LOST | 2da TEMPORADA

By kidrauhlshawtys

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Holaa❤ Esta es la segunda temporada de "Lost" y espero que les guste muchísimo. Les recuerdo que es adaptada... More

Capítulo 1 "No puedes ser joven por siempre"
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Nota
Capitulo 21 "Saber esperar"
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 10

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By kidrauhlshawtys

Incómoda, me subí a la motocicleta sintiendo que mis pies iban a salir corriendo. Me acomodé el vestido rojo cereza debajo de mí para que no se levantara; no quería ir enseñando las bragas por la carretera y sentirme como Marilyn Monroe, cuando en realidad me veía como una puta.

Me quité los tacones de diez centímetros negros que había tomado del armario vintage de mi madre, y comencé a acostumbrarme a la idea de que la moto no iba a comernos vivos. Pero, por si acaso, y por pura comodidad, introduje los brazos enteros dentro de la camisa blanca de Justin, apretándome contra su espalda y cerrando los ojos. Automáticamente, sentí el viento ondear suavemente sobre mi rostro y el calor del pecho de Justin bajo mis manos rígidas. Suspirando, abrí los ojos, y me di cuenta de que todo era más bonito sobre dos ruedas de lo que yo pensaba.

Los colores abstractos de la ciudad encendida por faroles de colores modelaban preciosamente frente a mis ojos bien abiertos. El viento azotaba contra mis cabellos salvajemente, echándolos hacia todas las direcciones. El viento inundaba mis pulmones como si fueran litros de agua que entraban por mis fosas nasales. Me recordaba a Tres Metros sobre el Cielo. Yo era la chica inocente que se liaba con el chico malo. Pero mi chico malo era un asesino, y yo no era ni la mitad de hermosa como lo era Babi. Y aún así, esperaba que esta historia terminara bien, y que aunque él se comprara un auto, no dejáramos de escaparnos a todos lados.

-¿A dónde me llevas? –pregunté, con mi barbilla apoyada delicadamente sobre su hombro.
-Quiero que conozcas a alguien –ronroneó, e hizo sonar estruendosamente el motor de la motocicleta negra. Emití un grito ahogado, a lo cual ambos nos carcajeamos luego de unos momentos interrogantes. Acaricié sus abdominales con mis dedos, dejando que revolotearan libremente bajo su camisa.
-Mira que me haces cosquillas y luego nos estrellamos –murmuró alegremente.
-¡Lo siento! –salté, y aparté mis manos, posicionándolas en su chaqueta de vestir negra, apretándola bajo mis puños. De repente, sentí nuestros cuerpos inclinarse de sopetón hacia adelante. Grité. Luego hacia la derecha, dando una curva violenta hacia la izquierda. Grité más fuerte.
-Justin, ¿qué pasa? –chillé, sintiendo mis mejillas arder del pánico. Sentí su risita angelical retumbar en mis oídos, y mis pulmones se desinflaron. Mis ojos poniéndose en blanco. Le di una palmada fuerte en el hombro con los dedos, y él continuó riéndose.
-¡Idiota! –gruñí, pero sólo rompí en risas yo también.

Nos bajamos en Nust Street, la típica calle desolada en la que te imaginas bolas de paja corriendo por encima del asfalto roído y sucio. El humo de los autos flotaba en el aire, podías ver algunos ojos mirándote por ahí mientras se empinaban sus monstruosas latas de cerveza rancia. Me estremecí mientras me bajaba de la motocicleta, y sentí una suave tela que desprendía un olor embriagador rodear mis hombros y cubrir la totalidad de mis brazos. Riendo, introduje mis brazos por las enormes mangas y me aparté el cabello.

-¿Se puede saber por qué me has traído aquí? –dije, mirando a todos los lados como una loca maniática. Él tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos mientras caminábamos hacia una acera desolada que albergaba una gran y deteriorada cárcel de mujeres. Arrugué la nariz. Los chicos normalmente llevan a sus novias a parques, cines, o a sus departamentos a estas horas de la noche. Pero, ¿una cárcel?
-¿Por qué? ¿Tienes miedo? –me retó, juguetón. Apreté las piernas cuando nos detuvimos.
-Um, no… -mentí descaradamente, saliendo de mi boca tan sólo un hilo de voz. Él soltó una risita angelical y me acunó contra su pecho, clavando un suave beso en mi cabeza.
-Te protegeré de los fantasmas –susurró y sonreí contra su pecho. Por supuesto que me protegería.

Enrollé con mi mano derecha un trozo de su camisa blanca, y él posicionó sus suaves labios en forma de corazón sobre los míos, apretándome más contra él. Su copete que el viento ondeaba suavemente chocaban contra mi frente, haciéndome cosquillas. Sus pestañas rozando sutilmente mis párpados.
Abrí los ojos al sentir un brillo espeluznante titilar sobre mis párpados fuertemente cerrados, y subí la mirada. Había un trozo roto de espejo desde la segunda celda pegada a la pared de concreto, retratando nuestro reflejo desde arriba. Una delgada mano morena la sostenía, y sentí que mi corazón se achicaba. Torpemente, me tambaleé hacia atrás sobre mis pies descalzos, sintiendo la grava ardiendo bajo mis pies delgados, que se retorcieron debajo de mí.

-Vámonos –dije, con la voz temblorosa. Justin apretó más mi mano, y se mantuvo mirando hacia arriba. Lo miré y fruncí el entrecejo. -¡Justin! –lo insté, jalando su mano.
-Hey, está bien, niña –gritó una fina voz desde arriba. Resoplando, miré hacia arriba, aterrorizada. Mi boca entreabierta mientras mis ojos se cristalizaban contra el duro viento gélido que nos golpeaba el rostro. –No puedo hacerte nada desde aquí.
Miré a Justin, confundida, que se mantenía de pie tranquilamente, con una sonrisa serena en su rostro, sin dejar de mirar hacia arriba. Aparté mi mirada de él, y miré hacia arriba, también. Cuando logré poner en funcionamiento mis cuerdas vocales, me aclaré la garganta en secreto y dije:
-Me han dicho que en ese lugar hay ratas, enfermedades y lesbianas –arqueé una ceja, y continué -: ¿cómo puedo confiar en ti?
El espejo seguía apuntándonos.
-No es muy diferente que en tu escuela, ¿no es así? –contestó. Abrí la boca para replicar, pero la cerré de inmediato. Ella tenía un punto.
-Tú debes ser ____ –continuó desde arriba -, Just me ha hablado mucho de ti.
Miré a Justin, y luego volví a mirar hacia arriba.
-¿Ha estado hablando con Justin? –pregunté, un poco más calmada. Era cierto que ella no podía aventarme un piano desde allí arriba. Apenas podía sacar uno de sus delgados brazos por entre los barrotes oxidados. Mi estómago se achicó ante la idea de estar encerrada ahí.
-Tenemos nuestras discusiones –respondió. Decidí relajar todos mis músculos ahora. Me di cuenta de que estaba apretando fuertemente los dedos de Justin, y me crucé de brazos, ladeando la cabeza hacia un lado, mientras intentaba asimilar que ahora estaba hablando con una presidiaria. Iba a preguntarle su nombre, pero ella continuó. -¡Veo que la llevaste al baile, Justin!
-Creo que sí –respondió él, apretando mi mano, reconfortándome.
-¿Todo esto fue idea suya? –inquirí, con molestia.
-Oh, no –me atajó ella. –Él sólo vino aquí con otro problema.
-¿Cuál?
-Yo lo enseñé a bailar, ____ –respondió amablemente, y yo miré a Justin, arqueando una ceja.
-¿Qué? –musité, arrugando la nariz. –Quiero decir, ¿cómo?
-¿Ves ese poste de allá? –inquirió, y en su tono intuí que quizás estuviese a punto de reír. Ladeó el trozo de espejo hacia la derecha, y vislumbré un inmenso poste de luz descompuesto.

Mientras bailábamos en la fiesta de esta noche, él me había dicho que había aprendido a bailar con un poste. Y hasta ahora yo pensaba que había sido algo hipotético. Y debería serlo, ¿no?

-¡No inventes! –reí, abriendo la boca en una “o” gigante. Justin frunció sus labios, pero la señora y yo continuamos riendo.
-No es divertido –bufó él, y yo sólo comencé a balancear su brazo de un lado a otro, dando saltos alrededor de él. La señorita reía desde arriba, midiendo todos mis movimientos con el espejo.

Sus pies calzando sus fieles supras de color negro se despegaron del suelo, y comenzó a seguir mis alocados pasos a través de la acera vacía y fría. Sus manos se posicionaron en mis caderas, y sus fuertes brazos me levantaron en el aire, ignorando los ciegos pataleos que daban mis pies descalzos de atrás hacia delante. Mi estómago cosquilleaba a causa del enjambre de dinosaurios voladores que golpeteaban dentro de mí. Pronto mi abdomen comenzó a doler debido a mis risas agudas, que pronto se convirtieron en chillidos histéricos. Rodeé mis brazos en el cuello de Justin y mis piernas alrededor de sus costillas, y posicioné mi barbilla encima de su cabeza, riendo, mientras él me daba vueltas por todos lados. Ahora sabía cómo podía verse todo desde ahí arriba; nunca llegaría a ser tan alta como él.

-Te amo –murmuré, mirándolo a sus tiernos ojos mieles.
-Dilo más fuerte –sonrió. –No te creo.
-Te amo –dije, riendo.
-¡Más fuerte!
-¡Te amo! –grité, riéndome a largas carcajadas.
-¡Más fuerte, debilucha! –rió.
-¡Te amo, te amo, te amo! –chillé más fuerte, inundando las calles con nuestras risas y declaraciones cursis.
-Pero sabes que yo te amo más –respondió, revelando los hoyuelos adorables en sus mejillas.
-No mientas –sonreí.
-Tú empezaste –rió.
-¡Oye! –golpeé su hombro.

Esta era la mejor noche que había tenido en toda mi puta vida.

********

Seis de la mañana. El viejo parque de juegos abandonado yacía frente nuestros pies descalzos mientras bebíamos Jack Daniels encima de una roca. Mi maquillaje y mi cabello se habían vuelto mierda, y mi vestido se había ensuciado a causa del humo y la grava en la que estuve rodando casi toda la madrugada. El alcohol y el insomnio se estaban apoderando de mí, cerrando mis párpados poco a poco, a la fuerza.

Por una vez en mucho tiempo, me había al fin olvidado del anónimo y toda esa mierda. Y, curiosamente, no me daba miedo recibir otra nota. Quizás el condenado estuviera riéndose por entre los árboles, planeando su próximo mortífero movimiento. Mi teléfono repiqueteó estruendosamente dentro de mi bolso de mano, y lo saqué a tirones, somnolienta.

-¡Mamá, ya voy a casa! –dije bruscamente. Había recibido más de diez llamadas. No me atrevía a decirle que estaba con Justin, a pesar de que ella me había dado su plena confianza.
-Estoy llamándote desde hace más de tres horas y me has dicho lo mismo. ¿Y sabes qué más? No estás viniendo a casa –espetó ella, del otro lado de la línea. Rodé los ojos.
-Bien –mascullé, de mala gana. –No tenías que decírmelo.

Silencio.

-¿Mamá? –suspiré. De nuevo su silencio de “me-decepcionas-tanto”. -¿Mamá? –repetí. Coloqué el iPhone frente a mí. La llamada estaba caída.

La señal iba y venía. Las rayas que indicaban la intensidad de la misma variaban cada segundo. Mi entrecejo cada vez estaba más apretado. Justin encendía la motocicleta frente a la roca tranquilamente, tras escuchar mi pequeña pelea con Amanda.
Un conjunto de mensajes de texto comenzaron a llenar mi bandeja de entrada repentinamente, el remitente era una mezcla de letras y números, todos los mensajes eran un extraño conjunto de risas esquizofrénicas y números sin ninguna lógica aparente.
¿Qué diablos estaba pasando?
Un último mensaje titiló en la pantalla. Con el dedo tembloroso, presioné “abrir”.

“Vuelve a casa, _____kins. A las chicas malas siempre les pasan cosas malas… en especial a sus mamás. –Tu amigo”.

-¡Mamá! –grité guturalmente.

-¡Mamá! –grité guturalmente frente al teléfono. Pero, obviamente, ella no podía escucharme. Se había cortado la comunicación entre ambas tan pronto como la señal comenzó a distorsionarse. Mirando al teléfono, con el ceño fruncido, mi cuerpo escondía un montón de remolinos de pensamientos especuladores dentro de mi pequeña mente consumida por el alcohol esa madrugada. Mi vista iba y venía, y estaba segura de que mis jodidos pies estaban liándose contra mí una vez más, sin la más mínima intención de moverse de ahí. Pero, hey, sorpresa, no vas a resolver una mierda quedándote ahí sentada esperando a teletransportarte.

Bajé de la roca. Mis pies enredándose frente a mí y mi cuerpo cayendo en picada. Mi aterrizaje fue seco y apenas doloroso sobre mi espalda encima de un trozo de tierra cubierto con polvo que entró en mis fosas nasales, picando. El frenesí haciéndose cargo de mí mientras todas mis extremidades temblaban, quizás de miedo, o de ira, o de pura impotencia. Alguien podría estar haciéndole daño a mi madre ahora mismo y yo ni tan siquiera estaba cerca de casa. Y además, el alcohol me había vuelto lenta, alucinante, como si me moviera debajo del agua.
Unas manos cálidas rodearon mis hombros, y sentí una suave respiración cosquillear en mi cuello.

-___, calma, todo estará bien –ronroneó Justin, acariciando mis hombros.
-¡No me digas que va a estar bien, Justin! ¡No intentes tranquilizarme ahora!
-Hey, calma –arqueó las cejas, como si yo estuviera loca. Me solté de su agarre, aproximándome hacia la motocicleta.
-¡Alguien puede estar haciéndole daño a mi madre y tú sólo me pides que me tranquilice! –bramé, y seguidamente, pateé la motocicleta, pero ni siquiera sentí dolor en mi pie descalzo. Probablemente se me formara un moratón y se me hinchara más tarde. -¡¿Cómo coño arranco yo esta mierda?! –insistí, chillando y jalando los manubrios de la moto.

Entonces, más rápido de lo que pude imaginarme, la moto estuvo en movimiento.

***********

Me bajé de un salto, sintiendo algo agudo punzar en mi planta fría y rígida. No me dolía todavía. Sólo sentía un pequeño dolor agudo en mi estómago, pero seguramente habría de ser por algún aire dentro de mí. O quizás sólo era el asma. O quizás era sólo que el cabrón del anónimo podría estarle haciendo algo malo a mi madre, o incluso a Byron.
La calle estaba tranquila. No habían cintas amarillas de seguridad rodeando la casa, y no habían rastros de pisadas o ventanas rotas, cuerpos muertos, ni tan siquiera notas espeluznantes pintadas con sangre, como en las películas. En parte, me reconfortaba. Nadie estaba herido, o al menos aparentemente, nadie lo estaba. Pero al mismo tiempo, sentía como que, en cualquier momento iba a pasar algo. Algo malo. Terrible.

Corrí directo hacia la puerta principal blanca de la casa de Byron, empujándola. El interior estaba calmado, normal. Todo estaba curiosamente en su sitio. ¿El anónimo me habría hecho una broma, acaso? ¿Me había traído a casa para esconder algo? ¿Qué diablos pasaba? Justin entró junto a mí, mirando en todas partes, y asomándose con cautela por encima de las cosas. Solté la manija de la puerta, y mis pies descalzos dieron pequeños pasos hacia delante, mientras yo respiraba agitadamente. No pasaba absolutamente nada. Mierda.
Unos pasos se escucharon desde las escaleras, y entonces vi a mi madre de pie donde las mismas morían, con sus pequeños y delgados brazos sobre su pecho. Instintivamente, corrí hacia ella como una mariposilla atolondrada, y me lancé contra ella, rodeando su cintura con mis brazos y jadeando en su pecho, apretando los párpados.

-Dios, estás bien –sollocé, aspirando su intenso olor a splash de frutas y champú de fresas.
-Por supuesto que estoy bien –respondió ella con aridez, sin devolverme el abrazo. Me detuve, y fruncí el entrecejo. Cuando subí la mirada, su expresión era fría y distante, y una de sus cejas estaba arqueada hacia arriba. Doble mierda.
-Y-yo… ¿Pasó algo malo? E-es que… -comencé, pero me detuve, mordiéndome el labio inferior. “Es que alguien me envió una nota diciendo que iba a pasarte algo malo”, consideré decir, pero me callé.
-¿Crees que no ha pasado algo malo? ¡Mira esa pared! –chilló, molesta, señalando una de las paredes que rodeaban la sala. Me giré.
En grandes letras pintadas con un grafiti rojo sangre, estaba escrito claramente “MENTIROSA” y “ASESINA”, derramándose sobre la pared cuidadosamente pintada de beige.
-¿Tienes idea de cómo podré quitar eso antes de que vuelva Byron? No es nuestra casa aún, ____, no puedes ponerte a jugar a Escena del Crimen en las paredes –espetó. –Quiero que ahora mismo tomes una esponja y limpies eso, o como sea, pero quiero verlo limpio –continuó. Seguidamente, se dio la media vuelta, atándose el cinturón de su bata de satín blanca para dormir, y subió las escaleras, sus babuchas haciendo eco por el ambiente, hasta que cerró de un portazo.

Parpadeé dos veces seguidas. ¿Qué acababa de pasar?

Mi cuerpo volvió a calentarse, y de inmediato sentí mi pie derecho doler y mi abdomen chillar del dolor. Me dejé caer en el sofá blanco y aterricé sobre los almohadones de color vino de gamuza, y comencé a retorcer nerviosamente pedazos de tela de mi falda color rojo cereza-sucia.
¿Por qué se supone que alguien me enviaba notas para hacer mi vida miserable? Una cosa es amenazar a alguien a quien amo, pero otra muy diferente es hacer enfadar a mi madre. Eso significa la muerte, hombre, la muerte.
Justin se dejó caer a mi lado, igual de impresionado que yo, y puso su mano sobre la mía, suspirando.

-Hombre –jadeó. Suspiré en respuesta y me levanté del sofá, sintiendo el dolor en mi pie y en mi abdomen. Hice una mueca de dolor, pero me encaminé hacia la cocina, apenas logrando dar unos pasos.
-¿Estás bien? –preguntó, tomándome del brazo. Me zafé.
-Será mejor que limpie eso –respondí con voz neutra.
-Pero yo voy a ayudarte –dijo, empujándome de nuevo hacia el sofá. Hubiera sido sexy si yo estuviera atada de manos y luego él se quitara la ropa, no ahora, que posiblemente tenía un esguince y alguna contusión en mi panza. Resoplé. Un novio que te salve la vida, y que además limpie las paredes de tu casa, es perfecto. No me podía quejar.
-Bueno –cedí al fin, intentando mover mi pie. Maldita motocicleta. –Las esponjas están encima del fregadero.
-Vale, iré a ver si hay algo de aspirinas o algo –masculló, mientras me acomodaba dolorosamente en el sofá. Mi pie se estaba hinchando. -¿No quieres que te lleve a un doctor?
-Ya la oíste. Hay que limpiar sus paredes –rodé los ojos con ironía. Él soltó una risita.
-Tú al menos ves a tu madre. No te quejes –sonrió, y plantó un pequeño beso en mi nariz, antes de darse la vuelta hacia la cocina. Mi estómago se achicó. La última vez que yo había visto a Justin con Pattie, había sido muy poco antes de que lo metieran a la cárcel. Quizás ella no había vuelto a hablar con él… quizás ella ya no pudiera verlo más. Sacudí la cabeza ante la idea que me estaba creando dentro de mi mente. Justin era el chico más fuerte que yo había conocido. A pesar de todo, ni siquiera era un amargado.

Mientras cavilaba, mis dedos jugueteaban con mi vestido sucio. Mis dedos viajaron a mi cuello vacío, e inmediatamente suspiré. Me levanté con dificultad, y salté en un pie hacia la pequeña mesa del teléfono. Una punzada de dolor recorrió mi pierna entera, y gemí. Abrí el primer cajón, y escarbé por encima de las llaves, tarjetas telefónicas vencidas y botones de camisas que ya no se usaban. Un pequeño avión de papel que yo había tirado ahí una semana atrás yacía en el fondo del cajón. Me lo puse con delicadeza, suspirando de tranquilidad al tenerlo conmigo de nuevo.

Era extraño. Pero un avioncito de papel estuvo protegiéndome durante 2 años. O algo así, al menos. No puede ser que me lo quité por una estúpida escena de celos. ¿Más gilipollas que eso?

Me dejé caer en el sofá de nuevo, acariciando la cadena y cerrando los ojos. Había pasado las últimas veintidós horas sin dormir una mierda. Cuando abrí los ojos otra vez, Harry movía su tonificado brazo de un lado a otro por la pared, restregando una esponja amarilla que nadaba en jabón sobre el grafiti de arriba. “Mentirosa”.

-Aún sigo sin entender nada –comenté, mordisqueándome un padrastro. -¿Por qué el anónimo querría hacerme esto? Quiero decir, no soy una mentirosa, y nunca le he arrancado un cabello a nadie.
-Tal vez es sólo para molestarte –respondió suavemente, y luego miró mi pie ahogando una risilla. –Creo que lo ha logrado.
-Él siempre gana –refunfuñé, emitiendo una mueca de dolor al intentar mover mi pie una vez más. –De todos modos, no voy a estar sentada aquí como una inútil –decidí, levantándome del sofá y dirigiéndome a torpes trompicones hacia Justin.
En un movimiento rápido, mi pie derecho hizo de las suyas y me resbalé, tirando el balde de agua enjabonada y golpeándome la cabeza.

-¡Maldita sea! –gruñí, cayendo sobre mi espalda. Justin se sentó a horcajadas sobre mí y me levantó rápidamente, sentándose en mis piernas y sosteniéndome de los hombros.
-Mierda, ____ –dijo, pero no estaba molesto. Sus ojos aún brillaban. -¿Por qué no sólo te quedas sentada ahí mientras yo limpio esto?

Molesta, miré con el ceño fruncido la pared cuyo grafiti seguía casi intacto. Y, me di cuenta, de que debajo del rayado “asesina”, estaba escrito con letras horrorosamente elegantes y crueles, la palabra

“Inútil”.

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