No Soy Esa Chica

By Isabella-Cardenas

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[LIBRO UNO DE LA DUOLOGÍA "SOY"] Para Carla Lee, enamorarse es una gran ilusión. Sueña con tener una de esas... More

CARTA DE LA AUTORA
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDOS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO DOS

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By Isabella-Cardenas

Carla 

El día de la cena ha llegado y me encuentro buscando un lindo vestido en una de las tiendas del centro comercial.

La familia de Lara es una familia adinerada y sus celebraciones siempre son elegantes.

A diferencia de la familia de ella, mi papá y yo no poseemos mucho dinero, pero si el necesario como para cubrir los gastos de la escuela, la casa y también darme gustos de vez en cuando.

Tiempo después, entro a una tienda que me llama la atención, nombrada Glamour Femminilie, y la señora de la caja me recibe con una amable sonrisa.

—Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarte?

—Hola —me muestro amigable, al igual que ella—. Estoy buscando un vestido un poco elegante.

—Por supuesto, ¿Cuál es la ocasión? —cuestiona con cortesía.

—Es una cena —ella me regala una sonrisa de oreja a oreja.

—Bien, ya te mando a un asesor para que pueda ayudarte. Si gustas, puedes pasarte por la tienda y mirar si algún diseño te llama la atención.

—Muchas gracias.

Asiento con mi cabeza y mientras espero a el asesor me paso por la tienda mirando algunos vestidos, como me propuso la señora que atiende la caja. Todos los diseños están muy lindos y elijo un par para llevármelos al vestidor y medírmelos después.

Justo cuando estaba mirando un vestido dorado muy hermoso, de repente, escucho una voz detrás de mí.

—Me parece que el dorado es un color un poco fuerte para una cena, te vendría mejor un vestido lila o azul pastel, ¿No crees? —me doy vuelta para mirarlo.

—¿Eres el asesor? —pregunto.

—Exactamente —me dice, señalándome la placa que está al lado izquierdo de la camisa manga larga negra de su uniforme, que dice claramente: asesor.

Es un chico alto, de ojos grises, cabello ondulado y de un negro oscuro muy lindo.

—¿Quieres que te muestre algunos diseños o te conformarás con los que tienes en la mano?

—Me gustaría ver otros diseños, gracias.

—Sígueme.

Hace un gesto con su mano, y obedezco, siguiéndolo a través de la tienda.

Llegamos a un pasillo en donde tienen muchos vestidos de tela muy liviana, colores suaves y que se ven cómodos, ideales para la cena de hoy.

—Aquí puedes encontrar vestidos perfectos para tu ocasión, como este —dice, extendiendo un hermoso vestido de color lila frente a mí.

—Es hermoso. 

—¿Quieres probártelo?

—Por supuesto —acepto, entusiasmada. Tomo el vestido y me encamino a los vestidores.

Cuando termino de ponérmelo, salgo del vestidor para poderme ver en un espejo de cuerpo completo. El vestido es muy bonito, pero no de mi estilo.

No muy conforme con el, decido probarme los otros que había elegido anteriormente como posibles opciones y mirar si alguno me convence. Por alguna razón, quiero verme bien esta noche, y no quiero presentarme con un vestido cualquiera o con el que me sienta incómoda. Siempre que compro ropa, lo primero que hago es verificar si de verdad me gusta y me siento cómoda con lo que me voy a llevar, porque si no es así ¿Entonces para qué la compro?

Al final, no me decido por ninguno de los que me probé. Tomo los vestidos y busco al asesor para devolvérselos y seguir mirando otras opciones. Esta tienda tiene variedad de diseños perfectos y estoy segura de que encontraré el ideal.

—¿Cómo te fue? —me pregunta, pero noto un tono extraño en su voz; esta apagada, como si algo malo le hubiera pasado. Esta totalmente distinto a como se encontraba unos segundos atrás.

—No muy bien, en realidad —confieso, cautelosa—. Los vestidos no terminan de convencerme.

—Ya veo —dice secamente, y me hace un gesto con las manos para que se los entregue. Eso es justo lo que hago—. ¿Seguirás buscando?

—Esa es la idea... —hago un leve encogimiento de hombros—. Necesito un vestido para esta noche, ninguno de los que me he probado me ha parecido el ideal.

Por extrañas e inexplicables razones, eso pareció irritarlo. 

—Si ningún vestido de esta tienda te convence ¿Por qué sigues aquí?, si nada te gusta, simplemente puedes irte a otro almacén —me lo dice con un tono de brusquedad en su voz, lo que me obliga a abrir mis ojos de par en par, impactada por tal comportamiento.

—¿Disculpa? —digo un poco confundida a la vez que ofendida. ¿Por qué me está hablando así?

—Ya me has oído —me responde de forma grosera.

—¿Crees que esa es la forma de hablarle a un cliente? —le recrimino. No sé qué le pasó, pero no tiene el derecho de hablarme así, ni a mí, ni a nadie.

—Mira, solo te estoy diciendo que si no te gusta nada de aquí, simplemente puedes irte a otra tienda, y si me disculpas, hay otras personas que si quieren comprar y están esperando a ser atendidas. 

Y con eso se va.

¿¡Pero qué le pasa!? 

No comprendo su actitud. 

Cuando llegué, estaba dispuesto a atenderme, y ahora se ha comportado de forma grosera conmigo. Si algo malo le pasó, bien, lo comprendo, pero ¿¡Por qué se tiene que desquitar de sus problemas con otras personas!? ¡Personas como yo que ni siquiera conoce!

Decido mejor salir de la tienda e ir a otra en búsqueda del vestido antes de que sea muy tarde. 

Él tiene suerte de que no me gusten los problemas, de lo contrario, lo habría reportado con su jefe.

*

Cuando llegué a casa, subí las escaleras con pasos acelerados para llegar al segundo piso y poder ir a mi habitación. Ya se estaba haciendo tarde, tenía que arreglarme y darme prisa, Lara había quedado de recogerme a las siete y ya eran más de las seis.

Al final, me decidí por comprarme un vestido de color vinotinto de tiras. El vestido me llega a la altura de las rodillas. Me lo pongo y decido pasar a arreglar el desastre de cabello que traigo. Mi cabello es muy común, es café y algo ondulado. No sé muy bien que peinado hacerme, así que, opté por lo más fácil y decidí alisarlo.

No me gusta el maquillaje y no sé mucho de el, normalmente solo utilizo pestañita y algún brillo labial, pero cuando es una ocasión especial, como la cena de hoy, a parte de utilizar pestañita y brillo labial, también me aplico un poco de sombra en mis parpados y polvo compacto en mi rostro.

Para finalizar, me pongo unos tacones de color piel y organizo los últimos detalles, como mis aretes y una pulsera que me regaló mi mamá cuando cumplí dieciséis años. Esa pulsera es el objeto más valioso que tengo, cada vez que la traigo puesta, siento como si de algún modo, ella estuviera aquí, conmigo.

Miro la hora en mi celular y ya son las seis y cincuenta, Lara no debe de tardar en llegar, así que decido bajar y esperarla en la sala.

Cuanto llego, me encuentro a mi padre sentado en el mueble viendo un partido de fútbol, pero cuando me ve, inmediatamente apaga el televisor y se dirige hacia mí con una gran sonrisa.

—Estás hermosa.

—Gracias, Papá.

A pesar de que mi padre suele preocuparse mucho por mis estudios, él me da ciertas libertades, siempre y cuando le diga a dónde voy y con quién.

—Ya sabes, nada de alcohol y tu toque de queda empieza a las once —me recuerda.

—Lo sé, papá, además, solo voy a una cena —le digo, y en ese instante, la bocina de un auto me avisa que Lara ya llegó—. Esa es mi señal. Ya me voy, adiós.

—Cuídate —se despide mi padre.

Al abrir la puerta, veo el vehículo de Lara estacionado al frente de mi casa. Salgo, e inmediatamente me dirijo en dirección a su auto, algo emocionada. Abro la puerta del copiloto y me subo en el.

—¡Holaa! —la saludo con más entusiasmo de lo normal.

El rostro de Lara muestra perplejidad absoluta al detallarme. Sus ojos viajan de arriba a abajo, sin querer perderse ni un detalle.

—Diablos, que hermosa estás —no deja de analizarme—. Déjame decirte, amiga mía, que mereces ir a la cárcel por exceso de belleza. Deberías de regalarme un poco.

La observo, abrochando el cinturón, divertida.

—Creerme, no la necesitas —y es verdad, ella está divina. Lleva un vestido largo azul y tiene su hermoso cabello rubio recogido en una coleta alta, muy elegante.

Sus labios se curvan en una inmensa sonrisa. Empezando a conducir, contenta. 

El silencio se prolonga por un momento, pero no tarda en ser interrumpido.

—Estamos muy bonitas como para que la noche termine en caos —comenta de repente—. Espero que mi hermano no haga una de sus locuras.

—¿Por qué lo dices? —la duda llena todo mi interior.

—Ya lo verás.

Trato de no darle mucho peso a sus palabras, sin embargo, mi mente no deja de maquinar preguntas que anhela sean respondidas ahora.

El camino fue un poco inquieto por las incesantes incógnitas en mi cabeza, pero eso no significa que no haya sido gratificante y muy amañador, como suele ser siempre que estoy con mi amiga. Minutos después, cuando llegamos a la casa de Lara, ella estaciona el vehículo, nos bajamos de el, encaminándonos a la entrada, y una vez frente a esta, su mamá nos recibe con una gran sonrisa, como siempre lo hace.

La casa de ellos es mucho más grande que la mía, es blanca, de dos pisos y tiene un patio muy grande e increíblemente hermoso.

—¡Carla, estás hermosa! —sonrío de inmediato.

—Muchas gracias, señora Cooper —le respondo amablemente. La señora Cooper es una persona muy amigable.

—Ya te dije que dejes de llamarme señora Cooper —me refuta en el umbral de la puerta, negando seguidamente con su cabeza—. Llámame Nessa.

—Claro, Nessa —me corrijo, y ella parece satisfecha.

Conozco a la mamá de Lara desde hace tiempo. Su hija es mi mejor amiga, ella y yo lo somos desde jóvenes. Ambas hemos estudiado en el mismo colegio hace ya bastantes años, pero, aun así, todavía me parece un poco extraño llamar a la señora Cooper por su nombre, siempre he estado acostumbrada a llamarla por su apellido, como muestra de educación.

—Así está mejor. Pasen, pueden esperar en el comedor, o si prefieren, pueden dar una vuelta por la casa mientras mi hijo sale.

—Está bien, muchas gracias —le sonrío. 

Después de eso, entramos a la casa y la mamá de Lara cierra la puerta para seguidamente dirigirse a la cocina a comprobar que todo para la cena esté listo, dejándonos a Lara y a mi solas en el corredor.

Lara voltea a verme, sus ojos se expresan significativos.

—En definitiva, no esperaremos en el comedor —aclara Lara—. Sugiero subir a mi habitación antes de que nos muramos de aburrimiento.

Su comentario me hace soltar una leve risa.

—Ponle un poco de ánimo a la noche, Lara —ella me recrimina con la mirada—. ¿Qué tan malo puede ser?

—¿Del uno al diez? —se toma el mentón, haciéndose la pensativa—. Yo digo que mil.

Niego con mi cabeza, sonriente, sin creerme que hable en serio.

En verdad, dudo que sea tan malo, y empiezo a creer que Lara tiene muy poca fe.

—Mejor subamos de una vez —me incita—. Todavía falta para la cena y no planeo quedarme aquí, expuesta a que mi hermano me vea.

Asiento, siguiéndola.

Para ser sincera, no la comprendo. Debería de estar contenta con la llegada de su hermano ya que hace bastante tiempo no lo ve, pero no es así, y si ella no se siente cómoda y quiere estar retirada de todos, pues la ayudaré, al fin y al cabo, ella siempre está para mí.

Lara me toma del brazo y me conduce por unos pasillos que nos lleva a unas escaleras que ya conocía, pues ya había venido antes. Subimos y entramos a su habitación, que es la segunda puerta a la izquierda.

—¡Vaya! —le digo, sorprendida una vez entro, ya que, lo que presencio es sumamente extraño—. ¡Tienes todo ordenado!

—¿Por qué te sorprende? Siempre tengo mi cuarto ordenado —miente, adentrándose a la habitación.

—¡Sí! ¡Claro! —digo con un tono de sarcasmo en mi voz.

En todas las veces que he venido a la casa de Lara, nuca, pero nunca, había visto su cuarto ordenado. Esto no suele pasar.

—Mi mamá quiere que mantenga mi habitación ordenada por mi hermano —dice, explicándose—. La casa debe de estar impecable cuando tenemos visitas, y más si es él.

—Ya veo... 

El silencio se prolonga un rato en la habitación, y sin mucho que hacer, tomamos asiento en la cama, una al lado de la otra, cada quien viendo el entorno con la mente perdida en todo.

Lara se incorpora para poder mirarme, y posteriormente, hablarme.

—Estoy aburrida y tengo hambre —me dice—. Voy a buscar algo para comer mientras esperamos a que empiece la cena.

—Está bien —concuerdo con ella—. Me traes algo.

Lara asiente y sale de la habitación en búsqueda de comida, lo cual es un poco irónico porque pronto cenaremos, pero qué se le puede hacer, son momentos desesperados.

Pasan unos veinte minutos, Lara todavía no llega y empiezo a aburrirme, así que, decido salir a dar una vuelta. Tal vez me la encuentre en el camino.

Mientras voy dando un paseo por la casa, no veo a Lara por ningún lado, por lo que me aburro aún más y me dispongo a salir al patio para tomar un poco de aire fresco.

El patio de Lara es muy grande y hermoso, todo está repleto de arbustos y flores, incluso tiene un camino que te guía al invernadero.

Voy caminando tranquilamente en dirección a este, cuando de repente, veo una silueta a lo lejos, la cual me llama demasiado la atención, y a la vez, me da algo de miedo y nervios.

Me paro en seco por un momento y mi mente está debatiendo entre dos opciones: salir de ahí... O seguir adelante.

No pasa mucho tiempo cuando me voy por la segunda opción y mis pies empiezan a caminar hacia la silueta sin autocontrol. A medida que voy avanzando, me doy cuenta de que es la silueta de un chico. Cuando estoy lo suficiente cerca, él nota mi presencia y se da media vuelta.

Su rostro me parece muy familiar, pero no logro reconocerlo del todo. Segundos después, mi mente arma cabos y entonces... Caigo en cuenta.

—¿Eres el asesor?


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