Culpa mía © (1)

By MercedesRonn

69.4M 3M 1.4M

Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Dispo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Epílogo
Capítulo 51
Epílogo
Mensaje ;)
Mensaje 2.0
Los premios Wattys 2016
Sinopsis Culpa tuya
Prólogo Culpa tuya
Capítulo 1 Culpa tuya
#MyWattysChoice

Capítulo 6

1.4M 87K 56.1K
By MercedesRonn

NICK


—¿Qué coño le has echado? —le pregunté al imbécil que tenía cogido por la camiseta.

El muy idiota me miraba completamente aterrorizado.

—¡Contéstame! —le chillé maldiciendo el día en que había conocido a mi hermanastra, y también maldiciendo al gilipollas de Zack Rogers por haberla traído a una fiesta como esta.

—¡Joder, tío! —dijo con los ojos abiertos como platos—. Burundanga —admitió cuando lo estampé contra la pared.


Coño... esa era la droga que utilizaban los capullos para poder violar a una tía. Era incolora e indolora y por eso resultaba tan fácil meterla en la bebida sin que te dieras ni cuenta.


El solo hecho de pensar en lo que podría haber pasado me nubló la mente y no me pude controlar. ¿Qué clase de imbécil era capaz de hacerle eso a una chica? Cuando acabara con aquel tipo no le iban a reconocer ni con el carnet de identidad. Aquella noche iba a terminar con los puños hechos una mierda.


Le golpeé tantas veces que perdí la cuenta.


—¡Nicholas, para! —gritaba una voz a mis espaldas. Detuve el puño antes de volver a estamparlo contra la cara de aquel hijo de puta.


—Vuelve a traer esa mierda a una de mis fiestas y lo que te he hecho hoy te parecerá una caricia en comparación —le amenacé cerciorándome de que escuchaba cada una de mis palabras—. ¿Me has oído?


El muy gilipollas se fue tambaleando y sangrando lo más lejos posible de mí.


Me volví y me encontré con una Noah completamente aterrorizada.


Algo se movió en mi interior cuando vi aquella expresión en ella. Mal- dita sea, por muy poco que la soportara y por muchas ganas de matarla que tuviera, nadie se merecía que lo drogaran sin consentimiento. La expresión de terror en su cara demostraba que aquella noche Noah había traspasado su límite.


Me aproximé hacia ella observándola con detenimiento y procurando aminorar un poco mi cabreo. Cuando estuve lo suficientemente cerca, ella reculó unos pasos, se me quedó mirando boquiabierta, asustada y temblorosa...


—¡Joder, Noah! No voy a hacerte daño, ¿vale? —le dije sintiéndome como un delincuente cuando en realidad yo no le había hecho absoluta- mente nada.


Cuando la dejé tirada, supuse que simplemente llamaría a su madre y que se iría con nuestros padres a casa. No se me ocurrió que se subiría al coche del primer imbécil que parara y que vendría directamente a la fiesta menos apropiada para una chica como ella.


—¿Qué me habéis dado? —me preguntó tragando saliva y observándo- me como si fuese el mismísimo diablo.


Suspiré y miré hacia el techo mientras intentaba pensar con claridad. Mi padre me acababa de llamar para preguntarme dónde demonios estaba Noah. Su madre estaba preocupada, por lo que le respondí que la llamaría cuanto antes, que Noah se había venido conmigo a casa de Erik y que en esos momentos estaba mirando una película con su hermana.


Había sido una mentira del todo improvisada, pero mi padre no podía enterarse de lo que había ocurrido aquella noche, ni de dónde había estado. Ya me había salvado de suficientes situaciones difíciles como para que ahora se enterase de que todo seguía absolutamente igual. Bastante me había costado mantener mi vida privada en la sombra... No pensaba dejar que alguien como Noah lo estropease.


En menos de un día había conseguido tocarme las narices más que cualquier otra mujer que hubiera tenido el placer de conocer.


—¿Te encuentras bien? —dije ignorando su pregunta.


—Quiero matarte —me contestó y cuando bajé la mirada pude ver que sus párpados habían comenzado a pesarle. Mierda, tenía que ponerla al teléfono con su madre antes de que la situación empeorase.


—Ya bueno... mejor en otro momento —repuse cogiéndola del brazo—. Estarás bien —intenté calmarla.


En cuanto llegamos hasta mi coche, abrí la puerta del conductor y esperé a que se sentara.


Entonces saqué el móvil.


—Tienes que decirle a tu madre que estás bien y que no te espere levantada —le pedí mientras buscaba a mi padre en la agenda—. Dile que estamos viendo una película en casa de unos amigos míos.


—Que te den —me soltó echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos con fuerza.


Me acerqué a ella y le cogí el rostro con una sola mano. Abrió los ojos y me miró con tanto odio que no pude evitar sentir ganas de darle una patada a algo sólido y romperlo en mil pedazos.


—Llama o esto va a ponerse feo de verdad —le exigí, pensando en cómo se pondría mi padre si se enteraba de lo que había ocurrido aquella noche. Y ni qué decir tiene la madre de Noah.


—¿Qué vas a hacerme? —me dijo mirándome con las pupilas cada vez más dilatadas—. ¿Dejarme tirada para que alguien me viole? —me preguntó con segundas—. Espera... eso ya lo has hecho —agregó con ironía.


Vale, me lo merecía pero no teníamos tiempo para eso.


—Estoy marcando, más te vale decirle lo que te he dicho —le advertí al mismo tiempo que le ponía el teléfono en la oreja.


Unos segundos después se escuchó la voz de Raffaella: al otro lado de la línea.


—Noah, ¿estás bien?
Ella me miró antes de responder.


—Sí —contestó para mi gran alivio—, estamos viendo una película... llegaremos... un poco tarde —siguió diciendo mientras su mirada se desviaba hacia el techo del coche.


—Me alegro de que hayas ido, cariño, ya verás como te gustan los amigos de Nick...


Miré hacia otro lado cuando escuché aquello.
—Seguro —afirmó Noah sin volver a mirarme.
—Nos vemos mañana, cielo, te quiero.
—Y yo, adiós —se despidió, y entonces le quité el teléfono y me lo guardé en el bolsillo.

Rodeé el coche y me senté en el asiento del conductor. Esperaríamos allí a ver qué tolerancia tenía Noah a las drogas.

Me volví hacia ella.
—Tengo calor —me dijo con los ojos cerrados y, en efecto, pude ver cómo el sudor empapaba su frente y su cuello.

—Se te pasará, no te preocupes —la tranquilicé deseando que mis palabras no me traicionaran.

—¿Qué efectos tiene esta droga? —me preguntó con voz pastosa. Dudé un momento antes de contestarle.
—Sudores... calor y frío a partes iguales... somnolencia... —le respondí deseando que esos fueran los únicos efectos que sufriera.

Si se ponía a vomitar o le entraba taquicardia iba a tener que llevarla al hospital y eso no podía acabar bien.

Sus mejillas estaban rojas y su pelo había comenzado a pegársele a la frente. Me fijé que tenía una gomilla en una de sus muñecas.

Me estiré sobre ella y se la quité. Lo mínimo que podía hacer era ayudarla a estar lo más cómoda posible.

—¿Qué haces? —me dijo y pude notar el miedo en su voz.
Respiré hondo intentando mantener mis emociones a raya. Nunca le


había hecho algo así a una mujer... y ver a Noah aterrorizada por si le hacía algo parecido me sentaba como una patada en los mismísimos.


Aquella cría me había agotado en cuestión de horas. 


—Ayudarte —le respondí mientras le recogía su larga melena multicolor en una cola improvisada en lo alto de la cabeza.


—Para eso tendrías que desaparecer —repuso arrastrando las palabras.


No pude evitar que aquello me hiciese gracia. Aquella chica tenía más agallas que cualquier otra que hubiese conocido. No se olía con quién se estaba metiendo, no sabía quién era, ni lo que era capaz de hacer... y, al fin y al cabo, era muy refrescante.


Me vino a la cabeza su imagen después de haberme pegado aquel puñetazo. Había sido del todo inesperado; es más, era el primer puñetazo que me daban en mucho tiempo...


Instintivamente le cogí la mano derecha y observé sus nudillos hincha- dos. Tenía que haberme atizado con todas sus fuerzas para que la mano le quedara así, y sentí cierta pena por ella. De repente me vi a mí mismo enseñándole a Noah a atizar un puñetazo como Dios manda.


La observé con cierta preocupación. Ahora que el cabello no le ocultaba el rostro me pude fijar en ciertos rasgos que no había podido apreciar aún. Tenía un bonito cuello y unos pómulos altos moteados por miles de pecas. Aquello me hizo sonreír por algún motivo inexplicable. Sus pestañas eran largas y creaban una sombra oscura sobre sus mejillas, pero lo que me llamó la atención y me hizo fijarme con más atención fue el pequeño tatuaje que tenía justo debajo de su oreja izquierda, en lo alto de su cuello.


Era un nudo del ocho...


Instintivamente mi mirada se dirigió hacia mi brazo, donde me había tatuado ese mismo nudo hacía ya tres años y medio. Era un nudo perfecto, uno de los que más resistencia tenían y por eso mismo había decidido tatuármelo. Significaba que si las cosas se entrelazaban bien, con cabeza, el resultado podía ser indestructible. No entendía cómo podía haberse tatuado aquel nudo, ni cualquier cosa en realidad, no pegaba con la imagen que había creado de ella en mi mente.


Con un dedo y con cuidado acaricié aquel tatuaje minúsculo en comparación con el mío y sentí cómo la piel se nos ponía a ambos de gallina.


Noah se movió inquieta en su inconsciencia y yo sentí algo en la boca de mi estómago, algo extraño y molesto.


Me volví hacia el volante y puse el coche en marcha, no sin antes ponerle el cinturón de seguridad. Mis ojos volvieron a posarse en su tatuaje por unos segundos. Respiré profundamente y me centré en la carretera. Por suerte no me había dado tiempo a beber más que un chupito y una cerveza, así que conduje con tranquilidad hasta mi casa.


Como siempre las luces de fuera estaban encendidas. Ya eran pasadas las dos de la madrugada y recé para que nuestros padres estuvieran en la cama. Noah estaba totalmente fuera de juego y no podía permitirme que mi padre nos descubriera.


Detuve el coche en mi plaza y me bajé intentando no hacer ruido. Con cuidado le quité el cinturón y la cogí en brazos. Estaba ardiendo, y me preocupó que la fiebre le subiera lo suficiente como para tener que alarmar- me de verdad.


—¿Dónde estamos? —me preguntó tan bajo que apenas la oí.


—En casa —le contesté para tranquilizarla al mismo tiempo que maniobraba para poder abrir la puerta con ella en brazos.


Dentro reinaba la oscuridad, a excepción de la luz proyectada por una pequeña lámpara que había encendida en una de las mesitas de la sala. Des- de que Raffaella se había mudado a casa, siempre tenía la manía de dejar una de esas dos luces encendida por la noche.


Me dirigí hacia las escaleras con Noah entre mis brazos y suspiré con alivio al llegar hasta su habitación. Dentro estaba todo completamente a oscuras. Los brazos de ella se tensaron en mi cuello y me sujetaron con más fuerza.


Me extrañó que siguiera consciente y me acerqué deprisa hasta su cama para poderla dejar y que estuviese más cómoda.


—No... —dijo con voz asustada.


—Tranquila —le dije a mi vez, asombrado de la fuerza con que se sujetaba a mí.




—No me dejes sola... tengo miedo —me pidió y pude notar pánico en su voz. Me extrañó su petición, ya que estaba seguro de que el causante de su miedo era yo; por eso no tenía lógica que quisiera quedarse conmigo.


—Noah, estás en tu habitación... —le comenté sentándome en su cama con ella en mi regazo.


Aquello era tan raro...
Entonces abrió los ojos y me miró aterrorizada.
—La luz... —me dijo con voz pastosa como si le estuviera costando la


misma vida pronunciar aquellas palabras.
La miré extrañada... no había ninguna luz encendida.
—Enciéndela —casi me rogó.
La observé unos segundos y pude ver que no estaba asustada por que yo


estuviera con ella en su habitación, ni por la droga ni porque apenas pudiera moverse... Estaba asustada por la oscuridad.


—¿Le tienes miedo a la oscuridad? —le pregunté al mismo tiempo que me inclinaba con ella aún encima de mí y encendía su lámpara de noche.


Su cuerpo se relajó al instante.


Fruncí el ceño preguntándome por qué esa chica parecía ser tan complicada. Me incorporé y la coloqué sobre las almohadas.


La observé unos instantes cerciorándome de que respiraba con normalidad. Así era y agradecí que Noah fuera una chica fuerte.


—Lárgate de mi habitación —me ordenó entonces y eso fue exacta- mente lo que hice.


Creo que fue lo más sensato que hice en toda la noche. 

***


¡Queda activada la lectura conjunta de Culpa mía!

Todos los días hasta el 5 de junio se subirán DOS capítulos diarios.

Los LUNES comentaremos el libro en un directo en mi Instagram: @mercedesronn

El primer directo será el LUNES 22 a las 19:00 (Hora española).

¡Espero que disfrutéis de esta nueva relectura y refresquéis la historia para ver la película el 8 de junio en Prime video! J

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