Hermione no apareció en la clase siguiente y no la vieron en toda la tarde. Lucy estaba más que preocupada, no la encontraba y sentarse al lado de Lavender en todas las clases ya se le hacía extraño. Necesitaba a su amiga, a su Watson.
Del camino al Gran Comedor, para la fiesta de Halloween, Lucy se detuvo frente a las puertas del comedor y no vio a Hermione en la mesa de Gryffindor, por lo que dió media vuelta y decidió regresar a la sala común de Gryffindor para ver si su amiga estaba allí.
—¡Jefa! —Sara llegó corriendo y comenzó a caminar a su lado—, te perderás la celebración de Halloween, dicen que servirán calabaza horneada...
—Eso no me interesa —soltó Lucy y Sara quedó con cara de póker de la sorpresa. Jamás pensó que le escucharía a su jefa desechar un comida.
—Pero si a tí te encanta comer —dijo Sara sorprendida.
—Si, pero ahora no tengo hambre —dijo Lucy sin mirarla y sin dejar de caminar rápidamente.
Sara se llevó ambas manos a sus labios.
—¡¿Qué has hecho con mi jefa?! —gritó Sara.
Unos sollozos detuvieron los pasos apresurados de Lucy.
—¡Shhh! —la calló Lucy a Sara—. ¿Escuchas eso?
Sara miró a todos lados confundida.
—¿No?
—¡Viene del baño para chicas! ¡Sígueme, Lastrede! —dijo Lucy y comenzaron a correr en dirección al baño para niñas.
—¡Sí, jefa!
Cuando entraron a los baños para niñas, los sollozos se hicieron más claros. Venía de uno de los cubículos de los baños.
—¿Hermione? —la llamó Lucy caminando hasta quedar enfrente de la puerta del cubículo.
—¡Déjame sola! —gritó la niña entre sollozos.
—Soy Lucy —dijo y se apoyó sobre la puerta—, he estado preocupada y te busqué por todos lados, eres mi amiga, Hermione... —pero no pudo seguir, ya que Hermione abrió la puerta del cubículo y Lucy cayó al suelo.
—¿En ser...? ¡Oh, Lucy! —exclamó Hermione preocupada. Sara y Hermione ayudaron a Lucy a levantarse del suelo.
—Estoy bien, estoy bien —aseguró la pelirroja, mientras la castaña y la rubia la ayudaban a levantarse.
—Lo siento tanto, Lucy —dijo Hermione apenada, mientras Lucy sacudía su uniforme.
—No importa, Watson —dijo Lucy, enderezandose y mirando a la rubia y a la castaña.
—¿En verdad soy tu amiga? —preguntó Hermione. Lucy la miró y asintió.
—Sip —dijo Lucy.
—¡Aww! —Hermione la abrazó inesperadamente y con fuerza, asfixiando a Lucy.
—S-si... no... pue-puedo... —murmuraba entre intentos de buscar aire, mientras Hermione la seguía abrazando. Lucy terminó por abrazarla también.
Mientras que Sara frunció su ceño al oler un extraño y asqueroso olor. Comenzó a oler el ambiente.
—Oigan —llamó a sus amigas, ambas se separaron y miraron a Sara—, ¿no sienten ese olor raro? —preguntó la rubia confundida.
Hermione y Lucy comenzaron a imitar a Sara, oliendo el lugar.
—Sí, es cierto —dijo Lucy asintiendo.
—Yo también lo huelo —dijo Hermione—. Es como el olor que definía en uno de los libros de... —pero no terminó, ya que vió a la enorme criatura que pasó por la puerta. Hermione comenzó a tartamudear mientras señalaba con su dedo índice atrás de sus amigas. Ambas la miraron confundidas—. T-t...
—¿Quieres decir "Te quiero"? —dijo Sara confundida.
Hermione negó rápidamente.
—T-tr...
—¡Tu las tienes! —exclamó Lucy y Hermione negó.
—¿Qué significa "tu las tienes? ¿Qué tiene ella? —preguntó Sara mirando a Lucy con confusión.
Lucy se encogió de hombros.
—¡Ya sé! Tal vez trata de decir... —mientras Lucy hablaba sin parar, Sara giró para mirar hacia la puerta, pero al hacerlo quedó como una estatua al igual que Hermione—. ¿Qué? ¿Esto es contagioso? —preguntó Lucy confundida, mientras pasaba sus manos por enfrente de los ojos de sus amigas—. ¡Ay ya dejé de mirar cómo si estuvieran viendo un...! —Lucy giró para señalar la puerta, pero al hacerlo vio a una enorme criatura de tes gris, media como tres metros—. Oh, hola —lo saludó Lucy con una sonrisa.
Mientras que Sara y Hermione se escondían detrás de ella, el gigantesco Trol arrastraba un enorme bastón.
Pero un gran rugido que soltó el trol frente al rostro de Lucy, hizo que está hiciera una mueca de asco.
—¡Ew! Amigo, debes cepillarte más seguido los dientes —dijo Lucy.
—Je-Jefa... —le dijo Sara tartamudeando.
—¿Mm?
—Lo-los Trol n-no son... —pero antes de que Sara terminara, el trol soltó otro rugido, levantando su gran bastón.
—Adivino: no son bueno, ¿cierto? —dijo Lucy y sus amigas negaron con sus cabezas, Lucy no quería tartamudear, pero era imposible al sólo pensar que aquel trol las podía hacer puré en menos de un minuto—. Ma-mantengan la calma...
Pero cuando Lucy terminó de decirlo, Harry y Ron entraron corriendo por la puerta. Lucy no sabía qué era peor: la enorme bestia frente a ella, o las uñas de Sara que se clavaban en su brazo derecho.
El Trol avanzaba hacia ellas, mientras las tres retrocedían, rompió los lavados, y las tres niñas soltaron gritos.
—¡Me están aplastando! —gritó Lucy desesperada, mientras sus amigas la abrazaban con tanta fuerza. Cómo si Lucy las pudiera proteger.
—¡Distraelo! —gritó Harry a Ron con desesperación, y tirando de un grifo, lo arrojó con toda su fuerza contra la pared.
El trol se detuvo a pasos de las niñas, al tiempo que Lucy cerraba sus ojos. Se balanceó, parpadeando con aire estúpido, para ver quién había hecho aquel ruido. Sus ojos malignos detectaron a Harry. Las tres niñas abrieron sus ojos al sentir que el trol se alejó y cambió de víctima. El trol vaciló y luego se abalanzó sobre él, levantando su bastón.
—¡Harry! —gritó Lucy desesperada, agarrando un trozo de mármol, pero antes de que lo lanzara alguien más se le adelantó.
—¡Eh, cerebro de guisante! —gritó Ron desde el otro extremo, al lado de las tres niñas, tirándole una cañería de metal.
El deforme no pareció notar que la cañería lo golpeaba en la espalda, pero si oyó el aullido y se detuvo otra vez, volviendo su horrible hocico hacia Ron y dando tiempo a Harry para correr
Harry corrió hasta las tres niñas.
—¡Vamos, corran, corran! —Harry gritó a las tres, empujando a Lucy y ella empujó a sus dos amigas.
Pero no podía despegar a Hermione de la pared, Sara terminó por correr hasta la puerta.
—¡Hermione, corre! —le gritó Lucy, y su amiga al fin reaccionó. Hermione parpadeó varias veces y corrió hacia Sara, junto con Ron y Harry.
Los gritos y los golpes parecían haber enloquecido al trol. Se giró y se enfrentó con Lucy, que estaba más cerca y no tenía manera de escapar.
Harry, Ron, Hermione y Sara estaban del otro lado, cerca de la puerta.
—¡Jefa!
—¡Lucy! —gritaron a la vez.
—¡En este momento es en el que debe aparecer mi poder oculto! —exclamó Lucy, alzando su mano derecha, pero nada paso, el trol alzó su bastón—. ¡Olvidenlo, estoy frita! —gritó cerrando sus ojos.
Entonces Harry hizo algo muy valiente y muy estúpido: corrió, dando un gran salto y se colgó, por detrás, del cuello de aquel monstruo.
Lucy abrió sus ojos al escuchar las exclamaciones por parte de los demás.
La atroz criatura no se daba cuenta de que Harry colgaba de su espalda, pero hasta un ser así podía sentirlo si uno le clavaba un palito de madera en la nariz, pues la varita de Harry todavía estaba en su mano cuando saltó y se había introducido directamente en uno de los orificios nasales del trol
—¡Ew! —exclamaron los demás a la vez.
Sara se tapó la boca para no vomitar.
Chillando de dolor; el trol de agitó y sacudió su bastón, con Harry colgando de su cuello y luchando por su vida. En cualquier momento el monstruo lo destrozaría, o le daría un golpe terrible con el bastón.
Hermione y Sara estaban aterrorizadas. Ron empuñó su propia varita, sin saber qué iba a hacer; y se oyó gritar el primer hechizo que se le ocurrió:
—¡Wingardium leviosa!
El bastón salió volando de las manos del trol, se elevó, muy arriba, y luego dió la vuelta y se dejó caer con fuerza sobre la cabeza de su dueño.
Sara pegó un grito cuando el trol se balanceó y cayó boca abajo con un ruido que hizo temblar la habitación.
Harry se puso de pie. Le faltaba el aire. Ron estaba allí, con la varita todavía levantada, contemplando su obra.
—Después de todo —comenzó Lucy, rompiendo el horrible silencio—, no eres tan imbécil, Ron. Para algo sirves.
—¡Oye! —se quejó el pelirrojo.
—¿Está... muerto? —preguntó Sara temblando desde la esquina de la habitación.
—No lo creo —dijo Harry—. Supongo que está desmayado.
—Esperemos —murmuró Lucy, acercándose a Harry—, o de todos modos culpamos a el pelirrojo del grupo.
Ron ignoró el comentario y se acercó a ellos, junto con Hermione.
Harry se inclinó y retiró su varita de la nariz del trol. Estaba cubierta por una gelatina gris.
—Puaj... qué asco —exclamó Harry, limpiando su varita en la piel del trol.
Un súbito portazo y fuertes pisadas hicieron que los cinco se sobresaltaran. No se habían dado cuenta de todo el ruido que habían hecho, pero, por supuesto, abajo debían haber oído los golpes y los gruñidos del trol. Un momento después, la profesora McGonagall entraba apresuradamente en la habitación, seguida de Snape y Quirrell, que cerraban la marcha.
Quirrell dirigió una mirada al monstruo, se le escapó un gemido y se dejó caer en un inodoro, apretándose el pecho.
Snape se inclinó sobre el trol. La profesora McGonagall miraba a Ron, Harry y Lucy Nunca la habían visto tan enfadada. Tenía los labios blancos. Las esperanzas de ganar cincuenta puntos para Gryffindor se desvanecieron rápidamente de la mente de Harry.
—¿En qué estaban pensando, por todos los cielos? —dijo la profesora McGonagall, con una furia helada. Luego miró a Sara que seguía en la esquina, en shock—. Señorita McGregor, regrese a su sala común antes de que baje puntos a Ravenclaw —ordenó McGonagall. Sara miró a los cuatro chicos, éstos la miraron, pero Sara bajó su cabeza y obedeció. No podía sacarle puntos a Ravenclaw, no podía. Cuando Sara desapareció por la puerta, la profesora McGonagall volvió a mirar a sus alumnos—. Tienen suerte de que no los haya matado. ¿Por qué no estaban en los dormitorios?
Snape dirigió a Harry una mirada aguda e inquisidora. Harry clavó la vista en el suelo. Deseó que Ron pudiera esconder la varita.
Lucy apretó sus manos en su túnica, se sentía tan mal. Gryffindor perdería aún más puntos por ellos.
Entonces, una vocecita surgió de las sombras.
—Por favor, profesora McGonagall... —rogó Hermione, parándose al lado de Lucy—. Me estaban buscando a mí.
—¡Hermione Granger! —exclamó la profesora McGonagall.
Las caras de los otros tres era de sorpresa. No lo podían creer.
—Yo vine a buscar al trol porque yo... yo pensé que podía vencerlo, porque, ya sabe, había leído mucho sobre el tema.
Ron dejó caer su varita de la sorpresa. ¿Hermione Granger diciendo una mentira a su profesora?
—Si ellos no me hubieran encontrado, yo ahora estaría muerta —dijo Hermione—. Harry le clavó su varita en la nariz, Ron lo hizo golpearse con su propio bastón y Lucy lo golpeó en el rostro para crear una distracción...
—¿Qué yo q...? —Lucy no finalizó la pregunta, ya que Hermione le dió un codazo en las costillas para que no dijera nada.
La profesora McGonagall arqueó una ceja.
—No tuvieron tiempo de ir a buscar ayuda —dijo Hermione—. Estaba a punto de matarme cuando ellos llegaron.
—Bueno... en ese caso —dijo la profesora McGonagall, contemplando a los cuatro niños—... Hermione Granger; eres una tonta. —Lucy abrió su boca ofendida por la ofensa hacia su amiga— ¿Cómo creías que ibas a derrotar a un trol gigante tu sola?
Hermione bajó su cabeza, Harry y Lucy estaban mudos. Hermione era la última persona que haría algo contra las reglas, y allí estaba, fingiendo una infracción para librarlos a ellos del problema. Era como si Snape empezara a repartir dulces.
—Hermione Granger, por esto Gryffindor perderá cinco puntos —dijo la profesora McGonagall—. Estoy muy desilucionada por tu conducta. Si no te ha hecho daño, mejor que vuelvas a la torre de Gryffindor. Los alumnos están terminando la fiesta en sus casas.
Hermione se marchó, luego de intercambiar miradas con Lucy.
—Bueno, sigo pensando que tuvieron suerte —dijo la profesora en dirección a los tres—, pero no muchos de primer año podrían derrumbar a esta montaña. —selaló al trol— Han ganado cinco puntos cada uno para Gryffindor. El profesor Dumbledore será informado de esto. Pueden irse.
Salieron rápidamente y no hablaron hasta subir dos pisos. Era un alivio estar fuera del alcance del olor del trol, además del resto.
—Tendríamos que haber obtenido más de quince puntos —se quejó Ron.
—Diez, querrás decir, una vez que se descuenten los de Hermione —dijo Lucy, caminado con pesadez.
—Se portó muy bien al sacarnos de este lío —admitió Ron—. Claro que nosotros la salvamos.
—Eres un egocéntrico, Ronald —bufó Lucy, rodando los ojos.
Habían llegado al retrato de la Dama Gorda.
—Hocico de Cerdo —dijeron, y entraron.
MARATÓN #1