✔ Ghoulish/ Los hijos del Dia...

By Createdbyeibi

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Volumen II-Los hijos del Diablo La oscuridad puede ser tu mejor aliada ¿Qué puede sentir un corazón herido... More

Antes de leer...
-Segunda parte-
g h o u l i s h
Traición
1» 𝔅𝔩𝔞𝔰, 𝔲𝔫𝔞 𝔠𝔥𝔦𝔠𝔞 𝔯𝔞𝔯𝔞
2» 𝔩𝔞𝔰 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔞𝔰 𝔞𝔪𝔦𝔰𝔱𝔞𝔡𝔢𝔰
3» 𝔩𝔞𝔭𝔦𝔡𝔞𝔰 𝔠𝔬𝔫 𝔫𝔬𝔪𝔟𝔯𝔢𝔰 𝔠𝔬𝔫𝔬𝔠𝔦𝔡𝔬𝔰
5» 𝔢𝔩 𝔯𝔢𝔤𝔯𝔢𝔰𝔬 𝔞 𝔩𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡
6» 𝔢𝔵𝔬𝔯𝔠𝔦𝔰𝔱𝔞 𝔡𝔢 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬𝔰
7» ℭ𝔞𝔱𝔥𝔢𝔯𝔦𝔫𝔢, 𝔞𝔮𝔲𝔢𝔩𝔩𝔞 𝔞 𝔩𝔞 𝔮𝔲𝔢 𝔪𝔞𝔱𝔞𝔯𝔬𝔫
8» 𝔰𝔦𝔢𝔫𝔡𝔬 𝔲𝔫𝔞 𝔥𝔲𝔪𝔞𝔫𝔞 𝔬𝔯𝔡𝔦𝔫𝔞𝔯𝔦𝔞
9» 𝔢𝔩𝔩𝔬𝔰 𝔠𝔞𝔪𝔦𝔫𝔞𝔫 𝔢𝔫𝔱𝔯𝔢 𝔫𝔬𝔰𝔬𝔱𝔯𝔬𝔰
10» 𝔫𝔲𝔫𝔠𝔞 𝔠𝔬𝔫𝔣𝔦𝔢𝔰 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔥𝔦𝔧𝔬 𝔡𝔢𝔩 𝔇𝔦𝔞𝔟𝔩𝔬
11» 𝔢𝔩 𝔪𝔦𝔰𝔱𝔢𝔯𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔠𝔥𝔦𝔠𝔞 𝔪𝔲𝔢𝔯𝔱𝔞
12» 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔢𝔫 𝔩𝔞 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔦𝔡𝔞𝔡
13» 𝔐𝔞𝔪𝔪𝔬𝔫, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔠𝔬𝔡𝔦𝔠𝔦𝔞
14» 𝔲𝔫 𝔟𝔞𝔫𝔮𝔲𝔢𝔱𝔢 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔞𝔠𝔬
15» 𝔡𝔢 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔢𝔫 𝔠𝔞𝔰𝔞
16» 𝔩𝔬𝔰 𝔥𝔢𝔯𝔪𝔞𝔫𝔬𝔰 𝔪𝔞𝔰 𝔯𝔞𝔯𝔬𝔰 𝔡𝔢 𝔱𝔬𝔡𝔬𝔰
17» 𝔩𝔞 𝔭𝔬𝔰𝔢𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔡𝔢𝔩 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬
18» 𝔪𝔞𝔫𝔱𝔢𝔫𝔦𝔢𝔫𝔡𝔬 𝔞𝔩 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬 𝔠𝔢𝔯𝔠𝔞
19» 𝔩𝔞 𝔱𝔯𝔞𝔪𝔭𝔞 𝔢𝔫 𝔢𝔩 𝔖𝔲𝔟𝔱𝔢𝔯𝔯𝔞𝔫𝔢𝔬
20» 𝔢𝔩 𝔪𝔞𝔫𝔲𝔞𝔩 𝔡𝔢𝔩 𝔢𝔵𝔬𝔯𝔠𝔦𝔰𝔱𝔞
21» 𝔫𝔬 𝔠𝔬𝔫𝔣𝔦𝔢𝔰 𝔢𝔫 𝔩𝔬𝔰 𝔪𝔞𝔫𝔦𝔭𝔲𝔩𝔞𝔡𝔬𝔯𝔢𝔰
22» 𝔑𝔞𝔱𝔥𝔞𝔫𝔦𝔢𝔩, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔠𝔞𝔦𝔡𝔬
23》𝔏𝔢𝔳𝔦𝔞𝔱𝔞𝔫, 𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔩𝔞 𝔢𝔫𝔳𝔦𝔡𝔦𝔞
24» 𝔩𝔞 𝔗𝔯𝔬𝔪𝔭𝔢𝔱𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔄𝔭𝔬𝔠𝔞𝔩𝔦𝔭𝔰𝔦𝔰
25» 𝔱𝔞𝔫 𝔥𝔲𝔪𝔞𝔫𝔬 𝔠𝔬𝔪𝔬 𝔭𝔲𝔢𝔡𝔞 𝔰𝔢𝔯
26» 𝔩𝔬𝔰 𝔢𝔫𝔢𝔪𝔦𝔤𝔬𝔰 𝔰𝔦𝔢𝔪𝔭𝔯𝔢 𝔰𝔢𝔯𝔞𝔫...¿𝔞𝔩𝔦𝔞𝔡𝔬𝔰?
27» 𝔢𝔩 𝔱𝔦𝔢𝔪𝔭𝔬 𝔠𝔬𝔯𝔯𝔢...𝔱𝔦𝔠 𝔱𝔞𝔠, 𝔅𝔩𝔞𝔰
28» 𝔩𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬𝔰 𝔞𝔱𝔞 𝔞 𝔩𝔞 𝔭𝔢𝔯𝔡𝔦𝔠𝔦𝔬𝔫
29» 𝔩𝔞 𝔉𝔯𝔞𝔱𝔢𝔯𝔫𝔦𝔡𝔞𝔡 𝔡𝔢𝔩 𝔡𝔢𝔪𝔬𝔫𝔦𝔬
30» 𝔢𝔩 𝔞𝔩𝔪𝔞 𝔡𝔢 𝔲𝔫 𝔦𝔫𝔬𝔠𝔢𝔫𝔱𝔢
31» 𝔡𝔬𝔫𝔡𝔢 𝔩𝔩𝔬𝔯𝔞𝔫 𝔩𝔞𝔰 𝔄𝔩𝔪𝔞𝔰 𝔪𝔞𝔩𝔡𝔦𝔱𝔞𝔰
32» 𝔈𝔩 𝔠𝔞𝔩𝔬𝔯 𝔡𝔢𝔩 𝔬𝔰𝔠𝔲𝔯𝔬 ℑ𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬
33» 𝔞𝔩 𝔣𝔦𝔫𝔞𝔩, 𝔰𝔬𝔩𝔬 𝔲𝔫𝔬 𝔮𝔲𝔢𝔡𝔞𝔯𝔞 𝔡𝔢 𝔭𝔦𝔢
34» 𝔩𝔞 𝔠𝔬𝔯𝔬𝔫𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫 𝔡𝔢𝔩 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔏𝔲𝔠𝔦𝔣𝔢𝔯
35» ...𝔩𝔞 𝔠𝔞𝔦𝔡𝔞 𝔡𝔢𝔩 𝔓𝔞𝔯𝔞𝔦𝔰𝔬 𝔡𝔢 𝔇𝔦𝔬𝔰
36» 𝔊𝔥𝔬𝔲𝔩𝔦𝔰𝔥
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4» 𝔢𝔩 𝔫𝔲𝔢𝔳𝔬 𝔫𝔬𝔳𝔦𝔬 𝔡𝔢 𝔪𝔞𝔪𝔞

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By Createdbyeibi

Estamos todos llenos de dudas, estamos todos creando en la oscuridad.

-Antonio López García.

Aaron continúa el camino minutos luego. El calor que hace es insoportable, aunque una linda brisa corre por el cementerio. No sé si soy yo, o el lugar, solo que me es imposible no escuchar voces susurrantes y ver sombras blancas en las esquinas de cada tumba. 

Últimamente me siento extraña, ya saben. De ese modo en el que sabes que algo tiene que ocurrir para que te levantes de la cama. O peor, cuando tienes ese mal presentimiento de que algo malo ocurrirá tarde o temprano, que el tiempo sereno en el que te encuentras va a llegar a su fin en un par de días. 

O solo soy yo y mis sextos sentidos. 

—¿Cómo lo logras?—pregunta él—Vivir sin tus seres queridos. 

Al principio tuve la gran idea de responder que los olvidas y ya, que te obligas a no pensar en ellos. Sin embargo, pensándolo mejor, solo sé que no puedo darle una respuesta exacta o coherente. Vamos, uno pierde familiares, se da cuenta de que su persona falta, que esa tarde ya no será la misma que antes, que sin ella ya no será lo mismo. 

Al principio le quise decir que con práctica todo se logra. Pero no es así. Tú no quieres a alguien con la práctica. Nadie nos enseña a querer, olvidar, a vivir. Nadie nos enseña a ser padres o ser hijos. O incluso a morir. Entonces…¿cómo olvidas a alguien? 

—Todavía estoy tratando de comprender eso—digo al fin. 

Aaron se mantiene callado, tal vez a la espera de algunas palabras más de mi parte. Me dejo caer al suelo, entre la sombra más próxima del árbol detrás de nosotros y una lápida con forma de cruz, un tanto partida en los bordes del granito. Él también se sienta, y entonces me encuentro mirándolo fijamente, como cuando plantas la mirada en un punto fijo pero tu mente está en otro lugar. 

—Tu hermana…—dice dudando y se rasca la barbilla. Me mira de reojo, y yo vuelvo a la realidad—¿El caso sigue abierto? 

—Lo cerraron hace tres meses. ¿Por qué? 

Se encoge de hombros. 

—A veces los policías tienen ese descaro—implora—De cerrar casos que no están bien investigados. 

Levanto una ceja. 

—¿Qué sabes tú de mi hermana?

Y él ataca con casi la misma pregunta:

—¿Qué sabes tú de ella? 

—¿Me estás poniendo a prueba? 

Se encoge de hombros y eleva la comisura de la boca solo un poco hacia arriba. Y cuando lo hace, el hoyuelo en su mejilla se ve dulce, e incluso, sexy. Llamativo. 

—Estoy comenzando a pensar que hay algo más detrás de su muerte. Algo que los polis no quieren que se sepa—el corazón se me acelera—¿No sientes lo mismo?

Y me apresuro a decir, tanto, que incluso se me traban las palabras. Y él lo nota. 

—Creo que...que...que el culpable ya se descubrió. Esa es la verdad—la sonrisa en su rostro desaparece y me mira de arriba abajo, a lo largo de mi cuerpo. Por eso pronuncio:—¿Qué miras tanto?

—¿Sabes que los más prestigiosos detectives usan mucho el lenguaje corporal para saber quién miente y quién no? Es una buena técnica, si me lo preguntas. 

Ante esa advertencia, porque no puedo tomar sus palabras como otra cosa, mi mente reacciona. ¿Y si es uno de ellos? ¿Y si resulta que, después de todo, yo tenía razón en cuanto a que algo más me viene persiguiendo desde que todo...terminó? ¿Y si por alguna razón de la vida, Aaron resulta ser uno más del enjambre de enemigos?

Me inclino solo un poco hacia su figura. Él también lo hace, aunque mira mis ojos como si haya encontrado algo estupendo, algo que estuvo buscando por mucho tiempo. 

—No me das miedo. 

Y él contesta sin pánico, relajado diría yo.

—No estoy aquí para darte miedo. 

—¿Ah, no? ¿Por qué la advertencia, entonces?

—Es increíble lo mucho que las palabras pueden influir en una persona mentirosa. 

—No soy mentirosa. 

Aaron inclina la cabeza hacia un lado. 

—Lo averiguaré. 

Más tarde, Aaron y yo salimos del cementerio. Me acompaña hasta el auto en silencio, sin decir ni una palabra de lo que estábamos discutiendo. Tampoco digo nada sobre eso, porque todo me da tan mala espina que mi cabeza pone un muro de acero entre los pensamientos malos y buenos del día. 

Entro al auto, bajo la ventanilla. Aaron se acerca a mí, pone un brazo por encima del techo e inclina la cabeza un poco hacia abajo para verme mejor. Sus ojos mieles se ven más claros ahora, como si el sol pudiera derretir la miel que hay en ellos. 

—Payton me dijo que irán a correr mañana por la tarde. 

—Oh...lo habrá arreglado con Audrey.
 
—Cualquier cosa...si puedes, dime. Estaré dando clases de kick boxing en el playón. Tal vez podamos cruzarnos. 

—No sabía que dabas clases. 

Aaron sonríe y me guiña un ojo. 

—Bueno, una cosa más a mi favor para invitarte a salir—me quedo de piedra, con una mano en el volante y la otra en la palanca de cambios—Wow…—dice luego—No puedo creer que haya dicho eso. 

—¿Por qué?—pregunto irónicamente—¿Tu jefe poli te obligó a salir conmigo para obtener más datos sobre mi hermana?

Él se calla. Esta vez, yo le guiño el ojo y pongo el auto en marcha. Aaron se aleja. 

—Touché—pronuncia. 

 🔱🔱

Cuando llego a casa son las ocho y media. Salgo del auto corriendo a todo lo que da, con las llaves en mano y el pelo todo revuelto. El cielo se nubló como por arte magia, hay demasiada humedad para mantener alejado el calor. 

Mamá está cruzada de brazos en medio del living, con un vestido negro amoldado a la cintura, escote en v y zapatos oscuros a juego. Lleva dos aretes grandes de plata y su rostro va pulcra y delicadamente maquillado. Me hace acordar a la conductora del tiempo del canal once en las mañanas. 

—Dijimos a las ocho.

Yo ya me estoy sacando las zapatillas y cerrando la puerta con un empujón de cadera. 

—Lo siento, lo siento. Se me hizo tarde. 

Ella camina en mi dirección a las escaleras, recordándome lo irresponsable que soy últimamente, que no me tomo en serio lo que es importante. Me permito poner los ojos en blanco, porque no es así. Sí, tenemos un mejor trato mutuamente. Sí, somos más unidas que nunca. Y sí, también confiamos en la otra mucho más que antes. Pero eso no significa que dejemos de pelear, que mamá olvide por completo que ahora tiene una sola hija. Incluso casi llega a olvidar mi cumpleaños. 

Todo se volvió mucho más complicado entre nosotras desde esa noche en el hospital. Que qué estuve haciendo todo ese tiempo a solas, con dos tipos que bien podrían haberme matado. Ni siquiera le importó que su hija tuviera moretones, que no pudiera dormir esa noche. Ni la siguiente, ni las otras que le siguieron a esa. No, solo fue ella y su novio. Solo fue mamá y el mundo. Y luego yo. 

Así que decidí cambiar. Cambiar de nuevo, porque las cosas empeoraron después. Tenía en mente que, posteriormente a lo que sucedió esa noche,  mi vida podría volver a lo que fue antes. Ya saben, una rutina de ida y vuelta de casa a la facultad, de la facultad a casa. Salir con Audrey los fines de semana, como cualquier joven de veinte años que quiere pasarla bien y conocer chicos y hacer amigos por todos lados. Solo...que no fue nada de eso. 

Las pesadillas no se fueron, incrementan con cada hora transcurrida. Voces, aullidos, susurros...cosas que se mueven solas en mi habitación, espejos rotos y apagones de luces. Todo eso y más, solo cuando me encuentro sola. 

Una tiende a acostumbrarse a aquello. A estar siempre con un ojo medio abierto por las dudas. 

Así que cuando mamá me dice que me duche rápido y que si no estoy en el auto en quince minutos se irá sin mí, me apresuro a bañarme casi sin tiempo y a las corridas. Apenas me puedo secar el cabello, que ahora está bastante crecido como por mis pechos, y me pongo el mejor vestido que tengo. No sé a dónde vamos, y teniendo en cuenta cómo mamá se vistió, opto por uno elegante, pegado al cuerpo con dos tiras de cuero a los costados, de color grisáceo. Estoy poniéndome las zapatillas...solo que me las quito y me obligo a probar suerte con los tacones. Solo un poco de delineador, perfume de frutilla, los aros redondos y listo. 

Bajo las escaleras como si estuviera pisando huevos. Mamá ya está con las llaves del auto en mano con el celular pegado a la oreja y hablando con Anthony. Me subo al coche luego de cerrar la puerta de casa, mientras que mamá lo pone en marcha. Cuelga el teléfono y yo lo enciendo para poner música y conectarlo a la radio vía bluetooth. 

—¿Qué es lo que siempre te hace llegar tarde?—pregunta con voz seria. 

—Lo siento. 

—No, Blas—dice ella, doblando a la derecha y tomando la primera subida a la carretera—Estoy cansada de tanto lo siento, lo siento. 

—Lo sien…—me callo y miro por la ventanilla. Las primeras gotas de la noche comienzan a caer—Tengo la cabeza en otra cosa. 

—¿Qué es más importante que esto?—pregunta—Dime, así lo sabré. Porque parece que todo te da igual. 

—Sabes que no es así—digo yo—Si tan solo….

—¡Dame una razón para creerte!—levanta la voz—¿Por qué te comportas así? Loraine no tenía…

—Yo no soy Loraine, mamá—ahora es cuando ella se detiene y yo siento la ira crecer en mi interior, lo siento en cada poro de mi cuerpo. Ella sabe lo mucho que odio las comparaciones, lo mucho que detesto que a cada rato me recuerde que mi hermana no era así a mi edad, que ella se comportaba como mamá quería—No puedes pretender que siga los mismos pasos que ella. 

—Pero puedes intentarlo. 

Allí se acaba la conversación. O al menos, cuando me quedo callada sin saber qué decir. Mamá conduce rápido por el carril izquierdo, mientras que miro por la ventanilla a las gotas de la lluvia y pienso en que, tal vez, lo mejor haya sido decirle que sí a todo y no ser la oveja negra de la reducida familia. 

Cuando llegamos al restaurante mamá aparca a una cuadra. Caminamos hasta allí a las apuradas. 

El edificio es grande, luces de navidad doradas enrolladas en los troncos de los árboles de la entrada, amplios ventanales con cortinas sin abrir de color bordó. Se ve mucha gente dentro, bien vestida. Hombres con trajes, mujeres con vestidos. Un lugar al que no todo el mundo puede asistir. Para aquellos que pueden pagarlo. Y cuando la mujer trajeada, de cabello recogido en una coleta alta y con anteojos, nos pregunta si hemos reservado una mesa, mamá responde que sí, a nombre de Anthony McNamara. 

—Por aquí, por favor. 

Ambas seguimos a la mujer entre mesas con personas irreconocibles, aunque las miradas que se posan en mí no me sientan para nada buenas. Es como estar en un lugar sospechoso, incómodo en todos los sentidos posibles. 

Las luces del lugar están bajas, hay susurros por toda partes, conversaciones entre familias, amigos, parejas. Hay olor a limón en el ambiente. La mujer nos señala una mesa casi llegando al fondo, pegados a una barra elegante que separa nuestros asientos del resto. Hay un hombre sentado allí, leyendo la carta del menú. Y cuando levanta la vista hacia nosotras y ve a mamá, deja todo en la mesa a un lado. La moza se aleja y nosotras nos quedamos allí. 

Anthony es buen mozo. Demasiado que hasta incluso me sorprendo. Va trajeado en negro, con una corbata roja por debajo del saco. No tiene ni un pelo en el rostro, el cabello negro y bien peinado hacia atrás, con ondas y sin gel. Sus ojos, marrones y comunes al resto, no parecen tener ninguna mala intención. Sin embargo, hay algo que está mal. Algo que no me gusta de todo esto. 

—Siento la demora—dice mamá depositando un beso en los labios de Anthony. Tengo que apartar la mirada para no vomitar—Ya sabes como son los niños.

Quise responder a eso con un rebelde comentario, algo así como no soy una niña, Rose Clark. Aunque me lo guardé. En su lugar, le devuelvo la sonrisa al novio de mi madre en cuanto me ve y viene hacia mí. 

—Tú debes ser Blas—pronuncia con voz de locutor, grave, firme. Poderosa. Me toma del hombro suavemente y me da un beso en el cachete. Instantáneamente, su colonia de Antonio Banderas me rodea-Un gusto conocerte, al fin. 

—Si, bueno...mamá me obligó a venir, no me dejó otra opción. 

—Blas…—dice mamá en advertencia.
 
Y yo sonrío de más. 

—Es un chiste, Thony—bromeo con su nuevo apodo. Él me sonríe también, tomando asiento al lado de mamá. Yo también lo hago, solo que frente suyo—¿O debería llamarte Anthony?

—Thony me gusta—dice él con ambas manos por encima de la mesa. Parece seguirme el juego, o solo lo hace por querer ser buena onda con la insoportable hija de su nueva novia—¿Tú que dices, cielo?

Abro los ojos, de sorpresa. Mamá intercala la mirada entre ambos, nerviosa.

—Creo que suena bien. 

—Perfecto, entonces—dice Anthony y toma la carta de los vinos—Pedí que trajeran un Château de St. Cosme Gigondas—habla de vinos como si fuera un experto:—Pensé que un vino rojo tan energético como este vendría bien para la ocasión—acomoda la servilleta blanca sobre su regazo y mamá lo mira embobada—¿Te gusta el vino, Blas?

—Solo un poco—pronuncio—Prefiero los vinos blancos y dulces. Depende también mucho del paladar de cada persona. Por ejemplo, un Chardonay dulce y fresco sería una buena opción. Aunque claro...también depende de qué clase de persona es uno. 

Anthony levanta una ceja y apoya los codos sobre la mesa para entrelazar los dedos. 

—Muy buena elección. 

Sonrío un poco. 

—Lo sé—y añado:—Te sorprendería las cosas que sé acerca del mundo. 

—Eso dice muchas cosas de tí—pronuncia Anthony, con una sonrisa—¿Eres curiosa? 

—Bastante. 

—La curiosidad a veces la domina—mamá exclama y me planta una mirada de “no arruines la cena, o verás al llegar al casa”—No es bueno tener siempre los pies en las nubes, ¿no es cierto?

—Tampoco es bueno estar amarrado con una cadena al mundo real, dejando que la sociedad te explote y te utilice con sus fines...comerciales y políticos de manera corrupta—respondo yo, toda educada, sentada derecha en la silla, dejando que la servilleta de tela se deslice suavemente por mis muslos—Pero sí—le digo a Anthony—Mamá y yo no parecemos de la misma familia. 

Anthony larga una carcajada que me pone nerviosa. Mamá lo sigue, lo imita. Solo que me da una patadita por debajo de la mesa. Eso es todo lo que necesito para saber que no está conforme con mis palabras, que quiere que me comporte adecuadamente. Lo que no sabe ella, es que esta noche me convierto en Loraine. En lo que tanto ella implora por conseguir de mí. 

—Tienes un carácter potente, Blas—sugiere Thony—Eres una mujer hecha y derecha, como tu madre. 

—Qué puedo decir. Soy igual a mi hermana. 

Mamá no lo toma mal, todo lo contrario. Por eso comenta:

—Loraine y ella siempre fueron muy unidas—incluso cuando un mozo viene hacia nuestra mesa y deja la canastita con pan tostado, con queso y jamón cortados en fetas, y una salsa blanca con pequeños trozos de cebolla verde, mamá continúa hablando:—Peleaban todo el tiempo, como una relación de amor-odio. 

—Un cliché—pronuncio y tomo un trozo de pan y hundo el cuchillo en la salsa—Como todo libro. 

—¿Te gusta leer?—pregunta Anthony, desparramando la salsa por su pan. El mozo trae el vino que pidió él y le sirve apenas en la copa. Anthony le hace una seña y el mozo se detiene. Luego, antes de probar un bocado de su pan, huele el vino, lo revuelve un poco y lo prueba. Entonces asiente—Excelente. 

El mozo llena su copa. Luego, la de mamá. 

—Sí, de hecho—continúo—Me hubiese quedado en casa leyendo, haciendo tarea para la facultad—mamá me da una rápida mirada. Me apresuro a decir:—Pero por nada en el mundo me perdería conocer al esposo de mi madre—Mamá se atraganta. Anthony deja la copa en la mesa—Lo siento—digo yo—Novio. 

Mamá deja la servilleta sobre la mesa y se levanta. 

—Si me permites, Anthony...acompañaré a Blas al baño. 

—Pero no quiero ir—reprocho yo. Mamá me señala el baño. Está enojada. Furiosa. Por eso accedo a lo que dice—Huy, ya me dieron ganas—me levanto y le sonrío a Anthony, que me mira curioso—Si nos disculpas, parece que mamá está buscando una excusa para hablar conmigo….

Antes de que pueda siquiera seguir con mi monólogo especial de la noche, mamá tira de mi brazo al baño. Me empuja por entre las mesas hasta subir las escaleras y entrar por una puerta directo al toilette. No hay nadie, para mi suerte. 

—¿Qué es lo que crees que haces? 

—Estoy hablando con Thony. Mi mejor amigo. 

Mamá suspira. 

—Eres increíble, Blas—pronuncia enojada—¡Increíble!

Me cruzo de brazos. 

—Eso era lo que querías, ¿no?—redoblo la apuesta—Que lo conociera. Que sea educada. 

—Estás siendo todo menos educada. 

Me encogo de hombros. 

—¿En serio? Wow...creí que así tendría que hablar Loraine si estuviera aquí—y mamá lo comprende entonces—Dijiste que sea como ella. Que siguiera sus pasos. Y eso estoy haciendo. 

—Loraine no era así. 

—¿Y cómo era entonces?—pregunto y mamá intenta tomarme del brazo para, seguramente, rogarme para que termine con esto de una buena vez. Sin embargo, mi orgullo puede más. No me toca, ni siquiera alcanza a hacerlo porque ya estoy apartándome de ella—Seguramente hubiese sido mejor hija que yo. 

—No es así. Las dos son diferentes…

—¡¿Y por qué quieres que sea como ella?!—exploto y mi grito retumba en todo el baño. Mamá abre la boca, sorprendida—Porque no dejas de repetirlo. Loraine esto, Loraine aquello. Tendrías que comportarte como tu hermana…—no tardan en aparecer las lágrimas y yo dejo que caigan por mi rostro—A veces pienso que si tuvieras que volver al pasado y elegir entre las dos, salvarías a Loraine y me dejarías morir en su lugar. 

Mamá también llora. Pero lo hace silenciosamente. 

—No digas eso. Nunca dejaría que…

—¿Sabes qué?—retrocedo—Me voy de aquí. Disfruta tu cena con tu nuevo novio. 

—Hija, ven aquí—dice ella en tono firme. Pero yo ya estoy cruzando la puerta y bajando las escaleras. Escucho que mamá grita mi nombre:—¡Blas! 

Todas las personas en el restaurante giran la cabeza. Me detengo en las escaleras, con los ojos rojos, con un sentimiento horrendo en el pecho. Y con toda la gente mirando en mi dirección, me atrevo a sacarme los malditos tacos de porquería y corro hacia la salida. 

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