestro destino. Por fortuna las calles estaban solas, y al ser así, llegamos en cuestión de minutos a Starbucks.

Al entrar al almacén nos disponemos a hacer la fila. El lugar no está tan lleno, los lunes no suele ser así.

De forma rápida llega nuestro turno de pedir. Lara se decide por un Caramel Macchiato y yo me pido un delicioso Mocha Frappuccino. No nos toco que esperar mucho, en un instante los tienen listos y nos hacen entrega de estos, para seguidamente pagar la orden, buscar una mesa y encontrar no muy a lo lejos en dónde ubicarnos, quedando así cada una frente a la otra.

—De verdad me lo había creído —le digo mientras tomo un sorbo por la pajilla de mi café.

—Soy buena actriz —se halaga a ella misma con un leve levantamiento de hombros.

—Ya lo creo.

Lara toma de su bebida y su rostro opta en cuestión de segundos una expresión pensativa, minutos después, de la nada, se sobresalta de su asiento, me mira directo a los ojos y pasa a hacerme una propuesta.

—¡Organicemos una fiesta!

—¿Una fiesta? —sopesé, inquietante—. ¿Por qué quieres organizar una fiesta?

—Por nuestra graduación, tontita —me aclara, emocionada.

Mientras planeaba en darle una respuesta, me desconcentro totalmente. Mis ojos se fijan en un punto en específico. En una de las mesas que están detrás de Lara se encuentra una de las personas que no esperaba ver en este lugar, o por lo menos, que no esperaba ver ahora.

Nicolás.

Él está con una chica en una de las mesas del café, se ve como si estuvieran en algún tipo de cita, y lo digo porque la chica se está riendo en este mismo instante de algo que dijo Nicolás, mientras esta deja una de sus manos sobre la de él.

Por alguna razón mis ojos no dejan de mirar aquella escena. Me pierdo entre sensaciones agridulces, no sé qué es exactamente lo que siento, simplemente estoy perdida.

Al siguiente instante se levantan de la mesa. Nicolás se aproxima a ella, acercándose a su rostro, y pretendía desviar mi mirada cuando pensé que iba a besarla, pero no lo hice, y al final, Nicolás le dio un beso, sí, pero en su mejilla, y mientras lo hacía, sus ojos se encontraron con los míos, de una manera penetrante, lo que hizo que se diera cuenta de que probablemente ya llevaba tiempo mirándolo.

—Entonces traeré a un dinosaurio de la luna —escucho a Lara decir. La incoherencia de sus palabras hace que devuelva mi mirada hacia ella—. ¿Ya volviste a el planeta tierra o sigues en marte?, ¿Qué tanto es lo que ves?

Lara me mira extrañada y yo trato de ignorar el hecho de que Nicolás está frente a mí, y de que acabamos de vernos de una forma muy extraña e... Inquietante.

—¿Qué?, no, nada —vuelvo a prestar mi atención en ella.

—¿Qué hay allá atrás? —dice, queriendo voltear su mirada para ver que, o, mejor dicho, quién está atrás y qué tanto llama mi atención.

—Nada, en serio —hablo apresurada, y después decido cambiar el tema—. ¿No tienes hambre?, Porque yo sí —me esfuerzo para que Lara centre su atención en mí y no se dé cuenta de que estaba viendo a su hermano—. ¿Podrías comprarme algo?, por favor.

—Oh, claro —se dispone a atenderme—. ¿Qué quieres?, ¿Un croissant está bien? —me pregunta y me alegro de poder haber captado su atención.

—Sí, está bien —oculto el alivio que siento—. Gracias.

Lara se va por mi croissant y suelto un suspiro por haber logrado evitar que viera a Nicolás. La parte de la caja está del otro lado de la tienda, así que es imposible que lo pueda ver en el camino.

Cuando pienso que por fin me libré, veo a Nicolás aproximarse de repente a mi mesa. Hoy lleva puesta una camiseta básica blanca y jeans negros. Mientras camina lleva sus manos en los bolsillos de sus pantalones y porta un aire relajado.

Descaradamente Nicolás se sienta frente a mí, en la silla que estaba Lara.

—Hola Carla, tiempo sin verte —saluda con una leve sonrisa formada en sus labios.

—¿Qué haces aquí, Nicolás? —digo de forma neutral e indiferente.

—¿Acaso no puedo venir a tomarme un café? —me recrimina, alzando una de sus cejas.

—Me refería a aquí, en esta mesa —le digo mientras la señalo con mi dedo, tocándola.

—Oh, claro y ¿La mesa es tuya?

—No, no lo es, pero la estoy ocupando, y hasta donde sé, nunca dije: ¡Hey!, Nicolás, ven y acompaña a esta pobre y solitaria chica —expreso con un tono dramático.

—Que graciosa —ríe—. Hasta podríamos ser amigos —Nicolás pasa a apoyar sus codos sobre la mesa.

—Eso nunca.

—Lo dice la que tan solo hace unas horas me dijo de una u otra forma que sí o sí saldría conmigo —me enfrenta mientras se inclina levemente, fijando su mirada en mí.

No quería que ese tema saliera a la luz, la Carla que dijo eso no es esta Carla, y esta Carla no tiene ganas de responderle, así que cambio el tema.

—¿Por qué me llamaste aquel día?, ¿Eh? —lo interrogo—, Y lo que es más importante... ¿Cómo conseguiste mi número?

Nicolás vuelve a su postura normal, pero sin dejar de mirarme fijamente.

—No sé si no lo sabías, pero Lara tiene tu número, tu correo electrónico, y la dirección de tu casa pegada en la puerta de la nevera.

Lo había olvidado, es verdad, ella tiene mis datos en la puerta de su nevera, así como yo tengo los de ella también, son de emergencia, por si algún día llegamos a perder nuestros teléfonos u olvidar como llegar a la casa de la otra.

—Claro, pero solo respondiste una pregunta, te falta responder la otra, ¿Por qué me llamaste? —digo, sin perder la firmeza en mi voz.

—No tenía nada que hacer —se encoge de hombros—. Solo quería molestarte un rato y lo logré, hasta el día de hoy todavía sigues pensando en esa llamada.

—¿Es en serio? —replico con cierta molestia—. De verdad que sabes hacer que los demás pierdan su tiempo.

—Yo no te dije que llamaras y llamaras hasta que contestara. Dejaste como mil llamadas perdidas en mi celular —se defiende, y en el momento en el que lo dice, sus ojos se despegan de los míos y de inmediato dirige su mirada hacia atrás de mí—. Ya viene Lara, yo mejor me voy. Me imagino que ya sabrás que no nos llevamos muy bien.

Nicolás se levanta de la silla y se dirige a su anterior mesa, para pasar a recoger un café que dejo sobre ella, en eso, me volteo de mi asiento y definitivamente, Lara ya viene. En sus manos trae dos panecillos, y al llegar me hace entrega de uno.

—Lo lamento, se acabaron los croissants —hace una mueca—, Así que te traje un panecillo con chispas de chocolate.

—Está bien, no pasa nada. De igual forma me gustan estos panecillos —le digo mientras le quito el envoltorio y le doy una probadita.

Lara se sienta en la mesa, ocupando la silla que Nicolás había utilizado antes, y hace lo mismo que yo.

—¿Comprendiste algo de lo que te dije anteriormente? —cuestiona, terminando de tragar el pedazo de panecillo que mordió.

—No, perdón, estaba distraída.

—¿Distraída con qué? —dice, confundida.

Distraída viendo a tu hermano... Pienso, pero no lo digo.

—¿Todavía no entiendo cómo es posible que te distraigas aquí? —continúa diciendo Lara.

No sé qué responderle, así que le digo lo primero que se me pasa por la mente.

—¡Las mesas! —¿¡Por qué dije las mesas!?, ¿No podía pensar en una excusa mejor?

—¿Las mesas?

—Sí, exacto, las mesas son muy lindas, sus colores, son hermosos —digo, con fingido tono soñador, como si en verdad me encantaran—. Solo míralas, el verde y el café es divino.

¡Para ya Carla!, me regaño mentalmente.

Lara voltea a ver las mesas y después devuelve su mirada lentamente hacia mí, observándome de forma extraña, como si estuviera loca.

—Okey... —pronuncia lento—. Loca obsesionada con las mesas de Starbucks, ¿Qué te parece si te vuelvo a hablar de lo que te estaba contando?, pero esta vez, por favor, ponme atención y no mires las mesas, gracias.

—Está bien, juro poner atención esta vez —lo digo mientras levanto mi mano izquierda y llevo la derecha al corazón, como si de verdad estuviera haciendo algún juramento serio.

—Bien —me sonríe—. Como ya sabes, dentro de poco será nuestra graduación.

—Pero todavía faltan siete meses... —frunzo mi ceño. Ahora empiezo a creer que la loca es ella.

—Da igual, tenemos que empezar a planearlo desde ahora —se excusa—. Estaba pensando en hacer una fiesta en mi casa, con mucha música y alcohol, ya sabes —propone super emocionada y me guiña el ojo por lo último que dijo.

—Sabes que no tomo —le recuerdo. Tomar es algo que mi padre no me permite hacer, y ella lo sabe a la perfección.

—¡No seas amargada, es solo por una noche! —alega, casi suplicándome.

—Ya veremos, sabes que mi padre es... Complicado.

—Lo sé —refunfuña—. Por cierto, ¿Qué harán mañana?

El día de mañana es martes, y oficialmente se cumple un año desde que mi madre se fue de nuestro lado, del mío y de el de mi padre.

—Pues... Pensaba en visitar a mi madre, y no lo sé, tal vez llevarle algunas flores como habías dicho —hablo, no muy segura.

—Claro... Es buena idea —me apoya—... Y sé que ya te lo dije, pero no está de más recordarte que te acompañaré.

—Gracias —le sonrió amable y muy agradecida.

Nos quedamos alrededor de veinte minutos más en la cafetería, terminando de comernos nuestros panecillos y tomarnos nuestras bebidas.

Al salir de Starbucks Lara me deja en casa, y lo primero que hago al entrar en ella es llamar a mi padre, pero este no contesta, es por ello por lo que considero que no está, por ende, subo a mi habitación y dejo mi maleta encima de mi cama, tomo mi celular del bolcillo trasero de mi pantalón, y al encenderlo lo primero que veo es la notificación de un mensaje de texto que mi padre envió.

Papá: Tuve que salir por el trabajo. No estaré mañana, lo lamento, por favor, cuídate.

Suelto un suspiro.

Bueno... Supongo que mañana solo seremos tú y yo, mamá.



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