Senix
—¡Que no cunda el pánico, que no cunda el pánico!—repetía Diego en voz alta. Él quería tranquilizar a los demás pero era el que más alterado estaba.
—¡Cállate, me pones nerviosa!—gruñó Diana.
—¡Yo también estoy nervioso!
—¡Todos estamos nerviosos, pero ustedes no ayudan!—exclamó Dalya por primera vez desde que nuestra plática grupal había iniciado.
—Chicos... Yo... no sé qué hacer. —Dije, cerrando y abriendo los ojos con la esperanza de que todo se desvaneciera ante mis ojos como un mal sueño.
Esto es real.
Lo sé.
Te ayudaré.
¿Qué? ¿En verdad?
Un segundo... Rayos, ¿estoy hablando con mi mente?
Ya me volví completamente loca. No... No es eso, es... ¿el destello? ¿mi supuesta guía?... Puede ser. Sí, sabía que desde un inicio no sólo era yo, había algo más. Específicamente "alguien más" que intervenía en mis pensamientos.
—¿Senix?
—Lu espera—le dije a la Fénix Blanca—. Estoy...
Solté mi espada que se desvaneció en luz y agarré mi cabeza con ambas manos, concentrándome en volver a tener la conexión que me unía a la voz.
—¿Estás qué?—indagó Ryan.
—¿Es la voz?—dijo Lumina—. Senix...
Alejé sus voces y volví a concentrarme. Si los comentarios que saltaban en mi mente tenían que ver con lo sucedido a la Inmunidad del don Oscuro entonces había una esperanza.
—¿Quién eres?—pregunté en voz alta, ignorando por completo si mis amigos me veían como a una loca desesperada.
Ojalá esa... voz, pudiera responder y aclararme algunas dudas.
Solo soy yo.
—Eso no ayuda mucho.
Lo sé.
—Dijiste que me ayudarías, ¿lo harás?
Sí.
—Necesito más que esa respuesta.
Te ayudaré, Senix.
—Nos estamos entendiendo.
Eso parece.
—Dime quien eres. ¿Cómo es qué... cómo es que hablas en mi cabeza? Esto es muy raro, y e visto muchas cosas raras en mi vida.
Eso lo sé. Yo he formado parte de tu vida durante mucho tiempo. En silencio, claro. Sólo comunicándome contigo por medio de simples pensamientos.
—Vaya... Eso a sido lo que más me has dicho hasta ahora.
Así es.
—Contesta, por favor. ¿Quién eres?
Ya te he respondido. Sólo soy yo.
—¡Eso no ayuda!
—Senix, ¿estás bien?—abrí los ojos y me encontré a Lumina enfrente de mí con su típica mirada maternal.
—Estoy bien—respondí—. Estamos conversando.
No es un buen momento de conversar.
—Lo sé pero...
Senix, no necesitas saber mi nombre, necesitas mi ayuda.
—Al menos sería bueno saber quién eres para poder confiar en ti.
Sé que confías en mí.
—No, no lo sabes.
Entiendo que sientas desconfianza, pero en verdad yo no debería intervenir en estos asuntos.
—¿Asuntos? ¿Internevir? Ahora ya formas parte de esto como mi yo consejera.
No soy tú.
—¡Estás hablando en mi cabeza! Y mis amigos no me están viendo extraño sólo para que no colabores mucho.
Difícil, como siempre.
—No soy difícil es sólo que tú...
Sí lo eres. Te pareces tanto a...
¡No es cierto! Y... ¡¿Ahora de qué hablaba?
—¿Parecerme a quién?
Olvídalo.
—Dime que debo hacer.
Sálvalos.
Sacudí mi cabeza y pasé las manos por mi cara, frustrada. Había pedido consejos o soluciones, pero nada. Miré el cielo otra vez y vi como lentamente la roca negra empezaba a caer más y más.
Suspiré y formé nuevamente mi espada. Esta vez la empuñé en mi mano izquierda y por alguna razón preparé la mayor fuerza de poder que tenía en mi mano derecha.
—Terminen de acabar dejando inconscientes a los Fénix Oscuros que faltan y ayuden a nuestros guerreros. Hay muchos heridos que deben ser atendidos.
—Pero y eso... —empezó a decir Setem.
—Alguien ayudará. Creo. Necesito que algunos de ustedes vayan allá y...
—¿Tratemos de sostener eso?—preguntó un incrédulo Leyton.
—Exacto. Sé que es una locura pero...
—Lo haremos—dijo Leyton—. Si morimos tendré la dicha de haber conocido a seres tan extraños como ustedes.
Ryan bufó.
—Otro pesimista.
—Estoy liberando mis sentimientos, no seas un aguafiestas—reprochó.
—Bien por ti, pero mejor nos confesamos cosas después de esto—dijo Ryan, burlón.
—Lumina, ¿puedes ir tú también?
—Claro—respondió.
—Leyton, ya que estas tan cooperador tú iras tambien. Lumina, Klyos y... —miré los ojos de Leo y noté su desconfianza—... Leo—terminé—. Necesito que tú también vayas.
Él negó y chasqueó la lengua. Estaba claro que el rubio estaría en desacuerdo.
—No te dejaré aquí.
—Estamos con ella, además, se puede cuidar sola—dijo Ryan, fingiendo un tono desinteresado y ligero.
—Leo, esto es urgente ¡esa cosa caerá y aplastara tantas vidas inocentes! No podemos permitirlo
—Tienes razón.
Me miró por unos segundos más y se dio la vuelta para hacer aparecer sus alas y desplegarlas para volar. No supe describir su expresión... Parecía ¿extrañado? ¿dolido?
Pero, ¿dolido porqué estaría? Si nos poníamos a recalcar el nivel de peligrosidad de las zonas de este lugar quedaba claro que lo había mandado al centro del desastre. A la muerte.
No debía de preocuparse por mí... O quizás le preocupaba el saber que a él mismo le podía pasar algo y que yo era una inconsciente sin corazón.
No... No podía ser eso. Lo conozco demasiado bien como para saber que él no pensaría de esa manera.
Leyton, Lumina, Klyos y Leo volaron a una velocidad extraordinaria para llegar en poco tiempo a la zona debajo de la roca que caía de una forma tan lenta que resultaba tortuoso verlo.
—Ya no quedan tantos Oscuros como creíamos—señaló Diego—. Podemos con ellos.
—Claro que sí—dije.
Seguí a mis amigos y lancé ondas de fuerza a los Fénix Oscuros que quedaban. Sus cuerpos temblaron y sus armas cayeron al suelo causando ruidos molestos. Golpeé la tierra varias veces e hice ademanes con mis manos para abarcar el elemento tierra en mis habilidades en proceso de dominación. Ahora debía confiar en mis instintos, justo como había dicho Destello (sí, así llamaba ahora a la sin nombre) La tierra tembló y se abrieron grietas que aprisionaron a una buena cantidad de Fénix Oscuros juntos.
—Buena esa—felicitó Yudor—. No sabía que podías causar mini terremotos traga tontos, Senix.
—Ni yo sabía, hasta ahora.
—Esos no son... Oh por Say Anin Negro, ¿son los reyes... Arthur y Leyla?
Miré el cielo en dónde Dalya señalaba con sus dedos temblorosos.
Afirmativamente; mis padres sobrevolaban el cielo luciendo igual de imponentes con sus alas desplegadas contra el viento.
—Son ellos. ¿No que los habían distraído bien, Yudor?
El aludido me miró y no me miró, parecía distante.
—Una enorme lámina gigante puede llamar muuucho la atención, ¿sabías?
Hice una mueca y me encogí de hombros.
—Ya, entiendo.
—Si ellos están aquí quiere degir que tomarán el mando, Senix—dijo Ryan.
—No, no lo harán. Esta vez no. —Afirmé—. ¡Papá, mamá!—Los llamé, sonriendo por mi estupidez y deseando que me oyeran a pesar de la semejante distancia.
—¿Senix? ¿Hija, estas bien?
Guau. La agudeza auditiva y visual empezaba a desarrollarse con mucha más potencia en mi cuerpo. Literalmente estábamos lejísimos y a pesar de todo lograba escucharlos.
—¡Estoy bien! ¡Por favor, no vengan! ¡Sostengan la roca mortal y tratende impedir su caída. Hagan lo mismo que el Guardián Leo y los demás están haciendo!—indiqué a gritos, llamando la atención de los últimos grupos pequeños de sombras dark que quedaban.
—¡No haremos eso, Senix, lucharemos y acabaremos con la raza Oscura de una vez por todas!—respondió mi padre.
Eso era lo que me temía, sus palabras y las intenciones que tenían para solucionar todo. ¿Es que acaso no entendían que nosotros éramos los que íbamos a terminar desapareciendo?
—¡Por favor, háganme caso! ¡Si no hacemos nada muchos de los que están bajo la roca morirán! ¡¿Acaso quieren que eso pase? ¡Hay niños!
Arthur y Leyla se quedaron quietos en el aire, batiendo sus alas doradas y celestes en un ritmo lento. Se vieron entre sí y negaron rotundamente. No estaban de acuerdo.
—¡Tú eres la que nos importa, Senix! Los sacrificios a veces son las mejores opciones—exclamó una voz más aguda. Mi madre.
«Sacrificio»
Ellos preferían dejar morir a todas esas vidas sólo por mantenerme a salvo. A mí. Como siempre habían hecho.
Esta vez fui yo la que negué y tragué el nudo que se instalaba en mi garganta con la intención de hacerme llorar.
—No lo entienden... —les dije a mamá y papá—, ya han sacrificado demasiadas vidas por mí. Los demás no tienen que volver a hacer eso. No lo valgo, no valgo todos esos sacrificios. Entiendan que no seré tan egoísta.
—Senix... —intentó decir mi madre.
—¿Qué es lo que te dijeron?—dijo mi padre, su voz se había tornado dura y fría.
—La verdad—respondí—. Si tanto me quieren hagan lo que les digo. Sostenga ese inmenso peso y no ayuden de más. Ya han hecho suficiente en todos estos años.
—Pero... —trató de intervenir mi madre.
—Por favor—supliqué—, háganlo. Ya hay... Otros seres que sé que me ayudaran—Esperaba no equivocarme—. Y esa ayuda sé que no matará a inocentes.
Mis padres aún dudaba, eso estaba claro. Ellos querían hacer que todo terminara a su manera.
—Cuídate, Senix, eres todo lo que nos importa y lo que más amamos. No resistiríamos perderte—dijo Leyla antes de volar hacia la roca junto con mi padre y colocarse debajo de ella para poner sus manos en la superficie y empujar hacia arriba.
Leo, Lumina, Klyos y Leyton estaban en la misma posición, sosteniendo el peso más grande que podían imaginar. Ellos se arriesgaba a quedar reducidos a cenizas.
Y Leo...
«No quiero que te pase nada. Quiero que estés bien» murmuré para mis adentros.
Él estará bien.
¿Cómo lo sabes?
Me encargaré de mantenerlo a salvo. A todos tus amigos.
Haz lo mismo con todas esas vidas.
Lo intentaré.
Bufé y sonreí, sin saber muy bien si podía notar eso.
«Inténtalo con muchas ganas» pensé.
Me aseguraré de ello.
Sí, por favor.
Aguanté las ganas de gritar cuando vi como la roca empezaba a ladearse con mayor rapidez, quedando expandida lo justo para acabar con su peso a toda vida que estuviera debajo.
Con mi mano derecha invoque a todos los poderes juntos que contenía mi cuerpo. El fuego... La luz, los rayos, la fuerza y todo aquel que podía servir.
Cree una mezcla de todos ellos y la lancé con la mayor fuerza que pude hacia la roca. Estaba lejos, muy lejos, pero la velocidad del poder era tanta que llegó en unos cuantos segundos e impacto contra la que supuse era una fría superficie. El poder se expandió y abrazo la roca con una luz de un intenso tono azul.
La roca dejó de caer.
Pero sólo por unos segundos.
El peso era demasiado y se negaba a quedarse flotando.
Siguió cayendo con lentitud, grité al sentir el poder emanar en abundancia de mi cuerpo.
Me estaba drenando completamente.
Pero valía la pena. Aunque la diferencia fuera mínima, lo valía.
Un minuto.
—¡¿Qué?!—gruñí. Apreté la espada en mi otra mano y supe que venía algo más hacia mí.
Sólo un minuto.
¿Un minuto para qué?
Esa es mi ayuda.
«Confío en eso»
Giré mi rostro y moví mi cabeza hacia un lado, indicando a mis amigos en tierra que ayudarán a los guerreros a acabar con los Oscuros que aún seguían de pie luchando.
Jhon, Diana, Diego, Yudor, Setem, Miranda, Dalya y Ryan avanzaron hasta dispersarse y unirse nuevamente a la lucha, dejándome en un espacio solitario en donde sólo me encontraba lanzando todo el poder de mi cuerpo para parar la caída.
Me estaba quedando sin fuerzas.
Demasiado... Esto es demasiado.
Resiste un poco más.
«No creo poder. » pensé y se me escapó un sollozo.
Sólo un poco más. Yo creo en ti.
«Si crees en mí, confíame al menos tu nombre. »
Erso, Senix. Llámame Erso.
Erso...
Así que eres un él.
No afirmare ni negaré eso.
Y luego la complicada soy yo.
Lancé con mucha más fuerza el poder y mis piernas se debilitaron tanto que las sentía como gelatina.
Aguanta, me dije, sólo aguanta.
De repente una luz blanca invadió el cielo. Muy por encima de donde la roca caía. El Destello... Era la ayuda.
Era Erso...
¿Será ese su verdadero nombre?
Dejé de divagar cuando el sonido de metal contra metal lleno el aire. Mi espada se tambaleó en mi mano pero no se me cayó.
Con dificultad miré hacia arriba y vi el rostro pálido de Erika sonreír con sorna e indiferencia.
«Fantástico»
—Hemos de empezar otra vez.
—Estoy algo ocupada, ¿se puede más tarde?—intenté decir.
—A pesar de estar casi muriendo por la carencia de poder sigues siendo tú misma. Que extraño ser eres, Senix Fire. —Dijo Erika.
No le respondí.
Respiré e inspiré profundamente.
Porque sentía que algo...
Oh no.
Caliente.
Sangre caliente bajó de mi muslo al sentir el tajo que Erika hizo con su espada.
Allí, con sólo una mano y las ganas inmensas de vómitar y caer rendida al suelo, seguí luchando. No podía perder la concentración del poder pero tampoco iba a servir de mucho si Erika me mataba.
Salté hacia un lado y lancé patadas, estocadas y esquive sus golpes. Esto era lo que me quedaba. Más que todo defenderme.
No sirvió de mucho.
Erika tenía ventaja.
No supe en qué momento desvaneció su espada y me pateó la espalda con fuerza. Caí al suelo de rodillas, jadeando pero con mi mano alzada despidiendo el poder que estaba acabando conmigo.
En mi panorama solo alcanzaba a ver el suelo y los pies cubiertos en negro ónix de Erika. Luego, un golpe como de un bastón chocó en la tierra.
Elevé con dificultad la vista y vi como ella portaba algo mucho más grande que una espada.
Una lanza.
------------------------------------------------------------
Hola, seres de Wattpad. ¿Cómo están? ¿Les gustó el capítulo?
¿Qué piensan de este nuevo... personaje? ¿Creen que ayudará?
¿Quisieran otro capítulo además de esta doble actualización? ¿Sí? ¿No?