**Alboroto en el Ministerio**

28.9K 2.2K 3.1K
                                    

Arthur Weasley nos despertó cuando llevabamos sólo unas pocas horas durmiendo.

Usó la magia para desmontar las tiendas y dejamos el cámping tan rápidamente como pudimos.

Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, vimos que tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento.

El muggle nos despidió con un vago "Feliz Navidad".

-Se recuperará. A veces, cuando se mo­difica la memoria de alguien, al principio se siente deso­rientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.- dijo mi padre.

Al acercarnos al punto donde se hallaban los trasladores oí voces insistentes.

Cuando llegamos vimos a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible.

Mi padre discutió también brevemente con Basil y terminamos poniéndonos en la cola.

Antes de que saliera el sol cogimos un neumático viejo que nos llevó a la colina de Stoatshead.

Con la luz del alba regresamos por Ottery St. Catchpole hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estabamos cansados y no pensabamos más que en el desa­yuno.

Cuando doblamos el recodo del camino y La Madrigue­ra apareció a la vista nos llegó por el húmedo camino el eco de una persona que gritaba.

-¡Gracias a Merlín, gracias a Merlín!- Mi madre, que evidentemente nos había esta­do aguardando en el jardín delantero, corrió hacia nosotros, to­davía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta en la mano.

-¡Arthur, qué preocupada me habéis tenido, qué preo­cupada!- Le echó a su marido los brazos al cuello y El Profeta se le cayó de la mano.

Al mirarlo en el suelo distinguí el titular "Escenas de terror en los Mundiales de Quidditch", acompañado de una centelleante fotografía en blanco y ne­gro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

-Estáis todos bien. Estáis vivos, niños...- Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y Geor­ge y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

-¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...- decían ambos a la vez, pero con una sonrisa en la cara.

-¡Pensar que os reñí antes de que os fuerais! ¡No he pensado en otra cosa! Que si os atrapaba Quien-vosotros-sabéis, lo último que yo os había dicho era que no habíais tenido bas­tantes TIMOS. Ay, Fred... George...- decía mi madre, llorando con grandes lágrimas.

-Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien. Bill, recoge el periódico. Quiero ver lo que dice.- dijo mi padre con voz baja.

Una vez que hubimos entrado todos, algo apretados, en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para Molly en el que su mari­do insistió en echar unas gotas de "whisky envejecido de Ogden", Bill le entregó el periódico.

Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por en­cima de su hombro.

-Me lo imaginaba "Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional..." ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.- dijo malhumorado mi padre.

-¡Esa mujer la tiene tomada con el Ministerio de Ma­gia! La semana pasada dijo que perdíamos el tiempo con nimiedades referentes al grosor de los calderos en vez de acabar con los vampiros. Como si no estuviera expresamente establecido en el parágrafo duodé­cimo de las Orientaciones para el trato de los seres no mági­cos parcialmente humanos...- expresó Percy con furia.

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //4//Where stories live. Discover now