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De forma que esa noche, después de cenar, los cuatro volvieron a salir del castillo y se fueron por los helados terrenos del colegio hacia la cabaña de Hagrid. Llamaron a la puerta, y les respondieron los atronadores ladridos de Fang.
—¡Somos nosotros, Hagrid! —gritó Harry, aporreando la puerta—. ¡Abre!
No respondió. Oyeron a Fang arañar la puerta, quejumbroso, pero ésta siguió cerrada. Llamaron durante otros diez minutos, y Ron incluso golpeó en una de las ventanas, pero no obtuvieron respuesta.
—¿Por qué nos evita? —se lamentó Hermione, cuando finalmente desistieron y emprendieron el regreso al colegio—. Espero que no crea que a nosotros nos importa que sea un semigigante.
—Claro que no, esas estupideces no deben importarle a tus amigos —dijo Lucy con el ceño fruncido—. Jamás nos importaría si Hagrid fuese mitad dinosaurio o algo así.
Pero parecía que a Hagrid sí le importaba, porque no vieron ni rastro de él en toda la semana. No hizo acto de presencia en la mesa de los profesores a las horas de comer, no lo vieron ir a cumplir con sus obligaciones como
guardabosque, y la profesora Grubbly-Plank siguió haciéndose cargo de las clases de Cuidado de Criaturas Mágicas. Malfoy se relamía de gusto siempre que podía.
—¿Se ha perdido su amigo el híbrido? —le susurraba a Harry siempre que había algún profesor cerca, para que éste no pudiera tomar represalias—.
¿Se ha perdido el hombre elefante?
Había una visita programada a Hogsmeade para mediados de enero.
Hermione se sorprendió mucho de que Harry pensara ir.
—Pensé que querrías aprovechar la oportunidad de tener la sala común en silencio —comentó—. Tienes que ponerte en serio a pensar en el enigma.
—¡Ah...! Creo... creo que ya estoy sobre la pista —mintió Harry.
Lucy entrecerró sus ojos, observando a Harry con atención. Estaba más que claro que mentía, observaba hacía la derecha siempre que lo hacía y jugaba con sus manos.
—¿De verdad? —dijo Hermione, impresionada—. ¡Bien hecho!
Harry, Ron, Lucy y Hermione salieron del castillo el sábado, y atravesaron el campo húmedo y frío en dirección a las verjas. Al pasar junto al barco anclado en el lago, vieron salir a cubierta a Viktor Krum, sin otra prenda de ropa que el bañador. A pesar de su delgadez debía de ser bastante fuerte, porque se subió a la borda, estiró los brazos y se tiró al lago.
—¡Está loco! —exclamó Harry, mirando fijamente el renegrido pelo de Krum cuando su cabeza asomó en el medio del lago—. ¡Es enero, debe de estar helado!
—Hace mucho más frío en el lugar del que viene —comentó Lucy—. Supongo que para él está tibia.
—Sí, pero además está el calamar gigante —señaló Ron. No parecía
preocupado, más bien esperanzado.
Hermione notó el tono de su voz, y le puso mala cara.
—Es realmente bueno, ¿saben? —dijo ella—. No es lo que uno podría pensar de alguien de Durmstrang. Me ha dicho que esto le gusta mucho más.
—Yo lo creo —soltó Lucy, comenzando a caminar lentamente y sus amigos la siguieron sorprendidos.
—¿Sí? —preguntó Hermione.
Lucy se encogió de hombros mientras veía la nieve caer al suelo y luego sus zapatos hundirse bajo ella.
—Sí, me agradó su experiencia en dragones.
Mientras recorrían la calle principal, cubierta de nieve enfangada, Harry estuvo muy atento por si vislumbraba a Hagrid, y propuso visitar Las Tres Escobas después de asegurarse de que éste no estaba en ninguna tienda.
La taberna se hallaba tan abarrotada como siempre, pero un rápido vistazo a todas las mesas reveló que Hagrid no se encontraba allí. Desanimado, Harry
fue hasta la barra con Ron, Lucy y Hermione, le pidió a la señora Rosmerta tres cervezas de mantequilla, y lamentó no haberse quedado en Hogwarts escuchando los gemidos del huevo de oro.
—Pero ¿es que ese hombre no va nunca a trabajar? —susurró Hermione de repente—. ¡Miren!
Señaló el espejo que había tras la barra, y Lucy vio a Ludo Bagman allí reflejado, sentado en un rincón oscuro con unos cuantos duendes. Bagman les hablaba a los duendes en voz baja y muy despacio, y ellos lo escuchaban con los brazos cruzados y miradas amenazadoras.
Lucy se dijo que era bastante raro que Bagman estuviera allí, en Las Tres
Escobas, un fin de semana, cuando no había ningún acontecimiento relacionado con el Torneo y, por lo tanto, nada que juzgar. Miró el reflejo de Bagman. Parecía de nuevo tenso, tanto como lo había estado en el bosque aquella noche antes de que apareciera la Marca Tenebrosa. Pero en aquel
momento Bagman miró hacia la barra, vio a Harry y se levantó.
—¡Un momento, sólo un momento! —oyó que les decía a los duendes, y
Bagman se apresuró a acercarse a él cruzando la taberna—. ¡Harry! ¿Cómo estás? —lo saludó; había recuperado su sonrisa infantil—. ¡Tenía ganas de encontrarme contigo! ¿Va todo bien?
—Sí, gracias —respondió Harry.
—Me pregunto si podría decirte algo en privado, Harry —dijo Bagman—.
¿Nos podrían disculpar un momento?
—Eh... bien —repuso Ron.
Los tres se alejaron de allí, dejando a Bagman y Harry hablar. Hermione y Lucy agarradas de los brazos, caminaron hasta una mesa al fondo del bar, seguidas de Ron.
Una vez que se sentaron, Lucy miró de reojo a Bagman y Harry, se dijo a sí misma que no debía usar sus habilidades para cosas como aquellas, así que sacó esa idea de escuchar la conversación y se centró en sus dos amigos.
—¿Estás bien? —preguntó Ron, mirando a Lucy—. Has estado rara los últimos meses, no rara de "no me hablen o los mato" —imitó una voz grabe, haciendo que Lucy frunciera su ceño con desconcierto—, sino rara de "escondo algo de lo que no puedo dejar de pensar".
—Eso es ridículo, Ron —dijo Lucy, para luego darle un trago a su cerveza de mantequilla.
—Yo... —Hermione dudó en decirlo, miró a Ron y luego volteó su cabeza para ver a Lucy— Ron tiene razón, Lucy.
Aquello fue como si un tsunami hubiera aparecido de la nada, llevándose consigo todos los pensamientos de Lucy. ¿Hermione dándole la razón al estúpido de su primo? Woah, que bajo había caído todo.
—¿Qué? —soltó Lucy en susurro por la sorpresa de las palabras de Hermione.
La castaña se removió incómoda, hasta Ron se había sorprendido, puso las manos a los lados y bebió de su cerveza de mantequilla ante las atentas miradas de ambos. Se sonrojó, dejando la jarra nuevamente sobre la mesa, miró en silencio a ambos. Lucy se señaló la parte de arriba de sus labios y Hermione se sonrojó, pasándose rápidamente el antebrazo para limpiarse el bigote de mantequilla.
—¿Y...? ¿Qué es lo que te sucede? —preguntó Hermione, tratando de salir de la incomodidad de su escena.
Lucy soltó un suspiro y se enderezó para empezar a contarles.
—Bueno, ¿te acuerdas del libro con el árbol genealógico de mí familia? —dijo la pelirroja, mirando a Hermione—. El que encontramos en la biblioteca.
—¿Hablas de tu familia de dragones o nuestra familia? —preguntó Ron confundido.
—Es lo mismo, Ron —giró los ojos Lucy—. Pero hablo de mí familia... dragón —se sintió extraña de decirlo de aquella manera.
—Sí, lo recuerdo —dijo Hermione, luego de pensar por unos minutos.
—Bien, escuchen esto —Lucy se arrimó más a la mesa, para que solo Hermione y Ron escucharan sus palabras—. Algo o alguien ha estado causando la muerte de mí familia durante años, empezando por mis bisabuelos y terminando por mí prima...
—¿Tienes una prima? —preguntó Ron sorprendido.
—Tenía —lo corrigió Lucy con una seria mirada—. Esa cosa causó la muerte de todos ellos, dejando a Lucinda como la única con muerte reconocida...
—Charlie —murmuró Hermione, causando que ambos la miraran—. Charlie asesinó a Lucinda.
—"Muerte por maldición imperdonable" —susurró Lucy, recordando las palabras debajo de la imagen de Lucinda I.
—¿No dijeron que Charlie le lanzó un Avada Kedavra a esa mujer? —preguntó Ron, apoyando sus codos en la mesa y mirando a ambas.
—Sí... Pero eso quiere decir que los demás no han muerto por algo como una maldición imperdonable —dijo Lucy.
—Tienes razón —susurró Hermione, viendo con atención la jarra que tenía frente a ella—. Puede que en realidad no hubieran encontrado sus cuerpos.
—Eso no tiene sentido, Hermione —dijo Ron—. Si así fuera, no hubieran colocado en el árbol un "en fallecimiento".
—Es "fallecido", menso —dijo Lucy.
—Eso no importa, la palabra sigue significando lo mismo —se excusó el pelirrojo.
—¿Qué decía exactamente en el libro? —preguntó Hermione, saliendo de sus pensamientos y mirando a Lucy, que estaba sentada a su derecha, frente a Ron.
—Bueno... No me acuerdo de mucho, pero decía que mí bisabuelo, Leonard Winters I, falleció en combate —explicó Lucy.
—¿En combate? ¿Qué rayos significa eso? —preguntó Ron confundido.
—Significa que murió en plena guerra —dijo Hermione—. Tal vez participó de la Primera Guerra Mágica, ya saben, cuando ya-saben-quién fue derrotado —explicó Hermione, Lucy la miraba confundido y Ron ceñudo.
—¿Cómo es que sabes eso? —preguntó sorprendido.
—En la biblioteca hay más que libros para hacer pociones, Ron —dijo Hermione.
—¿Primera Guerra Mágica? —preguntó Lucy confundida.
—Sí, cuando los padres de... —pero Hermione silenció al ver a Harry acercarse a ellos.
—¿De qué hablaban? —preguntó, sentándose al lado de Ron, viendo confundido el silencio de la mesa.
Cómo nadie se atrevió a hablar, Ron habló:
—De las muertes de los Winters y la Primera Guerra Mágica —dijo Ron, recibiendo una fulminante mirada por ambas chicas. Lo iban a matar.
Harry frunció su ceño y miró a la pelirroja.
—¿Las muertes de los Winters?
—Sí... Bueno, sus muertes me resultaron algo extrañas, pero no es momento para hablar de algo como ello —dijo la chica—. ¿Qué quería Bagman? —preguntó, cambiando de tema.
—Quería ayudarme con el huevo de oro —explicó Harry.
—¡Eso no está bien! —exclamó Hermione muy sorprendida—. ¡Es uno de los jueces! Y además, tú ya lo tienes, ¿no?
—Eh... casi —repuso Harry.
—Ajam —ahogó las palabras Lucy, tomando de su cerveza de mantequilla.
—¡Bueno, no creo que a Dumbledore le gustara enterarse de que Bagman intenta convencerte de que hagas trampa! —opinó Hermione, con expresión muy reprobatoria—. ¡Espero que intente ayudar igual a Cedric!
—Pues no. Se lo he preguntado —respondió Harry.
—¿Y a quién le importa si a Diggory lo están ayudando? —dijo Ron.
—Esos duendes no parecían muy amistosos —comentó Lucy, sorbiendo la cerveza de mantequilla—. ¿Qué harían aquí?
—Según Bagman, buscar a Crouch —explicó Harry—. Sigue enfermo. No
ha ido a trabajar.
—A lo mejor lo está envenenando Percy —sugirió Ron—. Probablemente
piensa que, si Crouch la palma, a él lo nombrarán director del Departamento de Cooperación Mágica Internacional.
Hermione le dirigió a Ron una mirada que quería significar «no se bromea
sobre esas cosas», y dijo:
—Es curioso que los duendes busquen al señor Crouch... Normalmente
tratarían con el Departamento de Regulación y Control de las Criaturas
Mágicas.
—Pero Crouch sabe un montón de lenguas —le recordó Harry—. A lo
mejor buscan un intérprete.
—¿Ahora te preocupas por los duendecitos? —inquirió Ron—. ¿Estás
pensando en fundar la S.P.A.D.A.,o algo así? ¿La Sociedad Protectora de los
Asquerosos Duendes Atontados?
—Woah, hasta superó mí nombre completo —susurró Lucy, viendo a Ron.
—Ja, ja, ja —replicó Hermione con sarcasmo—. Los duendes no necesitan
protección. ¿No se han enterado de lo que ha contado el profesor Binns sobre las revueltas de los duendes?
—No —respondieron al unísono Harry y Ron.
—Bueno, pues son perfectamente capaces de tratar con los magos —dijo
Hermione sorbiendo más cerveza de mantequilla—. Son muy listos. No son
como los elfos domésticos, que nunca defienden sus derechos.
—Eso explica muchas cosas —dijo Lucy.
—¡Oh! —exclamó Ron, mirando hacia la puerta.
Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo
plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo. Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cercana a la de Harry, Ron, Lucy y Hermione, que la miraban mientras se acercaba. Hablaba rápido y parecía muy satisfecha por algo.
—.. no parecía muy contento de hablar con nosotros, ¿verdad, Bozo? ¿Por qué será, a ti qué te parece? ¿Y qué hará con todos esos duendes tras él? ¿Les estaría enseñando la aldea? ¡Qué absurdo! Siempre ha sido un mentiroso. ¿Estará tramando algo? ¿Crees que deberíamos investigar un
poco? El infortunado ex director de Deportes Mágicos, Ludo Bagman... Ése es un comienzo con mucha garra, Bozo: sólo necesitamos encontrar una historia a la altura del titular.
—¿Qué, tratando de arruinar la vida de alguien más? —preguntó Harry en
voz muy alta.
Lucy lo felicitó internamente, porque si él no soltaba esas palabras, ella lo iba a hacer en cualquier momento. Algunos se volvieron a mirar. Al ver quién le hablaba, Rita Skeeter abrió mucho los ojos, escudados tras las gafas con incrustaciones.
—¡Harry! —dijo sonriendo—. ¡Qué divino! ¿Por qué no te sientas con
nos...?
—No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros —contestó Harry furioso—. ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid? Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas.
—Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry. Sólo cumplo
con mi...
—¿Y qué más da que sea un semigigante? —gritó Harry—. ¡Él no tiene nada de malo!
Toda la taberna se había sumido en el silencio. La señora Rosmerta observaba desde detrás de la barra, sin darse cuenta de que el pichel que llenaba de hidromiel rebosaba.
La sonrisa de Rita Skeeter vaciló muy ligeramente, pero casi de inmediato
tiró de los músculos de la cara para volver a fijarla en su lugar. Abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó la pluma a vuelapluma y le preguntó:
—¿Me concederías una entrevista para hablarme del Hagrid que tú conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre vuestra inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto de padre?
Hermione se levantó de pronto, agarrando la cerveza de mantequilla como si fuera una granada.
—¡Es usted una mujer horrible! —le dijo con los dientes apretados—. No le importa nada con tal de conseguir su historia, ¿verdad? Cualquiera valdrá,
¿eh? Hasta Ludo Bagman...
—Siéntate, estúpida, y no hables de lo que no entiendes —contestó fríamente Rita Skeeter, arrojándole a Hermione una dura mirada—. Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta... y casi les iría bien —añadió, observando el pelo de Hermione.
—Llame a mí mejor amiga "estúpida" otra vez y juro que la rostizaré hasta que no queden ni sus putas cenizas —dijo Lucy, levantándose de su asiento con brusquedad.
—Vámonos —dijo Hermione, agarrando a Lucy del brazo y llevándosela con ella—. Vamos, Harry... Ron.
Salieron. Mucha gente los observó mientras se iban. Harry miró atrás al
llegar a la puerta: la pluma a vuelapluma de Rita Skeeter estaba fuera del bolso y se deslizaba de un lado a otro por encima de un pedazo de pergamino puesto sobre la mesa.
—Ahora se la agarrará contigo, Hermione —dijo Ron con voz baja y
preocupada mientras subían la calle, deshaciendo el camino por el que habían llegado.
—¡Que lo intente! —replicó Hermione con voz chillona. Temblaba de
rabia—. ¡Ya verá! ¿Conque soy una estúpida? Pagará por esto. Primero Harry, luego Hagrid...
—Como quisiera tener a Rawraq justo ahora y darle el placer de rostizar a su primer humano —dijo Lucy con los dientes apretados.
—No hay que hacer enfadar a Rita Skeeter —añadió Ron nervioso—. Se los digo en serio. Hermione, buscará algo para ponerte en evidencia...
—¡Mis padres no leen El Profeta, así que no me va a meter miedo! —contestó Hermione, dando tales zancadas que a Lucy, Harry y Ron les costaba trabajo seguirla. La última vez que Lucy había visto a Hermione tan enfadada, le había pegado una bofetada a Draco Malfoy—. ¡Y Hagrid no va a seguir escondiendo la cabeza! ¡Nunca tendría que haber permitido que lo alterara esa imitación de ser humano! ¡Vamos!
Hermione echó a correr y precedió a sus amigos durante todo el camino de
vuelta por la carretera, a través de las verjas flanqueadas por cerdos alados y
de los terrenos del colegio, hacia la cabaña de Hagrid.
Las cortinas seguían corridas, y al acercarse oyeron los ladridos de Fang.
—¡Hagrid! —gritó Hermione, aporreando la puerta delantera—. ¡Ya está bien, Hagrid! ¡Sabemos que estás ahí dentro! ¡A nadie le importa que tu madre fuera una giganta! ¡No puedes permitir que esa asquerosa de Skeeter te haga esto! ¡Sal, Hagrid, deja de...!
Se abrió la puerta. Hermione dijo «hacer el... » y se calló de repente,
porque acababa de encontrarse cara a cara no con Hagrid sino con Albus
Dumbledore.
—Buenas tardes —saludó el director en tono agradable, sonriéndoles.
—Que... que... queríamos ver a Hagrid —dijo Hermione con timidez.
—Sí, lo suponía—repuso Dumbledore con ojos risueños—. ¿Por qué no entran?
—Ah... eh... bien —aceptó Hermione.
—¿Y su dragón, señorita Winters? —preguntó curioso Dumbledore, viendo a la pelirroja.
—Se tomó sus vacaciones —se encogió de hombros.
La verdad era que Winky hacía de niñera mientras Lucy asistía a clases y demás, comenzó a tener un vínculo bueno con la elfina. Los cuatro amigos entraron en la cabaña. En cuanto Harry cruzó la puerta, Fang se abalanzó sobre él ladrando como loco, e intentó lamerle las orejas. Harry se libró de Fang y miró a su alrededor.
Hagrid estaba sentado a la mesa, en la que había dos tazas de té. Parecía
hallarse en un estado deplorable. Tenía manchas en la cara, y los ojos hinchados, y, en cuanto al cabello, se había pasado al otro extremo: lejos de intentar dominarlo, en aquellos momentos parecía un entramado de alambres.
—Hola, Hagrid —saludó Harry.
Hagrid levantó la vista.
—... la —respondió, con la voz muy tomada.
Lucy no sabía qué decir, por lo que solo metió sus manos en los bolsillos de su gabardina negra.
—Creo que nos hará falta más té —dijo Dumbledore, cerrando la puerta tras ellos. Sacó la varita e hizo una floritura con ella, y en medio del aire apareció,
dando vueltas, una bandeja con el servicio de té y un plato de bizcochos.
Dumbledore la hizo posarse sobre la mesa, y todos se sentaron. Hubo una
breve pausa, y luego el director dijo: —¿Has oído por casualidad lo que gritaba la señorita Granger, Hagrid?
Hermione se puso algo colorada, pero Dumbledore le sonrió y prosiguió:
—Parece ser que Hermione, Lucy, Harry y Ron aún quieren ser amigos tuyos, a juzgar por la forma en que intentaban echar la puerta abajo.
—¡Por supuesto que sí! —exclamó Harry mirando a Hagrid—. Te tiene que
importar un bledo lo que esa vaca... Perdón, profesor —añadió
apresuradamente, mirando a Dumbledore.
—Me he vuelto sordo por un momento y no tengo la menor idea de qué es lo que has dicho —dijo Dumbledore, jugando con los pulgares y mirando al
techo.
—Eh... bien —dijo Harry mansamente, mientras Lucy sonreí—. Sólo quería decir... ¿Cómo pudiste pensar, Hagrid, que a nosotros podía importarnos lo que esa... mujer escribió de ti?
Dos gruesas lágrimas se desprendieron de los ojos color azabache de Hagrid y cayeron lentamente sobre la barba enmarañada.
—No importa de qué raza seas, Hagrid. Si de unicornio, araña... —Ron se removió al lado de Lucy— o un perro, sigues siendo nuestro amigos. Mírame, soy a la que deberían juzgar —dijo Lucy con una leve sonrisa.
—Aquí tienes la prueba de lo que te he estado diciendo, Hagrid —dijo
Dumbledore, sin dejar de mirar al techo—. Ya te he mostrado las innumerables
cartas de padres que te recuerdan de cuando estudiaron aquí, diciéndome en
términos muy claros que, si yo te despidiera, ellos tomarían cartas en el asunto.
—No todos —repuso Hagrid con voz ronca—. No todos los padres quieren
que me quede.
—Realmente, Hagrid, si lo que buscas es la aprobación de todo el mundo,
me temo que te quedarás en esta cabaña durante mucho tiempo —replicó Dumbledore, mirando severamente por encima de los cristales de sus gafas de media luna—. Desde que me convertí en el director de este colegio no ha pasado una semana sin que haya recibido al menos una lechuza con quejas por la manera en que llevo las cosas. Pero ¿qué tendría que hacer? ¿Encerrarme en mi estudio y negarme a hablar con nadie?
—Ya... pero tú no eres un semigigante —contestó Hagrid con voz ronca.
—¡Hagrid, mira los parientes que tengo yo! —dijo Harry furioso—. ¡Mira a
los Dursley!
—Bien observado —aprobó el profesor Dumbledore—. Mi propio hermano,
Aberforth, fue perseguido por practicar encantamientos inapropiados en una
cabra. Salió todo en los periódicos, pero ¿crees que Aberforth se escondió?
¡No lo hizo! ¡Siguió con lo suyo, como de costumbre, con la cabeza bien alta!
La verdad es que no estoy seguro de que sepa leer, así que tal vez no fuera
cuestión de valentía...
—Vuelve a las clases, Hagrid —pidió Lucy en voz baja—. Vuelve... por
favor: te echamos de menos.
Hagrid tragó saliva. Nuevas lágrimas se derramaron por sus mejillas hasta la barba. Dumbledore se levantó.
—Me niego a aceptar tu renuncia, Hagrid, y espero que vuelvas al trabajo
el lunes —dijo—. Nos veremos en el Gran Comedor para desayunar, a las ocho y media. No quiero excusas. Buenas tardes a todos.
Dumbledore salió de la cabaña, deteniéndose sólo para rascarle las orejas a Fang. Cuando la puerta se hubo cerrado tras él, Hagrid comenzó a sollozar tapándose la cara con las manos, del tamaño de ruedas de coche. Hermione le dio unas palmadas en el brazo, y al final Hagrid levantó la vista, con los ojos enrojecidos, y dijo:
—Dumbledore es un gran hombre... un gran hombre...
—Sí que lo es —afirmó Ron—. ¿Me puedo tomar uno de estos bizcochos, Hagrid?
—Ron —Lucy rodó los ojos divertida.
—Todos los que quieras —contestó Hagrid, secándose los ojos con el
reverso de la mano—. Tiene razón, desde luego; todos tienen razón: he sido un tonto. A mi padre le hubiera dado vergüenza la forma en que me he
comportado... —Derramó más lágrimas, pero se las secó con decisión y dijo—:
Nunca les he enseñado fotos de mi padre, ¿verdad? Aquí tengo una...
Hagrid se levantó, fue al aparador, abrió un cajón y sacó de él una foto de un mago de corta estatura. Tenía los mismos ojos negros de él, y sonreía
sentado sobre el hombro de su hijo. Hagrid debía de medir entonces sus buenos dos metros y medio de altura, a juzgar por el manzano que había a su lado, pero su rostro era lampiño, joven, redondo y suave: seguramente no tendría más de once años.
—Fue tomada justo después de que entré en Hogwarts —dijo Hagrid con
voz ronca—. Mi padre se sentía muy satisfecho... aunque yo no pudiera ser
mago, porque mi madre... Ya saben. Naturalmente, nunca fui nada del otro
mundo en esto de la magia, pero al menos no llegó a enterarse de mi
expulsión. Murió cuando yo estaba en segundo.
»Dumbledore fue el único que me defendió después de que faltó mi padre.
Me dio el puesto de guardabosque... Confía en la gente. Le da a todo el mundo una segunda oportunidad: eso es lo que lo diferencia de otros directores. Aceptará a cualquiera en Hogwarts, mientras valga. Sabe que uno puede merecer la pena incluso aunque su familia no haya sido... bueno... del todo respetable. Pero hay quien no lo comprende. Los hay que siempre están contra uno... Los hay que pretenden que simplemente tienen esqueleto grande en vez de levantarse y decir: soy lo que soy, no me avergüenzo. Mi padre me decía que no me avergonzara nunca, que había quien estaría contra mí, pero que no merecía la pena molestarse por ellos. Y tenía razón. He sido un idiota. Y, en
cuanto a ella, no voy a volver a preocuparme, os lo prometo. Esqueleto grande... Ya le daré esqueleto grande.
Harry, Ron, Lucy y Hermione se miraron nerviosos unos a otros. Harry antes se hubiera llevado de paseo a cincuenta escregutos que admitir ante Hagrid que había escuchado su conversación con Madame Maxime, pero Hagrid seguía hablando, aparentemente inconsciente de haber dicho algo extraño.
—¿Sabes una cosa, Harry? —dijo, apartando la mirada de la fotografía de
su padre, con los ojos muy brillantes—. Cuando te vi por primera vez, me
recordaste un poco a mí mismo. Tus padres muertos, y tú te sentías como si no te merecieras venir a Hogwarts, ¿recuerdas? ¡Y ahora mírate! ¡Campeón del colegio! —Miró a Harry un instante y luego dijo, muy serio—: ¿Sabes lo que me gustaría, Harry? Me gustaría que ganaras, de verdad. Eso les enseñaría a todos... que no hay que ser de sangre limpia para conseguirlo. No te tienes que avergonzar de lo que eres. Eso les enseñaría que es Dumbledore el que tiene razón dejando entrar a cualquiera siempre y cuando sea capaz de hacer magia. ¿Cómo te va con ese huevo, Harry?
—Muy bien —dijo Harry—. Genial.
Lucy rodó los ojos.
En el entristecido rostro de Hagrid se dibujó una amplia sonrisa.
—Ése es mi chico... Muéstraselo, Harry, muéstrales quién eres. Véncelos.
Mientras regresaban al castillo, luego de la visita a la cabaña de Hagrid, Lucy se acercó a Harry, mientras Hermione y Ron se adelantaban.
—¿Sabes que solo haces que tengan más esperanzas en ti? —dijo Lucy, enganchando su brazo con el de Harry, mientras caminaban por el pastizal.
Harry la observó por unos segundos y agachó la mirada.
—Solo trato de no pensar en ello.
—Ellos confían en ti —dijo Lucy, acariciando con su otra mano el hombro del azabache—, yo confío en ti, y sé que lo lograrás, Ry.
Harry sonrió, volviendo a alzar su mirada y viendo cómo Lucy veía al frente con una sonrisa.
—Y por cierto, enojate más seguido —pidió la chica, mirándolo con picardía.
Él frunció su entrecejo y la miró confundido. No sabía qué pensar cuando Lucy lo miraba de aquella forma.
—¿Por qué? —preguntó confundido.
—Porque, para mí... —hizo una pausa, matándolo de la curiosidad. Pero se acercó peligrosamente al oído del chico, soltando:—, te ves muy sexy.
Harry se sorprendió, quedando estático en medio del césped, pero encuanto le iba a contestar, Lucy lo soltó y comenzó a caminar a zancadas para alcanzar a Ron y Hermione.
—¡Lucy! —la llamó Harry, corriendo detrás de ella, luego de haber procesado las palabras.
Aaaaaahhhh!!!
Acá gritando por el #Lurry o #Larry... O como ustedes le digan
A ver, pongámonos de acuerdo:
¿#Lurry o #Larry?
El más votado (comentado) es el que queda.
♥
Se vienen mis xv en cuarentena, ¡me siento afortunada!
No vendrán todos mis familiares.
Ps: mi mejor amiga se quiere escapar para llegar a mí casa xd
Además no me van a poder tirar toda la mierda esa que preparan, el coronavirus les cagó 😂😂
❤️
¿Vieron esa sexy portada?
La creo v-villanelle sophiefire
Es alta genia haciendo portadas😍😍😍
Es la portada definitiva de Dragons 🥰😍🤩
Cómo había dicho antes: ella hace puro arte 👌