Lo primero que veo al abrir los ojos es una enorme mascarilla de silicona sobre mi cara. Lo siguiente no me ayuda en absoluto; paredes blancas y un horrible ramo de flores fucsias sobre una mesa pequeña, en una esquina de la habitación.
Mi respiración se hace pesada al no recordar lo último que sucedió.
—¿Niall? —llamo, sin estar muy segura de haberlo dicho realmente o haberlo pensado.
Escucho sus pasos acercarse de inmediato y el alivio me devuelve el alma al cuerpo. Pero ese no es Niall, es mi papá.
—Tranquila, cariño. Estoy aquí —me dice—. Estoy aquí. No te agites.
—¿Dónde está Niall?¿Está bien, papá? Necesito pedirle disculpas.
No logro descifrar la expresión en su rostro y su respuesta no me da ninguna pista.
—Necesitas descansar, hija. Luego podrás disculparte con él.
—¿Está bien, entonces? ¿e Ivana? ¿Dónde está Ivana?
—En otra habitación. Ella está bien, mamá está con ella —dice despacio y acaricia mi frente—. Trata de dormir, ¿sí?
Intento asentir con la cabeza, pero un pinchazo de dolor hace que todo mi cuerpo se tense.
—Cuando veas a Niall, por favor dile que quiero disculparme.
Me mira abatido y asiente muy despacio.
—Se lo diré cuando lo vea.