𝐘𝐎𝐔𝐍𝐆 𝐀𝐍𝐃 𝐃𝐎𝐎𝐌𝐄𝐃

By lolavise

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Lola, perdió el control en una fiesta, a causa una incontrolable ira y el consumo de drogas. Toda acción tien... More

Prólogo
I: Nuevo hogar
II: Noche de hombres
III: La verdad no duele
IV: Adicto, ¿Quién?
V: Sin prejuicios
VI: TGIF
VII: Acepto
VIII: Halloween
IX: Visitas inesperadas
X: Viejos amigos
XI: Prejuicios y camiseta verde
XII: Celebración
XIII: En el momento menos indicado
XV: ¿Cómo era él?
XVI: De prejuicio en prejuicio
XVII: Noche de blues
XVIII: Tu siempre tienes apetito Lola
XIX: Revelaciones y machos alfa
XX: Tiempo récord y abstinencia
XXI: Acción de gracias
XXII: ¿El comienzo o el fin?
XXIII: TOCs y manías
XXIV: No me digas que...
XXV: Vinilo
XXVI: De Belleville a Brooklyn
XXVII: La cita
XXVIII: La propuesta
XXIX: La Cena
XXX: Víspera de Navidad
XXXI: Navidad es mi cumpleaños
XXXII:El día después de navidad
XXXIII: No fue amor a primera vista
XXXIV:¿Qué pudor?
XXXV: Celebración de año nuevo
XXXVI: Año nuevo, vida nueva
XXXVII: San Valentín
XXXVIII: Veintidós
XXXIX: First day of my life
XL: Peroné
XLI: El accidentado
XLII: ¡¿Qué mierda?!
XLIII: Jean
XLIV: Última noche
XLV: Porque yo le pedí un tiempo
XLVI: ComicCon
XLVII: No es justo
XLVIII: Lo necesito
XLIX: El cumpleaños de Mikey
XLX: ¿Puedes abrazarme?
L: El bautizo de Lena
LI: Algo que debimos hacer hace mucho
LII: El bebé de Lola
LIII: Un año fue suficiente
LIV: Mi preciada independencia
LVI: Este no es nuestro fin [Frank POV]
Epilogo

XIV: No recuerdo tu apellido

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By lolavise

El resto de los días pasaron lentos, aburridos, no hacía nada más que ver televisión y comer mientras me paseaba en pijama por la casa. De mañana tomaba los medicamentos que el médico me había asignado y el día sábado en la mañana tenía una cita con un psiquiatra para tratar mi problema de TEPT.

El simple hecho de ir a un psiquiatra porque había tenido un par de crisis de pánico me parecía exagerado, para nada necesario, fue un hecho aislado que no tenía importancia, acepté tratarlo por la insistencia de mamá, que parecía increíblemente preocupada por lo que había pasado.

La noche del jueves un mensaje me llegaba a mi teléfono, no sabía quién era. Sospeché que era Kat por lo que lo ignoré, cuando envió el segundo mensaje me tranquilicé

En el mensaje anterior olvidé decir que soy yo, Frank.

No sé porque instintivamente lo llamé, normalmente habría contestado el mensaje con otro de vuelta, pero no. Ahí estaba llamándolo

— ¿Lola? — su voz se escuchaba un poco diferente por teléfono, mucho más masculina...

— Hola, no te contesté ningún mensaje, pensé que era alguien con quien no quiero hablar — me sentía nerviosa, como si mis palabras fuesen torpes y se atropellaran entre ellas.

— Oh, lo siento, debí haber dicho que era yo. ¿Cómo has estado? 

— Bien, he descansado lo suficiente, ya quiero volver a mi rutina — me quejé.

— Yo quisiera tener unos días para descansar — suspiró como si estuviera muy cansado en ese momento — en fin me conseguí tu numero con Hope, hay de algo que quería hablar contigo.

Cada vez que alguien me decía tenemos que hablar o quiero hablar contigo, normalmente sentía que un sudor frío recorría mi espalda. Y en este caso el sudor se multiplicaba, incluso cuando ya había aceptado que él sólo me vería como amiga.

— Dime — respondí con una temblorosa voz.

— Larga historia que intentaré acortar — suspiró —mi abuelo ha preguntado mucho por ti, le dije que estabas mejor, pero que aún te queda una semana de descanso. Su cumpleaños es el viernes, mi papá llega ese día a la ciudad y queremos sacarlo del hogar de retiro por un par de horas y llevarlo a algún lugar para comer. Él sabe sobre eso y adivina que dijo.

— No lo sé — sinceramente no tenía ni la menor idea de lo que Vitto podría pensar.

— Quiere que vayas tú, me preguntó si irías uno de estos días para invitarte personalmente pero sé que debes descansar y ... — lo interrumpí

— No creo que sea buena idea — me negué antes de pensarlo, me sentía fuera de lugar con la invitación.

— ¿De qué hablas? Mi abuelo te considera para su cumpleaños ¿y tú te negarás? — parecía no creer lo que decía.

— Esa es la razón, es su cumpleaños, un evento familiar, ustedes deberían celebrar el cumpleaños de tu abuelo, yo no. No soy nadie para estar ahí — era la verdad

— Bueno... mi abuelo te adora Lola, fue su idea invitarte. Además será algo breve, iremos a comer a alguna parte y luego volveremos a dejarlo en el hogar de retiro. Pero si no quieres ir está bien. 

— No es que no quiera, me siento fuera de lugar, como si incomodara a ti, a tu papá que no conozco... — respondí sinceramente.

— Lola, eres amiga de Vitto, eso es todo lo que importa.

— Está bien, iré — dudaba de mi respuesta pero ya había aceptado.

Sentía un nudo en el estómago el día viernes al medio día, estaba en un centro comercial buscando algo para Vitto, ¿qué debía comprar? apenas había pensado en el regalo de mamá que la conocía de toda la vida, comprar algo para mi anciano amigo se complicaba el doble.

El día que busqué un regalo para mamá me había fijado en una tienda que tenían accesorios para hombres, pajarita, corbatas, colleras, prendedores y todas esas cosas masculinas que uno se puede imaginar, por lo que no dudé dos veces en pasar a ver si había algo para él.

Sabía que Vitto vestía de manera sencilla y cómoda en el hogar de retiro, al igual que todos los ancianos, nadie iría vestido de corbata y chaqueta formal ahí. Pero recordaba haber visto unas colleras en una cajita que mantenía en la mesita de noche de su habitación, nunca pregunté sobre ellas, pero sabía que las dejaba ahí.

— ¡No puede ser! — exclamaba emocionada al ver unas colleras de plata con forma de tambor con dos baquetas cruzadas — me podría mostrar esas, si esas por favor — en mi agudo tono se reflejaba mi emoción de encontrar algo que lo representaba a él, las miré y no dudé en un segundo — Las llevo.

En menos de diez minutos ya había encontrado un regalo para Vitto. Lo envolvieron en una linda caja y me retiré contenta de la tienda. Era temprano y tenía todo el tiempo del mundo para seguir vitrineando.

Frank nunca dijo si debía ir un poco más formal a la cena, de hecho nunca dijo donde iríamos. Pensé en que vestiría esa tarde y no podía pensar en nada, por lo que me veía obligada a ver algo para mí o pedirle algo prestado a mamá...eso último no pasaría.

Un vestido otoñal de un neutro tono camel me parecía coquetear de lejos, no estaba segura si me quedaría bien, sabía bien que había subido unos kilos y eso me hacía sentir un poco incomoda cuando las camisas no cerraban en mi busto. Pero extrañamente ese vestido me quedaba bien, llegaba un poco arriba de mis rodillas y su escote era discreto.

Si lo pensaba un poco más no lo compraría nunca, lo llevé directo al mostrador y pasé mi tarjeta para no arrepentirme.

A las cuatro y media de la tarde daba el último retoque a mi maquillaje. Estaba nerviosa, conocía a Vitto y a Frank, pero no conocía al padre de Frank, y de seguro esperaba ver a la madre de él también.

Mamá quien llegaba a mi habitación me observaba de pies a cabeza.

— Si no supiera que va el abuelo de Frank y su padre, pensaría que es una cita — entrecerró los ojos con una dibujada sonrisa en sus labios

— Mamá... — la detuve antes de que comenzara con sus especulaciones

— Es verdad, pero no pensarás ir con esa chaqueta tan poco formal.

— Si pienso, porque no sé cómo será, no sé si debería ir con mi viejo pijama o con un vestido de fiesta — mi comentario era irónico, en ese momento lo último que necesitaba era que ella me pusiera insegura, tomé la negra chaqueta de cuero biker y la vestí junto a mi pequeño bolso — llegó mi Uber, me voy — besé su mejilla y corrí a la puerta.

Frank me había enviado dirección por medio de un mensaje y ahí me dirigía, Verona Ristorante, era bastante evidente que era comida italiana lo que cenaríamos esa noche. Llegué quince minutos antes, mi nerviosismo y puntualidad siempre eran obvios.

Al llegar al lugar me percaté de lo grande que era, esperaba el típico restaurante pequeño, algo así como una empresa familiar pero no, era pomposo y estereotipado, con murallas de ladrillos rojos y grandes fotografías en cada espacio, antiguas lámparas colgantes en el techo con luces suaves, lo que creaba un ambiente íntimo.

Un anfitrión me detuvo al ingresar, preguntando si tenía reserva. — La verdad es que espero a unos amigos.

— ¿Me podría decir el apellido de quién reservó? —en el fondo de mi memoria sabía que comenzaba con E, o quizás I. No, no pude recordar — quizás podría esperar en la barra por mientras — sonreí algo recordar de no saber sus apellidos, esperando que quien me atendía no lo notara.

— Seguro, pase.

Caminé con cuidado entre las redondas mesas del lugar y fui directo a la barra — ¿Puedo ofrecerte algo? — quien atendía en ese lugar me señalaba una carta con tragos

— Un vaso de agua, gracias — quería reír por mi escuálida decisión, pero había decidido no beber esa noche. Ya estaba lo suficientemente nerviosa.

Revisé mi teléfono unas mil veces, nerviosa, expectante de que llegaran. — ¡Lola! — la voz de Vitto la escuchaba desde lejos, no dude en levantarme del alto asiento y caminar directo hacía él, mis zapatos sonaban fuerte en el piso que parecía un tablero de ajedrez.

Él no llevaba su andador, de hecho caminaba bastante firme con la ayuda de Frank y quien parecía ser su padre. Me sorprendió como iba vestido, ya que jamás lo había visto tan elegante, llevaba una chaqueta negra con una camisa blanca y una corbata burdeo con un pequeño prendedor encima, le di una mirada rápida a sus mangas y llevaba las colleras que conservaba en la pequeña cajita de su velador. ¡Bingo! — pensé, alguna vez en su vida se pondría mi regalo.

— Estás radiante, mírate — tomaba mi mano mirándome de pies a cabeza.

— Feliz cumpleaños — lo abracé casi colgándome de su cuello, con mucha delicadeza porque sabía que no caminaba muy bien.

— Él es mi hijo Frank, esta noche lo llamaremos Frank Senior para que no hayan confusiones — señalaba al padre de Frank.

— Mucho gusto — estreché su mano nerviosa.

— Mi papá ha hablado mucho de ti, es un placer conocerte — no era la versión exacta de su hijo, pero un parecido tenía.

— Hola — Frank me daba un leve abrazo, me guiñó un ojo mientras caminábamos — es aquella — señalaba una mesa apartada de las demás.

Quité mi chaqueta y la dejé en el respaldo de la silla, Frank Senior corrió la silla para que me sentara y cuando ya estaba acomodada la arrastró hacia adelante, sonreí tímida agradeciéndole.

— ¡Me muero por comer calzone! Son los mejores de NJ, he venido acá desde que tenía 14 años y nunca han cambiado — exclamaba Vitto emocionado, lo que me producía una tremenda ternura.

Cuando un mesero se acercó le habló en italiano, quedé sorprendida, pero Frank y su padre se miraban con una burlona risa.

— Te quiere impresionar — dijo el padre de Frank — su italiano sale a relucir cuando está rodeado de mujeres bonitas.

— Soy italiano, lo he sido toda mi vida y jamás se me olvidará hablar en mi lengua madre, pero ustedes... han sido flojos toda la vida — tomó la servilleta de tela pegándole a cada uno.

Reí al verlo hacer eso y no pude evitar observar a Frank, su cabello iba peinado hacía un lado, ordenado como nunca, quizás no de la forma más pulcra, pero no desordenado como siempre. Llevaba puesta una corbata negra y un cárdigan del mismo tono con una pequeña ancla al lado derecho. No quería pensar lo guapo que se veía, prefería omitir y restringir esos pensamientos en mi cabeza, aceptar el hecho que sólo debía verlo como amigo y seguir adelante.

— Agradezco que me hayas invitado — me sentía mortificada de decir eso en voz alta, pero debía hacerlo — significa mucho para mí — era la verdad.

— Eres mi invitada de honor, además habría sido muy aburrido con estos dos aguafiestas — se burló de su hijo y nieto que lo miraban entretenido.

— Estuve un tiempo afuera, de gira, llego a ver a mi padre y me dice que quiere pasar su cumpleaños comiendo calzone en el Ristorante Verona con Lola... — sonrió mirándome fijamente — y yo me preguntaba ¿será la nueva novia de papá? Alguna anciana que conoció en el hogar de retiro y cuando llego acá me entero que eres tú — rio — sabía que papá era un rompe corazones en su juventud, pero nunca esperé que llegara a sus 88 años así de vital con una novia al menos 65 años menor a él — bromeó, sólo reí.

— Papá — aclaró la voz tosiendo — no hagas sentir incomoda a Lola.

— No lo estoy, en lo absoluto, sé que bromea — defendí a su padre

— Ya quisieran tener una amiga tan linda como Lola, sólo están celosos — cada palabra que emitía parecía ser un tierno chiste.

La mesa tenía un par de velas y unas pequeñas flores en el centro, no se demoró en llegar una botella de vino tinto, calzone y unos palitos de ajo como entrada, mi estómago comenzaba a rugir y podía sentir como salivaba al ver esas masitas rellenas de queso.

— Aparte de ser voluntaria en el hogar de retiro, ¿haces algo más Lola? — preguntó interesado el padre de Frank.

— Trabajo en una agencia de diseño... estudié Bellas Artes y bueno trabajo ahí en el área de animación y arte digital — no sabía que más decir, me sentía incomoda.

— ¿Cómo te da el tiempo entre trabajar y ser voluntaria? 

— Debo ir de un lado a otro casi todos los días, supongo — di un sorbo a una copa de agua que había pedido

— ¿Siempre has sido voluntaria? ¿Tienes alguna clase de vocación por ayudar? — su tono cambió a uno más sombrío, como si fuese una interrogación para investigar algo.

— Papá... — Frank me sacaba de ese apuro ladeando su cabeza con cierta expresión en su rostro que hacía entender que ya debía dejar de preguntar

— Sólo quiero conocerla más, ¿no te molesta que pregunte? 

Miré nerviosa a Vitto — no, no me molesta — solté en un hilo de voz.

— Les conté que yo solía tocar aquí cada noche durante cuarenta años — se sacaba de ese incomodo momento, silenciosamente agradecía esa intervención.

— Siempre nos cuenta eso — Frank padre e hijo repitieron al mismo tiempo.

— Y que aquí conociste a la abuela, este lugar debe ser prehistórico — bromeó Frank con una risita.

— Prehistórico no, paleolítico — rio Vitto.

Si bien en algún determinado momento me había sentido nerviosa por las preguntas del padre de Frank, al momento de cenar esa intranquilidad se había esfumado. Los tres eran graciosos, no hablaban nada realmente en serio, una broma tras otra. Intentaba no quedarme mirando a Frank por mucho rato, pero me era imposible no observarlo, se veía encantador esa tarde.

Antes de que nos entregaran cada plato, tomé un tenedor y disimulada comencé a limpiarlo con una servilleta. Frank fue el único que notó lo que hacía, con una sorprendida expresión en su rostro — No puedo evitarlo... todos tenemos manías — me excusé

— Supongo que todos tenemos manías — se encogió de hombros con una sonrisa.

Cuatro meseros llegaban con un pequeño pastel lleno de chispeantes velas, entonando la canción de cumpleaños en italiano, Vitto sopló las velas.

Mientras comíamos el pastel, Frank tomó una caja con la que había llegado — Creo que es hora de entregarte esto — se levantó para abrazarlo y besar su mejilla.

Vitto abrió la caja y era un teléfono — ¿y qué se supone que debo hacer con esto? — en su rostro se veía un notorio desconcierto.

— Abuelo, es un teléfono, podemos vernos por acá y grabar tus videos tocando batería, ese antiguo teléfono que tienes no sirve de mucho.

— Sirve para llamar y es todo lo que necesito — se encogió de hombros mientras Frank lo miraba un poco decepcionado — gracias de todos modos, eres mi nieto favorito

— Soy el único que tienes — rodó sus ojos con una aguda risita.

— Yo te traje algo también — el padre de Frank tomó una alargada caja con la que había llegado.

— ¡Baquetas nuevas! — se veía emocionado de lo que había recibido — y son mis favoritas, las que tengo allá ya están gastadas, a punto de quebrarse en cualquier momento, gracias — sonrió contento.

Me sentí tímida por mi regalo, no sabía si le gustaría. De mi pequeño bolso saqué la cajita azul marino donde estaba el regalo, me acerqué un poco a él y se lo entregué — Espero que te guste, es con mucho cariño — mi voz era tan tímida y casi temblaba.

— No tenías para que preocuparte Lola... — abrió la caja y vi como sus ojos se iluminaban — ¡Es un tambor! Y tiene sus baquetas, ¿Son colleras? — su emocionada voz hacía que se me derritiera el corazón.

— Déjame ver — decía el padre de Frank curioso por la emoción de su padre — eso es genial, te ayudaré — le quitó las que llevaba puestas y le puso las que le había regalado.

Frank tomó su teléfono y comenzó a tomar fotos — espera, sonríe — le decía a su abuelo que mostraba las baquetas con las colleras — eso es genial Lola, no sé dónde las compraste pero me gustaría tener unas así para mi próximo cumpleaños — bromeo.

El resto de la velada pasó tan entretenida como el principio de ella, pero ya era hora de irse, Vitto como cenicienta debía volver al hogar antes de las nueve de la noche.

Estábamos en la entrada y comenzaba a llover a cantaros, por lo que sabía que debía pedir luego un Uber. — Gracias por invitarme, lo pasé muy bien, todo fue increíble — abracé a Vitto suavemente y besé su mejilla.

— Frankie te irá a dejar, no te preocupes en pedir un taxi — murmuró apuntando hacia el estacionamiento.

— No te preocupes, puedo pedir un Uber, no hay problema en eso — le quité importancia.

— Lola, soy de una década diferente, casi un siglo diferente. Mi nieto te llevará a las puertas de tu casa, mi hijo me llevará a mí, además quiero ponerme al día con él.

No protesté, Frank de lejos fumaba un cigarrillo junto a su papá bajo un techo que poco los cubría. Me despedí del padre de Frank y caminamos hasta su auto. Sorpresivamente abrió la puerta para mí.

— ¿Debes ir a casa o prefieres hacer algo? — preguntaba sin quitar la vista del frente.

No sabía que responder realmente, si quería pasar más tiempo con él. Ahora que todo entre nosotros se había normalizado, quería pasar un rato más y a solas, aunque fuese por un breve momento.

— Seguro ¿Qué quieres hacer? — pregunté como si el tuviese un plan, era día viernes, de seguro tenía algo que hacer.

— Sinceramente no tengo idea. Sé que todos irían al bar que fuimos hace unas semanas, ¿recuerdas? Tocaran unas bandas, pero no sé si quiero ir... — no sonaba muy entusiasmado — además deberías estar descansado.

— He descansado por cinco días, no he hecho nada más que comer — solté una risa ridícula, a lo que él me miro con los ojos entrecerrados incrédulo de lo que decía — es cierto, y si quieres ir, no me molesta, me podrías pasar a dejar a casa.

— No, prefiero hacer algo tranquilo, podríamos ver alguna película, comer algo — soltó una carcajada, habíamos comido tanto que era probablemente la última cosa que pensábamos hacer.

Me sentí rara al llegar a su departamento, por lo que había pasado hace unas semanas ahí mismo. Su sala de estar estaba impecable, como si hubiese limpiado todo el día, no olía a yerba como la última noche que estuve ahí.

— Podríamos ver la película en mi habitación.

Si no me hubiese dicho que quería ser mi amigo obligándome a entrar a la friendzone habría pensado que estaba intentando seducirme. Pero no, de seguro veríamos una película hasta que yo decidiera irme.

— Seguro — respondí y me guio por el camino que ya conocía, encendió una pequeña luz de la habitación, creando una iluminación cálida y tenue. — Ponte cómoda — apenas pronunció esas palabras me quité la chaqueta y mi pequeño bolso, dejándola en un perchero. Me senté en la cama y quité mis zapatos. — No los soporto, los usé porque no andaría con zapatillas — comenté mientras él con una sonrisa observaba lo que hacía.

— Me pasa algo parecido, no soporto las chaquetas formales, me siento ahogado en ellas, las evito tanto como pueda — se quitaba la corbata rápidamente frente a mí, luego tomó el cárdigan y lo dejó en un colgador abriendo su closet — ¿quieres una taza de café o té? — se daba la vuelta dándome la espalda, en ese momento se quitó la camisa, dejando su espalda desnuda.

Tragué saliva nerviosamente, intentando no mirarlo, pero él estaba de espalda y de seguro no notaría lo embobada que estaba con los tatuajes que tenía en su espalda, una serie de calaveras, pistolas, flores, cadenas, no había espacio para su piel que estaba cubierta en tinta. Tomó una camiseta blanca y la vistió, luego tomó un hoodie y se acercó a mí, tirándose a su cama.

— ¿Está el mando del televisor ahí? — me preguntaba mientras abría sólo el cobertor de la cama — busca en esa mesita — indicaba el velador — lo debí haber dejado adentro o acá — miraba la mesita que estaba a su lado.

Me levanté de la cama para agacharme a ver si estaba ahí lo que buscábamos, pero lo único que encontré fue la foto de un perro que tomé con mis manos. Cuando notó lo que sostenía me dio una seria mirada junto a un suspiro.

— Es Sinatra... — se acercó a mí para buscar el aparato, pero tomó la foto entre sus manos mirándola tiernamente — es el mejor perro que te puedas imaginar, mi ex novia se lo llevó — la expresión de su rostro cambió drásticamente

— Aquí está — había tocado en la última gaveta.

Me senté en la cama junto a él que estaba cómodamente acostado bajo el cobertor. Estaba un poco tensa, encima de algunas almohadas, con las piernas cruzadas esperando que la película comenzara.

— ¿Qué haces ahí? Por qué no te metes por debajo, te dará frío — tomó el cobertor alzándolo en el aire y me introduje dentro de la cama.

Veríamos El irlandés, una película nueva en Netflix de Martin Escórcese, él la eligió y sinceramente me daba igual lo que veríamos. Por un momento sentía que estaba contenta sólo del hecho de estar ahí con él.

— ¿Quieres otra almohada? — preguntó atento, moviéndose de su lugar.

— No, estoy bien — estaba bien, en el otro extremo de su cama, había tomado una distancia prudente o era lo que yo había considerado, pero probablemente estaba muy lejos, cualquier movimiento me llevaría directo al piso por lo alejada que estaba de él quien estaba en medio de la cama.

Me sonrió como si tramara algo — Ven aquí, ¿siempre eres tan fría Lola? — Se acercó para darme un apretado abrazo, sentí que en ese momento me derretía — levanta un poco tu cabeza, puso una almohada.

— ¿Por qué dices que soy fría? — sentí como me sonrojaba, una sensación que hace mucho no me ocurría.

— No lo sé, parece que no te gusta dar abrazos, siempre saludas con una sacudida de manos, me he fijado que evitas mucho el contacto físico — arqueó sus cejas mirándome curioso, expectante a una respuesta que no sabía cómo responder — o supongo que soy yo quien prefiere estar con más contacto físico con los demás, es casi inevitable.

— ¿Y tú siempre vas abrazando personas por la vida? — fue lo único que atiné a decir.

— Pregúntale a Gerard, Mikey o Ray, me gusta acurrucarme y abrazarlos — soltó una chillona risita.

Luego del abrazo que me dio, había quedado junto a él, estábamos tan cerca que si inclinaba mi cabeza hacía la izquierda, caería directamente en su pecho. La película no había sido la mejor opción para mí, un poco tediosa, él estaba concentrado, pero yo comenzaba a cerrar los ojos, con los medicamentos que me había prescrito el médico, dormía más temprano.

Las voces de Al Pacino y Robert De Niro me mareaban, cerraba mis ojos de a poco pero luchaba por no quedarme dormida.

Abría los ojos de a poco, me había quedado dormida y me acomodada en una cabecera poco abultada, comencé a palmotearla pero...

— Hey, mi pecho — chilló Frank — te quedaste dormida — susurró en mi cabeza.

Sin darme cuenta, había tomado una improvisada siesta mientras mirábamos la película y no solo eso. Estaba acurrucada en su pecho mientras él enterraba sus manos en mi pelo, acariciándolo suavemente. Por un momento pensé que estaba soñando, que eso no era posible. Pero no, ahí estaba recién despertando con mi cara pegada a su pecho, y mi mano derecha abrazándolo por la cintura. No me quise mover, actué con naturalidad.

— ¿Qué hora es? — asustada me cercioraba de no haber dormido con la boca abierta y haber dejado un charco de saliva en su camiseta.

— Uhm veintitrés con cuarenta — sin dejar de acariciar mi cabello tomó su teléfono para revisar la hora — ¿ya te quieres ir? Te perdiste toda la película.

— Lo sé, no sé, quizás debería irme — quería levantarme pero no me negaría a su tacto y a su aroma que me había dejado totalmente impregnado el rostro.

— Es algo temprano aún, pero entiendo que estás cansada y que debes descansar — retiró su mano de mi cabeza, lo que me indicó que ya debería levantarme de su pecho.

Sentí frío al levantarme de su cuerpo, estaba cálida y cómoda ahí. Me senté en la cama y pasé mis dedos debajo de mis ojos, en el caso que se hubiese corrido algo de maquillaje. Él tomó una chaqueta, zapatillas y sus llaves.

— Vamos, te iré a dejar — hubiese querido quedarme más rato, pero sentía que él insistía que debía descansar.

Al llegar a casa apagó el motor y se volteó a mirarme — gracias por celebrar con nosotros el cumpleaños de Vitto, él te aprecia mucho — parecía mirarme de pies a cabeza mientras estábamos en su auto. ¿Cómo no me iba a gustar? Si tenía esos cálidos ojos verde avellana que me observaban delicadamente, y su rostro se veía tan armonioso bajo la baja luz de la calle.

— Está bien — minimicé lo que había hecho — yo lo pasé excelente con ustedes, tu papá es muy agradable.

Llevó una de sus manos a su frente como si algo lo perturbara — él es un tipo gracioso, relajado, pero no sé qué le pasó hoy que estaba un poco entrometido. Te hacía tantas preguntas, no sé con qué fin... — se encogió de hombros — deberías entrar — señaló la puerta de mi casa. Odié esa sensación como si quisiera deshacerse de mí.

— ¿Puedo preguntar algo raro? — antes de bajarme no quería ir con una duda, recordé que cuando llegué al restaurant no recordaba su apellido en lo absoluto incluso cuando veía a Vitto cada día, quien en su habitación tenía señalado su nombre completo, asintió arqueando las cejas — es ridículo pero no recuerdo tu apellido — sonreí nerviosa de su reacción

— Iero, i-ero — sonrió de vuelta entretenido a lo que moví mi cabeza en aprobación.

Antes de bajarme del auto recordé sus palabras sobre lo fría que él me encontraba, y sin previo aviso me abalancé para darle un abrazo de despedida, acerqué su torso al mío con mis frías manos suavemente sosteniendo su espalda a la altura del cuello, susurrando a su oído — no soy tan fría, buenas noches — lo solté saliendo del auto y entrando a casa.

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