**La Segunda Prueba**

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Dónde nuestras voces suenan, ven a buscarnos, que sobre la tierra no se escuchan nuestros cantos. Y estas palabras medita mientras tanto, pues son importantes, ¡no sabes cuánto!: Nos hemos llevado lo que más valoras, y para encontrarlo tienes una hora. Pasado este tiempo ¡negras perspectivas! demasiado tarde, ya no habrá salida. Ya ha pasado media hora, así que mas vale que te apresures porque lo que se queda aquí siempre se pudre.

Este era el enigma que se ocultaba detrás del huevo de oro.

Al final Diggory tenía razón.

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-¡Dijistéis que habíais conseguido descifrar el huevo!- nos dijo Hermione muy indignada.

Ocupábamos un pupitre justo al final del aula de Encanta­mientos.

Aquel día teníamos que practicar lo contrario del en­cantamiento convocador, el encantamiento repulsor.

Debido a la posibilidad de que ocurrieran desagradables percances cuando los objetos cruzaban el aula por los aires, el profesor Flitwick había entregado a cada estudiante una pila de coji­nes con los que practicar, suponiendo que éstos no le harían daño a nadie aunque erraran su diana.

No era una idea de­sacertada pero no acababa de funcionar.

La puntería de Neville, sin ir más lejos, era tan mala que no paraba de lan­zar por el aula cosas mucho más pesadas como, por ejem­plo, al propio profesor Flitwick.

-Olvidaos por un minuto del huevo ese, ¿queréis? Lo que quiero es hablaros de Sna­pe y Moody...- dijo Harry cuando un resignado profesor Flitwick volaba por encima nuestro.

Aquella clase era el marco ideal para contar secretos porque la gente se divertía demasiado para prestar aten­ción a las conversaciones de otros.

Durante la última media hora, en episodios susurrados, Harry nos había relatado su aventura de la noche anterior.

-¿Snape dijo que Moody también había registrado su despacho? Esto... ¿crees que Moody ha venido a vigilar a Snape además de a Karkarov?- comentó Ron mientras repelía un cojín que le había llegado desde una dirección desconcida.

-Bueno, no sé si eso es lo que Dumbledore le pidió ha­cer, pero desde luego es lo que está haciendo. Moody dijo que si Dumbledore permitía a Snape quedarse aquí era por darle una segunda oportunidad...- dijo Harry.

-¿Qué? Harry... ¡a lo mejor Moody cree que fue Snape el que puso tu nombre en el Cáliz de Fuego!- exclamó Ron sorprendido.

-Vamos, Ron, ya creísteis en cierta ocasión que Snape intentaba matar a Harry y re­sultó que le estaba salvando la vida, ¿recuerdas?- comenté escéptica.

Mientras hablaba repelí un cojín, que se fue volando por el aula y aterrizó en la caja a la que se suponía que esta­ban apuntando todos.

Harry me miró.

Era verdad que Snape le había salvado la vida a Harry en una oca­sión pero lo raro era que no había duda alguna de que lo odiaba, lo odiaba tal como había odiado a su padre cuando estudiaban juntos.

Le encantaba quitarle puntos a Gryffin­dor por su causa y nunca había dejado escapar la ocasión de castigarlo e incluso de sugerir que lo expulsaran del co­legio.

-Me da igual lo que diga Moody. Dumbledore no es tonto. No se equivocó al confiar en Ha­grid y en el profesor Lupin, aunque hay muchos que no les habrían dado trabajo, así que, ¿por qué no va a tener razón también con Snape, aunque sea un poco...- me posicioné al lado del profesor de pociones, aquél que me había echo ver cuál era mi verdadera vocación.

La Hermana de Ron Weasley (Draco Malfoy y tú) //4//Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora