Los diarios de Jehane de Caba...

By katiealone

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«Había una vez una orden de caballeros que protegían a una dama. Había una vez una dama que se convirtió en i... More

Dedicatoria
Epígrafe
Los diarios
Sinopsis y personajes
1.- Secretos
2.- El día en que todo empezó
3.- Antoine, el que todo lo sabe
4.- Una visita interesante
5.- Los chicos de la orden
6.- Rumbo oriente
7.- Problemas en la escuela
8.- Actea
9.- Una buena pista
10.- El palacio de los espectros
11.- Novedades de terror
12.- Provenza
13.- La gente del futuro
14.- Primera profecía
15.- Más secretos
16.- Los herederos de Trencavel
17.- Visitantes inesperados
18.- Los años infelices
19.- Desesperación
20.- Falsa felicidad
21.- El niño de las profecías
22.- Años de olvido
23.- Todo tiene su tiempo
24.- El día de la verdad
25.- Ahora o nunca
26.- Tiempo de cambio
27.- La controladora
28.- La verdad inventada
29.- Promesa
30.- La ira de los dioses [Parte 1]
31.- Memorias [Final]
📜 Notas finales 📜
Epílogo
📚 Otras historias de la autora 📚

30.- La ira de los dioses [Parte 2]

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By katiealone

1 de julio de 1242

Casi no siento deseos de seguir escribiendo. Lo hago en secreto, porque en el castillo de Queribus nadie ve con buenos ojos esto. Los tiempos en que la orden instruía a mujeres murieron con mi madre, murieron hace mucho en realidad.

Cierto que ya no puedo escribir como antes, pero tampoco deseo hacerlo. Mi vida ya es bastante miserable. Limitada a ser una simple mujer sin títulos, sin hogar, sin nada que valga la pena. Parezcoun alma en pena que ronda el castillo, buscando una manera de aferrarse a esta vida. De resistir porque, aunque anhelo con todas mis fuerzas la muerte, sé que no es el momento. Aún no.

Lo intento, niño. Lo intento mucho. Pero odio mi vida, extraño mi pasado, incluso los tiempos tormentosos.

Solo el amor de Caleb me consuela. Viene de vez en cuando a visitar a su dama, o lo que queda de ella. Me he preguntado a menudo como puede seguir amándome. Cómo amar a un fantasma, a una sombra. A alguien que ya no quiere vivir.

Pero él me ama, y es todo lo que me queda. A lo único que quiero aferrarme para no caerme en ese abismo que me está llamando hace tiempo.


**************


5 setiembre de 1243

He sido tan tonta. Nadie se libra de la ira de los dioses, y sabía que ella no había terminado conmigo. Al contrario, esperó. ¿Eso es parte de su venganza tal vez? ¿Que solo lo tuviera a él para aferrarme? Seguro que sí. Seguro que esperó a que me sintiera segura de su amor, que pensara que él sería el único que se quedaría a mi lado hasta el fin de mis días.

Me equivoqué, pues todo ha cambiado. Una puede sentir cuando no la quieren en ningún lado, cuando la rechazan. Y cuando los trovadores dejaron de venir, cuando él empezó a apartarse poco a poco, supe que algo andaba mal.

Al principio pensé que Caleb estaba ocupado en Aragón, quizá visitando a su madre y hermano. Pero no, él estuvo siempre en su señorío y jamás quiso responder alguna de mis cartas rogándole su presencia. Bueno, sé que en el fondo quiso hacerlo. Pero no podía. Nadie deja de amar con fervor de un día para otro, y aunque una parte de mí pensara que no merecía su amor, sé que Caleb nunca lo vio de esa manera.

Empezó por ignorarme. Pronto en el castillo algunas empezaron a burlarse de mí. Decían que mi caballero me abandonó, y eso porque ya no soy una dama. Que soy una poca cosa, una chica cualquiera que solo se dedica a labores domésticas. Y tal vez sea cierto. ¿Por qué Caleb de Entenza querría tenerme como dama? Cualquier noble venida a menos tendría más rango que yo.

Así que cuando supe que él estaría en Lyon, insistí en ir a acompañar a quienes irían desde Queribus. Algo sabía de un concilio convocado por el rey Luis para tratar asuntos sobre un posible conflicto. Ni siquiera he puesto atención a la política en estos últimos años, no tengo ánimo de nada. Pero sí escuché que lo nombraron, pues él y otros hijos del fallecido conde Raimon de Foix van a presentarse.

Han aceptado llevarme, y estoy segura de que piensan deshacerse de mí allá. Ya lo mencioné, es fácil darse cuenta cuando ya no te quieren. Y aunque al principio fueron amables, eso empezó a tornarse en antipatía poco a poco. Nada les falta para echarme.

He tomado mis pergaminos, y empeñado unas cosas más. Tal vez algo me sirva para empezar una nueva vida. Compraré más papel en Lyon y lo guardaré con celo. No creo poder escribir más.


**************


15 de setiembre de 1243

He vivido uno de los peores días de mi vida. Aunque logré que los caballeros de Queribus me llevaran a Lyon, supe que ya no podía pedir nada más de ellos. Me dejarían, aquella sería mi última parada. Por eso, desesperada, supe que tenía que aferrarme a Caleb y lograr que me encuentre un hogar. Yo ya no tenía nada que ofrecer más que mi trabajo cuidando niños.

Busqué a Caleb de muchas formas, pero sentía que él me evitaba. Incluso encontré a Raimon Trencavel, quien se sorprendió de verme. Más que sorprendido, noté la pena en su mirada. Pena de mí, porque ya no era ni la sombra de lo que alguna vez fui. Fue él quien me acompañó a buscar a Caleb. Me puso frente a él, y después de los saludos correspondientes, nos dejó a solas.

No esperé ese frío recibimiento de su parte. Ni su mirada esquiva, ni su fastidio. Jamás pensé que llegaría el día en que me volvería un estorbo para él. Cuando Bruna me quitó a Luc, a los Maureilham, mi hogar y mis padres, solo él se quedó a mi lado. Fui tonta, la ira de Bruna no cesaba. Me dio un alivio y una esperanza en Caleb, pero supe en ese momento que la caída sería más honda con su desprecio.

—Me estás evitando, ¿verdad? —pregunté con la voz entrecortada—. Si tienes algo que decirme, será mejor que lo hagas aquí y ahora.

—No quería tener que volver a dirigirte la palabra —contestó con desprecio—. Así que será mejor que te enteres de una vez. No quiero que me relacionen contigo, todo eso se ha acabado. Soy un caballero bien casado, tengo una familia. Y aunque aún fuera bien visto que tenga una dama en la finn' amor, sin duda no serías tú. Ya no eres nadie, solo una mujer patética que no tiene nada que ofrecer. ¿Te has mirado siquiera? Ni siquiera das pena, solo me causas repulsión.

Una parte de mí intuyó que esas palabras no eran suyas, eran de Bruna. Pero ay, triste de mí. Las creí. Creí cada una de ellas, porque todo es cierto. Me había convertido en un estorbo para todos, una mujer patética que no merece nada de nadie.

—Por favor, Caleb... Por favor.

—Vete —me pidió—. Ya escuchaste lo que querías saber. No quiero volver a verte, y no volveré a buscarte. Eres un pasado que no quiero recodar más.

Las lágrimas surcaban mis ojos mientras lo miraba. Tantos años él fue todo para mí. Mi primer amor, el único en realidad. Mi primer hombre, la ilusión y la alegría de mi vida. El que siempre me amó, el que nunca me dejó ni en el momento más difícil. Era capaz de arrojarme a sus pies y rogarle piedad, era capaz de humillarme solo por una muestra de cariño. Pero ya sabía que todo iba a ser en vano, que él acababa de dejarme porque una inmortal así se lo ordenó. ¿Acaso vale la pena luchar cuando ya todo está perdido?

—Caleb. Sé que no es verdad todo esto —contesté, la voz me temblaba, mi vista nublada por las lágrimas apenas podía distinguir su rostro amado—. Sé que el caballero de mi corazón aún está allí. Que me amas. Una palabra. Eso es lo único que te pido.

Caleb no fue capaz de contestarme, pero me miraba fijo. No apartaba su vista de mí. No se movió, pero tras esos ojos empecé a ver otra cosa. A él, a mi verdadero amor. Me miró entonces con una pena infinita que me sobrecogió. Tal vez Bruna lo dejó consciente de sus palabras, pero no le permitía luchar contra el encantamiento. Por eso lo vi, lo supe por su mirada triste y esos ojos que lucharon para no llenarse de lágrimas.

—Largo de aquí —me pidió volviendo a ser el mismo de antes.

Yo me volteé, lo dejé atrás. Había terminado para siempre, y así como le quité a Bruna el afecto del único hombre que le importó en este mundo, ella hizo lo mismo conmigo. Esa diosa cruel fue fiel al viejo principio del ojo por ojo.


**************


Febrero de 1244

Cómo han pasado los meses, y apenas hoy en este frío invierno me animo a escribir algo. No quise hacerlo, pero Reginald una vez más tuvo la gentileza de obsequiarme algo de papel.

Aquellos días horrorosos en que Caleb y lo que quedaba de la familia de mi madre me abandonaron estuve a punto de morir. Perdí la razón, incluso me sentí tentada a quemar mis pergaminos. Lloraba sin consuelo, pues aún estoy convencida que no hay nada que me alivie. Así fue hasta que Agnes me encontró.

Ella me halló perdida y sola, envió a unos sirvientes a que me lleven ante su presencia. Se quedó sorprendida de verme en mal estado y me dijo que cuidaría de mí. Es una mujer buena y leal que no olvida que la ayudé en su parto y también en los primeros años de sus hijos. Así que me llevó con ella ante Reginald, otro que también se quedó boquiabierto al verme. Acepté su hospitalidad esa noche, pero no me quise quedar con ellos. Por supuesto, Reginald insistió.

—Sois tan testaruda —me dijo, irritado—. No tenéis nada ni nadie, y aun así queréis echaros al abandono. Necesitáis descanso, cuidados, comer más. Y ni penséis que vamos a dejaros en la calle, vais a venir con nosotros aunque no queráis.

—¿Por qué hacéis esto? —le pregunté mientras me secaba las lágrimas.

—Si quieres llamarlo caridad cristiana, que así sea.

—Nunca fui de vuestro agrado, eso lo sabéis. Solo hacéis esto por pena.

—¿Y qué más da si es por pena o no? Necesitáis auxilio y es lo único que importa. Además, esa basura de que os detesto lo inventasteis hace años sin justificación. Soy yo el que no os cae en gracia, tal vez porque soy el único hombre sincero en vuestra vida.

—¿Cómo? —pregunté sorprendida. No esperé esas palabras.

—Luc y Caleb os quisieron, y cuando un caballero está enamorado jamás le diría a su dama verdades dolorosas y duras que la hagan sufrir. Pero yo no os amo, y no me pienso quedar callado mientras os hacéis daño y cometéis error tras error. Ya no tenéis que mendigar cariño, ya Bruna os los quitó a todos. En el castillo tendréis a Agnes quien os aprecia con sinceridad, es lo mejor que podéis pedir en estas circunstancias.

No supe que responderle, solo me eché a llorar. ¿Por qué es bueno conmigo? ¿Por qué, si yo lo traté con desprecio y me burlé de él cuando fue niño? No merezco ni siquiera la protección de Reginald de Saissac, pero cuando el mundo entero me abandonó, él acudió a mi rescate.

—Gracias, muchas gracias —contesté entre lágrimas.

Así que en Saissac me hallo una vez más. Algunos Maureilham siguen viviendo aquí, pero no me dirigen la palabra. No los culpo, pero me entristece saberlo. Sé que mi vida debe continuar unos años más, pues tengo un propósito. Pero no me canso de preguntarme cuánto más debo resistir.


**************


Enero de 1245

Escribir para mí se ha hecho casi una tortura. No soporto hacerlo, ya no logro disfrutar nada de lo que sale de mi pluma. Es tedioso, molesto, y me recuerda a una Jehane ilusionada y feliz, una muchacha tonta que pensó que con sus letras podría ser diferente.

He dedicado este tiempo a recuperarme, o a intentarlo. A aceptar que ya no soy ni seré la de antes. Soy afortunada, al menos tengo un techo sobre mi cabeza y comida. En estas paredes del castillo de Saissac no logro sentirme a gusto de verdad, pero es lo que tengo y no reniego de eso.

Escribo hoy porque vi a Bruna una vez más. Permanecí escondida en el castillo, pero Reginald y yo la vimos por una de las ventanas. Estaba en el cementerio visitando la tumba de su primo, y la del señor Guillaume. La vi sentada en la blancura del pasto, sobre su cuerpo caían los copos de nieve. Ella lucía triste y desolada, cualquiera que la viese sentiría una gran pena por ella.

Sé que sufre, eso no puedo negarlo. Sé que será así el resto de sus días, que visitará esas frías tumbas. Y que una parte de ella sabe, por más que se engañe, que Guillaume no la quiso más.

—Debéis sonreír, Jehane —me dijo Reginald antes de apartarse—. Ella puede seguir intentando arruinaros la vida, pero ya no importa. Al final vos ganasteis. Bruna va a sufrir para siempre. Vuestro tormento tendrá un fin. Le ganasteis a una inmortal.

Pienso bien en sus palabras, y sí, tal vez debería sentirme satisfecha. No lo logro, nunca pude ser una mujer rencorosa. Si ella sufre siquiera un poco de lo que yo siento, y si será así por largos años, entonces me provoca pena. Nadie merece esto.


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Mayo de 1246

He dedicado poco tiempo en estos años a ordenar mis manuscritos. A releerlos y pensar que tal vez algunas cosas necesitaban ser reescritas para que tú, niño, lo entiendas mejor. Eso he hecho, en especial con las profecías de Sybille. Eso es lo importante, tal vez mi vida no tanto. Yo soy solo un vehículo que no avanza más. Como una carreta inútil a la que se le rompió una rueda y nadie tiene la voluntad de repararla.

Los días pasan con rapidez, y yo sé que me acerco al final de todo. La gran guerra que la señora Sybille mencionó no se ha hecho realidad aún, pero sé que pasará, y que en ella a muchos les espera la muerte.

De joven pensé en la muerte como el único alivio a mis penas, aún lo pienso así. Nunca fui lo suficiente valiente para intentar acabar con mi vida, supongo que de cierta forma mi cobardía es una ventaja que Sybille aprovechó para legar su palabra a través de mis memorias.

Solo una última cosa me queda por hacer, y sé bien cuál es. Hay cosas de las que jamás he hablado aquí, pues he recibido instrucciones. Debo cumplir ciertos designios con discreción y cuando el momento se anuncie. Poco informaré aquí, niño, pues las novedades te llegarán por otras fuentes.

No he vuelto a ver a Caleb. Al menos me conforta saber que él está a salvo, y quiero creer que sin mí puede ser feliz. Qué tristeza me da pensar en la venganza de la diosa que nos separó.

Antes pensé que mi única ancla a este mundo fue él, pero no es del todo cierto. Escribir para ti, niño querido, es ahora lo único que me fuerza a permanecer con vida.


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Julio de 1247

Ya tengo clara cuál será la razón de la nueva guerra que vio Sybille en sus visiones: Una cruzada.

Debí adivinarlo hace unos dos años cuando aconteció aquel concilio en Lyon. El rey Luis ha sido claro en su deseo de reconquistar tierra santa, y vaya que los preparativos han tardado. Ahora Reginald, como señor que es, debe acudir al llamado de su rey y prepararse para partir a oriente.

Sé que Caleb, Luc y Josep irán también. Tengo miedo, pues Sybille vio muerte, pero no mencionó a ninguno de ellos. No puedo ser tan inocente de pensar que todos saldrán victoriosos de una gran guerra, tal vez algunos ni siquiera lleguen a pisar tierra santa. Puede que todos ellos me hallan abandonado, pero no guardo rencor. Todo lo contrario, les deseo lo mejor.

Mi momento se acerca, solo debo prepararme para la etapa final de todo.

También me he preguntado qué clase de plan descabellado es este. O al menos así luce para mí, pero Esmael debe tener otra perspectiva. Se ha encargado de hacer al rey Luis un monarca poderoso, ¿por qué mandarlo a la guerra? ¿Qué se gana sacrificando vidas humanas? Él sabe lo que hace, me consta. Y nunca podré entenderlo.

Los dioses son así también. Sus designios escapan de nuestra comprensión.


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Julio de 1248

La fecha de partida a oriente para la nueva cruzada se ha oficializado, será en un mes. Y yo partiré a oriente por segunda vez, más de diez años después de mi primera visita. Treinta y tres años tengo. La edad de Cristo, dice el sacerdote de Saissac. Me temo que es un buen año para morir, pero debo esperar un poco más.

Cuando le expresé mi voluntad a Reginald de acompañarlo a oriente se opuso, pero al saber que todo forma parte de un plan mayor no le quedó otra que aceptarlo. Después de todo es hijo de una profeta, y no iba a faltarle el respeto a esas visiones.

Allá voy, pues nada queda para mí en estas tierras. Prepararé mis memorias y las llevaré conmigo para entregarlas a su nueva guardiana. He empezado a vender todo lo que me queda de mis padres, que aunque sean pocos tesoros, es mucho en esta época de guerra.


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20 de setiembre de 1248

Partimos en agosto tal como se previó, y hoy estamos en el reino de Chipre. He visto a Luc y Josep de lejos, pero ellos no me miran. También he encontrado a Caleb, pero no tuve el valor de acercarme. Sé que me despreciará, y no estoy preparada para eso.

A quienes también encontré fueron Odón, Roger Bernard, Joan y Raimon Trencavel. Todos alguna vez entrenaron al lado de Caleb, y a pesar de las diferencias fueron como verdaderos hermanos. Han quedado sorprendidos por el desprecio que me profesa ahora el que tanto amé, pero yo no tengo ánimos de explicar nada. No lo entenderían.

Ahora solo me queda esperar. En algún momento tendremos que pisar el continente, y de alguna forma deberé llegar a Antioquia.


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Mayo de 1249

Mis pronósticos no fueron del todo exactos. A causa de conflictos entre genoveses, pisanos y venecianos, el rey Luis no pudo obtener las embarcaciones que esperaba. Así que pasamos el invierno en Chipre, y hace apenas unos días llegamos a Egipto.

Es peligroso ir a Antioquia, lo sé. Y aunque no soy la única mujer que acompaña a las tropas, sé que es peligroso andar por ahí. Tal vez no sea joven como antes, pero sigo siendo una mujer sin posición que la proteja a la que pueden tomar y usar.

Al menos Reginald ha prometido ayudarme a usar mis últimas monedas en algún transporte más o menos seguro para mí. A él también le preocupa lo que pase, pues el éxito de las visiones de su madre depende de mí. De que mis memorias y pergaminos lleguen a salvo a Antioquia.


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Noviembre de 1249

No fue en una gran batalla. Fue un incidente, fue algo tal vez hasta tonto. Y aun así no puedo dejar de llorar, pues Luc de Maureilham ha muerto.

Lo supe por Reginald el mismo día en que me informó que había hallado una forma de que llegue a Antioquia a salvo. En realidad está presuroso de que me vaya, pues dice que las cosas se están complicando para los cruzados. Y Luc murió a causa de una de esas complicaciones.

Nadie está a salvo aquí, eso lo supe desde que llegué. Pero mi buen amigo murió peleando por una causa que no era suya, en una tierra a la que jamás debió venir. Me duele en el alma, me destroza el corazón. 

En mi recuerdo está su sonrisa, su cariño, sus bellas palabras, su protección. Me lastima pensar que la última conversación que tuvimos fue influenciada por el encanto de Bruna. Que él me dio la espalda cuando sus verdaderos deseos fueron otros.

Lo único que deseo es que haya muerto sin culpa, sin remordimientos. No sería justo. Nada de esto lo es. Él era un gran hombre, bueno, amable y padre de familia. Lo lloraré mucho a partir de este día. Hubiese preferido que él viviera despreciándome a que muriera de pronto.

Mi corazón lo extraña y lo llora. Yo quiero estar en sus brazos en este momento. Quiero cabalgar a su lado como cuando éramos jóvenes. Quiero tomar de su mano y sonreír. No puedo mirar atrás, porque todo lo que me queda es un futuro vacío y sin él.

Tal vez lo amé a mi manera, o eso creo. Le entregué todo lo que mi corazón fue capaz de darle a un gran amigo, a un gran hombre. Y nunca lo olvidaré.


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Enero de 1250

Llegué a fines de año, y no fue una travesía tranquila. Tuve miedo a todo momento, pues incluso sufrimos un asalto en el camino. Partí junto a otros que buscaban llegar a otras tierras para ponerse a salvo, pero dudo que con esta cruzada sea posible. Al menos sé que en Antioquia las cosas están calmadas en comparación al infierno de Egipto.

Me despedí con tristeza de Reginald. Sabía que no volvería a verlo, así que solo le deseé que se cuide mucho y volviera a casa. Él, fiel a su forma fría de ser, solo me deseó buena fortuna y se despidió de mí.

Mi llegada a Antioquia fue más triste de lo que esperé. Hallé sola a la prima Alix. Las dos lloramos juntas nuestras penas.

Le conté de mis pérdidas y de la muerte de todos los que amé. Pero ella me contó de la muerte de su hijo Darnelle. 

Oh, mi pobre sobrino. Tan joven, tan valiente, tan lleno de alegría. Murió hace dos años al inicio de la cruzada, pues la violencia se desató hace mucho en este lado del mundo. Su padre, el señor Amaury, intentó convencerlo de que no vaya a pelear. Pero este no obedeció y se fue a morir. Qué tristeza ver a la pobre Alix llorando a su hijo.

Amaury Bordeau tampoco está aquí, pues él murió el año pasado. Al final Bruna no tuvo razón, su venganza hacia él se acabó más pronto de lo que ella hubiera deseado, de eso estoy segura. Alix me contó que Amaury enfermó luego de la muerte de Darnelle, fue algo del corazón. Y nunca se recuperó. Me da tanta pena hallar a mi prima viuda, pero me conforta saber que la ira de Bruna no se extendió a ella. Una vez muerto Amaury, se acabó su venganza.

No la han visto en mucho tiempo, dijo Alix. Ya no pasa a recoger el listado de personas a las que ayudar como hacía antes, ya no le importa eso. Y pensar que alguna vez la defendí como una inmortal caritativa que usaba su poder para ayudar a los demás. Nunca fue así, solo ayudó por complacerse, por aferrarse en una humanidad que ya no tenía.

Pero al menos su ira se ha ido aplacando. O eso quiero creer.


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15 de marzo de 1250

Alodia y sus hijos han llegado a casa. La prima Alix se ha mostrado muy contenta de verla. Es una mujer mayor, y la abuela extrañaba mucho a sus nietos. Me ha contado que Alodia no venía seguido desde que se casó, pero que luego de la muerte de su padre y hermano ha insistido en pasar tiempo con su madre. Me alegra saber que a pesar de todo el sufrimiento y las pérdidas aún se tienen la una a la otra y se aman.

Y a mí me alegra tener niños en casa. Son preciosos, y me sonríen. Me han dicho que soy bella. Si lo hubiera dicho otra persona no lo creería, pero los niños no tienen que mentir. Tal vez aún queda algo de luz en mí. Tal vez aún no me he marchitado.


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30 de marzo de 1250

Por mucho tiempo he tenido claro que Alodia será la guardiana de mis memorias. Una Bordeau que tendrá la responsabilidad de cuidar los pergaminos hasta que lleguen a ti, niño. Y aunque estuve esperando el momento preciso de acercarme y explicarle la verdad, de no asustarla, no pensé que empezaríamos a entendernos por culpa de un sufrimiento que no merece.

Un día, al asistirla en un baño, descubrí los golpes. Ella no quiso que la viera, pero al final se desahogó conmigo. Me dijo que odia a su padre porque la casó con un hombre maldito que no hace otra cosa que golpearla, violarla y humillarla. Que ama a sus hijos, pero odia su vida.

Eso me desconcierta, pues sé lo mucho que padre e hija se amaron. Amaury jamás la hubiera entregado a un hombre malo, eso no podía ser cierto. Pero conforme Alodia me narró la extraña actitud de su padre supe que todo aquello fue parte de la venganza de Bruna. Ella tuvo que ser parte de eso. Ella obligó a Amaury a entregar a su hija querida a un mal hombre para que le hiciera daño. Para que él sufra por eso también.

Me dio mucha pena, y solo me dediqué a consolarla. La entiendo, ella no sabe nada de lo que pasó en verdad. Pero lo sabrá. Voy a contarle todo. Amaury cometió errores, pero no merece el odio de su hija.


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10 de abril de 1250

Alodia me pidió que guarde el secreto con su madre, pues no quiere hacerla sufrir. Y así lo he hecho, pues la pobre prima Alix no está para esos disgustos. Hablando con Alodia he descubierto que hay una visita de Bruna que Alix ignora. Tal vez hizo que ella lo olvide. Debe ser eso, pues la pobre Alodia se ha sentido ignorada por su propia madre, como si ella, siempre tan avispada, no lograra darse cuenta de sus heridas y moretones.

Así que le conté a ella toda la verdad acerca de Bruna, los inmortales y la venganza hacia su padre. Alodia algo sabía sobre la naturaleza de Bruna, alguna vez sus padres le explicaron la razón de la existencia de una dama que siempre era la misma. Pero saber de mi boca todo aquello la dejó desconcertada. Peor, aterrada.

—Estáis loca —me dijo, presa del miedo—. ¿Una inmortal? ¿Varios de ellos? ¿Por qué decís todo esto? No puede ser verdad, eso no existe, no existe... —insistía.

—Jamás os mentiría —murmuré—. Solo quiero que entendáis.

—¡No intentéis justificar a mi padre! —Exclamó entre lágrimas—. Él no escuchó mis ruegos, me despreció, me abandonó. ¿Y ahora venís a decirme que esto es una venganza de esa Bruna? No os creeré nunca. Nada empuja a un hombre a enviar a su hija a un tormento, ni siquiera una mujer poderosa.

—Ella sí, Alodia. Ella empuja a cualquiera al infierno con sus palabras. Estoy segura de que vuestro padre jamás deseó haceros daño, que ella lo forzó. Me lo dijo a mí, me dijo que se vengaría de él con vosotros. Que haría sufrir a sus amados hijos para vengarse de él. ¿Y acaso no es verdad eso? ¿Acaso no envió a vuestro hermano a la muerte? ¿Acaso no os hace pasar un infierno en vida con ese marido vuestro?

—¡Cómo se puede ser tan malvada! —exclamó molesta y llena de dolor.

—Es algo que no puedo contestaros —musité.

—Dejadme a solas, por favor. No quiero oír más, no puedo oír más.

Obedecí. Solo espero que no lo piense mucho. Necesito que me crea.


**************


5 de mayo de 1250

Me ha costado convencer a Alodia de que crea mi palabra. Por fuerza, y con mucha vergüenza, me vi obligada a mostrarle mis diarios y que los lea. Así lo ha hecho, yo la miraba de lejos. A veces sonreía, pero casi siempre lloraba. Más al enterarse de la verdad sobre su padre. Y sobre el dolor que la ira de una diosa me causó.

—Os creo —me dijo—. Pero ¿por qué me habéis contado todo esto?

—Tal vez quería limpiar la memoria de vuestro padre.

—Mi pobre padre —murmuró, secándose las lágrimas—. ¿Sabéis por qué Darnie se fue a la batalla? Porque lo odiaba, no quería verlo. Ahora estoy segura de que fue Bruna, ella nos hizo esto. Forzó a nuestro padre a tomar decisiones que nos hacían daño, y cuando Darnie quiso retar a mi marido a un duelo para reclamarle por mi honor, padre no lo dejó. Por eso lo odió, y prefirió ir a la guerra antes que obedecerlo. Los dos lo odiamos. Él murió pensando que lo despreciábamos. Eso lo mató. Esa fue la venganza de Bruna —dijo, llorando. Lo sabía, pues me pasó lo mismo. Hizo que todos los que alguna vez me quisieron me abandonaran. Era su estilo para hacer sufrir.

—Lo lamento tanto —le dije—. Y sé que tal vez encantó a vuestra madre también, pues esa actitud de ella no es normal. Quizá para ella todo está bien.

—Mejor así, tía Jehane. Mejor que ella no sufra, que no sepa nada de esto. Ya ha sufrido demasiado. —Yo asentí, en eso estábamos de acuerdo.

—Hay otra cosa, Alodia. Habéis leído mis diarios, sabéis a quién debo legar los manuscritos. — Ella asintió.

—Siempre deben estar en manos de un Bordeau. Me los daréis entonces, ¿cierto? Debo cuidarlos, y heredarlos a mis hijos.

—¿Podréis hacerlo? —Ella asintió firme.

—Si esto sirve para destruir a esa miserable en el futuro, entonces soy capaz de dar mi vida por ellos —añadió con seguridad.

He cumplido, mi niño. Los diarios estarán en manos de una Bordeau.


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7 de julio de 1250

Noticias nos llegan del campo de batalla. Caballeros y reyes prisioneros, peleas ganadas, peleas perdidas. Al menos sé que los que aprecio siguen con vida, y eso es de cierta forma un alivio. La prima Alix está en cama enferma, y eso me hace temer su destino. No hay muchas mujeres de su edad vivas después de todo.

A Alodia le llegó la noticia de que su esposo murió en batalla. Ella sonrió. No lo extrañará, y no piensa regresar a Constantinopla. Dice que vivirá en Antioquia un tiempo, pero en verdad está pensando en establecer alianzas con algún noble franco. Es una dama joven y bonita, una viuda que pronto heredará tierras y riquezas. Claro que será pretendida. Al menos me alegra saber que ella podrá ser feliz.

Siempre pensé que cuando cumpliera mi objetivo me sentiría vacía y sola, que buscaría mi muerte con desesperación. Pero a pesar de toda la tristeza y el dolor, mi alma está en calma. Viví mucho más de lo que cualquiera esperaría. He visto más que muchos hombres en el mundo. Conozco secretos que nadie puede imaginar.

Estoy bien, niño. Estoy en calma. Si el fin está cerca, que llegue. He encontrado en Antioquia mi último hogar para descansar.


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Fragmentos sueltos encontrados entre las hojas de los diarios de Jehane. No tienen fecha. Se presume que fueron añadidos por Alodia Bordeau

Él vendrá por mí.

No lo he soñado, lo sé.

Lo sé pues una carta infame me llegó. La arrojé al fuego apenas terminé de leerla. No pude soportarlo.

Bruna sabe que estoy aquí, sabe que vivo en paz. Pero ella juró arruinar mi vida, no dejará que sea feliz ni un instante más.

Los inmortales vienen a oriente. Él viene por mí otra vez.

Esmael sabe que ya soy una mujer mayor, pero eso no le importa. Tal vez él siempre me encuentre bella. Quiere verme antes de que me muera. Quiere tenerme otra vez. Quiere robar de mí los pocos rayos de luz que me quedan.


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No quiero. No voy a soportarlo otra vez.

No volveré a vivir aquellos años de olvido. No seré su marioneta otra vez. No, me niego una y mil veces. No seré el juguete de un inmortal.


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Alodia está preocupada por mí, no sé qué más decirle. No quiero advertirle, no quiero que se le ocurra que tiene la posibilidad de enfrentar a un inmortal. Nadie puede defenderme, nadie puede ayudarme.

Esmael viene por mí otra vez. ¿A dónde correr? ¿Dónde esconderme? ¿Puedo acaso escapar del Dios de este mundo?

No, él vendrá y me tomará como hizo antes. Dirá que me ama, mentirá como ya hizo. Me niego. No lo aceptaré otra vez.


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¿Y si Bruna mintió? ¿Y si solo lo dijo para atormentarme? Es posible. Pero puede que no. Puede que estos días solo hayan sido parte de una larga y terrible espera. He vivido llena de angustia y miedo. Sin comer, casi sin dormir.

No quiero seguir así, no puedo seguir así. ¿Acaso siempre estuve marcada para sufrir? ¿Acaso mi destino siempre fue conocer la felicidad solo en instantes fugaces?

No puedo aceptarlo, no voy a aceptarlo.


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Niño, te ruego me perdones.

Lo intenté, lo juro. Lo intenté con todas mis fuerzas, y lo sabrás cuando leas mis memorias. Lo intenté, luché, resistí por mucho tiempo. No me juzgues, es lo único que te ruego.

Escapar de la ira de los dioses es imposible. Pero acabar con el sufrimiento no lo es.

Perdóname, por favor. Perdóname. Piensa en mí como la muchacha que tomó la pluma hace años y escribió sus primeras palabras con ilusión.

Yo sé que más allá no hay dolor, o eso espero. Te observaré, te cuidaré. Eso te prometo. Y tal vez vuelva a levantarme en el día de la resurrección de los muertos, eso nadie lo sabe.

Ruego tu perdón. Me voy ahora.

Yo nunca seré suya.



**************

Voy a llorar porque esta es la última vez que escribo desde el punto de vista de mi densa Jehane, así que le digo adiós a mi bebita 💔💔💔 Adiós, Jehane. 

¿Qué pasó en verdad? ¿Lo sabrá Alain? 💔 

YA SOLO NOS QUEDA EL ÚLTIMO CAPÍTULO + EPÍLOGO OMG




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