La Hermana de Ron Weasley (Dr...

By FanPage256

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Cuarto libro, ambientado en Harry Potter y el Cáliz de Fuego. "Dos miradas que no pueden evitar chocarse, do... More

**Caramelos**
**La Bota**
**Apuestas con Bagman**
**Los Mundiales de Quidditch**
**Mortifagos (1)**
**Alboroto en el Ministerio**
**En el Expreso de Hogwarts**
**El Torneo de los Tres Magos**
**El Hurón Albino**
**Ojoloco Moody**
**Beuxbatons y Drumstrang**
**Desmaius**
**Los Cinco Campeones**
**El Cáliz de Fuego**
**Rita Skeeter (1)**
**Dragones**
**La Primera Prueba**
**Inesperada "Prueba"**
**El Baile de la Desgracia (1)**
**El Baile de la Desgracia (2)**
**Rita Skeeter (2)**
**La Segunda Prueba**
**Barty Crouch Jr**
**La Locura del Señor Crouch**
**El Sueño**
**Recuerdos Embotellados**
**La Última Prueba**
**Resurección**
**Mortifagos (2)**
**Almas Asesinadas**
**Veritaserum**
**Caminos Separados**

**Un Nuevo Inicio**

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By FanPage256

Incluso un mes después, al rememorar los días que siguie­ron, me di cuenta de que me acordaba de muy pocas cosas.

Era como si hubiera pasado demasiado para añadir nada más.

Las recapitulaciones que hacía resultaban muy dolorosas.

Lo peor fue, tal vez, el encuentro con los Diggory que tuvo lugar a la mañana siguiente.

No nos culparon de lo ocurrido.

Por el contrario, ambos nos agradecieron que les hubiéramos llevado el cuerpo de su hijo.

Durante toda la conversación, el señor Diggory no dejó de sollozar.

La pena de la señora Diggory era mayor de la que se puede expresar llorando.

-Sufrió muy poco, entonces. Y, al fin y al cabo, Amos... murió justo después de ganar el Torneo. Tuvo que sentirse feliz.- dijo la mujer cuando Harry les relató cómo murió.

-Cuidaos vosotros por él.- nos dijo el señor Diggory con gran pesar.

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Volvimos a la torre de Gryffindor a la noche siguiente.

Por lo que nos dijeron Ron y Hermione aquella mañana, du­rante el desayuno, Dumbledore se había dirigido a todo el colegio.

Simplemente les había pedido que nos dejaran a mí y a Harry tranquilos, que nadie nos hiciera preguntas ni nos forzaran a con­tar la historia de lo ocurrido en el laberinto.

Noté que la mayor parte de mis compañeros se apartaban al cruzarse conmigo y con Harry por los corredores, evitaban nuestra mirada.

Al pa­sar, algunos cuchicheaban tapándose la boca con la mano.

Me pareció que muchos habían dado crédito al artículo de Rita Skeeter sobre lo trastornados y posiblemente peligrosos que éramos.

Oí a un chico de Hufflepuff que no reconocí diciendo que Harry había matado a Cedric por la fama y que me había hechizado con el Imperius para que dijera su versión de la historia y fuera su coartada.

Me di cuenta de que no me preocupaba demasiado.

Disfrutaba hablando de otras cosas con Ron, Harry y Hermione o cuando jugábamos al ajedrez en silen­cio.

Sentía que habíamos alcanzado tal grado de entendimien­to que no necesitábamos poner determinadas cosas en pala­bras.

Los cuatro esperábamos alguna señal, alguna noticia de lo que ocurría fuera de Hogwarts, y que no valía la pena es­pecular sobre ello mientras no supiéramos nada con seguri­dad.

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La noche antes de las vacaciones preparé mi baúl, llena de pesadumbre.

Sentía terror ante el banquete de fin de curso, que era motivo de alegría otros años, cuando se aprovechaba para anunciar el ganador de la Copa de las Casas.

Desde que había salido de la enfermería había pro­curado no ir al Gran Comedor a las horas en que iba todo el mundo y prefería comer cuando estaba casi vacío para evi­tar las miradas de mis compañeros.

Cuando los cuatro entramos en el Gran Come­dor vimos enseguida que faltaba la acostumbrada decora­ción.

Para el banquete de fin de curso solía lucir los colores de la casa ganadora.

Aquella noche, sin embargo, había col­gaduras negras en la pared de detrás de la mesa de los pro­fesores.

No tardé en comprender que eran una señal de respeto por Cedric.

El auténtico Ojoloco Moody estaba allí sentado, con el ojo mágico y la pata de palo puestos en su sitio.

Parecía ex­tremadamente nervioso y cada vez que alguien le hablaba daba un respingo.

La silla del profesor Karkarov se encontraba vacía.

Madame Maxime seguía allí.

Se había sentado al lado de Hagrid.

Hablaban en voz baja.

Más allá, junto a la profe­sora McGonagall, se hallaba Snape.

Era difícil interpretar su expresión pero parecía tan antipático y mal­humorado como siempre.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por el profesor Dumbledore, que se levantó de su silla en la mesa de profesores.

El Gran Comedor, que sin duda había estado mucho menos bullanguero de lo habitual en un ban­quete de fin de curso, quedó en completo silencio.

-El fin de otro curso.- dijo Dumbledore mirándonos a todos.

Hizo una pausa y posó los ojos en la mesa de Huffle­puff.

Aquélla había sido la mesa más silenciosa ya antes de que él se pusiera en pie y seguían teniendo las caras más pálidas y tristes del Gran Comedor.

-Son muchas las cosas que quisiera deciros esta noche pero quiero antes que nada lamentar la pérdida de una gran persona que debería estar ahí senta­da, disfru­tando con nosotros este banquete. Ahora quiero pediros, por favor, a todos, que os levantéis y alcéis vuestras copas para brindar por Cedric Diggory.- dijo Dumbledore con pesar.

Así lo hicimos.

Hubo un estruendo de bancos arrastra­dos por el suelo cuando nos pusimos en pie, levantamos y dijimos al únisono "Por Cedric Diggory."

-Cedric ejemplificaba muchas de las cualidades que distinguen a la casa de Hufflepuff. Era un amigo bueno y leal, muy trabajador y se com­portaba con honradez. Su muerte os ha afligido a todos, lo conocierais bien o no. Creo, por eso, que tenéis derecho a sa­ber qué fue exactamente lo que ocurrió.- dijo Dumbledore.

Lo miré con nerviosismo y, si, miedo.

-Cedric Diggory fue asesinado por Lord Voldemort.- Un murmullo de terror recorrió el Gran Comedor.

Los alumnos miraban a Dumbledore horrorizados, sin atre­verse a creerle.

Él estaba tranquilo, viéndolos farfullar en voz baja.

-El Ministerio de Magia no quería que os lo dijera. Es posible que algunos de vuestros padres se horroricen de que lo haya hecho, ya sea porque no crean que Voldemort haya regresado realmente o porque opinen que no se debe contar estas cosas a gente tan joven. Pero yo opino que la verdad es siempre preferible a las men­tiras y que cualquier intento de hacer pasar la muerte de Cedric por un accidente o por el resultado de un grave error suyo constituye un insulto a su memoria.- En aquel momento todas las caras aturdidas y asusta­das estaban vueltas hacia Dumbledore... o casi todas.

Vi que, en la mesa de Slytherin, Draco Malfoy cuchicheaba con Crabbe y Goyle.

*Al menos ten un poco de respeto por los muertos, Malfoy.*

-Hay alguien más a quien debo mencionar en relación con la muerte de Cedric. Me refiero, claro está, a Harry Potter y Deidre Weasley.- dijo Dumbledore.

Un murmullo recorrió el Gran Comedor al tiempo que algunos volvían la cabeza para mirarnos antes de mi­rar otra vez a Dumbledore.

-Harry Potter y Deidre Weasley lograron escapar de Voldemort. Arriesgaron sus vidas para traer a Hogwarts el cuerpo de Cedric. Mostraron, en todo punto, el tipo de valor que muy pocos magos han demostrado al encararse con Lord Volde­mort y por eso quiero alzar la copa por ellos.- Dumbledore se volvió hacia nosotros con aire solemne y volvió a levantar la copa.

Desde mi mesa vi como Malfoy levantaba la copa con sorna y la extendía hacia delante.

Uno de sus ojos se cerró en mi dirección.

*¿¡Me acaba de guiñar un ojo!? ¿Qué ha sido eso? ¿Un brindis a mi salud o a mi próxima muerte?*

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El tiempo no pudo ser más diferente en el viaje de vuelta a King's Cross de lo que había sido a la ida en septiembre.

No había ni una nube en el cielo.

Los cuatro habíamos conseguido un compartimiento para nosotros solos.

Pigwidgeon iba de nuevo tapado bajo la túnica de gala de Ron para que no estuviera todo el tiempo chillando, Shooky comía todas las galletas que yo le daba, Hedwig dormitaba con la cabeza bajo el ala y Crookshanks se había hecho un ovillo sobre un asiento libre y parecía un peluche de color canela.

Parecía que el dis­curso de Dumbledore en el banquete de fin de curso había hecho desaparecer mi reserva.

Ya no me resultaba tan doloroso tratar de lo ocurrido.

Sólo dejamos de hablar de lo que Dumbledore podría hacer para detener a Voldemort cuando llegó el carrito de la comida.

Cuando Hermione regresó del carrito y guardó el dine­ro en la mochila, sacó un ejemplar de El Profeta que llevaba en ella.

-No viene nada. Puedes comprobarlo por ti misma, no hay nada en absoluto. Lo he estado mirando todos los días. Sólo una breve nota al día siguiente de la tercera prueba di­ciendo que ganasteis el Torneo. Ni siquiera mencionaron a Cedric. Nada de nada. Si queréis mi opinión, creo que Fud­ge los ha obligado a silenciarlo.- dijo Hermione al ver mi cara preocupada.

-Nunca silenciará a Rita Skeeter. No con semejante historia.- admití pesadamente.

-Ah, Rita no ha escrito absolutamente nada desde la tercera prueba. De hecho, Rita Skeeter no escribirá nada du­rante algún tiempo. No a menos que quiera que le descubra el pastel.- dijo Hermione altivamente.

-¿De qué hablas?- inquirió Ron.

-He averiguado cómo se las arregla para escuchar con­versaciones privadas cuando tiene prohibida la entrada a los terrenos del colegio.- dijo Hermione rápidamente.

-¿Cómo lo hacía?- preguntó Harry de inmediato.

-Rita Skeeter es una animaga no registrada. Puede convertirse... en un escarabajo.- dijo Hermione sacando un tarro de cristal.

-¡Bromeas! Tú no has... Ella no...- exclamó Ron impactado.

-Sí, ella sí.- declaró Hermione muy contenta, blan­diendo el tarro ante nosotros.

Dentro había ramitas, hojas y un escarabajo grande y gordo.

-Eso no puede ser... Nos estás tomando el pelo.- dijo Ron poniendo el tarro a la altura de los ojos.

-No, en serio. Lo cogí en el alféizar de la ventana de la enfermería. Si lo miráis de cerca veréis que las marcas alrededor de la antena son como las de esas espantosas gafas que lleva.- dijo la chica acercándome el tarro a los ojos.

-¡Había un escarabajo en la estatua la noche en que oímos a Hagrid hablarle a Madame Maxime de su madre!- dijo Harry de repente.

-¡Exacto! Y Viktor Krum me quitó un escarabajo del pelo después de nuestra conversa­ción junto al lago. Y, si no me equivoco, Rita estaría en el al­féizar de la clase de Adivinación el día en que te dolió la cicatriz. Se ha pasado el año revoloteando por ahí en busca de historias.- dijo Hermione satisfecha.

-Cuando vimos a Malfoy debajo de aquel árbol...- dije pensativamente.

-Estaba contándole cosas, la tenía en la mano. Por supuesto él lo sabía. Así es como ella ha obtenido esas entrevistas tan encantadoras con los de Slytherin. A ellos les daba igual que ella estuviera haciendo algo ilegal mientras pudieran contarle cosas horribles sobre nosotros y Hagrid.- Hermione cogió el tarro de cristal que le había pasado a Ron y sonrió al escarabajo que revoloteaba pegándose fu­riosos golpes contra el cristal.

Era bastante gracioso ver a la infame reportera de afilada lengua en esa vulgar y sincera forma.

-Le he explicado que la dejaré salir cuando lleguemos a Londres. Al tarro le he echado un encantamiento irrompi­bilizador para que ella no pueda transformarse. Y ya sabe que tiene que estar calladita un año entero. Veremos si pue­de dejar el hábito de escribir horribles mentiras sobre la gente.- Sonriendo serenamente Hermione volvió a meter el es­carabajo en la mochila.

*Su presencia me está hartando.*

-Muy lista, Granger.- susurró Draco Malfoy.

Crabbe y Goyle estaban tras él.

Los tres parecían más satisfechos, arrogantes y amenazadores que nunca.

-O sea que has pillado a esa patética periodista y Potter y Weasley vuelven a ser los niños favoritos de Dumbledore. Mola. Intentando no pensar en ello, ¿eh? ¿Haciendo como si no hubiera ocurrido?- preguntó Malfoy con una sonrisa en sus labios, una sonrisa que pretendía provocar una pelea.

-Fuera.- dije violentamente.

No había vuelto a tener a Malfoy cerca desde que lo ha­bía visto cuchichear con Crabbe y Goyle durante el discurso de Dumbledore sobre Cedric.

Sentí un zumbido en los oí­dos.

Bajo la túnica mi mano agarró la varita.

-¡Has elegido el bando perdedor, Potter! ¡Te lo advertí! Te dije que debías escoger tus compañías con más cuidado, ¿recuerdas? Cuando nos encontramos en el tren, el día de nuestro ingreso en Hogwarts. ¡Te dije que no anduvieras con semejante chusma! ¡Ya es demasiado tarde, Potter! ¡Ahora que ha re­tornado el Señor Tenebroso, los sangre sucia y los amigos de los muggles serán los primeros en caer! Bueno, los primeros no, los segundos, el primero ha sido Digg...- fue como si hubieran lanzado una granada de luz en el compartimento.

Unos segundos más tarde esos tres fueron víctimas de las maldiciones lanzadas por Fred, George, Harry, Ron, Hermione y yo.

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Me dirigía hacia mi madre, que nos estaba esperando a Ron, Fred, George y a mí con Ginny a su lado, cuando sentí una fría mano en mi muñeca, acompañada de ese aroma a manzanas verdes tan... adictivo.

Una acelerada respiración acompañaba un rubio cabello conocido por mí.

-Tu...- el susurro de Malfoy sonaba terriblemente enojada, su voz amenazante parecía querer borrarme del planeta.

Pude ver que sus dientes ya habían sido corregidos de mi maldición.

*Supongo que no le ha gustado mi regalo de fin de curso.*

-Yo. ¿Qué pasa?- me solté de su agarre y lo encaré.

En aquel momento me sentí un poco impotente, ya que el chico era como mínimo una cabeza más alto que yo, tuve que dar unos pocos pasos hacia atrás para poder encararlo mejor.

-¿Has sido tú la que me ha hecho crecer los dientes?- el chico se acercó peligrosamente inclinando su cuerpo sobre mí, buscando una clara intimidación que empezaba a funcionar.

Al sentirlo tan cerca de mí, mi respiración empezó a sentirse ligeramente pesada.

-¿Y que pasaría en el caso de que hubiera sido yo la que te hubiera maldecido? Te lo merecías.- susurré con una sonrisa en mi rostro mientras contemplaba sus pálidas mejillas adquirir un color rosado furioso.

-¿Diddy? ¿Qué haces hablando con un Malfoy?- me llamó mi madre desde unos metros de distancia con una mueca extraña en su rostro.

-Nada, ya voy.- me giré para ir con Molly, Harry, Hermione, Ron, Ginny, Fred y George cuando sentí dos fuertes manos que agarraban mis brazos y me daban la vuelta, haciéndome quedar de nuevo cara a cara con Malfoy.

-Estás hablando conmigo, maleducada.- dijo el platinado con una sonrisa ladina mientras su mano viajaba peligrosamente hacia la parte inferior de mi cuello.

-¿Que haces?- susurré al ver que el Slytherin había agarrado mi escarlata corbata de Gryffindor por su parte media y tiraba de ella con la suficiente fuerza para hacerme acercar más a él pero sin ser dañina.

Su rostro descendió a centímetros de mi rostro más no podía retroceder porque el Slytherin me tenia agarrada de la corbata.

-Tienes muchas agallas, Diddy. Sé que tú heriste a mi padre en el cementerio. ¿Cómo te atreves a levantar tu varita contra él?- susurró el rubio platinado a centímetros de mi rostro, haciendo que su aliento golpeara con fuerza mi rostro.

*Huele a manzanas verdes...*

Podía sentir mis mejillas palidecer levemente ante la cercanía a la que estábamos el Slytherin y yo.

DRACO P.O.V.

No sé exactamente por qué lo hice.

Solo quería tenerla cerca de mí.

Una vez hube amenazado con éxito a la Gryffindor, mis manos soltaron su escarlata corbata, liberándola así de mi agarre con una ligera reticencia por mi parte mientras me incorporaba a mi altura normal.

Muy en el fondo, quería seguir teniéndola así de cerca de mi.

Mis ojos se abrieron ligeramente con sorpresa al ver que la chica no tan solo no se había alejado de mi, si no que sus pálidas manos se habían enroscado alrededor de mi esmeralda corbata y presionaban hacia abajo, obligándome a bajar otra vez hacia tener de nuevo su rostro a centímetros de mi.

-Escúchame bien, no tengo problema alguno en enfrentarme contigo o con tu padre. Es más, cuando lo veas dale un consejo de mi parte. Dile que parece que la vida de magnate ha hecho que se le olviden algunos movimientos básicos. Debería practicar más si va a pelear una guerra contra Albus Dumbledore.- susurraba la pelirroja moviendo sus rollizos labios de forma hipnótica, tardé unos segundos en procesar lo que la Gryffindor había dicho sobre mi padre.

Una vez hube recuperado mi compostura reparé en que la Gryffindor había soltado mi corbata y se alejaba de mi a paso ligero, con una sonrisa retadora en su rostro que me mostraba mientras andaba hacia atrás sin mirar por dónde iba pero aún así esquivando a todas las personas que tenía en su camino como si tuviera ojos en la espalda.

DEIDRE P.O.V.

-¡Eh! ¿Qué has dicho sobre mi padre? ¿Dónde vas? ¡Vuelve aquí!- los furiosos gritos de Malfoy se escuchaban levemente por encima de todo el bullicio del andén nueve y tres cuartos más yo ya estaba al lado de mi familia, con una triunfante sonrisa en mi rostro, desapareciendo de aquél lugar mientras notaba detrás mío como el rubio de Slytherin iba apartando a gente por posado furioso, tratando de alcanzarme.

La última mirada que ambos compartimos me reconoció el punto a favor mío, con lo que ahora íbamos empatados a diez puntos.

*Deidre:10 Draco:10.*

DRADRE P.O.V.

*¿Qué me has hecho? No haces más que confundirme... ¡Déjame odiarte en paz! ¡Sal de mi mente!*

"L"

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