Culpa mía © (1)

By MercedesRonn

69.7M 3M 1.4M

Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Dispo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Epílogo
Capítulo 51
Epílogo
Mensaje ;)
Mensaje 2.0
Los premios Wattys 2016
Sinopsis Culpa tuya
Prólogo Culpa tuya
Capítulo 1 Culpa tuya
#MyWattysChoice

Capítulo 9

1.5M 82K 55.5K
By MercedesRonn

NOAH

En cuanto Nick se fue me senté en mi cama para recuperar el aliento. «Carreras»... Dios mío ese sí que era mi punto débil. Había sido una de las pocas cosas que había heredado de mi padre y los pocos momentos que había disfrutado de su compañía. Recuerdo haber estado sentada en el suelo junto a sus pies mientras daban las competiciones de coches Nascar por la televisión... Mi padre había sido uno de los mejores pilotos de su época, hasta que todo se estropeó...

Podía ver la cara de mi madre cuando me prohibió terminantemente volver a tener algo que ver con los coches, las carreras y ese mundo. Con solo diez años ya sabía conducir casi a la perfección y cuando me crecieron las piernas lo suficiente para llegar a los pedales mi padre me dejó correr con él. Fue una de las experiencias más alucinantes de mi vida: aún puedo recordar la euforia de la velocidad, la arena pegándose a los cristales y entrando en el coche, el chirrido de las ruedas... Pero, sobre todo, la tranquilidad mental que me generaba. Correr hacía que todo lo demás no me im- portara; solo estábamos el coche y yo: nadie más.

Pero eso era agua pasada... mi madre me había prohibido terminante- mente volver a acercarme a un coche de carreras y fue algo que simplemente tuve que aceptar por mucho que lo echara de menos.

Con un suspiro me incorporé y cogí mi teléfono, que no dejaba de vibrar. Mis amigos no parecían echarme de menos. Aquella noche iban a otra fiesta y ni siquiera se habían dado cuenta de que yo seguía en el grupo de chat, donde podía leer todos los detalles sobre la bebida, la gente y lo que se iban a meter todos aquella noche.

Sentí un pinchazo de dolor y de irritación también. Dan aún no me había llamado; yo ansiaba escuchar su voz, hablar como hacíamos antes de que me marchara, horas y horas... ¿Por qué no me llamaba? ¿Se había olvidado de mí?

Con esos pensamientos salí de mi habitación para encontrarme con mi madre y Will en el vestíbulo. Él lucía un esmoquin y parecía un actor de Hollywood con su elegancia y aquel porte que, para mi desgracia, había heredado también su hijo. He de admitir que cuando había visto a Nick con aquel traje negro y la camisa blanca había tenido que contener las ganas de abrir los ojos de forma desmesurada y sacarle una foto. El tío estaba más que bueno, eso tenía que reconocerlo, pero ahí se acababa cualquier cosa positiva respecto a él... No obstante, me había sorprendido que estuviera metido en carreras de coches... Al fin y al cabo compartíamos algo más que nuestro tatuaje.

Mi madre estaba espectacular. Aquella noche acapararía todas las mira- das y con razón.

—Noah, estás preciosa —declaró mi madre con la cara resplandeciente, claro que ella era mi madre, siempre iba a estar preciosa a sus ojos.

Will me observó detenidamente y frunció el ceño. Me sentí incómoda al instante.

—¿Pasa algo? —pregunté sorprendida y molesta al mismo tiempo. No se iba a poner a decirme que me tapara, ¿no? Que lo pensara yo, tenía un pase, pero que me lo dijera él... No sé qué sería capaz de contestarle.

Él relajó el rostro.
—¡Qué va, estás guapísima...! —repuso y volvió a fruncir el ceño. —Espera, solo un retoque —dijo mi madre, rebuscando en su bolso y sacando un pequeño espray y rociándome con él los hombros desnudos y el escote—. Así brillarás todavía más.

Puse los ojos en blanco y me dejé hacer. Mi madre pensaba que todavía era una niña pequeña con trenzas, como bien había dicho Nicholas.

Salimos a la calle donde nos esperaba una flamante limusina. Abrí los ojos con sorpresa y hastío. Claro, ¿qué otro coche nos iba a esperar? No sé por qué me sorprendía, pero no terminaba de acostumbrarme a aquella vida de pijos.

Ellos se sirvieron copas de champán y, para sorpresa y alegría mía, me ofrecieron una copa, que vacié y rellené casi al instante sin que ellos se dieran cuenta. Si quería superar aquella noche iba a tener que tomarme varias copas como esas.

Nicholas se había ido por su cuenta y envidié la libertad que tenía de ir y hacer lo que le diera la gana. Iba a tener que buscarme un empleo pronto si pretendía comprarme un coche. No pensaba depender de nadie para poder moverme a mi antojo.

Saqué el móvil de mi pequeño bolso y observé que no tenía ninguna llamada perdida de Dan ni tampoco mensajes en el chat. Respiré hondo varias veces y me dije a mí misma que ya llamaría, que seguramente le había ocurrido algo a su teléfono o Dios sabe qué y que por eso no había podido marcar los dichosos números y hablar conmigo.

De ese humor tan genial estaba cuando llegamos a la entrada del hotel. Para mi sorpresa, muchos fotógrafos estaban apostados allí esperando para inmortalizar el momento en el que William Leister expandía su gran empresa y con ello su gran fortuna. Me sentía tan fuera de lugar que habría salido corriendo si aún no llevara puestos aquellos tacones de infarto.

—Nicholas tendría que estar ya aquí —comentó William en tono se- rio—. Sabe que la foto familiar se toma al inicio de la fiesta —agregó y por primera vez desde que lo conocía lo vi enfadado de verdad.

Nos quedamos esperando por lo menos diez minutos dentro de la limusina, mientras la gente gritaba que saliéramos para poder hacernos fotos. Era ridículo que estuviéramos allí metidos, aunque supuse que a la gente millonaria le importaba un comino hacer esperar a cientos de fotógrafos e invitados para poder sacar una maldita foto.

Entonces se escuchó un auténtico alboroto. Los fotógrafos movieron sus cámaras y comenzaron a gritar el nombre de mi hermanastro.

—¡Ya está aquí! —exclamó William entre aliviado e irritado—.Vamos, cariño —le dijo a mi madre mientras nos abrían la puerta.

En cuanto bajé del coche pude ver cómo todas las cámaras cegaban prácticamente a Nick y a su acompañante. Era como si fueran famosos de la tele y lo parecían la verdad.

¿Cómo era posible que tanta gente supiera su nombre?

Nuestros ojos se encontraron. Yo lo observé con indiferencia, aunque volví a maravillarme por su aspecto; en cambio, él me fulminó con sus ojos claros y se volvió hacia su novia, amiga, amante o lo que fuera. Le dio un beso en los labios, y las cámaras se volvieron locas.

En cuanto se separaron las cámaras comenzaron a gritar y a pedir más fotos.

—Anna, ¿cómo estás? —saludó Will a la amiga de Nicholas al tiempo que fulminaba a su hijo con la mirada—. Si no te importa, tenemos que hacernos unas fotos familiares, pero estaremos contigo dentro de unos minutos. —Will la echó muy educadamente.

Anna me observó detenidamente unos instantes; estaba claro que aquella chica me detestaba y seguramente era por las cosas horribles que le habría contado Nicholas sobre mí. Porque yo aún no había tenido el placer de conocerla.

Ignorándola, me acerqué a mi madre para que nos hicieran la maldita foto de una vez. Nos colocaron detrás de un photocall, con anuncios de Dios sabe qué y los flashes me cegaron momentáneamente.

Cuando mi madre se casó con uno de los mejores y más importantes empresarios y abogados de Estados Unidos no me sorprendió que me con- tara que de vez en cuando salía en los periódicos o en las revistas, pero aquello era una completa locura. Leister Enterprises se leía por todas partes e incluso llegué a ver a más de una persona famosa de verdad. Estaba alucinando del todo hasta que creí ver a Johana Mavis en una esquina, ataviada con un vestido chulísimo.

—Dime que la que está ahí no es mi escritora preferida —dije cogiendo a quien estaba junto a mí pensando que era mi madre. Mis manos dieron con un antebrazo demasiado duro para ser de ella.

—¿Quieres que te la presente? —me contestó Nicholas haciéndome 92

desviar la mirada hacia él. Le solté el brazo de inmediato al mismo tiempo que abría los ojos con incredulidad.

—¿La conoces? —le pregunté sin podérmelo creer.

—Sí —asintió como si nada—. Los bufetes de mi padre llevan muchos casos de los famosos de Hollywood; desde que era un crío he conocido a más estrellas que cualquier persona que viva en Los Ángeles. Los famosos les toman cariño a los abogados que los salvan de la cárcel en contadas ocasiones.

Cogí una copa de champán de un camarero que pasó por delante de nosotros con un nerviosismo renovado en la boca del estómago.

—¿Y tu novia? —indagué para distraerme—. No la habrás dejado sola después de aquella demostración de amor en público, ¿verdad?

Él frunció el ceño y sus ojos brillaron enfadados.

—¿Quieres que te la presente o no? —me preguntó cabreado y con dureza al mismo tiempo.

—No hace falta ni que preguntes, claro que quiero, soy fan de Johana desde que tengo uso de razón, ha escrito los mejores libros de la historia —le dije, divertida por su actitud. ¡Vaya manera de hacerle un favor a alguien!

—Ven y no te pongas a chillar como una posesa, por favor.

Le fulminé con la mirada mientras nos acercábamos hacia ella. Ay, Dios mío... La cara de Johana se transformó en una gran sonrisa cuando Nick se le acercó para saludarla.

—¡Nick, estás genial! —exclamó dándole un abrazo. Si ya estaba flipan- do ahora estaba que me caía de culo.

—Gracias, tú estás increíble, como siempre. ¿Has visto ya a mi padre? —le preguntó mientras yo analizaba cada uno de sus movimientos y me los grababa en la memoria. Lo que daría por tener una cámara de fotos en aquel momento.

—Sí, y le he dado la enhorabuena —respondió riendo—. Nos hacen falta más abogados como él...

Después de esa breve conversación Nicholas se volvió hacia mí. 

—Johana, te presento a tu mayor fan: mi hermanastra Noah, aunque puedes llamarla Pecas —le dijo riéndose de mí, pero me dio exactamente igual, la verdad.

Ella me sonrió con ganas y yo solté lo primero que se me pasó por la cabeza.

—Eres increíble, amo tus libros —declaré con voz temblorosa. Genial, tantos años ensayando mentalmente frases para decirle y ahora solo se me ocurría la típica frase de fan estándar.

A mi lado Nicholas intentó no reírse de mí, aunque pude ver la risa en sus ojos.

—Gracias —contestó y entonces me dio un abrazo... un ABRAZO, ¡¡a mí!!

—¿Quieres una foto? —me preguntó cogiéndome para que me pusiera a su lado.

—¡Ay, Dios...! Pero no tengo cámara —admití mirando a Nicholas con horror.

Él se rio de mí.
—Por Dios, Noah, ¿para qué están los móviles?
Sonreí y me di cuenta de lo ida que estaba.
Ella me pasó un brazo por los hombros. Nick apuntó con su iPhone y el mejor momento de mi vida quedó inmortalizado.

—Muchas gracias —le dije alucinada mientras me volvía para observarla una vez más.

—De nada, guapa —me respondió, sonrió y luego se marchó con su acompañante.

—Me debes una muy grande, hermanita —me advirtió Nick mientras

se guardaba el teléfono en el bolsillo y se inclinaba para seguir hablándome al oído—: Una como seguir manteniendo la boca cerrada.

Sentí un escalofrío recorrerme la espina dorsal cuando noté su aliento sobre mi cuello. Me daba igual en qué estuviese metido, no podía dejar de sonreír...

Hasta que mi móvil vibró. Abrí el mensaje pensando que sería la foto con Johana y entonces todo se vino abajo.

Mi corazón se paralizó... mis manos comenzaron a temblar y sentí un fuer- te calor recorrerme la columna. Aquello no podía ser cierto.

Me habían mandado una foto, sí... una foto de Dan enrollándose con una chica, con una chica que yo conocía más que a mí misma.

—No me lo puedo creer... —susurré con dolor. Sentí aquel nudo en la garganta, aquel que indicaba que si pudiera ahora mismo estaría derraman- do todas las lágrimas que llevaba guardando años dentro de mí.

—¿Qué pasa? —me preguntaron entonces. Me percaté de que Nick seguía a mi lado y de que seguramente había visto la foto en la pantalla de mi teléfono.

Sentí cómo se me aceleraba la respiración, la traición, el dolor, el enga- ño... Necesitaba salir de allí.

Le estampé el teléfono en el pecho y salí por la puerta que había en una esquina del salón... Necesitaba aire fresco, necesitaba estar sola...

¿Cómo podía hacerme esto? ¿Cómo podía ella? Me sentía como la persona más estúpida y humillada del planeta... Era mi mejor amiga. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué se le pasaba por la cabeza?

Entré en los lavabos del hotel y me acerqué hasta el espejo. Me apoyé en la encimera y bajé la cabeza, mirándome los pies.

«Tranquila... tranquila... no te derrumbes, no ahora, no llores, no se lo merece...»

Levanté la cabeza y miré mi reflejo. ¿Qué me dolía más? ¿Que el primer chico al que quería me hubiese engañado o que la chica con la que lo había hecho fuera mi mejor amiga?

«Beth... ¡Beth!»

Quería gritarle a alguien, quería pegarle a algo, necesitaba descargar toda aquella rabia acumulada, necesitaba hacer algo porque, si no, estallaría en mil pedazos... Justo cuando todo mi mundo se estaba desmoronando poco a poco, cuando estaba completamente sola en una ciudad nueva, sin amigos, sin nadie que me conociera, sin nadie a quien le importara...

«Cabrón, hijo de...», respiré hondo varias veces intentando calmarme. Se iba a enterar de lo que era capaz de hacer.

Cuando me hube tranquilizado volví a la sala donde todos estaban comiendo canapés y hablando alegremente de cosas sin importancia. No se daban cuenta del dolor que sentía en ese instante, de las ganas terribles que tenía de gritarles a todas aquellas personas superficiales que no tenían ni idea de lo que era sufrir de verdad, de las ganas terribles de pegarle un empujón a todas aquellas copas de champán.

«Champán... buena idea.» Me fui directa hacia la barra.

Un chico de aspecto mexicano, encargado de servir cócteles, se me acercó mientras se limpiaba las manos en un trapo húmedo.

—¿Qué le pongo, señora? —me preguntó y aquello me hizo poner los ojos en blanco y soltar una carcajada sarcástica.

—Por favor, tengo diecisiete años y tú más de lo mismo, no me hables como si fuera una de estas pijas estiradas —le contesté cortante. Para mi sorpresa soltó una carcajada alegre.

—Para decir eso pareces muy integrada —repuso mirando hacia los multimillonarios que se divertían a mis espaldas.

—Por favor, ni siquiera insinúes que me parezco a ellos —repliqué cortante—. Si estoy aquí es porque la insensata y loca de mi madre ha decidido casarse con William Leister, no porque sea mi lugar preferido en el mundo —agregué y, acto seguido, me bebí la copa de champán de un solo trago; se la devolví al camarero para que me la rellenara.

—Espera un momento... —dijo mirando hacia atrás y luego clavando sus ojos en los míos—. ¿Eres la hermanastra de Nick? —me preguntó alucinando.

«Oh, por Dios, otro amiguito de ese capullo no, por favor.»

—La misma —contesté esperando impaciente a que me sirviera y así poder sumirme en mi miseria.

—Te compadezco —confesó entonces, rellenando mi copa por fin. Mi humor pareció variar a mejor. Cualquiera que odiara a Nick entraba directamente en mi lista de gente preferida en el mundo.

—¿De qué lo conoces, aparte de su indudable fama de capullo y prepotente? —inquirí mirándolo con curiosidad.

—No creo que quieras saberlo —respondió volviendo a rellenarme la copa, esta vez sin necesidad de pedírselo.

A ese paso iba a emborracharme antes de que fuera medianoche.

—Si te refieres a las carreras, ya lo sé —le expuse y entonces me di cuenta de las muchísimas ganas que tenía de ir allí. ¿Iba a quedarme sentada en esa sala rodeada de gente que no conocía pero que odiaba con todas mis fuerzas? ¿Iba a dejar de hacer lo que más me gustaba porque mi madre me lo hubiese pedido? ¿Acaso ella me había preguntado cuando decidió tirar nuestras vidas por la borda? Si no me hubiera marchado, seguramente aún tendría novio y mejor amiga... o a lo mejor eso había sido lo que me había hecho falta para descubrir la verdad.

—Voy a ir a esas carreras y tú me vas a llevar —le dije y sentí aquel cosquilleo en el cuerpo, aquel que me indicaba que estaba haciendo algo malo, aquel que era liberador y arriesgado, aquel que me decía que no iba a ser la chica buena que todo el mundo esperaba que fuera.

Aquella noche iba a hacer lo que me diera la gana y si de paso me vengaba de aquella traición, mejor que mejor. 

***

¡Queda activada la lectura conjunta de Culpa mía!

Todos los días hasta el 5 de junio se subirán DOS capítulos diarios.

Los LUNES comentaremos el libro en un directo en mi Instagram: @mercedesronn

El primer directo será el LUNES 22 a las 19:00 (Hora española).

¡Espero que disfrutéis de esta nueva relectura y refresquéis la historia para ver la película el 8 de junio en Prime video! :)

Continue Reading

You'll Also Like

33.3K 3.8K 32
El rubio no sabía como hacer que los demás se dieran cuenta,no era muy inocente ni ciego,¡la estaba rechazando!
1.5K 1.1K 21
Todos tenemos una historia que contar, esta es la mía. Entre tantas historias a nuestro alrededor quizás nos olvidamos de que nosotros somos protagon...
1.5M 112K 83
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
2.8K 430 5
𝐃𝐈𝐀𝐌𝐎𝐍𝐃 | ❝ Y que la suerte este siempre de su lado... ❞ En donde Danielle Wilton es el Diamente del Capitolio... todos han podido tener su cu...