✔ Ghoulish/ Los hijos del Dia...

By Createdbyeibi

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Volumen II-Los hijos del Diablo La oscuridad puede ser tu mejor aliada ¿Qué puede sentir un corazón herido... More

Antes de leer...
-Segunda parte-
g h o u l i s h
Traición
1» 𝔅𝔩𝔞𝔰, 𝔲𝔫𝔞 𝔠𝔥𝔦𝔠𝔞 𝔯𝔞𝔯𝔞
2» 𝔩𝔞𝔰 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔞𝔰 𝔞𝔪𝔦𝔰𝔱𝔞𝔡𝔢𝔰
3» 𝔩𝔞𝔭𝔦𝔡𝔞𝔰 𝔠𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢𝔰 𝔠𝔬𝔫𝔬𝔠𝔦𝔡𝔬𝔰
4» 𝔢𝔩 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔫𝔬𝔳𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔪𝔞𝔪𝔞
5» 𝔢𝔩 𝔯𝔢𝔤𝔯𝔢𝔰𝔬 𝔞 𝔩𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡
6» 𝔢𝔵𝔬𝔯𝔠𝔦𝔰𝔱𝔞 𝔡𝔢 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬𝔰
7» ℭ𝔞𝔱𝔥𝔢𝔯𝔦𝔫𝔢, 𝔞𝔮𝔲𝔢𝔩𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔞 𝔮𝔲𝔢 𝔪𝔞𝔱𝔞𝔯𝔬𝔫
8» 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔡𝔬 𝔲𝔫𝔞 𝔥𝔲𝔪𝔞𝔫𝔞 𝔬𝔯𝔡𝔦𝔫𝔞𝔯𝔦𝔞
9» 𝔢𝔩𝔩𝔬𝔰 𝔠𝔞𝔪𝔦𝔫𝔞𝔫 𝔢𝔫𝔱𝔯𝔢 𝔫𝔬𝔰𝔬𝔱𝔯𝔬𝔰
10» 𝔫𝔲𝔫𝔠𝔞 𝔠𝔬𝔫𝔣𝔦𝔢𝔰 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔥𝔦𝔧𝔬 𝔡𝔢𝔩 𝔇𝔦𝔞𝔟𝔩𝔬
11» 𝔢𝔩 𝔪𝔦𝔰𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔠𝔥𝔦𝔠𝔞 𝔪𝔲𝔢𝔯𝔱𝔞
13» 𝔐𝔞𝔪𝔪𝔬𝔫, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔠𝔬𝔡𝔦𝔠𝔦𝔞
14» 𝔲𝔫 𝔟𝔞𝔫𝔮𝔲𝔢𝔱𝔢 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔞𝔠𝔬
15» 𝔡𝔢 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔢𝔫 𝔠𝔞𝔰𝔞
16» 𝔩𝔬𝔰 𝔥𝔢𝔯𝔪𝔞𝔫𝔬𝔰 𝔪𝔞𝔰 𝔯𝔞𝔯𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔱𝔬𝔡𝔬𝔰
17» 𝔩𝔞 𝔭𝔬𝔰𝔢𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔡𝔢𝔩 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬
18» 𝔪𝔞𝔫𝔱𝔢𝔫𝔦𝔢𝔫𝔡𝔬 𝔞𝔩 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬 𝔠𝔢𝔯𝔠𝔞
19» 𝔩𝔞 𝔱𝔯𝔞𝔪𝔭𝔞 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔖𝔲𝔟𝔱𝔢𝔯𝔯𝔞𝔫𝔢𝔬
20» 𝔢𝔩 𝔪𝔞𝔫𝔲𝔞𝔩 𝔡𝔢𝔩 𝔢𝔵𝔬𝔯𝔠𝔦𝔰𝔱𝔞
21» 𝔫𝔬 𝔠𝔬𝔫𝔣𝔦𝔢𝔰 𝔢𝔫 𝔩𝔬𝔰 𝔪𝔞𝔫𝔦𝔭𝔲𝔩𝔞𝔡𝔬𝔯𝔢𝔰
22» 𝔑𝔞𝔱𝔥𝔞𝔫𝔦𝔢𝔩, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔠𝔞𝔦𝔡𝔬
23》𝔏𝔢𝔳𝔦𝔞𝔱𝔞𝔫, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔢𝔫𝔳𝔦𝔡𝔦𝔞
24» 𝔩𝔞 𝔗𝔯𝔬𝔪𝔭𝔢𝔱𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔄𝔭𝔬𝔠𝔞𝔩𝔦𝔭𝔰𝔦𝔰
25» 𝔱𝔞𝔫 𝔥𝔲𝔪𝔞𝔫𝔬 𝔠𝔬𝔪𝔬 𝔭𝔲𝔢𝔡𝔞 𝔰𝔢𝔯
26» 𝔩𝔬𝔰 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬𝔰 𝔰𝔦𝔢𝔪𝔭𝔯𝔢 𝔰𝔢𝔯𝔞𝔫...¿𝔞𝔩𝔦𝔞𝔡𝔬𝔰?
27» 𝔢𝔩 𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬 𝔠𝔬𝔯𝔯𝔢...𝔱𝔦𝔠 𝔱𝔞𝔠, 𝔅𝔩𝔞𝔰
28» 𝔩𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬𝔰 𝔞𝔱𝔞 𝔞 𝔩𝔞 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔦𝔠𝔦𝔬𝔫
29» 𝔩𝔞 𝔉𝔯𝔞𝔱𝔢𝔯𝔫𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
30» 𝔢𝔩 𝔞𝔩𝔪𝔞 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔦𝔫𝔬𝔠𝔢𝔫𝔱𝔢
31» 𝔡𝔬𝔫𝔡𝔢 𝔩𝔩𝔬𝔯𝔞𝔫 𝔩𝔞𝔰 𝔄𝔩𝔪𝔞𝔰 𝔪𝔞𝔩𝔡𝔦𝔱𝔞𝔰
32» 𝔈𝔩 𝔠𝔞𝔩𝔬𝔯 𝔡𝔢𝔩 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔬 ℑ𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬
33» 𝔞𝔩 𝔣𝔦𝔫𝔞𝔩, 𝔰𝔬𝔩𝔬 𝔲𝔫𝔬 𝔮𝔲𝔢𝔡𝔞𝔯𝔞 𝔡𝔢 𝔭𝔦𝔢
34» 𝔩𝔞 𝔠𝔬𝔯𝔬𝔫𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔡𝔢𝔩 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔏𝔲𝔠𝔦𝔣𝔢𝔯
35» ...𝔩𝔞 𝔠𝔞𝔦𝔡𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔓𝔞𝔯𝔞𝔦𝔰𝔬 𝔡𝔢 𝔇𝔦𝔬𝔰
36» 𝔊𝔥𝔬𝔲𝔩𝔦𝔰𝔥
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12» 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔢𝔫 𝔩𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡

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By Createdbyeibi

   Pero la magia no es ni buena ni mala. Es una herramienta, como un cuchillo. ¿Es un cuchillo malvado? Sólo si el que lo empuña es malvado.

-Rick Riordan.

La semana transcurre lenta y un poco...extraña para todos. Miércoles por la noche, Aaron me deja en casa con una propuesta: quiere que lo acompañe al Subterráneo el lunes luego de clases. Dijo que Travis hará el gran espectáculo de cierre de año. Le dije que lo pensaría. Con el pijama puesto y con insomnio, calenté los fideos chinos y me puse a ver una peli en el living hasta que me dormí a las siete de la mañana. 

Jueves por el mediodía: mamá me despierta y me dice que el domingo iremos a la casa de Anthony, que festejamos su cumpleaños allí. Mamá cumple cuarenta y seis, y como todos serán amigos del hospital y familiares, me deja invitar amigos. Falto a clases luego, Audrey me llama. Dice que está ansiosa por la pijamada, también me pasa fotos de la tarea de anatomía para la semana que viene, los temas que irán en el exámen. Salgo a hacer las compras a eso de las seis, estando de acuerdo con Aaron en que mañana por la mañana, en el almuerzo, comenzaremos las tutorías de cálculo. 

Milagrosamente, esa noche, como junto a mamá en casa. 

—No sabes a quién me encontré—dice con una gran sonrisa. 

—¿A quién? 

—A Scott.

El agua casi me sale por la nariz. 

—¿A Scott?

—¿No recuerdas quién es?—pregunta. 

—Sí, sé quién es…¿en dónde estaba? 

—En el hospital—y añade después de limpiarse la boca:—Está haciendo un trabajo para la facultad sobre Catherine Grey. Horrible lo que le haya pasado a la pobre….

—Catherine Grayson—la corrijo. Ella asiente con la cabeza y yo no dejo de preguntarme qué carajos hace él investigando sobre su muerte—¿Qué te dijo?

—Nada, solo me entregó una orden para ver el cadáver. Al parecer estudia criminología. 

Wow, cuántas mentiras, pienso. Así que no solo está en el pueblo para hacerme la vida imposible, sino también para meter el pico en donde no lo llaman. Este es mi caso, no el suyo. Estoy decidida a buscar la verdad cuanto antes. No le daré el gusto de ganarme. 

—¿Ah sí?—digo yo pinchando con el tenedor el corte de cerdo—Que buena noticia…

—¿Todavía son amigos?

—Mamá…

Y se apresura a añadir:

—Sé lo mucho que te gustaba. Solo pregunto, yo a tu edad con tu padre...pasamos por muchas cosas juntos, peleas...pero siempre volvíamos. Estábamos ahí el uno para el otro, incluso si nos distanciábamos a veces. 

—¿Por qué me cuentas esto?—pregunto y ella se mantiene en silencio un par de segundos. 

Me toma de la mano, una leve caricia. 

—A veces, hija...dos personas que están destinadas a estar juntas se conocen en el peor momento. Pero no te preocupes—me dedica una sonrisa—lo que vendrá será mejor. 

Viernes por la mañana. Entro tarde a clases y el único lugar que está vacío es al lado, de nada más y nada menos, Stacy. El profesor de cálculo me da un ultimátum: si vuelvo a llegar tarde a su clase, me quedaré fuera. 

Por lo que sin reprochar, me siento y saco el libro de la mochila. Mientras que la explicación sobre cómo encontrar la derivada me entra y sale por un oído, me volteo solo un poco para encontrar a Audrey junto a Aaron. Ella se encoge de hombros y me dice un silencioso “lo siento”, mientras que Aaron me guiña un ojo.
 
—Qué casualidad—dice Stacy a mi lado. Ambas nos miramos—Quería hablar contigo. 

Estamos solo a cuatro asientos por detrás del profesor, lo que me ayuda a pasar un poco desapercibida de su mirada potente. 

—¿Conmigo? 

—Seh—pronuncia como si fuera obvio—¿a quién más le hablaría sobre algo importante?

—¿Desde cuándo tienes ganas de hablarme?

Me lanza una mirada de diversión. 

—Desde que ambas compartimos el mismo objetivo. 

Su sonrisa y sus ojos brillosos es todo lo que me dice que ese objetivo es Scott. Pero din din, bruja, yo ya estoy fuera de su juego y sus tentaciones. O al menos, eso intento. 

El profesor se voltea y mira a toda la clase antes de hacer un pequeño chiste matemático, por lo cual sus alumnos se ríen. 

—Mira, no quiero problemas—respondo—Scott hace su vida, tú la tuya y yo la mía. No tenemos nada en común. 

—¿Segura? 

—Sí, estoy segura. 

Se acomoda en la silla. Yo me concentro en copiar los números, corchetes y encuadrar el resultado del ejercicio de práctica. 

—Tiene pesadillas—dice Stacy y yo trato de poner toda mi atención en el nuevo ejercicio que empecé—Murmura cosas, tiembla...a veces me da miedo preguntar sobre qué sueña. O con quién. 

Tacho el número tres y pongo el cuatro. 

—Me dijo que no había nada entre ustedes, pero no deja de decir tu nombre. 

Aprieto tanto el lápiz que la punta se quiebra. Deja un gran punto negro y una línea ondulada sobre la hoja. Observo a Stacy, con el pulso acelerado. 

—Solo quiero que sepas que sé que él aún te quiere—susurra—Pero haré lo que sea necesario para borrarte de su cabeza, incluso si eso significa eliminarte del mapa. 

—No te tengo miedo, Stacy. 

Levanta una ceja.

—Deberías. Sé cosas sobre tí y tu mundo que puedo revelar. Cosas que involucran...demonios. 

¿Qué? Tan solo mirarla unos segundos me basta para conectar los puntos deshechos. Eso me da la respuesta a lo que buscaba: ¿cómo sabe ella que tuve un collar? ¿Acaso sabe qué artefacto es ese y por qué lo querría? 

Si tan solo ella supiera por todo lo que tuve que pasar, el peligro al que me enfrenté. Si supiera que Scott vino para decirme que no quiere olvidarme, que todavía está en esa búsqueda de respuestas a lo que siente por mí. Si supiera Stacy que nunca logrará ponerle una cuerda jamás en su vida...tal vez pensaría dos veces en involucrarse en esto, porque no es como lo piensa, no es un juego. 
Con el Infierno uno no debe jugar. 

—¿De qué hablas…?

—¿Tienen algo que aportar a la clase?—nos pregunta el profesor y llamamos la atención de todos. Me quedo en silencio, nerviosa. 

—No, profesor—acota Stacy—Ayudaba a Blas a comprender el ejercicios. Eso es todo. 

La clase continúa luego. Ni Stacy ni yo nos hablamos. No hay nada que decir, ella me dió una advertencia, algo que de la cual no estoy segura de hacer caso. ¿Qué pesadillas tiene Scott? ¿Qué sucede con él? ¿Y por qué, teniendo en mente la maldición que traía consigo, aún no ha desaparecido? 

Ahora más que nunca, necesito a Luhan. 

Al salir de clases, Audrey me alcanza. Me detengo a medio pasillo y la veo correr hacia mí con Aaron a cuestas. Trae una pollera color mostaza y una musculosa blanca. Me toma del hombro dramáticamente. 

—¿Qué te dijo esa muggle sangre sucia? 

Aaron se tapa la boca para no sonreír. 

—Yo…—intercalo la mirada entre ambos y Aaron menea la cabeza en negación, como si me estuviera prohibiendo contarle—No tiene importancia. 

—¿Qué?—dice Audrey, y los tres caminamos hacia el comedor—¿Cómo que no tiene importancia? Estamos hablando de la zorra más zorra del condado, la oveja negra del pueblo. El demonio de tasmania….claro que es importante. 

—Menos mal que las tengo de amigas y no como enemigas—dice Aaron. 

—Y lo bien que hiciste. Por cierto, ¿qué pasa con tus hermanos? Están desaparecidos. 

Él se encoge de hombros. 

—El sábado que viene tienen la semifinal. No los veo mucho en casa, en realidad. Pero Harry a veces me acompaña al Subterráneo y…—se calla al ver lo que dijo. 

Audrey no entiende. 

—¿El subterráneo? ¿Vive en una alcantarilla o qué? 

—De todas formas, ¿para qué quieres saber en dónde está Harry?—pregunto yo, desviando el tema. 

Pasamos las puertas del comedor. El griterío que retumba contra las paredes es insoportable. Hacemos la cola para buscar las bandejas. 

—Tenemos asuntos pendientes. 

—No quiero saberlos—se adelanta Aaron.  

—Hoy en tu casa, ¿cierto, Blas? A las siete. 

—A las siete. 

La fila avanza y avanza y veo la heladera grande repleta de comida. Me sirvo ensaladas varias. Siento que si pruebo un poco de carne vomitaré.
 
Nos ubicamos en una mesa en el fondo. Audrey frente a mí y Aaron a mi lado. Lo cierto es que no me incomoda para nada aquello, desde el jueves a la noche que no puedo dejar de pensar en lo que hice. ¿Estuvo bien? ¿Estuvo mal? Digo, porque si uno espera toda la vida que se olvide por sí solo de alguien, los resultados serán nulos. Yo hice lo que tuve que hacer, no me juzguen. Necesito llevar una vida normal, aunque esté repleta de cosas oscuras. Intentar olvidar a alguien no puede ser tan difícil, ¿cierto? 

Aprovecho esta oportunidad para sacar los libros de cálculo. Aaron me explica los procesos sobre cómo sacar las derivadas  e integrales mientras que picoteo un poco de ensalada aquí y allá. Audrey ayuda también y se saca algunas dudas, así que los tres nos ayudamos. 

—¿Entienden? Ahora reemplacen las X por el total de la ecuación anterior. 

—¡Ahh!—dice Audrey—A ver si entendí—se acerca más a nosotros apoyando los codos sobre la mesa—Tengo a mi ex y a mi novio. Una vez que me acosté con mi ex, lo descarto. Pero—alarga la e del pero—Lo guardo por las dudas. Y si mi novio actual me pone los cuernos, entonces saco del escondite a mi ex y vuelvo con él para obtener un final feliz—Aaron y yo nos miramos—¿Está bien? Díganme que sí porque sino esto no habrá valido la pena. 

Aaron se aclara la garganta. 

—Eh...no lo había pensado así, pero puede ser. 

Audrey sonríe. 

—Lo sabía. Entonces es fácil. Puedo hacerlo en el exámen. 

—¿Alguien te está poniendo los cuernos?—pregunto. 

—No, ¿por qué?—pregunta ella—Fue solo un ejemplo. 

Aaron pasa las páginas del libro. 

—Continuemos. 

Y así lo hacemos, hasta que toda la concentración que podía tener en cálculo se va a la mierda. Stacy y su grupo de amigos se instalan a cuatro mesas de distancia. Van riendo y hablando sobre el fin de semana. Pero no es eso lo que me atrae, sino que Scott está allí y ríe también. Deja que Stacy se siente sobre sus muslos, tiene una mano apoyada sobre su pierna mientras que ella lo abraza y habla con los demás. No debería sentir celos, claro que no. Pero el solo pensar que está haciendo esto con ella y que no lo hizo conmigo, me pone mal. Muy mal. Porque vamos, ¿cuántas veces me llevó al cine? ¿Cuántas veces dejó que lo abrazara así, que me sentara en sus piernas? ¿Tan difícil fue para él fingir por unos segundos que era tan humano como yo? 

En un intento por volver a la realidad, mi codo se desliza en la mesa y empujo la bandeja. Un gritito de Audrey, la sorpresa de Aaron y mi almuerzo hecho basura en el suelo del comedor. Y de pronto me levanto, con las miradas sobre mí. Junto lo que se cayó, el plato, el huevo picado, los tomates, el vaso hecho añicos y esparcido por alrededor. Solo una leve mirada hacia ellos me confirma que también me miran. Stacy se ríe, se burla con sus cómplices, tal vez por lo bruta que soy. Scott se pellizca la punta de la nariz, con sus ojos verdes opacos sobre mí, con algo en ellos que no logro descifrar. 

—No hay problema—dice Aaron arrodillándose a mi lado y tomando los trozos de cristal. Las comisuras de sus labios se levantan para darme una cálida sonrisa—Yo lo haré. 

—No, yo…

Toma mi mano y por dios santo que nunca en la vida alguien me dio tanta dulzura. 

—Lo haré por tí. Ve y siéntate—susurra—Termina el ejercicio, ¿si? 

Sus ojos mieles me miran con delicadeza, como si yo fuera lo frágil aquí. 

—De acuerdo. 

Antes de que pueda levantarme me toma del brazo y me atrae hacia él. Pega sus labios contra los míos, lenta y suavemente. Luego me sonríe y yo vuelvo a mi asiento. Tomo el cuaderno para resolver el ejercicio, con una Audrey sorprendida. 

—¿Qué pasa entre tú y….? 

Pero yo ya estoy desviando la mirada hacia Stacy, en donde Scott la aparta de su regazo y se levanta para salir hecho una furia del comedor. 

  🔱🔱

Sentada en frente de la computadora no dejo de darle vueltas al asunto. ¿Qué somos Aaron y yo? Definitivamente somos compañeros, algo más que amigos pero menos que novios. ¿Amigovios? No, definitivamente no. Él dejó en claro lo mucho que le atraigo, aunque no mencionó en ningún momento sentir algo por mí como para llegar al punto de “quiero intentar algo serio contigo”. ¿Y si eso es todo lo que busca? Acostarse conmigo y bum, desaparecer. Si yo le doy el gusto, me sentiré la peor de todas. No por haber caído en su juego, sino por dejar que me usara. 

Sin embargo, ¿acaso a mí no me duele estar usándolo a él? Es decir, claramente estoy dispuesta a olvidar a Scott de la peor manera posible: ver si llego a sentir algo por Aaron. Y eso es estar usando a una persona. ¿Cierto? 

Lo último que pude saber respecto a Scott fue la manera en la que empujó a Stacy fuera de su persona. 

—Pero dilo con más detalles—se queja Audrey con el pijama puesto, sobre mi cama. Tiene la espalda pegada al cabezal, abraza una almohada mientras que intenta no explotar de la emoción—Me encanta este tipo de drama romántico. 

—Se supone que no debería decirles esto.

Payton, por su parte, se pinta las uñas al lado de Audrey. Y yo, colgada en la página de noticias de la facultad, dejo que el frío del suelo me congele los huesos. 

—¿Por qué no? 

—Es algo de mi hermano. 

—Todo lo de tu hermano nos incumbe. Él y Blas están saliendo. 

—¿Eso es verdad?—pregunta Payton y yo dejo la computadora a un lado para despejar la mente y unirme a su conversación—¿Estás saliendo con mi hermano? 

Ambas se corren en la cama para dejarme un lugar. 

—No lo sé. 

—¿Cómo que no lo sabes?—reprocha Audrey—Elemental, Watson. 

—¡Que no lo sé!—levanto la voz—Es complicado. No creo que él…

Payton se ríe. 

—Mira, te diré algo de Aaron. Lo conozco bien, nunca trajo a nadie a casa, nunca salió con chicas...bueno, sí, pero solo eran cosas de una noche y ya. El que todavía no se canse de tí dice mucho. 

Me encogo de hombros. 

Aaron y yo solo salimos como compañeros de trabajo. Somos socios en lo que hacemos, eso de estar investigando un asesinato, eso de meternos a casas ajenas, incluso eso de quedar para volver al Subterráneo….son cosas de socios cómplices. 

— No creo que sea buena idea. 

—¿Qué cosa?—preguntan ambas. 

—El que yo salga con él. 

Audrey pone los ojos en blanco. 

—¿Vas a empezar con eso de…—hace una pausa dramática y actúa:—...¡ay pobre yo, que todo me sale mal, que daño a los que quiero, que alejo a los que amo! 

—No es cierto…

—¿No te gusta?

—¿No te atrae? 

— ¿Sientes algo por él? 

—¿Ya tuvieron sexo? 

—¿Qué?—digo yo y me tomo la cabeza por el dolor repentino que me producen tantas palabras juntas—No...nosotros no…

—Eso es esencial—dice Payton—Si se acuestan, ambos pueden conectar...independientemente de que sea bueno o no, claro está. 

—¿Estás de acuerdo en que me acueste con tu hermano? 

Payton ladea la cabeza. 

—Estoy cien por ciento segura de que a mi hermano le gustas. No para de hablar de tí, a veces los escucho hablar sobre chicas...a Harry y a Aaron…¡Ah, no les dije!—cambia rotundamente el tema—¿Saben que Den y Peggy están saliendo? 

Audrey explota de la risa. 

—Estamos hablando sobre un tema importante…

Me levanto de la cama. 

—¿Saben qué? Sigan con su chucherías, me voy a pedir pizza. 

Abro la puerta de la habitación y escucho sus gritos de “cebolla no”, “pide una cerveza”. Bajo a toda velocidad directo a la cocina y busco el número del delivery por los imanes que hay en la heladera. Una vez que me atienden y hago el pedido, subo de nuevo. Las encuentro conversando sobre Den y Peggy, del partido que tendrá el equipo de fútbol este fin de semana. 

—Es una buena oportunidad para que Aaron te invite. Yo le diré que lo haga—avisa Payton—No se preocupen.  

—Blas—Audrey dice mi nombre con firmeza—¿Qué hace Scott en el pueblo? 

Buena pregunta. Ni siquiera yo lo sé. Habló por arriba sobre el tema. Y ahora que le pedí distancia, que no se metiera en mi vida, se me dificulta saberlo. Pero por lo que sea que esté aquí, eso a mí ya no me incumbe. Él por un lado, yo por el otro. Así de fácil. 

—¿Quién es Scott?—pregunta Payton.
 
—No es nadie. Él…

— El ex de Blas—pronuncia Audrey. 

—Ni siquiera fuimos algo. 

—Pero se gustaban. Se notaba a kilómetros. Solo que él no supo cuidarte. 

—¿Por qué se separaron?

Todas nos quedamos en silencio. No me gusta hablar sobre eso. No me gusta que Scott se apodere de mis pensamientos, incluso de mis sentimientos. Recordarlo significa estar todavía pendiente de él, significa que no lo superé, que aún siento cosas por él. Y demonios que sí lo hago. Me gustaría poder decirle lo mucho que lo extraño, que lo necesito, que no pasa ni un día en el que piense, en el que la imagen de sus ojos verdes y puros se incruste en mi cabeza. 

—Él me dejó—digo con algo de pena.
 
—¿Te dijo por qué? 

Audrey yo nos miramos. 

—Es mejor así—susurro luego—Pero nunca falta la hora del día en el que piense tocar su puerta y echarle en cara lo estúpido que fue. 

—¿Sabes qué?—dice Payton y me abraza—Eso es lo que tienes que hacer. Ve y dile que fue un hijo de puta por haberte dejado. 

Estoy por responder, aunque el timbre de casa me salva. Salgo a pagarle al del delivery. Luego bajamos al comedor a cenar, ponemos la mesa y prendemos el televisor. Entre pizza y pizza, lloramos por Mr. Darcy como tres locas. Pero mi cabeza está  perdida en Scott y su sonrisa, en cada movimiento de su cuerpo imaginario. 
Tengo que aprender a vivir sin su recuerdo. 

Entonces ocurre algo que nos pone la piel de gallina a las tres. Las luces se apagan por completo. Mis sentidos, como si supieran de qué se trata, se encienden al máximo. Un ruido aquí y allá, las risas de Audrey al decir que les estoy haciendo una broma. 

—Tal vez saltó la térmica—pronuncio. 

Reviso las llaves una por una. No es la térmica. Intento llamar a mamá, pero no hay señal. Con la linterna del celular busco en el primer cajón de la biblioteca el número del servicio. 

—¿Y si llamamos a los chicos?—bromea Audrey—Aaron podría darle una charla especial a Blas…

—Salía con Travis hoy. 

—¿Quién es Travis? 

—Es mi pri…

Tres golpes en la distancia. Alumbro a las chicas para ver si están bien. Ambas se abrazan. Corro hacia la ventana para ver qué ha sido, tal vez alguien tiró una piedra. Abro la puerta y salgo a la calle. Las chicas me siguen. 

—No es un gran corte—dice Payton—Tendría que estar todo el barrio sin luz. 

—¿Y si llamo a mamá?—pregunta Audrey. 

—No hay señal—replico. Un auto que pasa por la calle nos toca bocina—Será mejor que entremos. 

Le doy una rápida mirada a la casa de al lado antes de cerrar la puerta. Prendo nuevamente la linterna del celular. Solo cinco minutos bastan para que los tres golpes aparezcan, esta vez, seguidos de una risita. 

Las tres gritamos. 

Sé que esto es malo. El frío se apodera de mi cuerpo, como cuando te ponen un hielo dentro de la remera y se desliza por tu espalda. Así de escalofriante. 

—Veo algo—susurra Payton. 

—¿En dón...dónde?—pregunta Audrey. 

Peyton se aleja de nosotras directo a la cocina. La tomo del brazo. 

— No creo que sea buena idea. 

—¿No lo ven? Hay algo...allí contra la mesada. 

Y definitivamente hay algo, lo compruebo en cuanto alumbro a esa dirección. Boris está con la pelota en la boca, y al vernos, mueve la cola. Mi cuerpo se afloja. Voy hacia él. 

—Me diste un susto de muerte...ven aquí. 

Boris sigue allí, solo que deja caer la pelota de tenis al suelo. Esta rebota un par de veces, pasa entre las patas de la mesa.

—Boris…

Audrey grita. 

Yo me volteo para ver qué es, aunque no me da tiempo ni para respirar. Alguien me tapa la boca con un algodón. En mi desesperación por tratar de escapar, mientras que Boris ladra y ladra, inhalo el tóxico que empapa el algodón. Escucho gruñidos, golpes, gritos...y entonces, todo lo que noto después es la oscuridad. 

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