Culpa mía © (1)

By MercedesRonn

69.4M 3M 1.4M

Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Dispo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Epílogo
Capítulo 51
Epílogo
Mensaje ;)
Mensaje 2.0
Los premios Wattys 2016
Sinopsis Culpa tuya
Prólogo Culpa tuya
Capítulo 1 Culpa tuya
#MyWattysChoice

Capítulo 11

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By MercedesRonn

NOAH

Mi mente estaba completamente nublada, lo único que parecía importarme era devolvérsela, y devolvérsela a lo grande. En aquel instante no podía pensar en otra cosa que no fuera la boca de Dan unida asquerosamente a la de Beth. Solo de imaginármelo me entraban ganas de vomitar, solo de pensarlo mi mente lo veía todo rojo; nublada, ciega, ciega por el intenso sentimiento del odio, el dolor y unas profundas ganas de venganza.

Estaba en mi habitación, desnudándome mientras al otro lado de la pared un chico que había conocido hacía apenas dos horas esperaba pacientemente sentado en mi cama a que terminara de cambiarme de ropa. No podía ir a aquellas carreras con un vestido de gala y menos aún con tacones de veinte centímetros. Me quité absolutamente todo y me puse unos pan- talones cortos vaqueros, una blusa negra de tirantes y unas sandalias normalitas. Sabía perfectamente que no podía ir como una mojigata a un lugar como aquel, por eso me alegré de, en contra de todas mis costumbres, haber dejado que aquella noche me maquillaran en exceso. Me fui quitando lo más rápido posible aquellas horribles horquillas que me daban dolor de cabeza —¡llevaba por lo menos cien! —y con ellas también me arranqué pelos rizados y largos... Frustrada, me recogí la melena en una cola de caballo.

En mi mente solo se dibujaba una imagen: yo enrollándome con el tío más macarra y buenorro del lugar. De esa forma me sentiría satisfecha, me sentiría menos utilizada, menos engañada y, sobre todo, menos idiota, aun- que en el fondo de mi alma supiera que nada de aquello podría borrar la realidad: estaba completamente destrozada y apenas podía mantener uni- dos los cachitos en los que se había roto mi corazón.

¿Le habría contado Beth a Dan todas las cosas que le había confesa- do...? ¿Se habrían estado riendo de mí mientras yo intentaba dar lo máximo en mi primera y única relación? ¿Lo tenían planeado?

Respiré hondo intentando acallar todos aquellos sentimientos y pensamientos dolorosos.

Salí de mi vestidor y comprobé qué efecto tenía mi aspecto en Mario, el camarero que acababa de conocer, a quien se le agrandaron los ojos de admiración.

—Estás guapa —me dijo con una sonrisa divertida y se la devolví sin mucho entusiasmo. Aquella noche no estaba para cumplidos tontos ni para nada que se le pareciera.

—Gracias —le contesté al mismo tiempo que cogía mi bolso de la cama y me encaminaba hacia la puerta—. ¿Vamos?

Mario se puso de pie y me dirigió una mirada divertida cuando salíamos de mi habitación. Poco después nos metíamos en su coche.

Media hora más tarde, Mario se desvió por una carretera secundaria rodea- da de campos secos y arena roja y anaranjada. A medida que nos íbamos alejando más y más comencé a dejar de oír los coches de la autopista para oír en su lugar una música repetitiva y cada vez más fuerte.

—¿Has estado alguna vez en algo como esto? —me preguntó Mario, que conducía con una mano en el volante y la otra cómodamente apoyada en el respaldo de mi asiento.

—He estado en bastantes carreras, sí —le respondí en tono un poco antipático.

Él me observó unos instantes y luego volvió a fijarse en la carretera. Entonces pude ver a lo lejos a un montón de gente y unas luces como de neón alumbrando una zona desierta repleta de coches aparcados de cualquier manera.

La música era ensordecedora, y cuando llegamos, vi a gente de entre veinte y treinta años bebiendo, bailando y comportándose como si esa fue- se la última fiesta de sus vidas.

Mario detuvo el coche en un sitio bastante cerca de donde la mayoría de la gente se encontraba y se bajó de él esperando que yo hiciese lo mismo. Lo hice, sin dejar de observar fijamente lo que me rodeaba.

—¿Dónde me has traído? —no pude evitar preguntarle a mi acompañante. Este, a mi lado, soltó una carcajada.

—No te preocupes, estos son espectadores, los que importan aquí son aquellos de allí —dijo señalando hacia la izquierda, a un gran grupo de chicos y chicas que se recostaban contra los capós de unos coches impresionantes, tuneados de mil formas y de cuyos maleteros surgía una música igual de horrible que la que atronaba donde yo estaba.

Me fijé en que abundaban las prendas de ropa fluorescente. La poca iluminación —generada en su mayoría por luces blancas— hacía que aquellas prendas brillaran en la oscuridad de la noche. Es más, muchas mujeres tenían incluso pintados los cuerpos y las caras con elaborados dibujos hechos con ese tipo de pintura.

—Has pensado hasta en los detalles, ¿eh? —me comentó Mario y yo le miré sin comprender.

Me señaló el cuerpo y entonces entendí a lo que se estaba refiriendo. Aquel producto que mi madre me había echado por los brazos, el cuello y el pelo, ahora brillaba como miles de puntitos fluorescentes sobre mi piel clara. Estaba ridícula.

—No tenía ni idea, te lo aseguro —repuse y él soltó una carcajada.

—Mejor que la tuvieses, aquí no puede venir cualquiera y no es por ofender, pero tú eres... un poco más recatada que la mayoría de las personas que hay aquí —me dijo observando mis pantalones cortos y mi sencilla blusa negra.

¡Y tanto que era recatada! A aquellas chicas lo único que les faltaba para estar completamente desnudas era quitarse aquellas minifaldas exagerada- mente cortas o la parte superior de los biquinis que usaban como tops.

—No sé si sabes lo que venimos a hacer aquí, pero en estas cosas siempre hay bandas y grupos. Tu hermano es el líder de una y hoy es muy im- portante para todos que gane las carreras contra Ronnie —me iba informando Mario mientras nos íbamos acercando hacia donde estaban los grupos con coches caros.

¿Nick era el líder de una banda? Aquello era de lo más inesperado, pero no me sorprendía. Con lo poco que sabía de él me cuadraba que estuviera metido en algo así. Era violento, duro y atemorizador, y todo ello lo escondía con una facilidad pasmoso siempre que estuviera rodeado de su entorno de nacimiento; ¡por el amor de Dios!, era un niño rico, y en su mundo estas cosas no pasaban... ¿Qué hacía un tío cuyo padre era uno de los abogados más importantes del país formando parte de algo tan bajo como una banda como la que estaba viendo en aquel instante?

Mario se detuvo junto a unos tíos cuyas pintas podían hacer que tuvieras pesadillas durante un mes entero. Tenían tatuajes en los brazos, vestían con ropa holgada y les colgaban del cuello un montón de crucifijos y gruesos cordones de oro y plata. Las chicas que había junto a ellos vestían también de una forma muy provocativa, pero no tanto como las que había visto donde habíamos aparcado el coche.

Mario fue directo hacia ellos y, como amigos de toda la vida, comenzaron a chocarse los puños, a golpearse amistosamente y a reírse. Me sorprendió ver aquella camaradería entre ellos, ya que vistos desde fuera inspiraban verdadero pavor. Otra de las cosas que los caracterizaban era que todos llevaban atados a los antebrazos, las muñecas o en el pelo unas cintas amarillas fluorescentes.

Comprendí entonces que todos eran miembros de la misma banda, la banda de Nick en concreto.

En cuanto terminaron de saludarse entre ellos los chicos se fijaron en mí.

—¿Quién es la niña buena? —gritó uno y todos rieron observándome atentamente. La gente no paraba de llegar, iba y venía de un lado a otro... pero los allí reunidos no apartaban las miradas de mí.

No me hizo gracia el comentario y me limité a observar al que lo había dicho con cara de pocos amigos. Mario acudió en mi ayuda al instante.

—No os lo vais a creer, pero ella es la nueva hermanastra de Nick —re- veló consiguiendo que se me cayera el alma a los pies. No quería que la gente lo supiera; aquella noche me habría gustado pasar desapercibida o, por lo menos, poder divertirme sin tener el mote de la hermanastra-niña- buena-cazafortunas-de-Nick.

La gente se rio con más energía si es que eso era posible mientras las chicas allí reunidas me observaban con renovado interés.

—¡Traedle algo de beber a nuestra nueva amiga! —gritó un tío afroamericano que sujetaba un vaso rojo en una mano y tenía a una chica muy guapa agarrada de la cintura. Fue esta la que se volvió, echó algo en un vaso y se acercó a mí. Los demás continuaron hablando entre ellos y bailando al ritmo de la estridente música.

—¿Así que eres el nuevo ligue de nuestro querido amigo? —me preguntó observándome de arriba abajo. Yo hice lo mismo. Si ella era descarada, yo también. Era negra, alta y muy esbelta. Tenía el pelo negro peinado en mil pequeñas trenzas que empezaban desde el inicio de la cabeza y desembocaban en su cintura. Llevaba unos pantalones blancos cortos y una camiseta azul oscuro de la marca... Hum... aquello sí que era interesante.

—Hermanastra —la corregí al mismo tiempo que cogía el vaso de plástico, lo observaba con cautela y la miraba con suspicacia—. No le habrás echado nada, ¿verdad? —le pregunté mirándola de malas maneras. No con- fiaba en aquella gente, bastante había tenido ya con que me hubieran droga- do la noche anterior como para que ahora encima me lo volvieran a hacer.

—¿Qué clase de persona te crees que soy? —replicó ofendida por mi pregunta—. Es cerveza, y si quieres algo más suave estás en el lugar equivocado —me dijo volviéndose airada y haciendo que sus trenzas volaran casi hasta pegarme en toda la cara. Se fue directa hasta el otro chico negro contoneando las caderas de manera sexi y provocando que varios chicos la miraran con lujuria.

Mario se acercó hasta mí y me observó divertido. 

—No llevas aquí ni media hora y ya corren apuestas —me informó soltando una carcajada. Lo observé con el ceño fruncido.

—Apuestas ¿sobre qué? —quise saber.

—Sobre cuánto tardas en soltar el vaso de cerveza y salir corriendo a casita —respondió alzando las cejas expectantes.

Así que esas teníamos, ¿no?

Lo miré fijamente y fulminé con la mirada a todos los chicos que me observaban como si fuera su objeto de diversión. Eché la cabeza hacia atrás y comencé a beberme todo lo que me habían servido en aquel vaso demasiado grande para beber una bebida normal y corriente.

Los gritos a medida que iba vaciando la bebida se fueron haciendo cada vez más fuertes y en cuanto llegué hasta el final, un poco mareada y con ganas de toser, todos los allí presentes comenzaron a aplaudir y a chillar con diversión.

Levanté el vaso vacío con una sonrisa de suficiencia.

—¿Quién me sirve más? —pregunté sintiéndome completamente libe- rada y bien por unos momentos.

Los chicos volvieron a reírse y la misma chica que me había dado la cerveza se acercó a mí, ahora con una sonrisa en los labios.

—Soy Jenna —se presentó dándome otro vaso con algún líquido dentro—. Y si de verdad quieres ganarte a estos chicos, suéltate el pelo, bébete eso y enróllate con el que esté más bueno. En ese orden.

No pude evitar soltar una carcajada. ¿Lo decía en serio? Y si así era, ¿me importaba? Había ido allí con un solo objetivo: vengarme de alguna manera del asqueroso de mi ahora exnovio y de mi ex mejor amiga, así que si aquella noche me desmelenaba y lo pasaba bien... ¿qué daño podía hacer?

—Creo que voy a tomarte la palabra —le dije al mismo tiempo que tiraba de la goma del pelo, dejaba que mis rizos cayeran despeinados sobre mis hombros y comenzaba a beber algo mucho más fuerte que una cerveza.

Jenna me observó divertida mientras bebía y bailaba al mismo tiempo. En donde estábamos apenas había iluminación, aparte de las cintas amarillas fluorescentes y la poca claridad que producían las luces que había más allá.

—Soy Noah, por cierto —me presenté al caer en la cuenta de que aún no lo había hecho.

Ella me sonrió y a mí me pareció bastante simpática. Entonces se produjo un revuelo. Los chicos que estaban sentados en los capós de los coches se levantaron y caminaron en dirección a un coche que, al volverme, reconocí enseguida: era el 4x4 de Nicholas.

—Aquí llega el sueño y pesadilla de cualquier chica con ojos —anunció Jenna divertida.

La observé al tiempo que ponía los ojos en blanco interiormente. Nick estaba realmente bien pero abría la boca y te daban ganas de salir corriendo, o peor, de darte de cabezazos contra la pared.

Observé cómo su cochazo se detenía junto a todos los demás y como él y su novia-la-toca-pelotas bajaban del coche. Todos los chicos acudieron a su encuentro como si de un Dios o algo parecido se tratara. Le dieron palmadas en la espalda y chocaron los puños a medida que él caminaba hasta llegar a donde se encontraban las bebidas alcohólicas.

Seguí bebiendo sin apartar la mirada de Nicholas. Estaba contando los minutos que tardaba en acercarse a mí y decirme cuatro cosas. Bien. Lo esperaba, era la mejor manera de descargar la frustración.

Pero no lo hizo; es más, me ignoró deliberadamente durante más de media hora. Al principio me sorprendió, pero lo agradecí después de ver que me lo estaba pasando realmente bien con Jenna y su manera enérgica de hablar y bailar al ritmo de aquella música heavy.

—Tengo que presentarte a mi chico —me dijo después de haberme demostrado que sus caderas podían moverse mejor incluso que las de la propia Beyoncé. La seguí hasta donde se encontraba la mayoría de la gente allí reunida. La demás chicas se dedicaban a beber o hablar entre ellas y dos o tres a contonearse con los chicos que estaban dispuestos a bailar.

El chico de Jenna tenía que ser con quien la había visto al llegar y en esos momentos estaba inmerso en una conversación con Nick.

Me puse un poco tensa al llegar hasta ellos, que se encontraban un poco apartados de los demás.

—¡Lion! —gritó Jenna tirándose a su espalda y dándole un beso en la mejilla. Ambos, Lion y Nick volvieron sus rostros hacia nosotras. Nicholas clavó sus ojos fríos en los míos.

—Te presento a Noah —le dijo girándolo para que pudiese verme. Lion, que era de la misma estatura que Nick, era un afroamericano de lo más llamativo. Sus ojos eran del color de los limones maduros, verdes como la menta de los mojitos que estábamos bebiendo y su cuerpo estaba perfectamente esculpido y exhibía unos impresionantes músculos muy bien trabajados.

¡Qué suerte la de Jenna!

—¿Qué pasa, Noah? —me contestó con una sonrisa amigable pero sin dejar de observar con el rabillo del ojo a mi hermanastro.

—Encantada —dije mientras sonreía de forma agradable. Jenna me había caído verdaderamente bien y no quería que su novio me cogiera manía por las cosas que seguramente Nicholas le había contado sobre mí.

—Pero si puedes ser simpática y todo —comentó entonces con sorna Nicholas, que me observaba entre molesto e irritado. Cuadré los hombros preparada para el tercer... cuarto asalto.

No tenía ganas de empezar una pelea con él otra vez, así que opté por un gesto universal: le mostré el dedo corazón y me volví para buscar algo más interesante que hacer.

Entonces sentí su mano rodear mi brazo para tirar de mí hacia un rincón oscuro entre dos coches bastante caros. Jenna y su novio nos observa- ron un momento hasta que ella le volvió el rostro y le besó con entusiasmo. Sentí un pinchazo en el corazón al ver la buena pareja que hacían... hacía nada más que cuatro horas yo también creía tener al mejor novio del mundo a mi lado... y ahora...

—¿Qué es lo que quieres? —le pregunté descargando mi ira contra él. Me había empujado contra el coche, de modo que en esos precisos momentos me encontraba atrapada entre él y la puerta de un BMW gris.

Se había cambiado. Ahora llevaba unos vaqueros que dejaban a la vista sus Calvin Klein y una camiseta negra ajustada a la altura de sus musculosos brazos.

No me contestó, simplemente me observó unos instantes para después sacar mi iPhone del bolsillo de sus vaqueros y ponerme la foto que me había roto el corazón frente a mis ojos.

—¿Quiénes son? —me interrogó como si de alguna forma pudiera interesarle mi vida privada.

Estiré el brazo con la intención de cogerle el móvil, pero lo apartó sin dejar de observarme atentamente.

—¿A ti qué te importa? —le espeté con todo el desprecio que fui capaz de expresar.

—¿A mí? —me espetó con calma—. Me importa una mierda; pero he de suponer que es tu novio o lo era si es que tienes algo de amor propio —siguió hablando como si de alguna manera pudiera interesarme lo que opinaba él de lo que me había ocurrido—. Y como todas las tías sois prácticamente iguales, he de suponer que tu objetivo de esta noche, además de tocarme las pelotas, es vengarte de ese gilipollas —agregó dejándome momentáneamente callada.

¿Cómo lo sabía? ¿Tan obvio era que lo único que quería hacer era pa- garle a ese cabrón con la misma moneda? Prosiguió:

—Así que me ofrezco voluntario. Te besaré y haremos diez mil fotos si así mueves tu culo fuera de este sitio y vuelves a casa. —Sus palabras me dejaron boquiabierta—. No te quiero aquí, Noah —zanjó la conversación, mirando hacia lo que había a mis espaldas.

Me había dejado tan descolocada con su ofrecimiento que no pude sopesarlo hasta que se me pasó la impresión. ¿Besar a ese idiota? ¡Nunca! Pero pesándolo bien... Estaba realmente bueno y no es que a mí me apeteciera, sino que sabía perfectamente cómo iba a afectarle eso al idiota de Dan. Era un engreído, se creía el más guapo de mi instituto y no había cosa que le molestara más que un tío que le superara en atractivo físico.

—Está bien —le contesté y él posó sus ojos en los míos, completamente descolocado y sorprendido. Al parecer no era aquella la respuesta que esperaba—. Quiero que ese gilipollas se sienta como la mierda más grande del mundo y si para hacerlo tengo que besarte... —me encogí de hombros—, lo haré. Pero esta noche no quiero irme a ninguna parte, me lo es- toy pasando bien, así que este es el trato —le dije observándole fijamente. Él me miraba con el entrecejo fruncido como si estuviera intentando enten- der mis palabras—. Tú me ofreces tu cuerpo para poder vengarme del idio- ta de mi exnovio y de mi ex mejor amiga y yo prometo no volver a estas fiestecitas tuyas nunca más.

En cuanto terminé de hablar una sonrisa apareció en su rostro. Lo miré con el ceño fruncido, ¿Qué le hacía tanta gracia?

—Estás realmente mal de la cabeza, ¿lo sabías? —me dijo sacudiendo la suya con incredulidad.

—Estoy hecha una mierda, y lo único que me importa es que ese capullo sufra tanto como estoy sufriendo yo —repliqué y pude notar el dolor en mi voz. Aquella foto no cesaba de aparecer en mi mente, atormentándome. No me importaba absolutamente nada que aquel fuera mi hermanastro, ni que fuera el más idiota del país de los idiotas... lo único que quería era vengarme. También sabía que las bebidas que me había ido tomando a lo largo de la noche estaban afectando a mi decisión en aquel instante pero tampoco me importó.

—¿Vas a besarme o no? —le espeté con fastidio.
Nick movió la cabeza de un lado y a otro sin dejar de reírse de mí.
Me molestó así que hice lo que había estado queriendo hacer desde que

lo conocí: levanté el pie y le di una patada en la espinilla. Soltó un grito de sorpresa más que de dolor.

—¡Imbécil, deja de reírte! —le solté con fastidio—. Hay miles de tíos aquí... si no lo vas a hacer me busco a otro —le contesté decidida a marcharme y hacer justamente lo que le estaba diciendo.

Él se puso serio de repente.

—De eso nada —dijo de malas maneras—. Quiero perderte de vista lo antes posible, así que ven —me ordenó tirando de mí hasta la parte delantera del coche. Desde allí nadie de los que estaban en aquella fiesta podría vernos y lo agradecí. Me senté en el capó de un salto; Nicholas, mientras tanto, recorría con su mirada mis piernas hasta posarse en mis ojos.

—Tienes que estar realmente enfadada para hacer esto —comentó sacando el iPhone y poniendo la cámara.

—Y tú realmente desesperado por perderme de vista —contraataqué yo mirándolo sin ningún tipo de nerviosismo. Era verdad que apenas podía soportarlo. No lo aguantaba, es más, lo despreciaba y por ese mismo motivo también me alegraba saber que lo estaba utilizando para mi beneficio.

No me contestó, simplemente puso una de sus manos en una de mis rodillas y la otra en la otra. Me abrió las piernas y se colocó entre ellas. Sus manos fueron subiendo por mis muslos, una sosteniendo el teléfono, la otra acariciando mi piel desnuda. En contra de lo que mi mente pensara o quisiera, su contacto causó cierto efecto en mi cuerpo.

—Hazlo de una vez —le corté y sus ojos brillaron molestos al mismo tiempo que su mano izquierda me cogía fuertemente por la nuca y sus la- bios se estampaban contra los míos de forma brusca.

No pude evitar sentir un cosquilleo en el estómago. Sus labios eran suaves a la vez que su barbilla pinchaba por la incipiente barba. Me besó cabreado, como si estuviera haciéndome pagar todas las discusiones que habíamos tenido desde que nos habíamos conocido. Y entonces comprendí que no nos estaba haciendo la foto.

Le empujé con todas mis fuerzas y él se apartó unos centímetros.

—¿Qué tal si haces la foto? —le sugerí observándolo. Nunca lo había tenido tan cerca y pude ver lo claros que eran sus ojos y lo largas que eran sus pestañas: era realmente guapo... ¡Dios, más que eso!: conseguía que me temblaran las piernas a pesar de que en el fondo lo despreciara.

—¿Qué tal si abres la boca para otra cosa que no sea decir gilipolleces y así podemos acabar con esto? —replicó y noté cómo todo mi cuerpo se estremecía.

Levantó el teléfono a la altura de nuestras cabezas.

Lo observé al tiempo que me humedecía los labios de forma involuntaria.

Entonces me atrajo hacia él. Me besó y noté el clic de la cámara de fotos. Me metió la lengua en la boca y acarició la mía causándome un revoloteo de mariposas en el estómago. Sin ninguna razón aparente nuestros la- bios siguieron moviéndose al unísono.

Me gustaba estar sintiendo lo que sentía en aquel instante. Todo mi cuerpo ardía por la pasión del momento y en el fondo de mi alma supe que me estaba vengando de verdad. Estaba disfrutando de aquel beso... ¡Que le dieran a mi exnovio!

Noté sus manos en mis piernas otra vez. Aquello era lujuria pura y dura. Nada más. Y también odio. Nos odiábamos, no podíamos vernos y estaba bien utilizarnos mutuamente para aquello.

Levanté mis manos y las enredé en su pelo oscuro. ¡A la mierda la sensatez!

Sus manos acariciaron la parte baja de mis muslos, haciendo que me estremeciera y que partes innombrables de mi cuerpo ardieran de deseo. Entonces me mordió mi labio inferior, haciéndome temblar.

—No pares —le ordené cuando sus manos se movieron hasta mi cintura. Quería que siguiera, quería que me hiciera olvidar todo lo que sentía en aquel instante, zafarme de toda mi tristeza, de todos mis demonios. Quería utilizar- le para ello, quería usarlo como algunos chicos usaban a las chicas, quería...

Y entonces se apartó.
Abrí los ojos con sorpresa. ¿Por qué paraba?
—Ya tienes tu foto —me dijo posando el teléfono en mi mano.
Lo observé con la respiración entrecortada, molesta por que se hubiera

detenido, molesta por que para una cosa que estaba haciendo bien, la había fastidiado, molesta por que no lo soportaba y molesta por que odiaba todo lo que él, su padre y su maldita vida habían conseguido hacer con la mía.

—¿Y ya está? —le pregunté con fastidio. Notaba que mis mejillas ardían, y mi cuerpo anhelaba que él me siguiera tocando.

—Procura no volver a cruzarte esta noche conmigo —me advirtió observándome con verdadero desprecio.

¿Qué había ocurrido? ¿Qué acabábamos de hacer?

Lo observé mientras se alejaba caminando sintiendo una sensación extraña en el estómago. 

***


¡Queda activada la lectura conjunta de Culpa mía!

Todos los días hasta el 5 de junio se subirán DOS capítulos diarios.

Los LUNES comentaremos el libro en un directo en mi Instagram: @mercedesronn

El primer directo será el LUNES 22 a las 19:00 (Hora española).

¡Espero que disfrutéis de esta nueva relectura y refresquéis la historia para ver la película el 8 de junio en Prime video! :) 

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