Los diarios de Jehane de Caba...

By katiealone

26.8K 2.5K 5K

«Había una vez una orden de caballeros que protegían a una dama. Había una vez una dama que se convirtió en i... More

Dedicatoria
Epígrafe
Los diarios
Sinopsis y personajes
1.- Secretos
2.- El día en que todo empezó
3.- Antoine, el que todo lo sabe
4.- Una visita interesante
5.- Los chicos de la orden
6.- Rumbo oriente
7.- Problemas en la escuela
8.- Actea
9.- Una buena pista
10.- El palacio de los espectros
11.- Novedades de terror
12.- Provenza
13.- La gente del futuro
14.- Primera profecía
15.- Más secretos
16.- Los herederos de Trencavel
17.- Visitantes inesperados
18.- Los años infelices
19.- Desesperación
20.- Falsa felicidad
21.- El niño de las profecías
22.- Años de olvido
23.- Todo tiene su tiempo
25.- Ahora o nunca
26.- Tiempo de cambio
27.- La controladora
28.- La verdad inventada
29.- Promesa
30.- La ira de los dioses [Parte 1]
30.- La ira de los dioses [Parte 2]
31.- Memorias [Final]
📜 Notas finales 📜
Epílogo
📚 Otras historias de la autora 📚

24.- El día de la verdad

381 41 197
By katiealone

Mayo de 1236

No tengo claro que día es hoy, solo sé que estamos en París. Tan cerca y tan lejos de casa. El invierno ya pasó, pero eso no significa esperanza para nadie.

Me he enterado de que las cosas han estado terribles en el continente, en especial en el territorio franco y Provenza. No me refiero solo al asunto de la inquisición. No han tenido buenas cosechas, y mucha gente murió de hambre. Incluso los nobles de más baja categoría apenas tenían que llevarse a la boca. Tan horrenda ha sido la desesperación que la gente habla de proscritos y otras personas viviendo en los bosques, atacando a escondidas a los viajeros y comerciantes. Comiendo su carne como salvajes, devorándose entre ellos.

Llegué a pensar que eso era solo una exageración, pero los testimonios iban muy en serio, y los inmortales dicen que en realidad es algo que suele suceder. Bruna y yo nos miramos con terror, puede que ella ya no sea humana, pero esas cosas tan horrendas no le son familiares.

—Me recuerda a lo que pasó durante los primeros meses de la cruzada —comentó la inmortal hoy—. Mireille, mi primo Luc y yo escapábamos, nos ocultábamos. Pero sabíamos que había gente hambrienta en los bosques. Que no solo te robarían, sino que estaban listos para devorarte —agregó con cierto temor. Supongo que revivir aquellos momentos de su humanidad  la hacían temblar.

—El pueblo siempre tiene hambre —comenté yo. Al menos eso era lo que había escuchado desde pequeña.

—Es cierto —me dijo Nikkos—. Y es una de las cosas que más odio de estas tierras. El occidente siempre apesta. Todos apesta, todo está sucio. Y siempre tienen hambre. Es como si vivieran todos en total abandono y a nadie le importara.

—Al menos es así para el pueblo —comentó Actea—. Sobreviven como pueden, no me extraña que el hambre los empuje a ser caníbales. Algo hay que comer después de todo. Aunque si me preguntan, aquello resulta de lo más desagradable

—Es terrible —dije yo—, y no entiendo cómo pueden hacerlo.

—Por supuesto que no, querida —me dijo Nikkos con una sonrisa condescendiente—. ¿Cómo podrías entenderlo? Si tienes la suerte de pertenecer a una clase privilegiada, jamás te ha faltado ni te faltará nada. No conoces de frío ni de hambre, no sabes como la desesperación de los humanos puede rozar la locura hasta caer en ella.

—Espero no saberlo nunca —contesté en un murmullo. 

Tal vez vivo criticando, pero es que yo soy igual. Nunca he dirigido palabras a los comunes del pueblo más que para darles órdenes. No entiendo de privaciones, no sé nada de eso. ¿Y quién soy yo para juzgarlos?

—Ah, es increíble cómo se han degenerado las cosas en este lado del mundo —comentó Esmael con toda tranquilidad—. Cuando me encargué de que el cristianismo se hiciera la religión predominante sin dudas no pensé que escogerían ciertas partes de la doctrina para hacer sufrir a los demás. Estos humanos nefastos cogieron la parte que glorifica la pobreza y es lo que hacen. Tienen una clase de humanos que trabajan para ellos, y estos no son más que esclavos de los impuestos y el hambre. En fin, lo hecho pues hecho está. No puedo negar que algo así siempre fue parte de los planes.

—¿Acaso no eres responsable del orden social de mi gente? —le pregunté yo. 

A veces no consigo entenderlo. Esmael se jacta de decir que él controla cada cosa que sucede en el mundo, pero también creo que mucho escapa de su control.

—En parte sí. Las cosas siempre han sido así, Jehane. Están los que nacieron para mandar, los que nacieron para rezar, los que nacieron para luchar, y quienes nacieron para trabajar hasta la muerte. Es el orden que he impuesto aquí y en todas partes del mundo —contestó él para mi sorpresa—. Pero no en todos los lugares es igual. Y sin duda la forma en que en occidente han interpretado las escrituras y marcado las diferencias entre clases es algo interesante. El comportamiento humano a veces es impredecible, y aunque no lo creas, toma forma con los años. Hasta siglos. Es solo que a veces me sorprende cómo una ideología con un mensaje lleno de paz degeneró en tanto sufrimiento y martirio.

—Ja, y que lo digas —comentó Actea con cierta ironía. Yo ya sé que se refería a lo que pasó con su mentora Hipatia, a cómo los cristianos la asesinaron.

—Lo que me sorprende es que no se hayan revelado aún —observó Nikkos—. Supongo que lo harán algún día, pues este modo nefasto de vida llegará a un límite de intolerancia total en algún momento.

—Creo que tienen mucha hambre y están muy ocupados en sobrevivir como para pensar en revelarse contra la clase dominante —explicó Isethnofret, y los demás asintieron.

—Pero algún día dejarán de vivir hambrientos, querida —le dijo Nikkos con una sonrisa—. Aquí en París hay hambre, desolación, suciedad. Pero también hay quienes han surgido y siguen oprimidos. Algún día se cansarán, algún día dejarán de tener miedo. Ese día nacerá un mundo nuevo, un nuevo orden. Y es emocionante saber que estaré ahí para documentar todo con detalle.

—Es lo único que te importa —dijo Bruna—. Ver cómo se cumplen tus teorías del comportamiento humano.

—Por supuesto —admitió animado—. De alguna forma me tengo que entretener en mi paso en este mundo.

Los inmortales siguieron hablando, poco a poco dejé de escucharlos. Ellos hablaban de cuáles podrían ser las bases para un levantamiento popular o insurrección más grande. Si la base sería religiosa. Política, económica. De momento una revolución no era aceptable, dijo Esmael, pues estaba ocupado en afianzar el poder de los monarcas. Pero algún día él también se cansará de este orden y promoverá aquella insurrección. Quizá aquí, en París.


***************


15 de mayo de 1236

Esmael ha decidido dejarme ir, y aunque antes solo fueron palabras, ahora es real. Ha preparado un séquito que me llevará a Béziers, dice que quiere que sea seguro para mí. Acepté de buena gana, pues aquellas historias de asaltos en los caminos han conseguido asustarme.

También he notado que estoy lúcida otra vez. Mientras menos tiempo pasa Esmael a mi lado, mejor me siento. Sé que de alguna forma perdí la noción del tiempo. Todo lo que viví parece una pesadilla que no logro recordar, como despertar de un mal sueño con la sensación de que este continuará al volver a dormir. 

Así pasaron mis años con los inmortales, entre olvidos y sueños que no quiero recordar. Pero he vuelto a sentir los días y las noches, el tiempo es real otra vez.

Mañana partiré, así me lo han hecho saber. El séquito me escoltará hasta una barcaza en el río Ródano para llevarme a mi hogar. Tengo miedo de lo que voy a encontrar al volver, de la reacción de todos. Temo por sus vidas, temo que me odien. Espero que hayan encontrado en aquel pergamino mi nota de despedida.

Hoy vino Esmael a verme por última vez, al menos eso dijo él. Y esta vez sí consigo recordar todo con precisión. Asqueada, así me siento ahora. Pero cuánto disfruté sus besos y caricias mientras estaba con él, sentada en sus piernas.

—Tienes veinte años, Jehane —me dijo. Y me sorprendí de escuchar aquel número. En mi mente sigo siendo una muchacha de quince. Fue con esa edad que viajé por primera vez a oriente, fue ahí cuando lo conocí. ¿Tanto ha pasado desde entonces?

—Eso no me hace sentir bien —confesé.

Veinte años. Ya soy una adulta, una mujer mayor. Aquel número significa una vida entera para mí. A estas alturas ya debería estar casada y con hijos, como todas las mujeres de mi edad. Pero yo no soy como ellas, pues mi vientre es infértil. Estoy condenada a eso, y si el Dios cristiano fuera real diría que es un castigo del cielo por mis pecados. ¿Y qué puedo decir ahora? Nada, solo que esa es mi condena. Sola. Me quedaré sola, moriré sola. Para esto nací.

—No lo dije para atormentarte, criatura —comentó con una sonrisa mientras acariciaba mi mejilla—. Solo quería que lo supieras, pues ha llegado tu momento de partir. Te conocí cuando eras tan joven, apenas una muchacha.

—¿Nos volveremos a encontrar? —pregunté con curiosidad.

—Tal vez —contestó—. Tal vez sienta la tentación de buscarte otra vez.

—¿Y por qué quiere dejarme ir ahora?

—Porque estaré ocupado, no podré dedicarte el tiempo que te mereces —me dijo al oído, y besó el lóbulo de mi oreja—. Sé que el tiempo en este mundo pasará rápido para ti, y prometo no olvidarte.

—Entiendo, mi señor —murmuré yo.

—¿Hay algo que quieras decirme en este día de despedida? 

Esa pregunta despertó en mí muchas cosas. Deseos de pronunciarme de verdad, de decir lo que pensaba. Que él sepa que esto para mí no han sido años de goce, sino de tortura e incertidumbre. Una relación en la que solo él salió ganando, en la que yo era solo un ente vacío amoldado a sus deseos.

—¿Algo real? —Me atreví a preguntar. Él lo entendió y me miró más serio. Asintió, yo hablé. No me arrepiento de lo que dije—. ¿Por qué me apartó de todo sin importarle mis sentimientos? ¿Es así como aman los inmortales? ¿Me amó alguna vez, o solo fui un entretenimiento pasajero?

Esmael calló mientras me miraba. Temí que aquello lo tomara como un desafío, que decida vengarse de mí dejándome abandonada y sin protección. Pero necesitaba saberlo, si acaso había una excusa, una explicación para todo.

—Así que eso es lo que  piensas —respondió manteniéndose sereno—. Que te aparté de todo, cuando en realidad te protegía del hambre y la inquisición. ¿Sentimientos dices? ¿Acaso ese muchacho que amabas no iba a casarse con otra dama? ¿Y acaso amabas al hombre que iba a desposarte? Estaba bien enterado de tus circunstancias, y lo que hice fue librarte de ambas. Del dolor de ver al que amas con otra, y del destino de entregarte al que no quieres. Preguntas si es así como amamos los inmortales, pero esa no es la interrogante real. Así amo yo, protegiendo a los que quiero del dolor. Apartando de su mente las cosas que los atormentan y los hacen infelices, dejando que vivan olvidando las marcas del pasado. Supongo que eso responde todas tus preguntas.

No dijo más, y yo no contesté. Se apartó de mí, esa fue la despedida. Debo suponer que él piensa que no me hizo daño, no siente que me haya lastimado o que abusó de mí. No, según él me estuvo salvando, me amó y sus intenciones fueron buenas. Nunca podré verlo de esa forma. Fui su marioneta, y no volveré a serlo jamás.


****************


27 de mayo de 1236

He llegado a la villa de Béziers en busca de mis padres. El camino fue largo y pesado, pero estoy en mi hogar al fin. Pocas cosas han cambiado desde que me fui, o eso creí a primera vista. Raimon Roger está en la ciudad, él sigue siendo el legítimo vizconde y su primo de Aragón lo apoya. Hay rumores de que una vez más los francos intentarán ocupar las tierras de Provenza, así que los soldados se preparan.

Pero eso no es lo importante, sino todas las terribles novedades que me dio el vizconde al recibirme. Sí son ciertos los rumores de los extremos a los que llegó la hambruna, incluso él admitió que ordenó que den de comer a los pobres con sus provisiones para el invierno, pero no fue suficiente. La inquisición también hizo estragos, persiguieron a varios nobles acusados de herejía. De pecado y lascivia.

Así fue que la conocida dama Orbia de Pennautier fue condenada a morir por la inquisición. Ella y su esposo, mi tío Jourdain, fueron condenados a arder en la hoguera. Fue una suerte que el humo los matara antes, dijo Raimon Roger, pues sus cuerpos ardieron hasta quedar irreconocibles.

La noticia me ha dejado consternada. Jourdain fue hermano de mi padre, y Orbia fue una mujer icónica y conocida en nuestra sociedad. La llamaron la dama loba, y fue una mujer muy cantada por los trovadores debido a su belleza y a sus amores. Una mujer que desafió a nuestra sociedad, que tomó la delantera y se puso por delante de muchos hombres. Tal vez por eso la quemaron como a una hereje, una bruja lasciva. Mi tío fue acusado de herejía y proteger a los albigenses, algo que no creo cierto. Si eso le pasó a un familiar tan cercano, ¿qué había sido de mis padres?

Raimon no tiene idea. Luego de ejecutar a mis familiares, los inquisidores pusieron los ojos en mis padres. Ellos vivieron en Béziers un tiempo, y hace poco fueron arrestados. ¿Dónde están? Nadie lo sabe, pero piensan que siguen con vida. Si matan a dos nobles importantes, la iglesia se encargará de anunciarlo para que sirva de escarmiento. Y aunque el vizconde me ha brindado su hospitalidad, estoy sola en Béziers.

¿Qué ha sido de los demás? Para empezar, el vizconde se mostró sorprendido y alegre por verme. Dijo que todos los antiguos miembros de la orden saben lo que me pasó, que los inmortales me llevaron con ellos. Incluso pensaron que no volvería, o que quizá estaba muerta. Qué tristeza saber que estos años estuvieron llenos de dolor para ellos, y ni siquiera me atrevo a pensar que he regresado para recuperar lo que perdí. No creo que eso sea posible.

Como era de esperarse, Caleb se casó con la señora de Conserans. Mi corazón se partió en mil pedazos cuando supe que tuvo un hijo con ella. Que ella le dio lo que yo no pude darle, que ella es lo que yo nunca seré.

Luc también se casó con una señora de Montsegur. Los Maureilham necesitaban alianzas, y en mi ausencia las cosas tuvieron que seguir su curso. Incluso la pequeña Valentine se ha casado. Bueno, tan pequeña no es. La dejé cuando tenía trece años, ahora ya es una muchacha de dieciséis recién casada. Y mi buen amigo Bernie consiguió cumplir su deseo de casarse con Adeline, noticia que me ha hecho feliz.

Nada ha sido fácil en estos años de mi ausencia. Con la inquisición y la hambruna muchos la han pasado mal. Muchos de los aliados de Trencavel murieron, y eso me hace temer un nuevo ataque de los francos. Estaremos débiles, y quizá será más fácil para ellos reconquistar estas tierras.

Raimon Roger me mostró una habitación del palacio vizcondal que usaron para guardar algunas cosas de mis padres que los inquisidores no confiscaron. Él asegura que no tocó nada y le creo, pues he encontrado un pequeño cofre con monedas. Lo que me asusta es que por más que he buscado y preguntado nadie sabe nada de mis pergaminos. ¿Acaso mis padres los escondieron? ¿O los tiene la iglesia?

Temo, porque no puedo dejar que nadie tenga mis pergaminos. Esa es una herencia para ti, niño. Para ti y para nadie más.


***************


30 de mayo de 1236

Raimon Roger estuvo averiguando, y me dijo que tal vez pueda encontrar ayuda para mis padres. Se ha enterado de que están en Toulouse y que pronto se realizará el juicio. ¿Cómo podemos librarlos de una ejecución? El vizconde dice que no importa si son inocentes, si la iglesia quiere condenarlos lo hará bajo cualquier excusa. Y cierto es que los señores no pueden intervenir en los asuntos religiosos, por eso no vale la influencia que tenga.

Ha pensado que yo puedo ayudar en algo. Ir a rogar a los inquisidores tal vez los conmueva. Dice que no es primera vez que pasa, que aquellos sacerdotes ceden a los ruegos y a la penitencia. Esa palabra me hizo pensar que tal vez quieran encerrarme en un convento a cambio de salvar a mis padres. Si así debe ser, pues que sea. No voy a soportar que los ejecuten como herejes.

Debo partir a Saissac, allá me esperan para ayudarme. Es la villa más cerca a Toulouse, así que es mi mejor alternativa. El señor Guillaume está dispuesto a brindarme su apoyo, y lo acepto. Pero no puedo olvidar que tengo un asunto pendiente con él. Entre las cosas que rescataron de casa encontré un baúl con mis pertenencias. Con la carta del señor Amaury para su amigo. La llevaré conmigo, pues el día de la verdad ha llegado.


***************


6 de junio de 1236

He llegado a Saissac, y aunque estoy aquí para atender un tema serio y triste, mi corazón se llenó de alegría al volver a ver a quienes siempre han formado parte de mi vida. Valentine, toda una mujer casada. Su hermano Josep, lo dejé un niño y ahora es todo un muchacho fuerte que ya se entrena para la batalla. Luc no se encuentra, está con su esposa en Foix. Se supone que regresarán pronto.

Fui feliz al llegar al castillo de Saissac y abrazar a Bernard. Adeline ya espera su primer hijo, yo hace mucho no me sentía tan feliz. Ese pequeño bebé será para mí como un sobrino al que amar siempre. 

Me presenté ante la familia dirigente de Saissac. Guillaume y Sybille, pues Reginald se encuentra con su esposa en Tolosa. Suerte la mía, no quería llegar y encontrarlo.

La señora Sybille no se mostró sorprendida con mi llegada, cosa que me parece normal considerando su poder. Guillaume en cambio está preocupado por el destino de mis padres, pues siempre fueron sus amigos. Me dijo que él y un sacerdote me acompañarán a Toulouse, que eso nos ayudará para interceder a su favor. Ellos ya tienen toda una defensa planeada, y mi papel será solo rogar y causar pena. Supongo que es lo único que esperan de una mujer.

No pensé que lo diría estas alturas, pero deseo que Bruna aparezca pronto aquí. Su palabra bastará para dejar libres a mis padres y que todo lo malo quede atrás.


****************


8 de junio de 1236

Hoy decidí hablar, y lo hice. Ella sabía que iba a hacerlo, vi la sonrisa de Sybille en el desayuno. Me observaba de lado y sonreía con discreción. Lo disfrutaba, quizá lo vio como un triunfo. ¿Sabe ella el contenido de la carta? ¿O sabe que esto lo cambiará todo? 

Es difícil quedarse a solas con un señor como Guillaume. Siempre está ocupado, y cuando está solo pide que nadie lo perturbe. Lo he seguido con discreción, esperando un momento oportuno para cerrarle el paso. Le pedí a uno de sus siervos que le avise que quería hacerle unas preguntas sobre el juicio a mis padres, que estaba muy preocupada. Para mi suerte me recibió pronto, y solo tuve que fingir hasta que le hizo una seña a su siervo para que se retirara.

—Mi señor —dije en voz baja—. Hay otro tema grave del que debo hablaros.

—¿Y cuál es ese tema? 

—Primero necesito que me prometáis algo. Por favor.

—Jehane, me estáis asustando —contestó mirándome con seriedad—. ¿Qué puede ser eso que requiere una promesa?

—Es sobre Bruna, señor. 

Bastaron esas palabras para que su gesto se ablandara. En ese momento sentí una profunda pena por él, pues sé que nada de esto lo hace feliz. Era joven cuando todo pasó, cometió errores como cualquiera. Pero sus errores tuvieron consecuencias terribles, pues la existencia de una inmortal como Bruna más que un error parece una maldición.

—Lo prometo entonces —aseguró—. Sea lo que sea que me pidáis.

—Lo único que deseo, señor, es vuestro silencio. Os ruego que no reveléis a Bruna que yo fui la responsable. No sé cómo serán las cosas a partir de este momento, pero os ruego que me salve de su ira. No quiero que ella me haga daño.

—¿Por qué reaccionaría de esa manera?

—Porque en mi primer viaje a oriente conocí a Alix y Amaury —noté que se quedó paralizado. Pálido. Esos nombres para él representan una vida pasada, lo sé. Fueron grandes amigos en París, fueron como hermanos. Y yo acababa de darle una noticia que lo cambia todo.

—Amaury murió en batalla —me dijo con la voz temblorosa—. Y Alix murió en un secuestro durante la cruzada, eso es lo que me dijeron. ¿Cómo podéis decirme esas cosas, muchacha? —Parecía a punto de llorar. Enojo, dolor, miedo a la verdad. Eso veía en sus ojos y en su gesto.

—Mi señor, lamento deciros que eso no es verdad. Tengo algo para vos —dije, y al fin me atreví a entregarle el sobre sellado que guardé oculto por tanto tiempo—. Es de...

—Amaury —me cortó él mientras miraba la letra y el sello—. Por supuesto que es de él, si ese idiota nunca tuvo una caligrafía decente. Lo único que le salía bien era escribir la letra A, y mirad, es todo lo que ocupa su sello —señaló. Aquello era cierto, nunca me fijé en eso. Era una A bien dibujada y hermosa—. ¿Cómo pudo esconderse tanto tiempo de mí? —Su voz se quebró, iba a llorar. Guillaume respiró hondo, recibió la carta y la apretó contra su pecho—. Esto no puede ser verdad. ¿Cómo los conocisteis? Decídmelo.

—Ellos viven en Antioquita, cerca de Tierra santa. Debo suponer que en esa carta el señor Amaury os explicará todo, pero lo poco que sé es que Bruna se encargó de darles ese hogar. De llevarlos lejos y protegerlos a cambio de que se alejen para siempre de vos —dije la verdad al fin. Y aunque me causó tristeza ver el sufrimiento de Guillaume, me sentí en paz conmigo misma al saber que al fin cumplía la voluntad de Amaury.

—Entonces Bruna se encargó de ocultar esto de mí por años —me dijo con voz dolida—. Que mis grandes amigos están vivos y juntos al otro lado del mundo. Años. ¿Cómo pudo hacerme esto? —Sé que contenía las lágrimas porque no quería llorar delante de mí, pero sus ojos cristalizados y su mirada triste me dijeron cuánto sufrió ese hombre con la noticia—. ¿Por qué no me lo contasteis antes?

—Tenía miedo, señor —admití—. Sabía que esta noticia iba a enojaros, y que Bruna sabría que yo fui la responsable. Que no tendría piedad. Ya han pasado años, pensé que era más seguro.

—Hicisteis bien —murmuró sin mirarme—. No es tarde aún, eso quiero creer. Pero ella... cielos. Ella ha cambiado tanto que no dudo que pudo lastimaros —suspiró cansado. Se llevó una mano a la cabeza y masajeó su frente, estaba a punto de estallar—. Jehane, ¿dónde está ella? ¿Qué hace? Sé que los inmortales os secuestraron estos años, ¿qué sabes de ellos?

—Con gusto os contaré todo, mi señor. Ella solo cumple los designios del líder, aún contra su voluntad. Ahora mismo están en París —me miró con sorpresa, tal vez eso no lo esperaba.

—Tan cerca...—musitó—. ¿Y acaso no puede venir?

—No lo creo, señor. Esmael la castigó antes cuando se enteró que ella hacía cosas a escondidas de él, por eso la inquisición llegó a estas tierras. Él se encargó de eso para atormentarla. — Guillaume me miró horrorizado. Oh, si tan solo supiera todo lo que yo sé...

—Es increíble lo que contáis —me dijo desconcertado.

—¿Leerá esa carta, señor?

—Ahora mismo —asentí y me puse de pie.

—Entonces os dejo a solas, es mejor así.

—Jehane... —Me detuvo—. Quiero daros las gracias por esto, y os juro que Bruna jamás sabrá que vos entregasteis la carta. Ella ni siquiera sabrá que hubo una carta.

—Gracias, señor. —Él suspiró. Le dolía la cabeza. Quería gritar, llorar, desahogarse. Qué tristeza me dio verlo—. Y si soy sincera, en algún momento pensé en entregaros esto solo por venganza.

—¿Venganza?

—Bruna me ha hecho sufrir mucho, señor. Me encantó y pasé años de tortura por ella. En algún momento de delirio pensé que vos, el responsable de hacerla inmortal, merecía sufrir como yo. Lamento esos pensamientos tan horribles.

—No tenéis nada que lamentar, Jehane. Es verdad, yo merezco sufrir por lo que hice. Me merezco todo el dolor que la vida me da —dijo. Lo miré, miré su tristeza. 

—Sé que nada de esto fue vuestro deseo, señor.

—Yo la amo, Jehane —admitió—. Ha sido y será por siempre mi gran amor. Pero a veces no es ella, es una inmortal terrible y despiadada. Es la inmortal que me apartó de mis amigos. Por años he pretendido ignorar el mal que hace, pero esto no puedo ignorarlo.

—Os entiendo, señor. No tenéis nada que explicar.

—Quizá pensáis que estoy loco, ¿cómo puede alguien amar a una inmortal? —No dije nada, pues no me creo con derecho a hablar de la relación de ambos—. Yo tampoco lo entiendo. No elegimos esas cosas, Jehane. Solo pasa —asentí, pues de amor entiendo mucho. O eso creo.

—Os dejo, señor. No tengo más que decir. —Él asintió, yo le di la espalda. Está hecho.


*****************


15 de junio de 1236

Hemos llegado a Toulouse. No tuve tiempo de escribirlo, apenas he conseguido algo de privacidad. Bernie decidió acompañarnos, él se dio cuenta de que me sentía sola y quiso estar a mi lado, cosa que agradezco mucho.

El viaje ha sido tranquilo por suerte, no hubo incidentes en el camino. Yo sigo con miedo de que los proscritos me alcancen y mi destino sea terrible.

En estos últimos días Guillaume acudió a buscarme. Quería que le cuente todo, y lo hice. Él ya leyó la cara del señor Amaury, sabe su verdad. Yo solo le conté sobre la familia Bordeau, sobre los muchachos, sobre lo que vi y escuché de su vida en Antioquia. También me ha preguntado sobre Bruna y los inmortales, qué hace, cómo se comporta con ellos. Tal vez le alivió saber que Bruna se ve forzada a abandonarlos por presión de Esmael, y que muchas de las cosas que hace no son su voluntad.

Sé que él quiere convencerse que no es tan mala como todos dicen, lo sé y lo entiendo porque yo me siento igual. Quiero odiarla por todo el daño que me ha hecho, pero a la vez justifico cada una de sus acciones.

Falta poco para el juicio de mis padres, y pasaré estos días ocupada tratando de salvarlos de la inquisición. Ojalá pudiera verlos y hablar con ellos, necesito que me vean una vez más, que sepan que volví. Quiero preguntarles tantas cosas que ni sabría cómo empezar.

Entre esas cosas está el destino de mis pergaminos. Nadie sabe qué fue de ellos.


***************


20 de junio de 1236

De nada valieron los ruegos, mis padres fueron condenados, pero se libraron de la muerte. No se encontraron pruebas contundentes contra ellos, y eso lo sé pues siempre fueron muy cuidadosos con las apariencias. Cristianos ejemplares ante todos, solo pudieron acusar a papá por relacionarse con Orbia y Jourdain, pero ellos fueron sus familiares y no tuvo alternativa.

Peyre Roger de Cabaret perdió todas sus propiedades y títulos de nobleza. Fue azotado en público diez veces, y se le forzó a unirse a un monasterio. Algo similar pasó con mi madre, ella deberá internarse en una abadía para siempre, orar por los pecados de su esposo. 

El señor Guillaume y Bernie dicen que ha sido una sentencia benevolente, que no les quedó de otra para no humillarse por haber juzgado a dos nobles inocentes. Eso, y que mi padre aún es considerado líder de la resistencia. Condenarlo a muerte pudo desatar un levantamiento que no sería conveniente para nadie.

Tal vez se salvaron de la muerte y de una humillación pública, pero sé que para ellos esa prisión de cristianismo será una terrible condena. Como dijo una vez aquel monje que me salvó de la melancolía, mis padres son paganos. Creen en el Grial, en los inmortales, en los que vinieron del cielo. Someterse a la estricta vida de un monasterio y una abadía acabará con ellos poco a poco. Qué tristeza me da, pues no volverán a verse y sé que ellos se han amado siempre.

Al menos me permitieron verlos una vez más, y no sé si las monjas y los curas me dejarán acercarme luego. Tal vez no. Tal vez digan que mi padre hace penitencia, que mi madre es una monja de clausura. Por eso los abracé fuerte y lloré entre sus brazos. Recibí sus besos y me aferré fuerte a ellos. Dijeron que Guillaume se encargaría de mí, que él me ayudaría a encontrar a un marido que me cuide. Me dijeron donde tenían sus monedas y tesoros escondidos, que ese sería todo mi patrimonio. Nunca recuperaría Cabaret, estaba a merced de la caridad del señor de Saissac.

Hoy perdí a mis padres y me apellido. No soy nada.


***************


20 de junio de 1236

Qué tristeza siento en el alma. Nada consigue animarme, ni siquiera la compañía de mis amigos. Pasé tanto tiempo lejos de mis padres, perdí años con ellos. Esos años me pesarán siempre. Mientras yo vivía una fantasía de felicidad sometida a Esmael, ellos sufrían mi ausencia. Ellos ya están en manos de la iglesia, y yo los he perdido. Sé que no volveré a verlos.

Bernard dice que me he librado de la inquisición de momento, pero que ahora deberé mantener una conducta ejemplar para que las sospechas no caigan sobre mí. Después de todo mis familiares cercanos han sido condenados por la inquisición, es lógico que la siguiente en la mira sea yo.

Ya no tengo nada. Ni a mi familia, ni mi hogar, ni al hombre que amo, ni mis manuscrtitos. ¿Qué soy ahora? ¿Qué será de mi existencia?


****************


12 de julio de 1236

Este día ha llegado con noticias maravillosas. Luc está en camino con su esposa. La sola idea de verlo con otra se me hace extraña. Es mi amigo, siempre lo ha sido. Quizá él ya no me ama, pero sé que siempre nos unirá algo bello.

Y cuando creí que esa era la única buena noticia del día, pasó algo aún más increíble. Caleb llegó.

No lo esperaba. Desde mi retorno me acostumbré a pensar en él como alguien que perdí para siempre. Recordaba las viejas canciones de Rosatesse y lloraba a escondidas, cantaba con tristeza y dolor. El caballero de mi corazón está tan lejano ahora. Casado y con un señorío del que ocuparse, con un hijo al que amar. Y yo ya no puedo formar parte de su vida. Los dos fuimos tan jóvenes cuando nos amamos, tan ingenuos. Pensé que tenía que resignarme a perderlo.

Hasta que llegó, y sentí que todos mis pensamientos llenos de dolor se apartaban. Mi cuerpo se llenó de dicha, mi corazón que parecía ausente y apenas latiendo de pronto palpitó con fuerza. No pensé en nada más que estar una vez más en sus brazos, olvidándome que ya no éramos los muchachos que se juraron amor eterno hace años, sino dos adultos que tenían vidas separadas. Tal vez él también lo olvidó, pues pronto sentí sus brazos estrechando mi cuerpo con fuerza, sus manos tomando mi rostro y sus labios buscando los míos con desesperación.

Nos dejamos llevar por las ansias locas de amarnos, pues he comprendido que a pesar del tiempo y la distancia, mi corazón siempre le va a pertenecer a este hombre, y que yo seré la única dueña de su amor hasta la muerte.

Caleb me halló en los jardines del castillo de Saissac, y debo suponer que alguien se encargó de dejarnos a solas, pues por buen rato nadie interrumpió nuestra intimidad. Quise explicarle tantas cosas, quise pedirle perdón por abandonarlo. Pero él ya lo sabía todo.

Cuando desaparecí y dejé aquella nota en el pergamino, mis padres me buscaron. Acudieron a Caleb en busca de pistas, pero este quedó consternado con la noticia. Él, Luc y Bernard intentaron encontrarme, pero seguir la pista de los inmortales no es algo fácil. Al no encontrar nada que los guie hacia mí, abandonaron la búsqueda.

El tiempo pasó, y la inquisición puso los ojos en mi familia. Antes de que arrestaran a mis tíos Orbia y Jourdain, mis padres repartieron la evidencia. Mucha de ella fue a parar en manos del señor Guillaume, pero mis pergaminos no. Se los enviaron a Caleb. Pensaron que era la única manera de protegerlos, y como sobre él no caía sospecha alguna, optaron por confiarle todo.

A este punto me avergüenza saber que mis padres leyeron mis memorias. No fui amable con ellos en muchas ocasiones, incluso conté cómo perdí la honra, o las tantas veces que me entregué al pecado carnal. Fue aún peor saber que Caleb también leyó todo, dándome más motivos para avergonzarme. Quizá debo acostumbrarme a esta idea, pues tú, niño, lo leerás al pasar de los años. Solo te pido que no me juzgues mal, como sé que hacen todos.

—No debes estar triste, Jehane —me dijo Caleb tomando mi mentón con delicadeza y buscando mi mirada.

—Es vergonzoso —contesté. 

—Para mí fue bello saber lo que sentías por mí. Cómo recuerdas cada palabra, cómo describes cada momento juntos. Te he extrañado tanto... —Me besó otra vez. Me permití de esta manera olvidar el gran abismo que nos separa—. ¿Cómo has estado? ¿Qué te hicieron aquellos inmortales?

—No consigo recordar la mayoría de cosas —admití—. Pues Esmael se encargaba de manipularme y hacerme olvidar. Era otra, como si solo él existiera en mi vida. Él quería que lo ame, y eso hacía solo porque no estabas tú. Era falso, cada cosa que pasó con él fue una fantasía —dije entre lágrimas. 

La vergüenza acudió una vez más a mí. ¿Cómo me verá él de ahora en adelante? ¿Una perdida? ¿Una ramera que se entregó a otro? ¿No soy eso a fin de cuentas?

—Eran amantes —murmuró él. ¿Y qué puedo decirle? ¿Acaso me atreví a negarlo? Solo asentí, pues es la verdad. 

Una amante, una perdida, la mujerzuela temporal de Esmael. No soy digna del amor de un hombre como él. Soy yo la que debería estar en un convento encerrada, pagando por el pecado de la carne. Yo soy la bruja lasciva a la que deberían quemar.

—Perdóname —le dije mientras me secaba las lágrimas—. No sabía lo que hacía, apenas logro recordarlo.

—Siempre supe que él te deseaba, y que te tendría cuando llegue la oportunidad. Te usó como quiso hacerlo —contestó con amargura.

—Entiendo que no quieras verme más por eso. 

Él no contestó. ¿Quién querría a una mujer como yo? No tengo nada que ofrecer a nadie. Antes al menos tenía la oportunidad de reclamar Cabaret para mi futuro marido. Ahora no puede quererme ni un porquerizo, ni siquiera soy buena para dar hijos. Solo sirvo para escribir y llorar. Esa soy yo.

—No tienes la culpa de nada de lo que él te hizo —me dijo, besó mi frente. Tal vez solo quiso hacerme sentir bien, pero sé que ningún hombre aceptaría a una mujer que ha sido usada por otro tantas veces. Merezco el trato de una ramera.

—Pero sé que no puedes perdonarlo.

—A quién no puedo perdonar es a él, Jehane. No a ti, jamás a ti. A ti siempre te amaré sin importar nada más. 

Puede que una parte de él se sienta herida. Pero en ese momento aquellas palabras me llenaron de dicha y me hicieron sentir menos miserable.

Así que hoy recuperé parte de mi alegría, y mis pergaminos también.


****************


15 de julio de 1236

Caleb no vino solo a Saissac. Su padrastro Encarni está enfermo y mejora poco a poco, así que, en busca de un mejor clima para él se mudarán a Albi. El famoso monje sanador Nicolás de Abarca ha venido de París solo para cuidar a su amigo, así que estará en Albi asistiéndolo. Me anima la idea de volver a ver a aquel monje que ayudó a curarme de mi melancolía. Fue tan amable conmigo, siempre le estaré muy agradecida.

Como era de esperarse, toda la familia acompaña a Caleb, incluso su hermano Joan. Solo se detuvieron en Saissac pues supieron que yo había vuelto, y Caleb trajo los pergaminos para devolvérmelos. Él se encargará de instalar a su familia en Albi, luego volverá a Conserans donde su esposa e hijo lo esperan. 

Apenas hemos hablado de eso, y lo agradezco. Siempre he sabido que el matrimonio para gente de nuestra condición no es más que un negocio, un trámite que debe hacerse. Un deber que cumplir. Me basta con saber que ama a su hijo y cuida de su esposa. Nada más.

El señor Guillaume organizó una cena para todos. El señor Encarni se encontraba en cama, y la señora Sybille dijo sentirse indispuesta. Todo trascurría con normalidad, hasta que Guillaume habló.

—Sé que me habéis ocultado algo —le dijo a la madre de Caleb. Noté como la señora Kaysa se ponía pálida.

—Señor, yo...

—No debéis tener miedo —interrumpió él con suavidad—. Pues no os juzgo, todo lo contrario, admiro vuestra fidelidad a mi buena amiga Alix. Ahora lo sé todo. Sé que callasteis para procurar el bienestar de Alix y Amaury, os agradezco por eso. Pero ahora que sé la verdad no hago otra cosa que culparme.

—No es vuestra responsabilidad, señor —contestó Kaysa—. Las cosas se dieron de esa manera, nadie pudo hacer otra cosa que seguir los designios de la encantadora.

—Lo sé, y por eso quiero reparar mis errores —dijo para mi sorpresa. Bernard y yo intercambiamos una mirada, nadie entendía nada—. Adeline, querida nuera, te sorprenderá saber la estrecha relación que tuvimos alguna vez tu tía Oriza de Labarthe y yo.

—Algo me comentó ella —contestó Adeline—. Me dijo que lo conoció en París cuando era apenas un muchacho.

—Así fue, y a pesar de la distancia siempre hubo entre ella y yo un trato respetuoso. Y con su esposo Mathieu siempre existió respeto y admiración. Pues bien, me animé a escribirle a Oriza. Ella fue la tutora de Alix en sus años en París, me figuré que ella sabía algo al respecto. Así fue que me enteré lo que me ocultabais —añadió mirando a Kaysa, pero ninguno de los dos parecía tenso.

—Sé que entendéis por qué no hice comentarios al respecto, señor —contestó ella.

—Perfectamente. Ahora sé que después de años de ausencia, la familia Bordeau estará aquí en Provenza. En Albi siendo específico. 

Aquello me dejó muy sorprendida. Sonreí, pues aparte de mis padres, la prima Alix y mis sobrinos de oriente son la única familia que me queda. Será una gran alegría volver a verlos.

—Así es —afirmó Kaysa con una sonrisa—. Siendo sincera, jamás pensé que ella se atrevería a venir. Han pasado años, y apenas nos hemos visto. La distancia es una gran enemiga entre nosotras, pero el momento ha llegado al fin.

—Me alegra saber eso. Por cierto, Oriza comentó que el motivo de la visita era recordar la muerte de un buen amigo de vosotros. Un hombre llamado Darnelle. —Kaysa asintió, yo noté un cierto aire de tristeza en sus gestos. De nostalgia.

—Así es, señor. Incluso el hijo mayor de Alix y Amaury se llama como él. Así le pusieron en honor al hombre que tanto cuidó de nosotras.

—Debió ser una gran persona entonces, lo recuerdan aunque hayan pasado tantos años. Y será justo él quién se encargara de reunirnos a todos, pues yo partiré con ustedes a Albi —agregó Guillaume para mi sorpresa. Todos se miraron sorprendidos, pero el ambiente era alegre a pesar de todo.

—Déjame acompañarte, padre —le pidió Bernard—. Quiero conocer a todos ellos.

—Claro que sí, hijo —contestó Guillaume. Sonrió y tomó una copa de vino, nosotros lo imitamos—. Salud entonces. Por el reencuentro, y por la memoria de ese Darnelle que nos unirá a todos.

—Salud. —Repetimos con alegría. Nadie me preguntó, pero ya lo decidí. Iré con ellos a Albi.


***************


17 de julio de 1236

Mañana partiremos. La idea fue salir hoy mismo, pero debido a la condición del señor Encarni esperamos un día más a que se sienta mejor. Nadie se opuso a que acompañe a todos hacia Albi, es más, Adeline me ha confiado que cuide de Bernie. Está embarazada y no se siente bien, por lo que prefiere quedarse en casa a descansar. Ya estoy ansiando conocer al hijo de mi buen amigo.

Antes de partir puse mis memorias a buen recaudo, y las uní con todo lo que escribí mientras estuve con los inmortales. La señora Sybille se ha encargado de brindarme un cofre con llave, así nadie podrá robarlos.

Hoy me habló. Y me dio otra de sus profecías. No de un futuro para ti, niño, sino algo más cercano. Desde que llegué a Saissac nos hemos mantenido alejadas. Ni ella pidió hablar conmigo, ni yo quise consultarle nada. A pesar de todo lo que me ha contado sigo temiendo a su presencia y sus profecías. Por eso, cuando la vi aparecer en la puerta de mi alcoba, sentí temor. Supe que iba a decirme algo.

—¿Podemos hablar un momento? —me preguntó y yo asentí—. Tranquila, no es nada que por deber debas apuntar en tus memorias. Lo harás si así lo deseas.

—La escucho entonces —respondí tratando de mantenerme serena.

—Sé que le entregaste algo a Guillaume.

—Oh... ¿Acaso hice mal?

—Hiciste lo que tenías que hacer —afirmó con seguridad—. Él no ha hablado de eso conmigo, tampoco es importante. Solo sé que habrá consecuencias, y creí necesario advertirte.

—¿Qué pasará, señora? —pregunté con temor.

—Su venganza será terrible —sentí como si se me secara la garganta. Sabía que se refería a Bruna.

—¿Se vengará de mí? —ladeó la cabeza de lado a lado, no supe cómo interpretar eso.

—Te hará daño, sí. No ahora, tu momento final no está cerca. Pero la sombra de la muerte danza alrededor de otros, y pronto se posará en varios de ellos para causar dolor a los que queden de pie.

—Mi señora, por favor, sea más clara conmigo —le rogué. Si alguien va a morir quiero saberlo todo, quizá puedo evitarlo.

—Es poco lo que puedes hacer, Jehane —me dijo, fue como si leyera mis pensamientos—. Las acciones tienen consecuencias, y ella se lo advirtió. Le hizo jurar que jamás la delataría con Guillaume, pero él escapó de ese encantamiento y rompió su juramento. Por eso pagará.

—No... —Lo entendí de pronto, se refería al señor Amaury. ¿Acaso él iba a morir?

—No es conveniente desatar la ira de un inmortal, Jehane. Mucho menos jugar con algo tan sensible para Bruna.

—Los Bordeau son inocentes, señora. No merecen sufrir. —Sybille asintió. No los conoce, pero sé que lo entiende.

—Pero pagarán caro la osadía de Amaury. Muchos sufrirán, pues se viene algo terrible para los hombres que aman la guerra.

—¿Y qué será de su descendencia?

—Existirán, por supuesto. ¿Quién si no leería tus memorias y mis profecías? —Me preocupé de inmediato. Niño, sois un Bordeau. ¿Acaso el peligro recae sobre ti también?

—El niño no tendrá la culpa de nada. —Sybille me observó en silencio, me miró con tristeza.

—El niño también está marcado para sufrir.



*****************

Fuertes declaraciones y revelaciones fjsjkjkalk

Por cierto, tengo diferentes fuentes sobre el destino de Orbia de Pennautier. Algunos dicen que fue juzgada por la inquisición, otros que fue muerte natural, otros dicen que no se sabe. Y pues escogí la muerte violenta porque sí. Ah, la maldad.

La vendetta de Bruna será telible xddd la inmortal se nos va a cabrear, auxiliaaaa. ¿Y eso significa un peligro para Alain en el futuro? Lo sabremos algún día.

Hasta la próxima ❤️






Continue Reading

You'll Also Like

1M 32.3K 50
¡Hola a Todos!😳 Tomé la decisión de compartir algunos Sketch random de los viejos y los paises por aquí también, no son de buena calidad ni muy deta...
2.6K 311 22
Gabriel es un chico esperanzado y sueña con que un día será valiente y se enfrentará a su familia. Entonces recordando las palabras de aquella chica...
131K 23.4K 20
Séptima entrega de la Saga Ordinales
4.4K 640 18
Entonces, me dije a mí misma: «Mí misma, ¿por qué no escribes una historia de no ficción para contarle a la gente sobre la comedia de bajo presupues...