.una pareja para lucy
«Deberías esperar a que él te invite, déjalo dar ese paso a él». Es lo que le había dicho Hermione a Lucy.
Pero la pelirroja ya se estaba hartando de rechazar a una manada de chicos, solo para que Harry la invitara. La opción de Hermione le estaba empezando a parecer ridícula. Ella lo iba a invitar a él, aunque sabía que Harry debía dar algún paso en algún momento también. Era una prueba y Harry debía pasarla de alguna manera.
—Nolan irá con Ginny, la invitó hoy en el desayuno —explicó Lucy de mala gana.
Hermione había preguntado con quién iría Nolan al baile, ya que el de ojos azules parecía muy felíz.
Lucy miró a Harry, el cual estaba al otro lado de la Sala Común junto a Ron, no dejaba de mirarla. «Acercate de una puta vez, Ry», se repetía una y otra vez en su mente, mirando de reojo a Harry, haciendo como si no lo veía.
La castaña se dió cuenta de ello y giró disimuladamente a ver a Harry, atrapando al azabache viendo a Lucy. Harry parecía tener una batalla interna, mirando a Lucy, mientras Ron le decía algo y miraba disimuladamente hacia ellas.
—Harry parece querer invitarte —soltó Hermione, volviendo a ver a Lucy.
—Sí, claro, llevo casi dos semana esperando, Hermione —bufó Lucy, volviendo a concentrarse en su lectura—. O Harry es lento o simplemente no me invitará.
—Creo que es lento —respondió rápidamente Hermione.
—Tu misma lo dijiste.
Cada día de la última semana del trimestre fue más bullicioso que el anterior. Por todas partes corrían los rumores sobre el baile de Navidad,
aunque Lucy no daba crédito ni a la mitad de ellos. Por ejemplo, decían que Dumbledore le había comprado a la señora Rosmerta ochocientos barriles de hidromiel con especias. Parecía ser verdad, sin embargo, lo de que había
contratado a Las Brujas de Macbeth. Lucy no sabía quiénes eran exactamente porque nunca había tenido una radio mágica; pero, viendo el entusiasmo de los que habían crecido escuchando la CM (los Cuarenta Magistrales), suponía quedebían de ser un grupo musical muy famoso.
Algunos profesores, como el pequeño Flitwick, desistieron de intentar enseñarles gran cosa al ver que sus mentes estaban tan claramente situadas en otro lugar. En la clase del miércoles los dejó jugar, y él se pasó la mayor parte de la hora comentando con Harry lo perfecto que le había salido el encantamiento convocador que había usado en la primera prueba del Torneode los tres magos. Otros profesores no fueron tan generosos. Nada apartaría al profesor Binns, por ejemplo, de avanzar pesadamente a través de sus apuntes sobre las revueltas de los duendes. Dado que Binns no había permitido que su
propia muerte alterara el programa, todos supusieron que una tontería como la Navidad no lo iba a distraer lo más mínimo. Era sorprendente cómo podía conseguir que incluso unos altercados sangrientos y fieros como las revueltas de los duendes sonaran igual de aburridos que el informe de Percy sobre los culos de los calderos. También McGonagall y Moody los hicieron trabajar hasta el último segundo de clase, y Snape antes hubiera adoptado a Harry que dejarlos jugar durante una lección. Con una mirada muy desagradable les informó de que dedicaría la última clase del trimestre a un examen sobre antídotos.
—Es un maldito —dijo amargamente Ron aquella noche en la sala común
de Gryffindor—. Colocarnos un examen el último día... Estropearnos el último
cachito de trimestre con montones de cosas que repasar...
—Mmm... pero no veo que te estés agobiando mucho —replicó Hermione, mirándolo por encima de sus apuntes de Pociones.
Ron se entretenía levantando un castillo con los naipes explosivos, que era mucho más divertido que hacerlo con la baraja muggle porque el edificio entero podía estallar en cualquier momento.
—Es Navidad, Hermione —le recordó Lucy, pasando la página de su libro.
Harry estaba arrellanado en un
butacón al lado de la chimenea—, junto a Lucy,—, leyendo Volando con los Cannons por décima vez.
Hermione también los miró a ellos con severidad.
—Creí que harían algo constructivo.
—¿Como qué? —inquirió Harry mientras observaba a Joey Jenkins, de los Cannons, lanzarle una bludger a un cazador de los Murciélagos de Ballycastle.
—¡Como pensar en ese huevo!
—Vamos, Hermione, tengo hasta el veinticuatro de febrero —le recordó
Harry.
—¡Pero te podría llevar semanas averiguarlo! —objetó Hermione—. Y vas a quedar como un auténtico idiota si todos descifran la siguiente prueba menos tú.
—Déjalo en paz, Hermione. Se merece un descanso —dijo Ron. Y, al
colocar en el techo del castillo las últimas dos cartas, el edificio entero estalló y le chamuscó las cejas.
—Muy lindo, Ron... Esas cejas te combinarán a la perfección con la túnica de gala.
Eran Fred y George. Se sentaron a la mesa con Ron y Hermione mientras
aquél evaluaba los daños.
—¿Que túnica? —preguntó Lucy interesada.
—El vestido que llevará Ron al baile —respondió Fred, recibiendo una mirada fulminante por parte de Ron.
—Ron, ¿nos puedes prestar a Pigwidgeon? —le preguntó George.
—No, está entregando una carta —contestó Ron—. ¿Por qué?
—Porque George quiere que sea su pareja de baile —repuso Fred
sarcásticamente.
—Pues porque queremos enviar una carta, tonto —dijo George.
—¿A quién siguen escribiendo ustedes dos, eh? —preguntó Ron.
—Aparta las narices, Ron, si no quieres que se te chamusquen también —le advirtió Fred moviendo la varita con gesto amenazador—. Bueno... ¿ya tienen todos pareja para el baile?
—No —respondió Ron.
—¿No? Creí que Harry invitaría a... —George se quedó callado al ver las señas que le hacía Harry detrás de Lucy.
—Pues mejor te das prisa o agarrarán a todas las lindas —dijo Fred.
—¿Con quién vas tú? —quiso saber Ron.
—Con Angelina —contestó enseguida Fred, sin pizca de vergüenza.
—¿Qué? —exclamó Ron, sorprendido—. ¿Se lo has pedido ya?
—Buena pregunta —reconoció Fred. Volvió la cabeza y gritó—: ¡Eh,
Angelina!
Angelina, que estaba charlando con Alicia Spinnet cerca del fuego, se
volvió hacia él.
—¿Qué? —le preguntó.
—¿Quieres ser mi pareja de baile?
Angelina le dirigió a Fred una mirada evaluadora.
—Bueno, bien —aceptó, y se volvió para seguir hablando con Alicia, con
una leve sonrisa en la cara.
—Ya lo ven —les dijo Fred a Harry y Ron—: pan comido. —Se puso en pie, bostezó y añadió—: Tendremos que usar una lechuza del colegio, George.
Vamos...
En cuanto se fueron, Ron dejó de tocarse las cejas y miró a Harry por
encima de los restos del castillo, que ardían sin llama.
—Tendríamos que hacer algo, ¿sabes? Pedírselo a alguien. Fred tiene razón: podemos acabar con un par de trols.
Hermione dejó escapar un bufido de indignación.
—¿Un par de qué, perdona?
—Bueno, ya sabes —dijo Ron, encogiéndose de hombros—. Preferiría ir solo que con... con Eloise Midgen, por ejemplo.
—Su acné está mucho mejor últimamente. ¡Y es muy simpática!
—Tiene la nariz torcida —objetó Ron.
—Ya veo —exclamó Hermione enfureciéndose—. Así que, básicamente, vas a intentar ir con la chica más linda que puedas, aunque sea un espanto como persona.
—Eh... bueno, sí, eso suena bastante bien —dijo Ron.
—Me voy a la cama —espetó Hermione, y sin decir otra palabra salió para la escalera que llevaba al dormitorio de las chicas.
—La cagaste, Ron —dijo Lucy rodando los ojos—. Idiota —susurró la última palabra, levantándose del suelo y cerrando su libro, para luego irse tras Hermione.
🐲
Deseosos de impresionar a los visitantes de Beauxbatons y Durmstrang, los de Hogwarts parecían determinados a engalanar el castillo lo mejor posible en Navidad. Cuando estuvo lista la decoración, Lucy pensó que era la más sorprendente que había visto nunca en el castillo: a las barandillas de la escalinata de mármol les habían añadido carámbanos perennes; los acostumbrados doce
árboles de Navidad del Gran Comedor estaban adornados con todo lo
imaginable, desde luminosas bayas de acebo hasta búhos auténticos, dorados, que ululaban; y habían embrujado las armaduras para que entonaran
villancicos cada vez que alguien pasaba por su lado. Era impresionante oír
Adeste, fideles... cantado por un yelmo vacío que no sabía más que la mitad de la letra.
En varias ocasiones, Filch tuvo que sacar a Peeves de dentro de las armaduras, donde se ocultaba para llenar los huecos de los villancicos con versos de su invención, siempre bastante groseros.
Y Harry aún no había invitado a Lucy al baile. Hasta Hermione comenzó a pensar que Harry no lo haría, el azabache estaba demorando demasiado.
—¿Sabes? Olvida eso que te dije, Harry es demasiado lento —dijo Hermione a Lucy la mañana del viernes cuando bajaban a desayunar—. Si esto sigue así, no tendrás pareja.
—No es como que me importe... —murmuró la pelirroja.
Aunque por dentro estaba desilusionada, en verdad pensaba que Harry la invitaría, y Hermione lo sabía.
—Lucy... —pero una voz interrumpió a Hermione.
—¡Lu-Lucy! —la llamó Neville, corriendo detrás de ellas.
Ambas voltearon a verlo a la vez, sorprendidas de verlo más nervioso que de costumbre.
—Hola, Neville —saludaron ambas a la vez.
—¿Se te ha escapado Trevor? —preguntó Lucy.
—No... Bueno, sí... Pero ya lo encontré —balbuceó el chico nervioso—. No venía a eso.
—Oh —murmuró Lucy, viéndolo.
Neville había estado tan emocionado por el baile, pero aún no conseguía pareja. Le había contado a Lucy lo emocionado que estaba por tener su primer baile, por demostrar sus pasos allí, pero el chico no tenía pareja. Había invitado a Ginny, pero la chica ya tenía pareja. Nolan.
—¿Quieres... Quieres ir al baile conmigo? —preguntó con la cabeza baja, mirando los zapatos de la pelirroja en vez de su rostro.
Hermione miró rápidamente a Lucy, la pelirroja estaba debatiendo en su mente.
No importaba con quién iba al baile, no quería que Neville fuera solo, había puesto todo su empeño en las últimas semanas practicando el vals, no importaba si no iba con Harry. Aún podía invitarlo a bailar.
El estúpido baile le daba igual, no dejaría a Neville solo.
—Claro, ¿porque no? —se encogió de hombros, viéndolo.
Neville sonrió emocionado y alzó su cabeza viéndola agradecido.
Aún siendo el chico más torpe de Gryffindor, e incluso de Hogwarts, había logrado invitar a una princesa, ¿no era genial?
Estaba que estallaba de felicidad.
—Gracias... Amm... Gracias —giró sobre sus talones, chocando contra una armadura y tirandola, haciendo un tremendo ruido, atrayendo miradas—. Gra-gracias —volvió a murmurar avergonzando, tratando de acomodar el casco de la armadura rápidamente.
Lucy sonrió divertida, viendo a Neville irse. Hermione la miró incrédula.
—¿No ibas a invitar a Harry?
—Sí, pero no importa —se encogió de hombros—. Neville no quedará solo y yo aún puedo bailar con Harry.
Hermione sonrió orgullosa, pero cuando giraron, ambas sonrisas se borraron.
Will caminaba hacia ellas con las manos en los bolsillos de su túnica.
—Largo, sangre sucia —le dijo Will a Hermione, viéndola con asco.
Hermione agachó la mirada e iba a irse, pero Lucy la agarró del brazo y la obligó a quedarse.
—Vete, imbécil —ordenó la pelirroja con enojo.
—Amm... No, vengo a hacerte una propuesta —dijo él—. El baile, ¿tienes pareja?
Lucy soltó una risa que se parecía a un bufido.
—Sí, y no importa si no tuviera, jamás iría contigo —dijo Lucy.
—Soy buen bailarín.
—Lo dudo, mi pareja es mejor —sonrió victoriosa y cruzó por al lado de él.
Ambas se dirigieron al Gran Comedor para desayunar.
—Atraes a todos, menos a Harry —dijo Hermione.
Lucy bufó.
Igual lo invitaría a bailar.
Aaaaww así es mi hermosa Lucy
Un demonio, pero un ángel por dentro :'3
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Lo que será ese baile, por diossss 😂😂😂
El Neville demostrará su don de baile