LOST | 2da TEMPORADA

Autorstwa kidrauhlshawtys

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Holaa❤ Esta es la segunda temporada de "Lost" y espero que les guste muchísimo. Les recuerdo que es adaptada... Więcej

Capítulo 1 "No puedes ser joven por siempre"
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Nota
Capitulo 21 "Saber esperar"
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 13

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Autorstwa kidrauhlshawtys

-____’s POV-:

Justin me sacó a empujones de la casa, apenas dejándome terminar de ponerme la chaqueta. Me subió en la motocicleta, cargándome antes de que pudiera tocarla, y luego se acomodó rápidamente delante de mí. Di un grito ahogado cuando arrancó y yo ni siquiera me estaba sosteniendo de nada.

Observé todo a mi alrededor. Al menos ya podía abrir los ojos sin que se me revolvieran las tripas. Los colores y las formas abstractas volvieron a estar frente a mí. El viento golpeando contra mi rostro me obligaba a cerrar los ojos, pero yo los mantenía abiertos, abriendo la boca para absorber bocanadas y bocanadas de aire seco y cálido que viajaba directamente hacia mis pulmones.

-¿A dónde me llevas? –le grité, cuando me di cuenta de que tomaba la carretera. Él no respondió, e hizo sonar el motor de la motocicleta. Por una vez no grité, sino que reí tontamente y me atreví a hacer la estupidez más grande de mi vida. Pero, después de todo, para ser viejo y sabio, primero necesitas ser joven y estúpido.

Me puse de pie sobre los tubos plateados de la motocicleta, intentando mantener el equilibrio, y desenredé mis brazos de la cintura de Justin. Sentía el viento sacudir mis cabellos hacia atrás y el Sol apuntar directamente hacia mi rostro. La carretera estaba inusualmente casi vacía, y entonces abrí mis brazos para sentir la placentera sensación de volar. Era tonto. Pero volar siempre fue uno de mis sueños frustrados.

Y ahora sentía como que volaba. En todos los sentidos.

Grité muy fuerte, cerrando los ojos y sintiendo la sensación maravillosa que se me había sido privada toda mi vida: la libertad. Quiero decir, cuando toda tu vida has sido manipulado y engañado, llega un momento en el cual no confías en nadie. Pero luego llega alguien y te abre los ojos, diciéndote que hay un mundo fuera de tu ventana, y te empuja a que salgas y lo vivas. Entonces te sientes libre. Y es la libertad la sensación más hermosa de todo el mundo.

Recorrimos toda la carretera así. A toda hostia, con mis brazos abiertos y gritando y riendo. El avión de papel en mi cuello saltaba con el viento mezclado con el movimiento de la moto.

-¡Woah! –me reí tontamente cuando nos detuvimos frente a un local con letras iridiscentes brillando en letras cursivas. El lugar olía a grava seca y a humo, pero todo estaba increíblemente limpio. Incluso idílico.
-¿Qué es esto? –le pregunté mientras nos bajábamos de la moto. Él sonrió ampliamente y me jaló del brazo, corriendo hasta la puerta del local. Volví a reír tontamente, y él empujó la puerta, que emitió el tintineo de una campana. Woah. Como en las películas.

Miré a mi alrededor, admirada de nunca haber estado antes en un lugar como éste. El local era amplio. Había un mostrador de cristal repleto de tubos de cremas, libros, y cajas con muestras de piercings. Un tubo de goma espuma negro giratorio estaba cuidadosamente posicionado encima del mostrador, mostrando más piercings. Las paredes estaban pintadas con raros diseños estrafalarios, y varias frases de personas como Bob Marley y Kurt Cobain se hallaban escritas en las paredes, con la foto del respectivo autor a un lado.

Varias chicas con cabello corto negro, y otras con el pelo largo y de colores repletas de piercings y tatuajes me vieron y arrugaron la nariz. Giré la vista y me encontré con un chico castaño con múltiples tatuajes a lo largo de sus brazos delgados. Usaba unos grandes lentes y barba que llegaba hasta el comienzo de su cuello. Era bastante joven, y tenía una pinta de ser de ésos que estudian Física cuántica mientras escuchan Heavy Metal.

-Hombre, Justin –sonrió, y se dieron la mano por encima del mostrador. A la mierda, Justin conoce a medio país.
-Hey, Martin –sonrió Justin, sacudiéndose los cabellos. -¿Qué tal, tío?
-Todo bien. ¿Has venido para lo que hablamos el otro día? –preguntó amablemente, sonriéndome. Justin asintió.
-Supongo que es ella –me señalo, mirándolo, atónito.
-La misma –sonrió él. Miré a Martin con una sonrisa en mis labios, y me dio la mano, la cual torpemente estreché de vuelta.
-Gusto en conocerte, ____ –sonrió. –Justin y yo somos viejos amigos.
-Oh –fue todo lo que respondí, sonriente. Todavía no entendía el por qué estábamos aquí.
-¿Es la primera vez que te haces un tatuaje, ____? –me preguntó amablemente. Había un piercing plateado en su labio inferior, pero hablaba como si tuviera una maestría. Abrí los ojos como platos y miré a Justin, sintiendo una capa de sudor recorrer la parte posterior de mi cuello. ¿Un… tatuaje?
-Um… S-sí –titubeé.
-Vale, entonces vengan por aquí –sonrió, y salió del mostrador, dirigiéndose hacia donde se encontraban dos sillas de cuero. Miré a Justin, sintiendo que se me ponían los pelos de punta. Él sólo me abrazó dulcemente y nos dirigimos hacia donde se hallaba sentado Martin, acomodando cosas en su escritorio. En los estéreos de la tienda, sonaba bajito una canción de Aerosmith.

Vacilé antes de sentarme, mordiéndome el labio. Un tatuaje. Estaba a punto de hacerme mi primer tatuaje.

-No te preocupes, nena –Justin susurró en mi hombro. –Martin es de confianza. Me ha hecho todos mis tatuajes.

Martin amplió sus mejillas en una sonrisa, poniéndose unos guantes blancos. Me senté en la silla, y observé a Justin hacerlo también.

-También yo me lo haré –sonrió, y yo sonreí de vuelta. No tenía idea de qué diablos iba a quedar estampado en mi piel por el resto de mi vida, pero al menos quería que fuera una sorpresa. Puse mi brazo primero, y Justin observó minuciosamente cada movimiento de Martin. Cerré los ojos con fuerza, y sentí un dolor punzante en el interior de mi muñeca. Esta mierda dolía.

Justin tomó mi mano, y yo instintivamente la apreté, sonriéndole y luego emitiendo una mueca de dolor. Martin daba pequeños aguijonazos con la máquina encima del interior de mi muñeca. Apretaba más la mano de Justin cuando me daba cuenta de que el dolor aumentaba, pero él no rechistó.

Lo que pareció horas después, ya no sentí ninguna punzada en mi brazo. Sentía mi piel palpitar, producto del dolor que antes sentí, y escuché la máquina de tatuajes hacer estragos en la muñeca interna de Justin. Nuestras manos seguían unidas, y él entrelazó sus dedos con los míos, mirándome y sonriendo. Quise mirar mi muñeca pero me resistí, quería que fuera una sorpresa.

Cuando Martin terminó con Justin, sonrió y nos extendió un tubo de crema para colocar encima del tatuaje. Seguidamente, se quitó los guantes y se retiró hacia el mostrador para ver algo en la computadora.

-A la cuenta de tres miraremos –dijo, y yo asentí, sintiendo un revoloteo en mi estómago.
-Uno –sonrió.
-Dos –mascullé, mordiéndome el labio.
-Tres –dijimos al unísono.

En letras elegantes, estaba escrito delicadamente un “contra todo” en mi muñeca. Y, en la de Justin, se leía un “contra todos”. Mis ojos dibujados perfectamente en blanco y negro se situaban en su muñeca, y unos ojos cristalizados envueltos en espesas cejas perfectas me miraban a mí. Lo miré, anonadada.

-¿Sabías que secuestré a una realmente molesta linda chica hace exactamente tres años? –sonrió.

Suspiré profundamente mientras me aplicaba montoncitos de crema sobre mi tatuaje. Martin había tenido la exacta puntería. Los ojos mieles me miraban en blanco y negro desde el interior de mi muñeca, y yo los miraba a ellos del mismo modo en que lo miraba a él. Sonreí torcidamente, y cerré el tubo extra-largo de crema, extendiendo mis piernas sobre la hierba recién cortada del campus de la Universidad. Era lunes otra vez, pero con esos ojos ahí, mirándome, parecía que todavía era sábado, y que él todavía estaba ahí conmigo.

Guardé el tubo en mi mochila y apoyé la cabeza en el muro del edificio, mirando al cielo. Prefería ponerme jodidamente cursi antes que leer otro infernal capítulo del libro de Mandarín. Tenía que pensar en algo para retirarme de la clase. No me estaba ayudando a distraerme de nada, y el viejo gay no ayudaba.

La campana sonó y dejé las cursilerías de lado. Normalmente, entraba tres minutos antes de que el timbre chillara, sencillamente porque no quería escucharlo, y tampoco me apetecía soportar el discurso de la profesora Fitz –la anónima-.
Saber que ella era la que estaba enviándonos a todos mensajes era gratificante. Quiero decir, ya no tenía que preocuparme. ¿Qué podría hacer ella, después de todo, siendo una vieja decrépita que envía mensajes para asustar a sus alumnos durante su tiempo libre? Si ella llegara a hacer algo, perdería su trabajo. Pero, aún así, lo único que no me cabía en la cabeza era, ¿por qué ella estaba haciendo esto? Apenas la conocía desde hacía tan sólo unos meses, cuando entré a la Universidad. ¿De qué querría vengarse, entonces?

Entré al aula. La sala ecoica con la pequeña tarima frente a los pupitres ya se hallaba atestada de estudiantes quitándose las mochilas de sus hombros y sentándose pesadamente en sus mesas, dispuestos a dos largas horas de disertación con la profesora –acosadora- Fitz.
Jenn quitó su bolso con ambas manos de la silla para que pudiera sentarme, y me acerqué corriendo, con una sonrisa gigante en mi rostro. Sus ojos verdes se ampliaron, y su expresión decía “tienes-que-contármelo”.

-¡Cuéntamelo todo y no me ocultes nada! –susurró. Cuando abrí la boca para responderle, la puerta del aula dio un golpe seco, y todo quedó en silencio. Tan sólo se escuchó el golpetear del viento seco contra los ventanales y el ciego ventilador casi descompuesto que se inclinaba arriba sobre la pared, encima del pizarrón acrílico. Fingí sacar mi guía de mi mochila tan sólo para tener algo que hacer con las manos, pero difícilmente pude apartar la mirada de los ojos oscuros de Fitz, quienes me miraban como si fueran a perforarme el rostro. Desvié la vista, parpadeando rápidamente, y suspiré, poniendo la guía sobre la mesa.

Volví a mirar a Jenna escuchando el ruido que ejercían los tacones bajos de la profesora sobre el suelo. Mi mejor amiga me sonrió, y yo extendí mi brazo hacia ella, enseñándole el tatuaje. Ella ladeó la cabeza para leerlo, y seguidamente, se mordió el labio inferior, dedicándome una sonrisa enorme. Se rió por lo bajo, y luego ambas fijamos nuestra vista al frente. Mi sonrisa borrándose inmediatamente al darme cuenta de que los ojos de Fitz estaban puestos directamente sobre mí de nuevo. Bajé la vista hacia la guía, pasando las páginas con interés fingido. “Vieja perra”, pensé.

La puerta del aula se abrió, y todos volteamos instintivamente. Era raro que alguien llegara sin tocar, y mucho menos en presencia de Fitz. En cuanto vi la cabellera rubia ondulada sacudirse alrededor de su cara pálida y sus ojos azules clavarse en el resto de la clase, mi sangre se heló. La profesora se giró sobre sus talones y cruzó sus huesudos brazos sobre su pecho.

-Lo siento –dijo ella, respirando agitadamente. Sentí un retortijón en mi estómago al escuchar su voz otra vez.
-Llegas tarde –le recriminó Fitz hoscamente. La rubia bajó la mirada, apretando instintivamente su libro entre sus brazos.
-Lo siento –repitió.
-Clase –Fitz se giró hacia nosotros, sosteniendo el marcador de tal manera que parecía que nos apuntaba. Bueno, que me apuntaba. -, ella es su nueva compañera. Megan Weber.

El nombre relampagueó en mis oídos. Sí era ella. Ningún producto de mi imaginación ni nada. La puta madre. Era ella.

Sus pasos continuaron hacia delante, ubicándose en uno de los últimos puestos del aula, a pesar de que a mi lado había algunos disponibles. No resistí el impulso de mirar hacia atrás y encontrarme una vez más con sus ojos azules como el cielo mirándome, para después girarse hacia delante. Me giré, también, mi entrecejo ligeramente frunciéndose a causa de la mortificación que de repente me invadió.

¿Qué le hice? ¿Por qué ni siquiera me habla o me mira? Claro, Megan, vete. Para eso están las amigas, ¿no?

*********

Salí corriendo del aula en cuanto el timbre sonó y Megan se hubo retirado. Anduve por el campus buscándola con la mirada, intentando hallar una cabellera singularmente rubia entre los rostros atestados y atropellados en el pasillo. Me alcé de puntillas y alargué el cuello para poder ver mejor entre la gente.

Seguí caminando, casi con la rabia palpitando en mis venas. ¿Tienes idea de lo que se siente ser abandonada por tu mejor amiga cuando más la necesitas, y que luego tenga las bragas para volver y dejarte con la palabra atascada en la garganta? ¿Es eso lo que las amigas hacen ahora? Y ahora ella vuelve aquí, y ni siquiera tiene la gentileza de saludarme siquiera.

El pasillo olía a sudor y a puntas de lápiz. Me deslicé a través de él, buscando a mi antigua mejor amiga, quien de alguna manera olió que yo iba a buscarla después de la clase, y aprovechó la situación para escaparse. No recordaba en un pasado no muy lejano estar pensando en perseguirla cuando volviera, debido al simple hecho de que yo siempre pensé que, si algún día volvía, podríamos volver a ser como antes. Sólo ella y yo. Tonteando y encubriéndonos.

Pero supongo que pensé mal.

Me di la vuelta abruptamente cuando me di cuenta que mis pensamientos habían bloqueado mi sentido de la orientación y que estaba caminando hacia una puerta restringida bloqueada con barrotes de hierro oxidados. Choqué el hombro con alguien.

-¡Fíjate por dónde vas! –me gritó al tiempo que yo emití un gruñido al aire. Me levanté gruñendo. Erguí mis hombros y, a continuación, la miré. Parpadeé varias veces, intentando que mis ojos se acostumbraran de nuevo a la luz. Oh, espera, ¿esto no era un sueño? Ella también se había quedado helada.
-Oh –musitó, con un hilo de voz. Sus ojos azules mirándome bien abiertos, como si quisieran saltar de sus órbitas. Nerviosamente, jugueteó con sus manos y se aplicó una nueva capa de brillo labial rojo en sus labios delgados, mirando hacia la nada.
-Hola –le dije, pareciendo una pregunta.
-Hola –respondió al fin, tirando el tubo del brillo labial en su bolso.
-¿Podemos hablar? –mascullé, arqueando una ceja.
-No sé. Tengo que…
-Mira, sólo será un segundo, Megan –respondí duramente. Ella vaciló, golpeteando la suela de su zapato Converse blanco sobre el suelo de concreto.
-Vale –asintió.

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